El río Gállego nace en la cabecera del valle de Tena, cerca del collado de Portalet. En su tramo medio discurre de manera pausada por el valle de Caldearenas. Le acompaña en su trazado el canfranero, un ferrocarril que trajo el esplendor a esta zona, y que hoy en día todavía resiste. Entre las localidades salpicadas en sus márgenes Javierrelatre y Lasieso conservan buenos ejemplos del arte románico.
La autovía mudéjar, eje que vertebra Aragón de norte a sur, sirve de acceso directo al valle de Caldearenas. Una vez superado el puerto de Monrepós se alcanza Hostal de Ipiés, una pequeña localidad que aglutina varios servicios. En este punto parte la carretera que conduce a Caldearenas. A lo largo de once kilómetros en compañía del Gállego se alcanza el puente que cruza el río a través del cual se accede al casco urbano. Esta localidad es de origen relativamente reciente ya que sus primeras noticias datan del año 1646, cuando sólo había una casa con el mismo nombre. Con la llegada del tren a finales del siglo XIX fue adquiriendo importancia. Su casco urbano está disperso siendo el grupo más compacto de viviendas el que se encuentra frente a la estación de ferrocarril ahora en estado de abandono. Junto a la carretera se alza la iglesia de San Antonio, terminada a finales de la década de los cincuenta bajo las pautas del estilo románico.
En la parte final del núcleo se encuentra la Harinera La Dolores. En el lugar donde antes hubo un pequeño molino, en 1925 comenzó a funcionar la nueva harinera, construida por Fermín Martínez. La elección del lugar fue determinante por el nuevo ferrocarril con conexión entre Zaragoza y Francia, así como por la cercanía al río Gállego, que aportaba el caudal necesario para aportar la fuerza motriz al molino. Dos audiovisuales y una muestra de numeroso material conservado a lo largo de su existencia sirven de introducción. El resto de la visita permite descubrir el excelente estado de la maquinaria, importada de Suiza. Además de poder observar esta joya se disfruta del añadido de poderla ver en funcionamiento. En la parte baja está la turbina y el eje central de distribución. En la planta calle y en la planta alta se pueden observar las diferentes máquinas que servían para convertir el trigo en harina de diferentes calidades. Un viaje al pasado para comprender cómo se realizaba el proceso de la producción de harina hace más de cincuenta años.
Como complemento a la visita de la localidad se plantea un paseo por los alrededores. Junto a la harinera parte un camino que poco después discurre en paralelo al río Gállego. Tras media hora de camino arranca la Senda de Izarbe, en cuyo recorrido se pueden descubrir pinturas y mosaicos realizadas por Maribel Rey sobre las piedras, de tal manera que quedan integrados en el paisaje. El final lo marca una amplia pradera, después de una hora de camino. Allí una antigua paridera acoge el pequeño Centro de Interpretación de la Vida Pastoril. De vuelta se puede recorrer un pequeño ramal alternativo que en diez minutos de recorrido circular descubre otro grupo de pinturas.
Para la tarde se propone la visita a dos localidades cercanas. La primera de ellas está situada a unos tres kilómetros, tomando la carretera que conduce a Anzánigo. Javierrelatre consta de dos barrios separados por la travesía. A la entrada de la población parte una calle que asciende hasta la parte alta. La iglesia de los Santos Reyes corona la ladera donde se asienta el pueblo. Se trata de una bella fábrica románica del siglo XII, de la cual se conserva sólo la cabecera. El ábside románico cuenta con tres vanos decorados sobre capiteles decorados con motivos vegetales y geométricos; una imposta ajedrezada bordea las arquivoltas. Se accede al interior mediante atrio en el que se abren dos accesos y un vano de doble arco de medio punto de estilo románico. Junto a la cabecera se alza la robusta torre prismática que se eleva ligeramente sobre el conjunto de la iglesia.
El barrio bajo aglutina los mejores ejemplos de arquitectura civil con los que cuenta el núcleo. En una plazoleta que atraviesa la carretera sobresale la Casa Lanaspa, levantada en el siglo XIX. Se trata de una gran vivienda de cuyos tejados despuntan dos chimeneas troncocónicas. En un rincón se abre un arco de medio punto, en cuyas dovelas aparecen esculpidas variadas figuras. Da acceso a un patio empedrado, donde se encuentra el acceso principal.
Para acceder a la segunda población es necesario volver a Hostal de Ipiés. Tomando dirección a Huesca, a escasa distancia y sin abandonar el núcleo, parte una carretera que en cinco kilómetros alcanza Lasieso. Su origen se debe a la fundación del monasterio de San Pedro de Lasieso en el año 1080. Sin embargo su vida fue corta y en 1247 fue extinguido convirtiéndose en iglesia parroquial. El edificio data del siglo XI, y tiene la peculiaridad de estar formado por dos iglesias adosadas, una mayor que otra. Ambas se culminan con ábsides semicirculares. El elemento más sobresaliente es la torre en cuya parte alta se abren vanos compuestos por tres arcos de medio punto. Bajo ellas aparecen otros vanos menores de dos arcos.
El conjunto de viviendas se organiza en torno a una calle. Una vez superada la iglesia, entre la última de las casas y unos edificios secundarios se encuentra una necrópolis formada por tumbas antropomorfas. Datan del siglo X, y evidencian la importancia de este poblamiento durante los siglos altomedievales. Se compone de un conjunto numeroso, y entre ellas destacan muchas que por su tamaño pertenecieron a niños.