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EXCURSIONES Monegros

Sierra de Alcubierre, la cima de los Monegros

La Sierra de Alcubierre, situada al sur de la comarca de los Monegros, se eleva sobre un terreno estepario, dominado por la escasa vegetación sólo truncada por los pinares y las sabinas aisladas. A caballo entre las provincias de Zaragoza y Huesca, también fue la línea divisoria entre los frentes nacional y republicano durante la guerra civil dando lugar a uno de los episodios más largos y dramáticos de la contienda, el Frente de Aragón.
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A los Monegros se accede desde la ciudad de Zaragoza por la carretera de Sariñena. Tras superar Villamayor de Gállego, se dejan atrás los campos de regadío y surgen las tierras esteparias que acompañarán en todo momento el recorrido. Campos de cereal se alteran con montes escasos de vegetación. Los pinos comienzan a aparecer al ascender el puerto de Alcubierre, que marca la divisoria entre las provincias de Zaragoza y Huesca. Éste fue el escenario durante la guerra civil del Frente de Aragón. Durante quince meses en el mismo lugar se enfrentaron las tropas nacionales y las republicanas, entre octubre de 1936 y marzo de 1938. Tras rebasar el puerto, en el kilómetro 33,5 aparece el letrero que indica la Ruta de las Tres Huegas, donde se encuentran los restos de las posiciones franquistas. Su nombre hace referencia a la separación de los términos de Robres, Alcubierre y Leciñena. En un cruce cercano se toma el ramal izquierdo. Poco después un panel de interpretación describe los elementos que se han recuperado. A escasos metros se accede a una trinchera que cuenta con un abrigo cubierto el cual servía de puesto de mando. Volviendo al cartel se puede acceder andando al resto de lugares de interés. A la derecha de la pista aparecen pequeñas cuevas utilizadas como refugio, y a la izquierda un pozo de abastecimiento de agua y un abrigo de descanso para el pelotón. En su interior cuenta con literas de madera. También se puede ascender, desde un pequeño monolito, a dos posiciones elevadas desde donde se puede apreciar la zona defendida por este frente. Volviendo al cruce anterior con el coche, por una pista en buen estado se llega hasta la posición de San Simón. Este lugar es recordado por la avanzadilla republicana que produjo casi un centenar de víctimas, y que fue recuperada rápidamente las tropas nacionales. En la cota más alta se levantó un monumento a los caídos. Desde este lugar las vistas del paisaje son muy amplias.

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Volviendo a la carretera comarcal, y avanzando en dirección a Sariñena, a un kilómetro de distancia surge el próximo desvío señalizado. Una pista con buen firme conduce hasta la Ruta Orwell. La posición republicana fue establecida en el monte Irazo. Aquí estuvo durante varias semanas el escritor británico George Orwell alistado en las milicias del Partido Obrero de Unificación Marxista. El aparcamiento se encuentra contiguo a la zona rehabilitada. Un itinerario circular recorre una trinchera construida con muros de piedra y madera. Al exterior la defensa perimetral está dotada de alambradas. Cuenta con dos pequeños abrigos y un observatorio cubierto para la vigilancia y defensa desde donde se divisan las posiciones franquistas. También tiene varios pozos de tirador protegidos con sacos de tierra. En la parte trasera una caseta más amplia servía de vivac a la tropa. La visita culmina en la parte alta del monte, un mirador desde donde se divisa toda la zona a defender.

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Para complementar la visita a los vestigios recuperados y conocer más sobre uno de los capítulos más tristes de la historia reciente es necesario visitar el Centro de Interpretación de la Guerra Civil en Aragón. A siete kilómetros de Alcubierre se encuentra la población de Robres. En el centro de la localidad, y ubicado en las antiguas escuelas, se emplaza este completo museo que además es la sede de un centro de trabajo para el estudio y documentación del periodo de la República, Guerra Civil y Franquismo. Un audiovisual sirve de introducción y a lo largo de varias salas en tres plantas se ofrece un amplio material documental que describe las diferentes etapas de este periodo histórico y los personajes que en ella intervinieron.

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Después de la comida se propone subir al punto más elevado de la Sierra de Alcubierre. Desde la localidad que da nombre a la sierra parte una pista en buen estado que asciende hasta San Caprasio, el techo de los Monegros. En pleno casco urbano, se toma la calle que parte justo enfrente del arranque de la carretera que conduce a Robres. Enseguida nace un camino que a tres kilómetros y medio pasa junto a las balsas de Pina. Se trata de dos balsas con escasa vegetación y que aparece animada por el croar de las ranas. Avanzando por la pista principal se circula junto a una barranquera con escarpadas paredes de poca altura. En el punto kilométrico 5,7 se toma el ramal principal, a la derecha. En el amplio valle se suceden los campos de cereal. En sus laderas los pinares conforman una estampa paisajística poco conocida de los Monegros. Se alcanza el borde de la meseta y surge un cruce en el km 10,7. La pista gira bruscamente en dirección sureste y debe tomarse dirección izquierda. Zonas de praderas que se alternan con pinares sirven de antesala al promontorio pelado de San Caprasio. La pista asciende vallada en su último tramo hasta el punto geodésico tras recorrer cerca de dieciséis kilómetros. Sólo resta la rampa final hasta la cumbre que se eleva a 838 metros de altitud. Allí se enclava la ermita de San Caprasio rodeada de multitud de antenas que afean este lugar tan agreste. Un panel de interpretación orientado hacia el norte ofrece información sobre la extensa panorámica. Es visible toda la comarca de los Monegros delimitada al norte por las sierras de Guara y Gratal.

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Desde la base del montículo, junto una caseta, parte una senda al borde de los escarpes donde es necesario extremar la precaución. El paisaje hacia el sur ofrece una estampa diferente; pinos raquíticos y escasa vegetación cubren los profundos barrancos en dirección a la llanura del valle del Ebro. Una escalera permite descender a un resalte inferior donde aparecen unas curiosas cuevas. Antaño fueron refugio eventual de pastores y también quedaron asociadas a Mariano Gavín conocido como el bandido Cucaracha. Tras las guerras carlistas se echó a los montes y en 1864 con un amigo realizó los primeros asaltos. Estaban descontentos con el sistema social y la riqueza mal repartida. Se refugiaban en estas cuevas, donde planeaban nuevos ataques. Tras una feroz persecución fue apresado y muerto en un corral de Lanaja en febrero de 1875, tras once años de andadura. Los demás componentes de la banda, más de cuarenta, fueron cayendo en sucesivos años. En 1956 unos monjes se asentaron en Farlete,  y durante ese año trabajaron en las obras del pequeño monasterio rupestre excavando nuevas cuevas y acondicionando las anteriores. Primero excavaron la ermita conocida como cueva de la Salud, una sala alargada y reforzada por robustas vigas, siendo rematada mediante cabecera absidial excavada en la roca. Después se acondicionó la cueva del Cucaracha como cocina junto con un refectorio circular alrededor del cual se excavaron bancos a modo de camastros. Ambas son visitables hoy en día permitiendo al visitante adentrarse en la historia de este curioso rincón monegrino.

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Para completar la visita, ya de vuelta, se propone hacer un alto en Leciñena. Desde su casco urbano parte una pista asfaltada que conduce al Santuario de Nuestra Señora de Magallón. Es un edificio de grandes dimensiones visible desde bien lejos. La historia de la virgen se remonta a 1283 cuando desaparece de su anterior emplazamiento en la ermita de Santa María de Huerta en Magallón, y se aparece al pastor Marcén en un cerro de Leciñena. A pesar de los intentos de los magalloneros la virgen se volvió aparecer en esta localidad monegrina donde se construyó una ermita. Se fue ampliando en los siglos XVI y XVII, y su devoción creció del tal manera que el santuario servía de culto a veintiocho pueblos de las provincias de Zaragoza y Huesca. En el siglo XVIII el santuario llegó a su máximo esplendor y las donaciones de devotos como el duque de Híjar permitieron la ampliación del templo. Durante la guerra de la Independencia un incendio devastó casi por completo del santuario, y en la guerra civil se utilizó como acuartelamiento siendo las consecuencias nefastas. Tras un largo periodo de restauración en la actualidad cuenta con un albergue y el edificio se muestra en excelente estado. Tiene aspecto de hospedería y en algunas partes llega a tener hasta cinco plantas de altura. En la plaza del santuario está el aljibe de nueve metros de altura construido en el año 1560. Se accede al interior a través de un arco que da paso a una escalinata la cual conduce a la planta noble. Al final de un pasillo se accede a la capilla, en cuyo altar mayor se deposita la virgen en el camarín iluminado a través de un ventanal de alabastro.

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FINES DE SEMANA Jacetania

Alta Zaragoza, una tierra mutilada por el embalse de Yesa

El norte de la provincia de Zaragoza fue tierra de disputa entre navarros y aragoneses, incorporándose al reino de Aragón en el año 1054. Entonces se fortificó Ruesta, y se fundó Salvatierra de Esca y Tiermas. Mientras los peregrinos seguían atravesando este territorio camino a Santiago. Hace medio siglo la construcción del embalse de Yesa mutiló esta zona, obligando a dejar abandonados tres preciosos pueblos ahora sumidos en el olvido.
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Se accede a la Alta Zaragoza desde Jaca por la Canal de Berdún. Este amplio valle surcado por el río Aragón toma el nombre de una población encaramada en un altozano. Tras entrar en la provincia zaragozana es necesario cruzar el río y ascender al promontorio donde se asienta Artieda. A la entrada se levanta el albergue, lugar de descanso para los peregrinos del Camino de Santiago que discurre a los pies de la localidad. Junto a él se levanta la iglesia de San Martín, obra originaria del siglo XII. Un pórtico abierto a la calle principal guarece la portada con decoración de casetones. La torre de planta cuadrada destaca por una construcción cilíndrica adosada en cuyo interior discurre una escalera de caracol. Tres calles conforman un conjunto armónico de gran belleza donde domina la piedra como elemento constructivo y decorativo. Entre los inmuebles destaca la casa de los Diezmos. Su magnífica portada cuenta con acceso de arco de medio punto, sobre el que se levanta un escudo flanqueado por pináculos. La visita se completa con una panorámica del valle del río Aragón desde un mirador situado en el extremo opuesto a la iglesia.

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Se vuelve a la carretera anterior y se avanza ocho kilómetros hasta descubrir la sugerente figura del castillo de Ruesta. Fue edificado por el rey navarro Sancho Garcés I entre los años 1016 y 1018, pasando a manos aragonesas en 1054. Junto a la fortaleza se fueron levantando viviendas, primero en la parte baja y más tarde cerca del castillo, configurando el núcleo actual en el siglo XVI. A pesar de su larga trayectoria como enclave militar y paso del Camino de Santiago, llegando incluso a los 750 vecinos en el año 1857, a mitad de la década de los sesenta quedó despoblado por la influencia devastadora de la construcción del embalse de Yesa. Fue cedido al sindicato CGT en el año 1988, habilitándose dos edificios para albergue mientras que el resto del núcleo sigue su avance imparable hacia la ruina.

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El casco urbano conserva el trazado medieval, con la iglesia y el castillo en los extremos. La iglesia de la Asunción es obra de tipología jesuítica construida en el siglo XVI. La torre de planta cuadrada se remata con un pequeño cuerpo octogonal de ladrillo. Junto a ella se levanta un gran caserón, palacio de los marqueses de Lacadena. Ante la iglesia parte la calle mayor, a cuyos lados se levantan las fachadas de los arruinados edificios, ahora cubierta por la maleza. Para acceder al castillo es necesario tomar una senda la cual arranca en las cercanías del bar, bordeando el núcleo, y que se incorpora a dicha calle. Su estado ruinoso hace necesario extremar las precauciones y asumir el riesgo de acceder a un conjunto en ruinas, pero merece la pena. Junto a las últimas viviendas se alza el imponente castillo. Resta la torre del Homenaje, que se eleva a 25 metros de altura y un torreón lateral unido por un lienzo de muralla bajo el cual ahora se puede acceder al antiguo recinto defensivo. Al otro lado apenas queda nada, pero se disfruta de amplias vistas del embalse de Yesa y la Sierra de Leyre.

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Se puede completar la visión de la localidad realizando un pequeño paseo de un cuarto de hora. Junto al albergue de peregrinos, parte el sendero que desciende en dirección al río Regal siguiendo el trazado del Camino de Santiago. Para superar el barranco se conserva un puente románico, con plataforma de madera. Poco después se atraviesan las instalaciones abandonadas de un camping. Un poco más arriba se encuentra la ermita de Santiago, con portada románica de tres arquivoltas. Entre los años 1030 y 1040 se construyó la capilla, cuya cabecera cuenta con arco triunfal que se apoya en capiteles decorados. El resto corresponde al año 1087, y tenía la función de albergue.
Para la tarde se propone la visita a dos pueblos deshabitados expropiados por la construcción del embalse del Yesa. Es necesario volver a la margen derecha del río Aragón, y tomar la carretera nacional en dirección a Pamplona. En cinco kilómetros se avista el pueblo de Escó a la derecha. Junto a la carretera hay una pequeña construcción donde se puede dejar el vehículo. Se debe ascender andando hasta las ruinas. En el año 1957 contaba con trescientos habitantes que se vieron obligados a marchar pocos años después. Una amplia calle recorre la parte baja, flanqueada por las fachadas de sus casas, único resto de lo que fueron. En la parte alta las calles se vuelven más estrechas y conducen a la iglesia de San Andrés, que cuenta con un excelente mirador de la cuenca del río Aragón. La portada se compone de arquivoltas de medio punto, y su torre es de planta cuadrada la cual se remata con techumbre plana.

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La carretera continúa su trazado encajado entre las aguas del embalse de Yesa y las laderas que se descuelgan de la Sierra de Leyre. Desde una rotonda de acceso a la autovía parte el nuevo acceso a la localidad de Tiermas, la más importante de la zona hasta hace unas décadas. El pueblo está emplazado sobre un gran promontorio elevado respecto a la carretera y al embalse de Yesa. Fue fundado en el año 1201 el actual asentamiento por Pedro II para facilitar la defensa en esta zona entre Navarra y Aragón. Con la construcción del embalse de Yesa en la década de los cincuenta llegó el abandono total de su enclave, y se truncó de esta manera tan triste la gloriosa historia de esta localidad.

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La vegetación invade ya buena parte de las calles en las cuales todavía se conservan las fachadas de sus casas. En la zona central se alza la iglesia de San Miguel, obra barroca de grandes dimensiones que data del siglo XVI. Se accede al templo a través de una portada gótica compuesta por cinco arquivoltas bajo un pórtico ya carente de cubierta. Junto a la puerta se levanta la torre de planta cuadrada que se remata con un curioso campanil de pequeñas dimensiones. Desde una pradera cercana, antaño la plaza del centro, se puede acceder al portal de las Brujas. Se trata de un torreón-puerta perteneciente al recinto amurallado, del cual todavía se conserva la cornisa de matacanes.

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Al día siguiente se propone conocer el tramo final del valle surcado por el río Esca. La primera localidad, Sigüés todavía conserva el edificio del antiguo hospital de Santa Ana, que acogía peregrinos provenientes de los valles del Roncal y del Aragón. En el centro de la localidad se levanta la iglesia de San Esteban. Una reja separa un espacio ajardinado, ante el cual se abre el atrio que cobija la preciosa portada románica. El casco urbano se organiza en torno a calles quebradas con espacios abiertos, en los cuales se muestra una arquitectura civil bien conservada. Al final de la travesía, aparece una bella casa que antaño fue torre del señorío. Su acceso cuenta con arco ligeramente apuntado, con el escudo de los Pomar, flanqueado por unas aspilleras de las que cuelgan unas cadenas.

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Una vez abandonada la población de Sigüés la carretera se introduce en la Foz de Sigüés, un desfiladero labrado por el río Esca entre las sierras de Leyre y Orba. A su término surge Salvatierra de Esca. En su parte alta varias calles aglutinan un buen número de edificios con portadas doveladas, escudos nobiliarios en sus claves y ventanas geminadas ofreciendo al visitante un conjunto muy pintoresco. En este entorno se abre una plaza con frontón que aloja a varios edificios, entre ellos el ayuntamiento. Junto a ella otra plaza, excelente mirador del valle, sirve de antesala a la iglesia de San Salvador. Fue construida a base de sillería, siendo una obra gótica del siglo XVI. La torre de planta cuadrada está reforzada con contrafuertes en las esquinas y tiene remate de almenas de ladrillo. El aspecto exterior le confiere un aire defensivo, como muestra de la difícil etapa inicial de su historia, frontera entre tierras aragonesas y navarras.

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Por la tarde se puede completar la visita a esta zona recorriendo el valle del río Gabarri para alcanzar la pequeña población de Lorbés, a cuyos pies termina la carretera. Se trata de la población situada más al norte de la provincia de Zaragoza. Un paseo por sus calles de trazado quebrado y ascendente, atravesando pasadizos y rincones con cierto encanto, trasladan a otros tiempos. Buena parte de las casas muestran una arquitectura civil rica. En la parte alta, se abre una plaza en la que se levanta la iglesia San Miguel.

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Aranda FINES DE SEMANA

Aranda, río de Luna y calzados

El río Aranda recorre uno de los valles de la comarca a la cual da nombre. Nace en la Fuente Lagüen, cerca de Aranda del Moncayo. En el tramo intermedio sus aguas bañan las grandes poblaciones del valle, en las que se concentra buena parte de la población y la tradicional industria del calzado. Su capital, Illueca, alberga la residencia de los Luna, donde nació el único papa aragonés de la historia.
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Para acceder a la comarca del Aranda se toma dirección a Madrid desde la capital del Ebro. En pleno Sistema Ibérico y junto a la población de El Frasno parte el desvío que conduce al valle del Aranda tras pasar cerca de Sabiñán y Morés. El primer lugar de visita es Brea de Aragón. Tomando el desvío, una vez atravesados los polígonos industriales, se accede al centro de la localidad. En la plaza mayor se levantan los edificios del ayuntamiento y la iglesia de Santa Ana. La iglesia fue costeada por el Cabildo del Pilar, del cual dependía la población. En su interior las techumbres se decoraron en el año 1677 con yeserías, cuya obra pertenece a Juan de Marca.

Cerca, en la travesía, está el Museo del Calzado. Esta población es el origen de la industria del calzado de la comarca. A principios del siglo XVII contaba con varias tenerías, donde se maceraban las pieles para su posterior utilización. También se introdujo el cultivo del zumaque en la zona, de cuya planta se extraía una sustancia para curtir las pieles. Ya en 1835 la población contaba con un centenar de zapateros y salía una producción de 80.000 pares de calzado anuales. El museo cuenta con dos plantas en torno a un patio central cubierto. Un audiovisual recibe al visitante en la planta calle, donde además se muestra la fabricación del calzado de manera artesanal paso a paso. En la planta baja el tema elegido es el desarrollo industrial del siglo XX, que incluye la original puesta en funcionamiento de varias máquinas industriales. La mañana se puede completar con la visita a alguno de los almacenes de calzado situados en el polígono industrial de la localidad.

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Por la tarde la visita se centra en la población de Illueca, que cuenta con más de tres mil habitantes y se ha constituido en el motor económico e industrial de la comarca. Junto con Brea de Aragón concentra la actividad industrial dedicada al sector del calzado. En el año 1680 se localizaban tres tenerías en la localidad. En la primera mitad del siglo XX se produjo un gran impulso con la diversificación del fabricado del calzado.

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En 1263 fue entregado el señorío de Illueca a Jaime de Gotor. A principios del siglo XIV se emparentan las casas de los Luna y de Gotor, dando lugar a una de las casas más importantes de la Corona de Aragón. La familia de los Luna adoptó su nombre tras la toma de la población de Luna siendo rey Sancho Ramírez. Los señores de Illueca fueron personajes muy influyentes en la vida política aragonesa y desde el año 1550 son conocidos como condes de Morata. Ya en el año 1665 se venden los señoríos de Gotor e Illueca al marqués de Villaverde, cuya familia cedió hace unas décadas el castillo-palacio para su restauración. Entre los sucesores directos del enlace que unió las familias de Luna y Gotor aparece Pedro Martínez de Luna y Gotor, el papa Luna, el cual nació en 1328. Fue nombrado cardenal en 1375 por el papa Gregorio XI. A su muerte se produjo una serie de acontecimientos que desembocaron en el Cisma de Occidente, dando lugar a la elección de dos papas: Urbano VI en Roma y Clemente VII en Agnani que se trasladaría a la sede de Aviñón. Don Pedro de Luna apoyó a éste último, y al fallecer es nombrado papa con el nombre de Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna, siendo el único papa aragonés de la historia. Con el concilio de Pisa en 1403 se nombró a un nuevo papa, Alejandro I. Ante la negativa de abdicar los otros dos se agravó la situación al haber paralelamente tres papas en disputa. Tras el concilio de Constanza en 1414 fue depuesto Juan XXII, sucesor de Urbano VI. Sin embargo Benedicto XIII, en sus trece no cedió en su postura inamovible, lo que le hizo perder casi todos sus apoyos. Por ello fue excomulgado por el papa Martín V y se retiró al castillo de Peñíscola. Falleció en 1423, cuando contaba con 95 años. Tras su muerte sus restos fueron llevados a su lugar natal. Durante la guerra de Sucesión fueron profanados y arrojados al río Aranda. Se pudo recuperar el cráneo, el cual se depositó en el palacio de Sabiñán, hasta su reciente robo. Tras ser recuperado está a la espera de su definitiva ubicación.

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Una vez en Illueca se atraviesan sus barrios más recientes por la avenida de la Independencia. La señalización conduce al Castillo-Palacio del Papa Luna, emplazado sobre un espolón rocoso desde donde preside la población. Tiene planta rectangular de 65 metros de fachada principal, una de las más largas dentro de los palacios aragoneses. El edificio actual fue iniciado en el siglo XIV. En el siglo XVI se eliminaron las almenas siendo sustituidas por una galería típica aragonesa. El acceso principal se encuentra flanqueado por dos torrecillas circulares. En la parte baja aparece un arco de medio punto, entre pares de pilastras toscanas. Frente a él se dispone un mirador excepcional de la villa. Atravesando la puerta unas escaleras excavadas en la roca ascienden hasta un primer rellano donde parte la escalera principal que sirve de acceso a todas sus estancias. En la actual hospedería aparece una sala cubierta con friso de madera y artesonado con casetones, en la que está el mausoleo del Papa Luna, un oratorio llevado a cabo en el siglo XVII. Se trata de un pequeño espacio donde estuvieron depositados los restos del Papa Luna. Una vez alcanzado la parte alta de la escalera principal, se accede al salón principal conocido como la sala Dorada que data del siglo XIV. Cuenta con un friso mudéjar de yeserías caladas, y sobre él un artesonado policromado que se apoya en ménsulas bellamente talladas y doradas. En las vigas destaca decoración con los escudos de la familia Luna. En una sala contigua aparece la reproducción de un escritorio y de la biblioteca móvil del papa Luna, bajo un artesonado del siglo XV. La visita a la localidad puede completarse con un paseo por la población. A escasos metros del castillo, y en un plano inferior se emplaza la iglesia de San Juan Bautista. La obra inicial pertenece al siglo XIV, en estilo mudéjar. Desde la iglesia una calle descendente conduce hasta la plaza de España, en la que sobresale el ayuntamiento, un edificio de reciente factura con una peculiar torre. De nuevo se recomienda la visita a los almacenes de calzados situados en los accesos a la población para completar la visita a la localidad.

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El domingo por la mañana se propone la visita a la pintoresca población de Aranda de Moncayo. Desde la carretera el acceso desemboca en la plaza mayor, flanqueada por edificios que muestran bellas y cuidadas fachadas. En un costado se levanta el ayuntamiento, cerca de un portal, perteneciente al antiguo recinto de la población. Un paseo por las calles empinadas y estrechas de su casco urbano descubre el pasado musulmán de la población. Una arquitectura discreta que ofrece rincones pintorescos que merece la pena saborear sin prisas.

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Atravesando el arco de la plaza, una calle conduce hasta la iglesia de la Asunción. Una escalinata le sirve de acceso. Al exterior destaca su torre de ladrillo. Volviendo al arco, sin flanquearlo es necesario callejear hasta alcanzar la parte más alta donde se emplazan los restos de su castillo, el cual desempeñó un papel fundamental en la defensa de estas tierras fronterizas entre Castilla y Aragón. Del recinto defensivo se conservan un muro con almenas y restos de una torre. Subir hasta este lugar tiene como recompensa una amplia panorámica de la población y del valle del Aranda. Un poco más abajo se emplaza el mirador del embalse de Maidevera, un lugar excepcional para poder contemplar una vista de la cabecera del valle, donde se guardan las aguas necesarias para el riego y el abastecimiento de todo el Aranda.
La visita de la mañana se completa con un paseo que lleva al nacimiento del río Aranda. Desde la plaza mayor parte una calle descendente que pasa junto a una fuente romana, a escasos metros metros. Descendiendo se dejan atrás las últimas casas y se toma un estrecho camino que remonta el valle. El fondo se cubre con huertas y choperas, y se flanquea por laderas donde afloran las rocas que se cubren únicamente por arbustos. Tras media hora de agradable paseo sin dejar la pista se alcanza el paraje de Fuente de Lagüen. Un muro protege el espacio inferior donde afloran los manantiales de aguas cristalinas. Todas ellas se agrupan en una amplia balsa empedrada y se distribuyen por la vega mediante varias acequias.

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La visita al valle del Aranda puede completarse el domingo por la tarde haciendo un alto de vuelta en Jarque de Moncayo. Un paseo por la parte alta de la localidad permite acceder sin dificultad a su castillo. Se trata de un conjunto defensivo llevado a cabo en el siglo XIV mediante mampostería sobre basamento de sillería en forma de talud. En la parte trasera, las dos esquinas se levantan con dos semitorres, las cuales tienen planta cónica. A pesar de su deterioro quedan algunas almenas de forma puntiaguda, siendo ésta una característica morisca. La puerta de acceso está orientada a la población. Se trata de un arco de medio punto con dovelas de piedra, desde donde se puede disfrutar de una vista completa de toda la localidad, alineada con el curso del río Aranda.

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Bajo Cinca/Baix Cinca CICLOTURISMO Monegros

Barranco de Valcuerna, un valle estepario surcado por un río

El río Valcuerna es el único cauce de agua permanente que nace en los Monegros. A su paso por este valle estepario, flanqueado por cortados de piedra caliza que alternan con laderas menos agrestes, crea un espacio de diversidad que lo convierte en una de las zonas naturales más ricas de la zona. El punto final es su desembocadura en el embalse de Mequinenza, donde la exuberante vegetación invade sus orillas.
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La propuesta que recorre el barranco de Valcuerna tiene como punto de partida la localidad de Candasnos. Se emplaza a los pies de la antigua carretera de Barcelona, a 85 kilómetros de Zaragoza y a 25 de Fraga. Esta ruta cicloturista combina el asfalto de una carretera local y la tierra de un camino en buen estado. Dependiendo de la capacidad física puede optarse por realizarla completa o hacer un recorrido más corto, descartando la carretera y evitando así la zona de mayor desnivel situada en este tramo. Esta opción reduce el recorrido a 25 kilómetros en total, con una pendiente más asequible, del 1%, y que recorre el tramo más atractivo de la ruta cicloturista.

LONGITUD

DESNIVEL

PENDIENTE

FIRME

DIFICULTAD

35 km (ida y vuelta)

150 m

variable

bueno

media

Tras estacionar el vehículo junto a la iglesia parroquial, se toma la calle mayor que atraviesa el centro del pueblo. Desde la plaza del Redondillo, a la derecha, se sale a la antigua travesía. Tomando dirección a Zaragoza, junto a los últimos edificios parte la carretera que conduce a Caspe. El tramo inicial de esta propuesta discurre por esta estrecha carretera con poco tránsito. A un kilómetro y medio se pasa junto a la Laguna de Candasnos, también conocida como Balsa de los Fabares. Es posible aproximarse hasta la orilla donde un pequeño observatorio permite la contemplación de las aves sin molestarlas. El entorno de la lámina de agua está rodeado de carrizo, y abundan las anátidas que permanecen durante todo el año, aunque también sirve de estancia para aves estacionarias.

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Volviendo a la carretera, en su trazado rectilíneo atraviesa un paisaje surcado por grandes campos de cultivo de regadío. En su tramo final comienza un acusado descenso por una val sinuosa que desemboca en un amplio valle, el Barranco de Valcuerna. Junto al kilómetro 5 de la carretera, se toma un camino a mano izquierda. Poco a poco comienza un ligero descenso que acompañará en casi toda la ruta. La vegetación esteparia compuesta por sosas y sisallos delimita el trazado del camino.

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El valle es amplio y el cauce del arroyo sólo se atisba por la densa franja de los tamarizales. Tres kilómetros después de abandonar el asfalto se atraviesa el Río Valcuerna. Se trata del único río que nace en los Monegros de caudal permanente, en parte gracias a los aportes sobrantes de los regadíos de la zona. Este es el único punto de todo el recorrido en el cual se puede ver el curso fluvial, ya que en todo momento está oculto por el túnel vegetal que hace sus riberas impenetrables.

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A partir de aquí la pista recorre la margen derecha del río. Las laderas más cercanas situadas a la derecha son menos acusadas en pendiente, y su cubren con vegetación a base de pinos carrascos y algunas sabinas negras. En la margen opuesta predominan los cortados de piedra caliza mucho más descarnados y agrestes. Una vez recorridos cinco kilómetros de camino se pasa junto al Mas de Mariana, donde se toma la pista de la izquierda que avanza en suave descenso. El valle se va estrechando ligeramente y el barranco queda encajonado escuchándose el rumor de las aguas casi oculto por la vegetación. Merece la pena hacer una alto en el camino una vez recorridos 8,6 kilómetros aproximadamente junto a la Balsa Cosco. Se trata de un pozo de seis metros de diámetro recubierto de piedra de sillar, y acondicionado con una barandilla y unos bancos a su alrededor. Destaca un árbol adosado en uno de sus muros, y unos peldaños de piedra que permiten el descenso a su interior, con una profundidad de unos tres metros.

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Se retoma la ruta y poco más adelante, en un cruce, es necesario tomar el ramal izquierdo que conduce sin pérdida hasta el punto final de la ruta. Tras un ligero repecho se alcanza un refugio de pescadores, después de haber recorrido once kilómetros de pista. Este punto se localiza en alto, y cuenta con excelentes vistas de la desembocadura del barranco en el Embalse de Mequinenza.

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Es recomendable prolongar la ruta por una pista descendente que arranca antes de llegar al refugio a la derecha. Permite seguir recorriendo durante un kilómetro y medio más la margen derecha del barranco, junto a las orillas del embalse. La vegetación se vuelve más espesa y acompaña a la lámina del agua cuando el embalse está lleno. Se trata de un rincón oculto y de gran belleza, que permite descubrir esta zona agreste y alejada de núcleos urbanos.

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Tras la comida y un merecido descanso, por la tarde se propone completar la visión del particular paisaje monegrino con la visita a la Laguna de la Playa. Para ello es necesario tomar la antigua carretera de Barcelona hasta alcanzar la población de Bujaraloz. En pleno casco urbano arranca junto a una balsa la carretera que conduce a Caspe. Tras un kilómetro se coge una carretera más estrecha en dirección a Sástago. A unos diez kilómetros de distancia de Bujaraloz se alcanza el desvío que conduce a la laguna más representativa y de mayor tamaño del conjunto de saladas de Sástago-Bujaraloz. Con una superficie de más de 200 héctáreas el nivel de agua depende de las lluvias y buena parte del año está prácticamente seca cubriéndose por un manto blanco. En sus alrededores yacen las ruinas de los edificios destinados a la explotación de la sal, donde destacan los pozos de extracción de agua salada para inundar las balsas de evaporación de donde se recogía la sal destinada principalmente a salazones.

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Cinco Villas FINES DE SEMANA

Sádaba y Uncastillo, del romano al románico

Estas dos villas cincovillesas ligadas por el río Riguel aglutinan un patrimonio artístico y arquitectónico muy valioso. Desde el legado romano depositado en el yacimiento de los Bañales y el Mausoleo de los Atilios hasta el magnífico conjunto formado por las seis iglesias románicas de la villa de Uncastillo. A ello se añade el gótico de la iglesia de Santa María de Sádaba.
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Esta propuesta de fin de semana invita a descubrir una parte de la comarca de las Cinco Villas, situada en la zona más occidental de Aragón.  Se accede desde la carretera de Logroño por Alagón o Gallur. Una vez en la capital comarcal, Ejea de los Caballeros, unos veinte kilómetros la separan de Sádaba, una de las villas que da nombre a la comarca. Tras pasar por la oficina de turismo  es recomendable visitar en primer lugar el castillo. Se toma dirección a la imponente fortaleza. La población estuvo en manos navarras durante un corto periodo de tiempo, momento en que Sancho VII el Fuerte construyó el actual castillo, para pasar definitivamente a Aragón en el año 1261. Se trata de un gran edificio de planta cuadrilátera con murallas de gran altura. Cuenta con siete torres almenadas de planta rectangular, cuatro de ellas en las esquinas, el resto integradas en los muros.

El acceso compuesto de arco de medio punto se encuentra flanqueado la torre del Rey y la torre de la Reina. Al atravesarlo un zaguán al descubierto introduce en el patio de armas. Al frente se encuentra la capilla, pequeña estancia cuadrilátera cubierta con bóveda de crucería. Adosadas a los muros norte y oeste se abren dos salas compuestas por dos plantas. Una de ellas se cubría con techumbre a dos aguas sustentada por arcos fajones, y la otra con bóveda de medio cañón.

La torre del Rey, situada en el ángulo suroeste alberga en su interior dos plantas, cubiertas de bóveda de medio cañón apuntado y bóveda de crucería respectivamente. Uno de los atractivos del castillo es poder recorrer el camino de ronda que discurre sobre las murallas, el cual atraviesa las torres mediante pasadizos, y que favorecía la vigilancia del recinto. Ahora sirve como excelente mirador en todas las direcciones para el visitante.

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Se vuelve al casco urbano y se alcanza la iglesia de Santa María, obra gótica tardía consagrada en 1549. A los pies de la fábrica se abre la portada principal, con seis arquivoltas apuntadas enmarcadas por un tímpano que se rodea de un guardapolvo con pináculos. La torre, una de las obras góticas más sobresalientes de todo Aragón, tiene como arranque un gran cuerpo cuadrado, al que se le suceden dos cuerpos octogonales. En el cuerpo superior aparece una galería protegida por una balaustrada.

Además cuenta con arbotantes y pináculos que denotan el marcado estilo gótico. En el interior se compone de una nave de salón bajo bóveda de crucería estrellada. El coro sobresale por su magnífica sillería de madera llevada a cabo en 1667. En una de las capillas que forman el crucero, se conserva la talla del Cristo Marinero, imagen gótica encontrada en las aguas de Canarias por Tiburcio Xinto en el año 1503. Este capitán de la Marina quiso donarla a su localidad natal y su deseo fue concedido por Carlos V.

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Ante el acceso se abre la plaza Aragón donde se alza también el ayuntamiento, de reciente factura pero siguiendo los cánones de la arquitectura tradicional aragonesa. Un paseo por las calles de la población permite descubrir un buen número de edificios civiles interesantes como la Casa Cortés. Su fachada de piedra de sillar se trunca con la tradicional galería de arquillos doblados en ladrillo.

Para la tarde se propone descubrir el pasado romano de la zona. Tomando la carretera que conduce a Uncastillo, a dos kilómetros parte una pista señalizada a la izquierda que lleva al Mausoleo de los Atilios. Se trata de un sepulcro romano mandado construir por Atilia Festa para depositar los restos de su padre y su abuelo. Fue llevado a cabo entre el año 193 y el 235. Del conjunto se conserva sólo una fachada lateral.  Ésta se compone de un podium, sobre el que se alza una arquería ciega de cinco cuerpos dividida por pilastras decoradas con motivos vegetales. Se culmina con tres frontones, de los que se conservan sólo dos.

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 Un poco más adelante surge la población de Layana. Por el camino del cementerio se accede en unos dos kilómetros al Yacimiento de los Bañales. El origen del asentamiento es la población ibera situada en el Pueyo de Bañales, que fue conquistada por los romanos. A su alrededor se construyó en torno al año 178 a. C. una nueva ciudad, una de las productoras de trigo más importantes del Imperio Romano. De ella no quedan restos suficientes que muestren una idea global del asentamiento. El primer rastro de la ciudad son dos pilastras de orden toscano pertenecientes al foro. A escasos metros se han descubierto los cimientos de una casa romana, con su patio en el centro. Entre los restos más importantes se encuentran las termas.

Contaban con varias dependencias siendo la mejor conservada el apodyterium, utilizada como vestuario, con bancos adosados a los muros y hornacinas alrededor para dejar los objetos personales. La pista de acceso continúa hasta alcanzar una de las obras más emblemáticas, el acueducto. Conserva 32 pilares, menos de la mitad de los que tenía la obra, formados por piedras apoyadas sin argamasa y de forma irregular. Servía para traer aguas a la ciudad desde el río Arba de Luesia, con una longitud en el trazado de unos ocho kilómetros, siendo el acueducto propiamente dicho de trescientos metros. Sobre los pilares discurría un canal de madera sujeto por tirantes. Con la llegada de la cristianización se construyó la ermita de Nuestra Señora de los Bañales en el centro de la ciudad romana. La fábrica actual data del siglo XVII, compuesta por una nave con capillas laterales y cabecera plana. Cuenta con crucero, sobre el que se alza cúpula.

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Para el domingo se propone descubrir la monumental población de Uncastillo. Fue reconquistada alrededor del año 915 de la mano del rey Sancho Garcés I.  La villa fue declarada conjunto-histórico artístico en 1966 en base a su gran patrimonio artístico cuyo principal exponente son las seis iglesias románicas construidas en el siglo XII. La visita de la población tiene como punto de partida la Iglesia de Santa María, situada en la parte baja de la población. En el año 1135 comenzaron sus obras. En el interior cuenta con una nave bajo bóveda de medio cañón apuntado sobre arcos fajones doblados.

Se culmina con ábside semicircular donde se abre una arquería de medio punto con destacada decoración en los capiteles. Al exterior se abren dos portadas, constituyendo la portada sur una de las más bellas del románico español. Consta de tres arquivoltas cuya decoración tiene marcado carácter profano y lúdico que se completa con abundante decoración vegetal. La torre, de origen románico, fue transformada en la segunda mitad del siglo XV dándole el monumental aspecto actual. Consta de planta cuadrada que se culmina con un cuerpo octogonal, donde se abren ventanas de fina tracería gótica; además cuenta con contrafuertes y se remata con esbelto chapitel. Sobresalen los garitones en los ángulos, conectados por una galería de ventanas.

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Se avanza por la calle Mediavilla, una de las más importantes del trazado medieval. En ella se alzan edificios destacables como la Casa Martín Aisa, con portada decorada a base de figuras geométricas, humanas y animales en sus dovelas. Junto a la iglesia de San Andrés parten unas escalinatas que conducen al castillo, que se asienta sobre la peña de Ayllón. En la parte alta destaca la torre del Homenaje de planta cuadrada construida entre los siglos XI y XIV. Tras su recuperación alberga el Museo de la Torre, con abundante material documental y audiovisual. La visita se culmina en la terraza, desde donde se puede disfrutar de vistas del castillo y del conjunto de la villa. A escasos metros se levanta el palacio de Pedro IV construido en el siglo XIV. El edificio consta de dos plantas cubierta con bóvedas de crucería. En sus muros se abren dos vanos apuntados de fina tracería gótica. En la primera planta hay un espacio expositivo dedicado al rey aragonés. Adosada aparece una torre hexagonal que se eleva en cuatro plantas.

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Se vuelve a la calle Mediavilla y un poco más adelante se abre la plaza de los 50 caballeros, donde se alza la iglesia de San Martín de Tours. La construcción románica data del siglo XII de la cual sólo se respetó el ábside y las dos portadas tras la reforma de 1557. Al sur se abre una portada románica, ahora guarecida por un pórtico. Dentro de la fábrica actual de la iglesia se encuentra la otra portada románica. Destaca por su crismón trinitario y dos leones afrontados. Además cuenta con torre de planta cuadrada compuesta por cinco tramos delimitados por impostas. Tiene remate defensivo, similar a la de Santa María. El ábside al exterior se adorna con arquería ciega de inspiración lombarda. En ella se ha ubicado el Centro de Arte Religioso del Prepirineo, donde se muestra el valioso patrimonio artístico que atesora. El espacio interior se compone de una nave cubierta con bóveda de crucería. El ábside está decorado en el interior por una arquería de doble arquivolta. Destaca el magnífico retablo mayor realizado por Martín García en 1520 dedicado a San Martín de Tours. También es de destacar la sillería del coro de mediados del siglo XVI, con dos filas de asientos, siendo la superior rematada con crestería y paneles decorados.

Continuando el paseo por la calle Mediavilla, ésta deja en la plaza del Mercado, con algunas casas porticadas. Desde este espacio parte la calle Larués que más adelante se ensancha dando lugar a la plaza de la Villa. En este espacio se levantó en 1568 la Casa Consistorial, un edificio que muestra una preciosa fachada renacentista de sillería en tres plantas separadas por impostas. En su fachada aparecen representadas todas las virtudes teologales y cardinales, combinando los principios morales del buen gobernante con el cristianismo. En la parte baja se abren dos portadas de medio punto; en la planta noble ventanas decoradas con frontones triangulares y se culmina con galería de ventanas arquitrabadas. Se decora bajo el alero con gárgolas y crestería calada, conjunto de marcado acento gótico.

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Si se dispone de tiempo por la tarde se puede seguir descubriendo el valor patrimonial de la villa. Se accede a la margen izquierda del río Cadenas atravesando un pequeño puente. Situada en alto se alza la iglesia de San Juan, desde donde se disfruta de una de las mejores vistas de la población medieval. La construcción románica del siglo XII se acompaña de una antigua necrópolis. Consta de unas ciento cincuenta tumbas antropomorfas fechadas entre los siglos IX y XII, que se distribuyen alrededor de la iglesia y en su interior. Luce dos portadas de dos arquivoltas de sección rectangular. Se desciende por la calle Joaquín Costa hasta alcanzar una plazoleta donde se encuentra la iglesia de San Felices. De esta fábrica románica del siglo XI destaca su portada con un crismón que representa el martirio de San Félix, apoyado en ménsulas con animales fantásticos.

Y finalmente en el arranque de la carretera que conduce a Sos del Rey Católico se encuentran los restos de la iglesia de San Lorenzo. De la iglesia queda uno de sus muros, el más importante ya que en él se abre la portada. Está compuesta por dos arquivoltas guarecidas por tejaroz sobre canecillos. En el tímpano se esculpió el martirio del santo. A escasos metros se aprecia la cubierta del Pozo de Hielo de San Lorenzo. Se trata de una construcción circular datable entre los siglos XVI y XVII. La construcción tiene planta circular de seis metros de diámetro, llevada a cabo mediante gruesos muros. Cuenta además con dos aberturas; la puerta de acceso, y una superior para el llenado y extracción del hielo. Su interior se ha acondicionado como Museo del Frío, con utensilios utilizados para la fabricación del hielo.

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CICLOTURISMO Zaragoza

Camino Natural de La Alfranca, de la urbe al galacho

Desde Zaragoza parte un camino natural que lleva a la finca de La Alfranca. El recorrido en bicicleta discurre en torno al río Ebro, rodeado de frondosos bosques de ribera que forman sotos. Cerca del punto final se encuentra el Galacho de la Alfranca, un espacio natural protegido, que se acompaña de varios centros expositivos y de un lugar de recreo perfectamente equipado.
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El Camino Natural de La Alfranca es un corredor verde que fue creado dentro de las obras de acompañamiento de la Expo Zaragoza 2008, junto con numerosas actuaciones que mejoraron de manera notable las riberas de los ríos Ebro, Gállego y Huerva, y del Canal Imperial de Aragón en sus trazados urbanos.

El recorrido propuesto cuenta con un total de 31 kilómetros contando con el trayecto de ida y vuelta. Discurre por un camino cuyo pavimento es de tierra batida con algo de piedra suelta. En el caso de que la capacidad del ciclista no permita un recorrido tan largo, se puede reducir tomando como punto de partida el barrio de La Cartuja Baja. Realizando desde este punto el trayecto de ida y vuelta hasta La Alfranca la distancia total se reduce a 18 kilómetros. Si se toma esta alternativa puede alcanzarse dicho punto desde la avenida de la Constitución de La Cartuja Baja, por un camino que parte a la derecha del pabellón deportivo en dirección al río Ebro.

LONGITUD

DESNIVEL

PENDIENTE

FIRME

DIFICULTAD

31 km (ida y vuelta)

0 m

nula

regular

media

El punto de partida es el barrio de las Fuentes, en la zona este de la ciudad de Zaragoza. Hasta este lugar se puede llegar a través del Tercer Cinturón (Z-30), tomando la salida en dirección a dicho barrio en el puente Manuel Giménez Abad. Bajo el puente, en la margen derecha del río hay un aparcamiento para vehículos. El corredor verde arranca entre el puente y el azud cercano, tomando un camino que discurre en paralelo al río Ebro. En su primer tramo se circula entre los campos de cultivo y la frondosa vegetación de ribera.

Se bordea el Soto de Cantalobos, uno de los bosques autóctonos de ribera que todavía se conserva en este tramo del río. Es un refugio para la fauna y la flora de gran valor y muy cerca de la gran urbe, lo cual supone una amenaza para su pervivencia. En su tramo final aparece junto al camino un área de descanso y poco más adelante se pasa baja el puente del Cuarto Cinturón (Z-40), una vez recorridos tres kilómetros y medio. Sobre el camino se alza un espectacular puente en forma de curva, bajo el cual se puede apreciar en toda su magnitud el cauce del río Ebro.

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La pista avanza sin abandonar el río. En este tramo merece la pena una parada en un mirador acondicionado encima de una pequeña torreta de madera, en el meandro de Villarroya. Desde este punto se puede apreciar de nuevo el río, con el bosque de ribera que lo acompaña en su trazado y las praderas formadas en la margen izquierda, siempre y cuando el río no vaya crecido.

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Ya de nuevo en la bicicleta se pasa junto a un área de descanso. Esta parte del recorrido cuenta con un camino más amplio y más seco, ligeramente alejado del cauce y de la frondosidad del bosque. Tras haber recorrido seis kilómetros y medio se incorpora al recorrido el camino procedente de La Cartuja Baja, que sirve de punto de partida para la alternativa antes comentada. Medio kilómetro después una nueva área de descanso precede al punto más singular del corredor verde. Se trata de la Pasarela del Bicentenario, cuya plataforma se cubre con una estructura formada por tubos metálicos de color verde formando hélices. Además de lo bello del puente, éste constituye otro excelente mirador del río, en este caso sobre el cauce.

ciclo_pasarelabicentenario

Ya en la margen izquierda del río, el camino gira bruscamente atravesando huertas y los sotos de Movera y Pastriz. Se bordea una urbanización y más adelante se aleja del río. Tras trece kilómetros de recorrido total el corredor verde alcanza la pista asfaltada que conecta Pastriz y La Alfranca. En este punto un área de descanso permite hacer la última parada antes de alcanzar el objetivo. A partir de ahora se circula por un camino asfaltado. El río ha quedado atrás y ahora el paisaje está cubierto por grandes campos de cultivo, los cuales aprovechan las fértiles tierras que durante siglos ha ido depositando el río Ebro. Tras superar los quince kilómetros de recorrido se alcanzan las instalaciones de la Finca de La Alfranca, punto final del recorrido de ida de la propuesta cicloturista. Junto al restaurante hay una zona de descanso dotada de mesas al aire libre, y también servicios.

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Antes de proceder a la vuelta, ya por la tarde, se propone la visita de dos centros de interpretación de gran interés, uno dedicado a los espacios naturales protegidos de Aragón y en concreto al cercano galacho de la Alfranca, y otro que trata de la agricultura. En el entorno además se puede disfrutar de amplios espacios ajardinados singulares como el Jardín de las Rocas.

En su origen la finca perteneció a los marqueses de Ayerbe, los cuales convirtieron un terreno semiabandonado en una próspera finca agrícola y ganadera. Allí levantaron en el siglo XVIII un palacio de estilo renacentista rodeado de preciosos jardines. El hecho histórico que más ha marcado la finca tiene como protagonista al general Palafox. Cuando estaba a punto de caer en una emboscada por los franceses, se ocultó en la finca donde se hallaba su primo el marqués de Ayerbe. Ante el peligro francés en Zaragoza se organizó una resistencia que solicitó al general su participación en el conflicto. Accedió Palafox y empezó a preparar la defensa dando lugar a dos sitios en los años 1808 y 1809. En 1884 se construyó junto al palacio el Convento de San Vicente de Paúl. La fachada presenta dos gruesos torreones en los lados. Tras la venta de la finca fue adquirida por el Instituto para la Reforma y Desarrollo Agrario. En esta época de colonización volvió el explendor a la explotación agrícola y ganadera. Todo este explendor ha ido languideciendo hasta nuestros días en que se mantiene sólo el cultivo de los campos. Después la finca pasó a pertenecer a la DGA. En el año 1991 se declaró la Reserva Natural de los Galachos de La Alfranca de Pastriz, La Cartuja y El Burgo de Ebro. Entonces se llevó a cabo la restauración del conjunto monumental. En las antiguas caballerizas se ha instalado la recepción al conjunto museístico.

En el convento se encuentra el Centro de Interpretación del Medio Ambiente de Aragón. En sus estancias alrededor del claustro se muestran los espacios protegidos de Aragón. Además cuenta varios audiovisuales, sala multiusos y zona infantil. Desde este punto se organizan visitas guiadas a un observatorio situado en el galacho de la Alfranca, donde es fácil la observación de las aves en la zona de más valor del espacio natural protegido. El conjunto se completa con el Palacio de los Marqueses de Ayerbe, sede del Centro Internacional del Agua y el Medio Ambiente. Los jardines tras su rehabilitación muestran el sabor neoclásico y de influencia francesa.

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A escasos metros se encuentra un segundo espacio museístico, el Centro de Interpretación de la Agricultura y el Regadío. Junto a la recepción se ofrecen dos audiovisuales singulares. Consta de dos espacios diferenciados. El primero de ellos trata de los regadíos y el agua, con material expositivo y audiovisual, además de numerosos experimentos prácticos en los cuales se basa la distribución del agua en el regadío. El segundo espacio está dedicado a la agricultura y cuenta numerosos paneles y pequeños vídeos relacionados con ésta práctica.
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Además en el entorno del palacio se ha creado el Jardín de las Rocas. Se trata de un singular jardín en el cual se disponen piedras de gran tamaño, algunas de ellas formando círculos en forma de crómlech, y conformando un itinerario con el paralelismo del juego de la oca. El elemento más singular y visible desde lo lejos es un mirador de madera que ofrece buenas vistas de toda la finca. Dentro de este recinto se ha conservado también una noria que abastecía de agua a toda la finca.

Tras la visita de los centros de interpretación, y el disfrute de una jornada en la finca de La Alfranca todavía queda la vuelta por el mismo itinerario, para lo cual hay que preveer el mismo tiempo que costó a la ida.

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Campo de Belchite EXCURSIONES

Belchite, dos pueblos rodeados de estepa y olivos

El paisaje estepario se rompe en los alrededores de Belchite por uno de los olivares más importantes de Aragón. Mientras, el río Aguasvivas crea una mancha verde de vegetación de ribera, con lugares naturales de interés como el Pozo de los Chorros. Pero la historia reciente es la que ha dejado marcada esta localidad, con la fecha de 1937, germen de la división en dos del pueblo: el Belchite Viejo arruinado y Belchite Nuevo.
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Esta propuesta conduce a la capital de la comarca Campo de Belchite. El acceso desde la depresión del Ebro mediante una gran recta atraviesa el paisaje estepario. Poco antes de alcanzar la población un olivar de grandes dimensiones rompe este paisaje dominante, y poco después surge la silueta del pueblo de Belchite en ruinas. Tomando la carretera que conduce a Fuendetodos se pasa entre los dos núcleos, el viejo y el nuevo. En plena travesía, casi frente al arranque de la calle Portal de la Villa, parte el camino señalizado en dirección al Pozo de los Chorros. En su primer tramo discurre entre varias naves. Después se introduce en el antiguo trazado de la vía del ferrocarril de Utrillas, un tramo en curva excavado en el terreno. Al final se alcanza el apeadero del tren de Belchite, ya en desuso. Merece la pena detenerse y acercarse a los restos del antiguo viaducto que salvaba el cauce del río Aguasvivas, situado a unos cien metros. Del mismo todavía se conservan los estribos y dos pilares que sustentaban el puente de hierro, que contaba con una longitud de unos 100 metros.

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Desde este punto se toma la pista en buen estado que continua a la derecha. En su trazado paralelo al río Aguasvivas se pasa junto a una gran balsa rodeada de carrizo, el depósito de los Escaramaches. Después de recorrer unos 2,7 kilómetros desde la carretera se alcanza la casa de Joaquín. Está situada a escasos metros de la pista principal, disponiendo de espacio suficiente para dejar el vehículo. Desde este punto parte el recorrido a pie.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 hora (total)

50 m

Baja

Junto a la caseta parte una pista en regular estado desciende de manera directa al río, el cual hay que atravesar. Su escaso caudal no reduce la belleza de su entorno, muy frondoso y flanqueado por pequeñas paredes rocosas. El sendero ahora abandona la ribera y asciende ofreciendo enseguida buenas vistas del valle. En la otra margen se aprecia la finca del Tercón, que llama la  atención por la pequeña plaza de toros que posee. La senda alcanza una amplia repisa que discurre sobre el estrecho del Malpasillo, el punto más espectacular de todo el recorrido. En apenas doscientos metros el cauce del río se encajona con altas paredes rocosas.

En el fondo se encuentra el paraje del Pozo de los Chorros que se visitará más adelante, y también una cascada se precipita en el cauce gracias a las aguas sobrantes de la acequia de Belchite. El recorrido  finaliza cuando la senda se aleja del estrecho, tras un paseo de unos veinte minutos. Se puede prolongar el recorrido hasta la localidad de Almomacid de la Cuba, con una distancia total de hora y cuarto en el trayecto de ida.

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Para completar la caminata, es necesario volver al punto de partida. La pista principal continua su trazado en dirección a la finca del Tercón. En unos diez minutos se alcanza el acceso a la propiedad. La pista termina y un sendero lleva directamente al cauce del río, al pie de la poza más grande situada en la salida del estrecho del Malpasillo.

Para poder ver la zona alta del cauce, y mejores vistas del Pozo de los Chorros hay que tomar un escarpado sendero que nace a escasos metros a la derecha. Este sirve de acceso a una repisa natural situada a unos diez metros de altura sobre el cauce y que permite disfrutar desde lo alto de todo este entorno natural de gran belleza, sorprendentemente situado en medio de grandes parameras esteparias. La repisa continúa hasta llegar a los pies de la cascada que antes se había visto desde la senda superior. También es posible subir un poco más alto, continuando el ascenso en el principio, que conduce a un tajo natural con excelentes vistas de todo el desfiladero.

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Antes o después de comer, según el tiempo invertido en la propuesta de excursión de la mañana, puede realizarse la visita a localidad de Belchite Nuevo. El paso de la guerra civil dejó en tan mal estado el pueblo viejo se vio más viable construir uno de nueva planta a escasa distancia, teniendo en cuenta que había que realojar a 700 familias. El 12 de marzo de 1938 el general Franco estuvo en Belchite pronunciando las siguientes palabras: “Heroicos defensores, yo os juro que sobre estas gloriosas ruinas se edificará una ciudad amplia y hermosa por vuestro heroísmo sin par”. En 1939 comenzó la construcción del nuevo pueblo y tres años más tarde fueron acudiendo los primeros habitantes desde el pueblo viejo. Hasta el año 1954 no fue inaugurada la nueva villa.

En el centro neurálgico está el ayuntamiento, con una gran plaza delimitada por dos fachadas perpendiculares. Es un gran edificio porticado, con balcones en la primera planta y galería de vanos rectangulares bajo alero. Frente a la plaza se alza la iglesia de San Martín de Tours, de grandes dimensiones. La portada está formada por tres grandes arcos. La torre exenta situada en un lado de la misma plaza llama la atención por ser un esbeltísimo campanario de forma octogonal, cuya traza recuerda los exóticos minaretes. La construcción de ladrillo se alza a 47 metros de altura. Sobre el primer cuerpo, en las esquinas tiene tres ángeles de grandes dimensiones. En la parte superior cuenta con una barandilla y un remate vanguardista. En su interior la iglesia se cubre con bóveda de cañón de grandes dimensiones; el altar está compuesto por pinturas doradas muy llamativas. La visita a la localidad se puede completar con un paseo por el parque, cuya amplia zona arbolada cuenta con un gran lago lleno de patos, rodeado de un andador en todo su perímetro.  

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Para la tarde también se propone la visita Belchite Viejo, para lo cual es necesario concertar visita guiada en el servicio de turismo de la localidad. El punto de partida es el Arco de la Villa, situado cerca de la travesía de la carretera que conduce a Fuendetodos. Este arco formaba parte de la antigua muralla de ladrillo que rodeaba la villa. Sobre la puerta se alza una capilla, la cual se abre a intramuros a la calle Mayor, eje principal de la población. En su trazado se conservan todavía algunas fachadas rematadas con galerías de arquillos de estilo aragonés. Se atraviesa la plaza Nueva, donde antaño estuvo el ayuntamiento, y que conserva una fuente en su parte central. Continuando por la calle Mayor se alcanza la plaza Vieja. En medio se alza la Cruz de los Caídos.

Sin embargo el elemento más destacable es la Torre del Reloj. Se trata de la antigua torre de la iglesia de San Juan que fue reformada para darle uso al reloj. Conserva a duras penas la decoración mudéjar en su parte central, y a pesar de las obras de consolidación ya no luce su belleza original. A corta distancia se haya la plaza de la iglesia, donde está la iglesia de San Martín de Tours. Aunque la construcción data de la primera mitad del siglo XIV, en la reforma del siglo XVI se amplió con una nave lateral y se añadió a la nave central una galería de arquillos. Y finalmente en el siglo XIX se alzó la portada actual, a base de piedra y ladrillo. Destacan las cuatro columnas toscanas de la parte inferior, en torno al acceso, que soportan la parte superior coronada con un frontón triangular. Al interior carece de bóvedas, y sólo conserva los muros, así como capillas laterales. En cuanto a la torre, ésta es de planta cuadrada, y a pesar del desgaste de la guerra todavía se yergue en pie con 37 metros de altura. Su rica decoración mudéjar se puede intuir, aunque aparece muy deteriorada. Se culmina con chapitel piramidal.

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En un costado de la iglesia están lo restos del Convento de San Rafael. A su izquierda parte una calle que conduce hasta una replazoleta donde estaba la ermita de San Salvador, de la cual resta su sencilla portada. Desde este punto una calle conduce hasta el arco de San Roque, de similar estructura al arco de la Villa, con capilla en la parte alta, pero mucho más castigado por la contienda. Desde la plazoleta anterior se toma un camino que discurre en paralelo a la acequia Becú, que en trazado sinuoso que marca el límite de la población al norte. Sin pérdida se alcanza la la iglesia de San Agustín. Fue convento hasta la desamortización de Mendizábal, y después de ser restaurada se abrió de nuevo al culto. Tras la guerra civil fue reparada de nuevo e hizo las veces de parroquia hasta la terminación de la iglesia del pueblo nuevo. Consta de una gran nave central con crucero y ábside recto, y cuatro capillas laterales por cada lado. Sobre las capillas laterales corre una tribuna con ventanas rectangulares.

Tras su abandono presenta hundidas la bóveda de la nave central, aunque conserva los arcos, y parte de la cúpula del crucero. Prácticamente la totalidad de los muros, pilastras y bóvedas se encuentran decoradas con esgrafiados, consistente en un revoque en blanco con formas vegetales sobre un fondo azul oscuro. La fachada principal está estructurada en dos grandes cuerpos, superior e inferior y rematada con frontón curvo. El elemento más sobresaliente es la torre. Se levanta sobre una base cuadrada de cinco metros de lado alcanzando una altura de treinta y dos metros. De planta cuadrada los dos primeros cuerpos y octogonal el tercero, con suaves transiciones de la planta cuadrada a la octogonal. La torre, excepto la parte superior del lado nordeste mutilada durante la guerra, se conserva íntegra. Desde este punto una calle conduce de manera directa hasta el punto inicial de la visita guiada, el Arco de la Villa.

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CICLOTURISMO Tarazona y el Moncayo Todas

Vía Verde del Tarazonica, de Tudela a Tarazona

Un modesto tren unía las cabeceras comarcales de Tudela, en Navarra, y Tarazona, en Aragón, hace décadas. Ahora este recorrido puede hacerse en bicicleta de manera cómoda disfrutando a su paso de la vega del río Queiles.
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En el año 1885 fue inaugurada esta línea de vía estrecha impulsada por la Compañía del Norte. Debido a su lentitud pronto fue conocida como “El Tarazonica” y también como “El Escachamatas”. En el año 1953 Renfe se hizo cargo de la línea convirtiéndola al ancho ibérico. Sin embargo la competencia con el transporte por carretera fue aumentando su decadencia hasta ser clausurada definitivamente en el año 1972.

La realización de esta vía verde puede plantearse de varias maneras según la capacidad del ciclista. El recorrido completo con principio y final en un mismo punto son 44 kilómetros. Para ello no es necesario coche de apoyo y se recomienda Tudela como lugar de partida, ya que el trayecto de vuelta se hace con desnivel favorable. Teniendo coche de apoyo se puede hacer sólo un trayecto reduciendo a 22 kilómetros el recorrido, teniendo como punto de partida Tudela (recorrido ascendente) o Tarazona (recorrido en descenso), siendo ésta última la opción más fácil. También se puede acortar el recorrido sin llegar a Tarazona, si no se dispone de coche de apoyo, partiendo de Tudela. En nuestro caso la propuesta elegida es la primera siendo la más completa y más recomendable.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
44 km (ida y vuelta)
220 m1%buenomedia

El punto de partida es la estación de ferrocarril de Tudela, la cual todavía sigue en funcionamiento para dar servicio a la línea Zaragoza-Pamplona. Se accede a este punto desde la avenida de Zaragoza. En la plaza situada ante el edificio el aparcamiento libre es limitado; también puede aparcarse cerca del camino de Caritat por donde pasa después la vía verde. Tomando una rampa en el costado derecho de la estación nace un carril bici. Más adelante se pasa junto a una antigua locomotora que realizó este recorrido adornada con una fuente. Enseguida se deja atrás la población y arranca la pista de tierra de buen firme que sustituye a las antiguas vías. Una pronunciada curva tras pasar bajo un puente enfila el recorrido hacia el Moncayo, el cual será visible en todo el recorrido.

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A los cuatro kilómetros de trayecto aparece un pequeño merendero llevado a cabo con material ferroviario, así como un monumento en mitad de la vía. A escasos metros una pasarela elevada sirve para salvar la carretera de Ablitas. Avanzando en trazado rectilíneo se pasa por la estación de Murchante, la primera de ellas. Los edificios en ruina junto al andén dan muestra de la falta de uso.

Cuando se llevan 10 kilómetros recorridos se alcanza la estación de Cascante. Aunque en buen estado, se encuentra abandonada. Junto al edificio se ha acondicionado un pequeño merendero, lugar ideal para realizar una primera parada.

Tras pasar a tierras aragonesas, en el kilómetro 15 se pasa junto a la estación de Malón, compuesta por dos edificios uno correspondiente al ferrocarril de vía estrecha y otro al de vía ancha. Un nuevo merendero con abundante sombra sirve para detener la marcha en caso necesario.

A medida que se avanza la figura del Moncayo se hace más presente en el horizonte. El trazado de la vía verde se interna en una gran trinchera rodeada de taludes que se prolonga durante dos kilómetros. Finalmente y con un trazado algo más sinuoso se atraviesan las últimas huertas ya cercanas a la ciudad de Tarazona. El punto final lo pone la antigua estación, ahora reutilizada con usos culturales. Junto a ella hay un parque que sirve para el descanso tras realizar la mitad del recorrido. Hasta este punto se habrán recorrido poco más de 22 kilómetros.

Para completar el itinerario sólo es preciso volver por el mismo recorrido. El trayecto de vuelta es mucho más llevadero, debido a la ligera pendiente descendente. Tras realizar el itinerario ciclista por la mañana, se toma dirección a la población de Malón, en tierras aragonesas. Saliendo desde Tudela por la carretera que conduce a Tarazona, justo antes de alcanzar la población de Novallas parte la carretera que conduce a esta población.

Después de comer se propone la visita al Museo del Agua de Malón. Se trata de un edificio de nueva construcción situado en la parte alta de la localidad, donde estuvo antaño ubicado el castillo. En su interior da la bienvenida el personaje virtual de Silbis, que simboliza el nacimiento del río Queiles en Vozmediano. Su contenido gira en torno al río mostrando mediante audiovisuales la formación de la cuenca, vistas del río en diferentes estaciones, el río a vista de pájaro y una retrospectiva de Malón a través de fotos antiguas. Uno de los lugares más espectaculares del museo es la parte superior, desde donde se puede disfrutar de una magnífica panorámica de la cuenca del río Queiles desde Tudela hasta el Moncayo.

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Campo de Belchite EXCURSIONES

Fuendetodos, mucho más que Goya

La localidad de Fuendetodos está ligada a la figura de Goya, ilustre pintor aragonés. Es imprescindible la visita a los museos dedicados a su figura. Sin embargo, cerca hay lugares de interés paisajístico que servirán para completar una visión no sólo artística, sino también natural de este pueblo.
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La visita a la localidad debe partir de la Casa del Grabado, situada en pleno centro. Recorrer el interior de esta casa tradicional acondicionada para usos expositivos nos mostrará parte del trabajo más significativo de Francisco de Goya: grabados de las series Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, La Tauromaquia y Los Disparates.

Avanzando por la calle se alcanza una plazoleta, frente a la cual se alza la modesta Casa Natal de Goya. En ella nació y vivió sus primeros seis años de vida. En su interior se puede apreciar el ambiente rústico y popular de la época. Tras permanecer muchos años en el anonimato, la casa fue descubierta por Ignacio Zuloaga. Después de la Guerra Civil tuvo que ser reconstruida, y en la actualidad su interior cuenta con mobiliario de la época que trata de evocar lo que fue en su día esta humilde casa. Si se quiere ampliar la visita y completar la mañana, junto a la casa natal está la Sala Zuloaga, que alberga exposiciones temporales, lo cual denota la gran actividad cultural de Fuendetodos. Un paseo por las calles invita a subir a la iglesia de la Asunción, desde donde se observa todo el casco urbano.

Una vez visitado el casco urbano es necesario coger el vehículo y tomar la carretera que conduce a Cariñena. En la parte alta del pueblo se emplazan las eras donde abundan pequeños edificios secundarios. Un desvío indicado por una pista acerca a la Nevera Culroya. En la localidad hay un buen número de estas curiosas construcciones, y ésta es la mejor conservada. Tras abrir la puerta se puede acceder al interior por una escalera de caracol. Sorprende la utilidad de estos edificios para la elaboración del hielo, cuando ahora en nuestras casas y en cualquier momento disponemos con facilidad del mismo.

Tras la comida se sale de Fuendetodos por una pista en buen estado frente a la calle Dos de Mayo, junto a las escuelas. Por ella se avanza en dirección a la Val de Santa María en continuo descenso. La primera parada se realiza a los tres kilómetros. A la derecha y cerca de la pista se puede apreciar la cabecera de la Hoz Mayor, cubierta en su fondo por abundante vegetación. Retomando la pista y sin dejar el trazado descendente y principal se pasa junto a la paridera de la balsa Nueva tras recorrer cuatro kilómetros y medio desde la carretera. Justo después de rebasarla se toma la pista de la derecha. Un nuevo ramal se aproxima a los campos situados poco antes de comenzar la Hoz Mayor.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

30 min (ida)

sin apenas desnivel

baja

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Una senda se adentra en este hocino de un kilómetro de recorrido, flanqueado por paredes que alcanzan los cincuenta metros de altura. El lugar es sorprendente por la combinación de vegetación y roquedales que hacen inimaginable que este lugar pueda estar situado en medio del bosque mediterráneo que lo rodea.Volviendo a la pista principal, ésta atraviesa ahora un paisaje estepario sólo truncado por la boscosa Sierra Gorda, situada a la derecha. Poco a poco se advierte el arroyo de Zafrané y la grieta que se va originando en el terreno. Continuando por la pista y después unos diez kilómetros de recorrido total, se bordea una cantera hasta alcanzar un antiguo apeadero de la línea Zaragoza-Utrillas. A escasa distancia se puede disfrutar de una magnífica vista de este gran barranco, justo donde era atravesado por el puente de la línea férrea. Se conserva un espectacular pilar central de 42 metros de altura y los estribos en las dos márgenes. Desde este magnífico mirador se puede apreciar toda la magnitud de la Hoz de Zafrané. Su trazado ligeramente sinuoso muestra paredes desnudas, con abundantes oquedades. Mientras que su fondo apenas cuenta con vegetación, lo cual permite contemplarlo en toda su magnitud.

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Bajo Aragón-Caspe/Baix Aragó-Casp EXCURSIONES

Bajo Matarraña, el lugar más bajo de Aragón

En la confluencia de los ríos Ebro y Matarraña se localiza el punto de menor altura de Aragón, el embalse de Ribarroja, a unos 70 metros de altitud. Desde la ermita del Pilar se aprecia en toda su magnitud el embalse y sus afecciones. Cerca también hay lugares de interés como el mausoleo de Fabara, el mejor conservado de España.
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En esta ocasión se propone recorrer las tierras más orientales de la comarca del Bajo Aragón zaragozano. Tomando como vía de aproximación la nacional que une Zaragoza y Castellón, cerca de Calaceite/Calaceit, parte la carretera que se adentra en estas tierras. Tras superar Maella se toma el desvío a la primera localidad: Fabara. Poco antes de llegar al casco urbano un cartel indicador señala una pista asfaltada a mano izquierda. Ésta conduce en 350 metros hasta el recinto vallado donde se encuentra el Mausoleo de Fabara. Este monumento funerario romano que data del siglo II es el mejor conservado de España. Se trata de un pequeño edificio con un pórtico de cuatro columnas al frente. En su interior cuenta con dos estancias: el espacio destinado a los sacrificios en honor del muerto y la cámara subterránea donde se encontraban los restos.

Una vez atravesado el río Matarraña/Matarranya se alcanza el casco urbano de Fabara. Una calle articula el pueblo y desemboca en la plaza de España. Al frente se alza el ayuntamiento con su bella fachada. Consta en su parte baja de una lonja de tres arcos de medio punto. Poco más adelante se abre otra plaza, constituyendo uno de sus costados un buen mirador de la huerta de la localidad. Allí se alza la iglesia de San Juan Bautista que se construyó en estilo gótico levantino durante los siglos XIV y XV. Tiene su perfil almenado producto de la reconstrucción tras la guerra civil. 

La carretera continúa su trazado sinuoso hasta alcanzar Nonaspe/Nonasp que se asienta en una meseta. Un paseo por el casco antiguo descubre sus calles estrechas en las que abundan arcos con pasadizos. En una pequeña plaza se encuentra la sencilla iglesia de San Bartolomé y la Casa Turlán, con portada de dovelas decoradas con motivos vegetales y geométricos.

En la parte más alta de la población se encontraba el antiguo castillo, que tras diversas reformas es ahora una casa palacio de planta hexagonal reconvertida en la sede del ayuntamiento. El antiguo patio de armas constituye ahora una bella plaza, con un mirador hacia la vega del río Matarraña/Matarranya. Justo antes de cruzar el río Matarraña/Matarranya parte una pista asfaltada que conduce al Santuario de Nuestra Señora de Dos Aguas. El nombre hace referencia a su ubicación, en la confluencia de los ríos Matarraña/Matarranya y Algás/Algars. Sobre la puerta de acceso se levanta una espadaña de dos vanos. A su alrededor hay un gran parque con mesas para comer, columpios y abundante arbolado, entre los que destacan un grupo de pinos piñoneros centenarios que alcanzan una altura superior a los 23 metros. 

Después de la comida se propone por la tarde acercarse a la localidad de Fayón/Faió, situada a una distancia de treinta kilómetros. Su actual enclave es el pueblo más joven de Aragón ya que fue inaugurado en 1967. El estilo arquitectónico responde a un lugar de colonización, con una gran plaza porticada que hace las veces de pequeña galería comercial y que aglutina los servicios municipales, junto con el ayuntamiento. En el lado opuesto se alza la iglesia de la cual destaca una esbelta torre de hormigón rematada con una cruz.

La excursión termina en un lugar que seguro sorprende al visitante. En el arranque de la población parte el acceso al Embalse de Ribarroja/Riba-Roja. En ligero descenso, aparece un desvío a la izquierda que conduce entre campos de olivar hacia la Ermita de Nuestra Señora del Pilar. Tras ascender hasta la parte alta de una colina se llega a un enclave privilegiado con vistas de la confluencia de los ríos Ebro y Matarraña/Matarranya. La ermita fue construida en 1954, poco antes del traslado de la población de su antiguo núcleo al actual debido a la construcción del embalse. El dramático final lo puso el 21 de octubre de 1967 cuando las aguas embalsadas anegaron el casco urbano de manera inesperada, teniendo sus vecinos que recoger los enseres en barca, así como las imágenes religiosas más valiosas de la iglesia. Del pueblo antiguo emergen de las aguas su castillo y la torre de la iglesia.

De nuevo en la pista que conduce al embalse, ésta desciende hacia la desembocadura del río Matarraña/Matarranya. A mitad de camino, en una bifurcación, se toma el ramal izquierdo. Antes de llegar al final del trazado se pasa junto al antiguo cementerio. Después del traslado de los restos se ha convertido en un pequeño parque donde se ha colocado un sencillo homenaje a los fayonenses. Tras alcanzar el pantano, se puede acceder andando hasta el edificio abandonado de los empleados ferroviarios. Bajo las aguas quedó la estación de ferrocarril. Gracias a su excelente posición el lugar era idóneo para el transporte fluvial. Ya en la Edad Media se transportaba cereal hacia Barcelona y en la época contemporánea el transporte de carbón de las cercanas minas era muy importante para la zona. Su situación estratégica de comunicación fluvial y ferroviaria hizo de Fayón/Faió un núcleo de notable desarrollo.

 

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