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Campo de Borja EXCURSIONES

Campo de Borja, rico patrimonio regado con buenos vinos

La comarca del Campo de Borja se encuentra fuertemente ligada a la producción vinícola. Sin embargo este territorio situado a piedemonte del Moncayo tiene mucho más que ofrecer. Su capital, Borja, aglutina un buen número de edificios de interés. El Santuario de Misericordia, ahora famoso por el Ecce Homo, con magníficas vistas de la comarca. Y la visita a un palacio con un contenido de gran valor histórico, perteneciente a los Condes de Bureta.
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El acceso natural a la comarca del Campo de Borja es la carretera de Soria, que parte del valle del Ebro a la altura de Gallur. Toma dirección a las tierras del Moncayo, mítica montaña siempre visible desde cualquier punto de esta comarca. La primera localidad en toparse es Magallón. La antigua carretera se dirige al casco urbano. Antes de alcanzar las primeras viviendas, un camino asfaltado conduce al convento de los Dominicos, antigua sede del ayuntamiento. Se trata de un palacio aragonés de grandes dimensiones que se remata con galería de arquillos. Junto al mismo se encuentran los restos de la iglesia de Nuestra Señora de la Huerta, importante muestra del mudéjar del siglo XIV. Tras su abandono ahora sólo conserva los muros y el ábside octogonal decorado con paños de arcos entrecruzados y rombos de ladrillo. Además se abren grandes ventanales apuntados, en cuyo interior lucen delicados trabajos en yeserías mudéjares. 

Desde este punto arranca la calle principal, que aglutina varios ejemplos de palacios que denotan la importancia de la villa en el pasado. De ella parte una calle que desemboca en la plaza de España. Está formada por un conjunto de inmuebles de diferentes épocas, algunos de los cuales cuentan con porche. La plaza está presidida por el edificio del ayuntamiento, con fachada de ladrillo y soportales en su parte inferior. En un costado de la plaza destaca la ermita del Rosario, levantada en el siglo XVII. Su fachada en ladrillo resalta por la abundante decoración barroca.

Volviendo a la vía principal, un poco más adelante parte una calle que asciende de manera directa a la parte alta, donde estuvo el castillo. Una escalinata antecede a la iglesia de San Lorenzo. El edificio fue levantado en el siglo XIV, aunque ha sido reformado en numerosas ocasiones. Cuenta con tres naves cubiertas con bóvedas de crucería estrellada. Su austera fachada contrasta con la vista posterior de la construcción, donde se aprecia el único resto del castillo, la torre del Homenaje reconvertida en campanario de la parroquial. El entorno de la iglesia constituye un magnífico mirador de la comarca.

Avanzando en dirección a Tarazona, en cinco kilómetros se alcanza la capital comarcal. Borja está coronado por la silueta del espolón yesífero donde estuvo ubicado el castillo, del que actualmente quedan escasos restos. Desde la travesía parte una calle que conduce directamente a la Puerta de Zaragoza, donde está ubicada la oficina de turismo. Antes se pasa junto a la sobria fachada del Convento de la Concepción, cuya iglesia destaca por su decoración barroca. Atravesando el portal, perteneciente a la antigua muralla medieval, se avanza al frente para luego tomar la primera calle a la derecha que desemboca en la plaza de Santa María. La ex-colegiata de Santa María cuenta en su fachada con un atrio de grandes dimensiones que guarece el acceso, abierto en sus costados por arcos de medio punto. El exterior se completa con dos esbeltas torres, una de ellas mudéjar conocida como Torre del Reloj, y la otra de estilo clasicista. La iglesia cuenta en su interior con una amplia nave culminada con ábside poligonal, decorada con yeserías de estilo neoclásico.

Junto a ella se encuentra el Museo de la Colegiata. Tras una profunda restauración del palacio renacentista, sede del hospital Sancti Spiritus, ahora alberga tres plantas con diferentes salas expositivas que muestran fondos religiosos, en torno a un pequeño patio de bella factura. Cerca de la plaza se encuentra la Casa de las Conchas, edificio del siglo XVI. Debe su nombre a la forma de los clavos que decoraban su puerta. La fachada principal en ladrillo cuenta con acceso de medio punto bajo escudo de armas. Destacan dos vanos compuestos por arcos mixtilíneos con decoración en yesería de estilo gótico. Volviendo a la arteria principal, en ella se abre la plaza del Mercado. Uno de sus costados alberga la zona porticada. El inmueble de mayor antigüedad es la Casa de los Angulo, con bella puerta de ingreso que se abre bajo los porches.

Tomando la calle San Bartolomé se pasa cerca de la Casa de Doña María de Aguilar, un palacio del siglo XVI. Destaca la típica arquería aragonesa bajo el alero. A escasos metros se levanta la plaza del Olmo. En un rincón parte la calle de San Francisco, donde se fueron construyendo a lo largo de los siglos XVI y XVII un buen número de palacios. Esta vía de comunicación termina al flanquear el Arco de Santo Domingo. Perteneciente al recinto medieval data del siglo XVI y se compone de un gran arco. Al otro lado se abre una plaza, con la antigua iglesia de San Miguel en un costado. El Museo de Arqueología utiliza como espacio expositivo el interior de la iglesia tras su restauración. Una serie de vitrinas muestran al visitante los restos arqueológicos de toda la zona.

De nuevo se vuelve por el mismo camino hasta la plaza del Olmo y sólo resta tomar una calle para llegar a uno de los espacios más bellos de la localidad, la plaza de España. Presidida por el ayuntamiento, la sede se emplaza en un palacio aragonés del siglo XVI. En su fachada de ladrillo se abren vanos adintelados, con balcones en planta principal flanqueando el escudo de la villa. Se culmina con galería de arcos de medio punto doblados. Otro de los edificios destacados de la plaza es el antiguo Pósito Municipal. En él se almacenaba el grano para los tiempos de carestía. Todavía luce en su fachada el escudo municipal.

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Para la tarde se propone la visita al Santuario de Misericordia, tomando la carretera que parte del casco urbano. Situado a una distancia de cuatro kilómetros, está enclavado al borde de la muela de Borja, una gran planicie elevada del resto del paisaje a una altitud de 784 metros. El conjunto original lo constituye la hospedería y la iglesia, rodeada por abundantes viviendas de recreo salpicadas en medio de un amplio pinar. Tras dejar el coche en el aparcamiento, se cruza la carretera y se asciende a la plaza situada ante el edificio.

Una rústica fuente de piedra antecede al acceso principal, que sirve de acceso tanto a la iglesia como a la hospedería. Fue construido en el siglo XVI para albergar a los clérigos que atendían el culto del santuario. Una escalera conduce a las antiguas habitaciones, ahora utilizadas como pequeñas viviendas para el verano. En cuanto a la iglesia, ésta consta de una nave con capillas laterales. En agosto de 2012 saltó a la fama este espacio gracias al repinte de una obra del pintor Elías García, el Ecce Homo, por parte de una parroquiana, Cecilia Giménez. El resultado poco acertado se extendió por redes sociales a todo el mundo, provocando un peregrinaje de curiosos para ver el resultado de la obra, depositada en la iglesia del santuario. Además se ha creado un museo dedicado a la pintora local, en los bajos del edificio de la hospedería.

La visita al santuario se puede completar con la ascensión al Calvario. Un estanque situado junto al albergue, a escasos metros del santuario, es punto de partida del camino de ascenso. También se puede ascender en coche tomando un desvío posterior en la carretera. Atravesando el pinar se alcanza la ermita del Calvario. Se trata de una curiosa fábrica levantada en 1565, siendo de planta circular en piedra de sillar. Las vistas del campo de Borja desde este punto son amplias y de gran belleza.

Como final de excursión se reserva la pequeña localidad de Bureta, que esconde una de las joyas arquitectónicas de la comarca. Desde Borja parte la carretera de Ainzón, y desde allí sólo restarán dos kilómetros para alcanzar el destino. En pleno casco urbano se abre una gran plaza donde se levanta el Palacio de los Condes de Bureta. El edificio corresponde a una sucesión de etapas que culminan en el siglo XVII, siendo el elemento más singular la galería de arquillos de arcos de medio punto en ladrillo que culmina parte del edificio. En 1678 fue otorgado el título nobiliario a Antonio María de Resende por el rey Carlos II. Durante los Sitios de Zaragoza, la Condesa de Bureta tomó protagonismo como heroína gracias a las gestas y al ofrecimiento de parte de su patrimonio en la lucha contra los franceses. Tras su restauración se ofrece la visita al interior del palacio, conservado en excelente estado. En la primera planta se encuentra la biblioteca, con un valioso archivo con documentos que abarcan los siglos XII al XIX. Otras estancias son la sala de música o la sala de billar. En la segunda planta se pueden visitar los aposentos de la condesa, así como el comedor y salón Blanco, uno de los más interesantes de todo el complejo residencial. La última planta constituye el espacio abierto por una amplia galería, con buenas vistas de los alrededores. Desde el palacio se puede acceder a la tribuna de la iglesia de Santa Cruz, adosada al palacio y que fue costeada por los condes. Construida en el siglo XVII, consta de nave rectangular cubierta con bóveda de lunetos. Al exterior, la fachada fue proyectada con dos torres, una en cada costado. Sin embargo sólo se llevó a cabo una de ellas, de sección octogonal y rematada con chapitel bulboso.

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CICLOTURISMO Monegros Ribera Baja del Ebro

La Retuerta de Pina, el último reducto de los Montes Negros

Al sur de los Monegros se ubica la Retuerta de Pina. Una partida que gracias a su protección real ha conservado un sabinar de gran valor ecológico, pequeña muestra de lo que fueron hace siglos los Montes Negros, los Monegros. Un paisaje marcado por las duras condiciones climáticas, con un clima continental caracterizado por temperaturas extremas, lluvias escasas y fuertes vientos.
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La Retuerta de Pina es un sabinar que fue protegido en 1235 por el rey Jaime I el Conquistador. En aquel momento dio libertad a los ganaderos de Zaragoza para pastar sus rebaños en todas las tierras del reino, a excepción de las Dehesas de Sena y la Retuerta de Pina, salvaguardadas para su aprovechamiento particular. Dicha protección se prolongó hasta el año 1906. Siendo Sabinar Patrimonio Forestal del Estado se divide en lotes de 700 hectáreas y se procede a su venta. En aquel momento se conservaba un sabinar intacto de 6.000 hectáreas. La dificultad de arrancado de los árboles impidió que la devastación fuera total. Uno de los propietarios llegó a regalar los árboles a todos aquellos que se encargasen de arrancarlos y la afluencia de los vecinos de la zona fue masiva. Tras este episodio de deforestación en la actualidad se conservan 1.500 hectáreas de sabinar.

Esta propuesta cicloturista es bastante sencilla, debido a su escasa longitud. Incluso podría realizarse sin dificultad andando. Ello permite poder disfrutar del paisaje, muestra de lo que fue antaño los Monegros. Pero se desaconseja realizar este itinerario en época de caza, los festivos desde mediados de octubre hasta finales de enero.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
 8,8 km80 mvariableregularbaja

Se toma desde la capital aragonesa la carretera nacional N-II en dirección a Barcelona. Tras dejar atrás el fértil valle del Ebro, se pasa junto al desvío que conduce a Pina de Ebro. Veinte kilómetros después desde este cruce se alcanza el punto de partida de la ruta ciclista, el Hostal del Ciervo. Junto a las antiguas instalaciones ahora en desuso hay una gasolinera y un espacio para dejar el vehículo y tomar la bicicleta. Siguiendo unos cien metros más por el arcén de la carretera parte una pista que se introduce en la Retuerta de Pina.

Se pone el cuentakilómetros a cero junto a la carretera. El tramo inicial de la pista está en regular estado, con acusadas rodadas de vehículos y además hay varios cruces: a 150 metros se toma el camino que continúa al frente, a 350 metros el ramal de la izquierda y a 425 metros se sigue a la derecha por la pista principal.

A partir de este punto la pista avanza sin pérdida en ligero ascenso bordeando una val con campos de cereal de secano. Mientras los pinos perviven en las zonas más elevadas, la sabina predomina en el resto. Ello se debe a la inversión térmica provocada en invierno por las nieblas, que impiden la irradiación solar haciendo que en las vaguadas las temperaturas sean más severas. La sabina soporta las heladas sin problemas, no así el pino carrasco. Cuando se han recorrido unos 1,9 km metros se pasa junto a un almacén agrícola.

Las sabinas tienen un complejo proceso de reproducción, con árboles macho y hembra. Los primeros se llenan de conos masculinos que producen el polen que se lleva el viento. Las sabinas hembra tiene los órganos reproductores femeninos, en forma de cono también, que tras ser polinizados producen las frutos. Una vez maduros deben ser comidos por animales herbívoros. Ello permitirá reblandecer la cubierta exterior al paso de los jugos gástricos, mientras que la materia orgánica de las heces favorecerá su posterior germinación.

Poco a poco se abandona la val y se alcanza una zona ligeramente más elevada donde se emplaza el Mas del Guarda. Hasta aquí se llevan recorridos 3,7 kilómetros. Se trata de una edificación típica de la zona, que servía de refugio a pastores y donde se alimentaba al ganado. Antes de llegar en un cruce se continúa al frente. Junto a la edificación surge otro cruce múltiple con cuatro opciones. Se toma la segunda comenzando por la derecha.

El camino toma un ligero descenso con un paisaje salpicado de alguna sabina y matorral bajo. Tras haber recorrido 4,2 kilómetros se alcanza la Paridera de las Lanas, un edificio de mayores dimensiones. Se trata de otro de los edificios típicos de la zona rural, que se utilizaba para guardar al ganado por la noche. Su nombre proviene del uso puntual para aquellas, que por estar a punto de parir, se separaban del rebaño para resguardarse. Desde este punto se divisan Las Planas, una gran llanura cerealista creada en los años 40. Hasta entonces según los vecinos se trataba de un denso bosque de sabina que fue talado.

A menos de cien metros de la pista, antes de llegar a la paridera, es visible el Aljibe de las Lanas. En las zonas áridas estos puntos de recogida del agua para el ganado son vitales. Está ubicado en una vaguada que permite la recogida de las escasas precipitaciones. Se regresa por el mismo itinerario hasta el Mas del Guarda. De nuevo surge el mismo cruce y con cuatro caminos para continuar. Se toma el segundo camino comenzando por la derecha. Cien metros después se abandona la pista principal y se toma al frente otra que obliga a circular por las rodadas debido a su escaso tráfico. A pesar de ello el trazado no se pierde y se discurre por ella con relativa facilidad, con algún tramo algo denso de vegetación.

Sin pérdida poco a poco se va descendiendo y atravesando una zona con mayor densidad de sabinas y pinos, y con un sotobosque más rico. A la derecha se avista la zona por donde discurre la carretera nacional, así como la población de La Almolda, cuya característica silueta se recorta con la Sierra de Santa Quiteria.

Más abajo se pasa junto a algunos campos de cultivo. Tras una curva a la izquierda y cuando se llevan 8,3 kilómetros de recorrido se alcanza la pista inicial por la que se ha entrado en la Retuerta de Pina. Ahora sólo resta tomar dirección a la derecha y alcanzar la carretera.

Para la tarde se propone una visita a las poblaciones de Bujaraloz y La Almolda. La primera de ellas es considerada la capital del sur de los Monegros. Junto a la antigua travesía se abre una recoleta plaza con un pequeño monolito en recuerdo a Martín Cortés de Albacar, autor del manual de navegación más notable de Carlos V. Bajo un arco parte la calle que conduce a la iglesia de Santiago el Mayor. Data del siglo XVI y la fábrica se remata con galería de arcos de medio punto. La torre barroca se alza junto a la portada. Bordeando la iglesia por la derecha se alcanza una replaceta donde se alza el edificio civil más importante del pueblo, la casa de Torres-Solanot. El palacio data del siglo XVII y su alargada fachada tiene portada flanqueada por columnas con escudo nobiliario. En la planta noble cuenta con ventanas enrejadas y la fachada se remata con galería de arcos semicirculares bajo el alero.

A unos ocho kilómetros está La Almolda. Su casco urbano se asienta a los pies de la Sierra de Santa Quiteria. Desde la parte baja, junto al centro de convivencia de la tercera edad, arranca la calle Mayor. En el centro se abre la plaza del ayuntamiento. A escasa distancia está la plaza del Mercado, que conserva un viejo edificio renacentista porticado. En las calles adyacentes surgen buenas muestras de arquitectura civil. En la parte más alta del núcleo urbano está situada la iglesia de Nuestra Señora de la Purificación. A sus pies se abre una plaza con un mirador de la villa. La visita a la población se completa tomando el coche y ascendiendo a la ermita de Santa Quiteria por una pista asfaltada que arranca de la parte baja del casco urbano. Está situada al borde de la sierra homónima y desde este punto las vistas de las tierras monegrinas del sur son magníficas. Un buen remate para la ruta ciclista propuesta.

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CICLOTURISMO Ribera Alta

Camino Natural del Ebro, por la Ribera Alta

El río Ebro discurre pausado en su tramo intermedio, atravesando la comarca de la Ribera Alta, aguas arriba de Zaragoza. En sus orillas el paisaje humanizado desde tiempos remotos cubre sus riberas de huertas surcadas por caminos y acequias. Un manto verde que acompaña al río y que rompe con el color ocre del paisaje estepario que domina el valle.  Mientras sus orillas se cubren de vegetación de ribera, más amplia en sotos, galachos y mejanas.
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El Camino Natural del Ebro se corresponde con el sendero de gran recorrido GR-99. Recorre un total de 1.287 kilómetros acompañando al río Ebro desde su nacimiento en Fontibre hasta su desembocadura en el Delta del Ebro. Un territorio poblado por el hombre desde hace muchos siglos. Los romanos utilizaron el cauce como vía de comunicación fluvial. Y en torno al río se fue tejiendo una red de caminos. Los afluentes que desembocan en el gran río. Las acequias que derivan el agua para regar las huertas. Y las calzadas romanas, que han ido articulando la comunicación en toda la cuenca, y que fueron el germen de las vías de comunicación de las sucesivas civilizaciones que poblaron este vasto territorio. Caminos naturales y económicos que acompañan a la corriente fluvial. El último de ellos, el Camino Natural del Ebro, se erige en una versión actual dentro de este entramado.

Esta ruta ciclista recorre uno de los tramos de este camino natural, entre las poblaciones de Gallur y Cabañas de Ebro. Se trata de un recorrido sin dificultades ya que no cuenta con apenas desnivel, y además discurre en su mayor parte por pistas, con algún tramo asfaltado. Su longitud en un sentido es de 25,4 kilómetros. Existe la posibilidad de utilizar coche de apoyo en los puntos inicial y final con lo que se convierte en una ruta sencilla. En caso contrario habrá que contar con 50,8 kilómetros. Según las condiciones físicas puede ser considerado largo, y se puede acortar. Por ejemplo dando la vuelta tras recorrer el soto de Boquiñeni, con un recorrido total de unos 31 kilómetros.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
50,8 km (ida y vuelta)40 mnulabuenofácil

El punto de partida es la localidad de Gallur. Situada en la comarca de  la Ribera Alta, se puede acceder hasta ella a través de la carretera de Logroño, que surca la ribera del Ebro. Desde ella parte una carretera comarcal, la cual hay que dejar tres kilómetros después para introducirse en el pueblo. El casco urbano se emplaza elevado y protegido de las avenidas del río. Una calle desciende hasta el cauce y atraviesa el río a través del emblemático Puente de Hierro. Una vez en la otra margen puede dejarse el vehículo junto a una zona de merenderos situada a mano izquierda.

El recorrido ciclista parte de este punto, saliendo a la carretera y tomando un camino que pasa junto al campo de fútbol municipal. El camino avanza hasta atravesar por debajo la carretera comarcal. Justo después parte un camino a mano izquierda que discurre en paralelo a la vía, y desemboca en un camino más importante. Tomando dirección a la derecha, éste será el que servirá para recorrer la margen izquierda del río hasta alcanzar la siguiente población. En su trazado sinuoso atraviesa zona de cultivos  y se acerca al cauce bordeando uno de los meandros formados por el río en su suave discurrir.

Poco a poco se adivina la silueta de Pradilla de Ebro, pasando junto a la sencilla ermita de Santa Ana. Tras recorrer poco más de siete kilómetros se alcanza el casco urbano. El trazado avanza por la mota que defiende la población de las avenidas del río. Una vez rebasada la población, a escasa distancia, el camino se topa con la carretera que une las poblaciones de Pradilla y Boquiñeni mediante el puente sobre el río Ebro. Precisamente a través de él la ruta ciclista pasa a la margen derecha.

Tras circular trescientos metros por la carretera enseguida se toma una pista asfaltada a la izquierda en dirección a Boquiñeni. Sin embargo la ruta ciclista sigue poco después por una pista a mano izquierda que bordea el casco urbano, discurriendo junto al río. El trazado recorre ahora un acusado meandro, disfrutando de un paisaje formado por campos de cultivo delimitado por la frondosa ribera. En su parte final es necesario seguir las indicaciones del camino natural ya que durante un tramo atraviesa el Soto de Boquiñeni. Aquí se puede descubrir la riqueza natural que acompaña al río en sus márgenes.

A su salida se vuelve a una pista principal, la cual conduce de manera directa a la población de Luceni. Se atraviesa la población por el centro, pasando junto a la iglesia parroquial, el ayuntamiento y la plaza de España. Desde una de las esquinas de dicha plaza, a mano izquierda, parte la calle que  sirve para continuar con la ruta ciclista. Tras dejar atrás las viviendas el camino sigue su trazado rectilíneo acercándose de nuevo al cauce.

El paisaje de campos y ribera vuelve a dominar hasta toparse con la siguiente población, Alcalá de Ebro. Situada en el extremo de un meandro y protegida por una mota de defensa, el gran río en numerosas ocasiones ha puesto en aprietos a sus vecinos. Se bordea la población en paralelo al río. Junto a la ribera se emplaza el monumento a Sancho Panza, que recuerda el papel de gobernador de la Ínsula Barataria en una de las andanzas del célebre Don Quijote.

A escasos metros parte una pista que atraviesa una antigua chopera cercana al río. Tras un quiebro continúa su trazado surcando la ribera sin perder de vista la ribera que protege y oculta al río. En contrapunto los campos permiten una visión más amplia del paisaje. Cuando se llevan unos 23 kilómetros de recorrido se pasa junto al mirador del Ebro. Un pequeño desvío a la izquierda nos lleva a un punto con una vista inmejorable. Los sotos de Matillas y de la Pulliguera en primer término, y las islas cubiertas de vegetación en el cauce permiten comprender la complejidad del río más caudaloso de la Península Ibérica. Tras este pequeño descanso sólo quedan dos kilómetros más para alcanzar el punto final de la ruta ciclista, en Cabañas de Ebro.

El camino de vuelta se puede realizar por el mismo trazado. Y si es necesario recortarlo, puede evitarse recorrer el meandro de Boquiñeni, continuando por la pista que conecta directamente con el casco urbano. Por la calle Joaquín Costa se llega hasta la plaza de España. Por la calle la Purísima a la plaza Aragón, y desde ella por la calle Miguel Fleta, que pasa por las piscinas, hasta alcanzar el recorrido del sendero natural.

Para la tarde se propone visitar las poblaciones de Gallur y Alagón, por donde pasa el Camino Natural del Ebro en la Ribera Alta. La primera de ellas, Gallur, es el principio y final de la ruta ciclista. Desde el río Ebro debe cruzarse el Puente de Hierro, diseñado por Cornelio Arellano, autor del puente de hierro zaragozano. Se compone de cuatro arcos metálicos en paralelo. Al otro lado una calle se introduce en el casco urbano hasta alcanzar la plaza de España. Su planta triangular, porticada parcialmente, está cerrada en uno de sus costados por el ayuntamiento. Se trata de un edificio racionalista construido entre 1935 y 1939. Por la calle mayor, a escasa distancia, se alza la casa de los Ortega, una buena muestra de la arquitectura civil de la villa. Y desde uno de los rincones de la plaza parte una escalinata que conduce a la iglesia de San Pedro. Está emplazada en el punto más elevado de la población. La construcción neoclásica fue llevada a cabo en el siglo XVIII. La torre de ladrillo se alza en varios cuerpos con vanos de ladrillo y rematada con tejado a dos aguas.

En cuanto a Alagón, capital de la comarca de la Ribera Alta, sobrepasa los siete mil habitantes. El eje principal de la población es la calle Mayor, donde abundan las casas solariegas. En ella se abre la plaza de España donde se alza el ayuntamiento. Avanzando por la misma calle se alcanza la plaza de San Juan, que toma el nombre de la iglesia barroca con la que cuenta. En las cercanías está el promontorio donde se sitúa el origen de la villa. Una escalinata antecede a una amplia plaza donde se encuentra la ermita de la Virgen del Castillo. Pero el punto más relevante de la población tiene por epicentro la plaza de la Alhóndiga, en cuyo centro hay un kiosco de música. En uno de sus costados está la iglesia de San Pedro. La obra mudéjar en ladrillo que comenzó a construirse en el siglo XIV. La fábrica luce al exterior galería de arcos de ladrillo. Su elemento más relevante es la torre, compuesta en realidad por dos torres concéntricas entre las cuales discurre la escalera. Destaca la decoración mudéjar en sus tres cuerpos a base de arcos mixtilíneos, rombos y medios rombos. Y en la parte alta se abren vanos apuntados que cobijan a dos arcos en su interior. Se culmina la torre con pretil de ladrillo y una pequeña espadaña.

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FINES DE SEMANA Tarazona y el Moncayo

Somontano del Moncayo, a los pies de la mítica montaña

El Moncayo, denominado por los romanos Mons Caius, constituye frontera natural entre Castilla y Aragón. Su cota más elevada, a 2.316 metros, está en el cerro de San Miguel, cumbre a su vez del Sistema Ibérico. Sus sierras y laderas esconden historias que recogió Gustavo Adolfo Bécquer. Pero también un entorno natural de gran belleza protegido por un parque natural. Y pequeños pueblos con singularidades sorprendentes.
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Para acercarse al Somontano del Moncayo es necesario tomar la carretera nacional que conduce a Soria desde la ribera del Ebro. En las proximidades de Gallur parte la ruta que atravesando las poblaciones de Magallón y Borja alcanza Tarazona, la capital comarcal.

Para la mañana del sábado se propone una excursión que sintetiza a través de su recorrido la riqueza natural del parque natural que protege la vertiente aragonesa del Moncayo. La singularidad de este trayecto permite que en poca distancia se pueda atravesar los diferentes tipos de vegetación que albergan el Somontano del Moncayo. La caminata tiene una dificultad media, pero es asequible a buena parte de las personas que quieran disfrutar de este paraje natural de gran valor ecológico.

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1h 30 min (ida) 575 mmedia

Desde Tarazona es necesario tomar dirección al lugar conocido como Agramonte, donde está el centro de interpretación, además de un restaurante y un área de merenderos. A poco menos de dos kilómetros en dirección al monasterio de Veruela, parte una pista señalizada y de acceso restringido al campamento juvenil de la DGA. Tras aparcar el vehículo en un costado de la carretera se toma andando el camino que conduce a las instalaciones. Al final de ellas, donde termina la pista, nace un sendero bien marcado. El tramo entre el campamento y el santuario viene a costar hora y media. Durante el trayecto se atraviesan diferentes pisos de vegetación entre los 1.100 y los 1.600 metros de altitud. En la parte baja se discurre por un pinar entremezclado con arbustos. Entonces se alcanza un alberge situado junto a la carretera que asciende al Santuario del Moncayo, la cual se cruzará en varias ocasiones. En el siguiente tramo domina el hayedo, ofreciendo uno de los rincones más espectaculares del recorrido, sobre todo durante el otoño. Un nuevo cruce en la carretera tiene lugar junto a la fuente del Sacristán, un buen lugar para hacer un alto en el camino.

A escasos metros pasa uno de los pequeños arroyos que discurren por las laderas del Moncayo. La vegetación va cambiando poco a poco y de nuevo el pinar sustituye al hayedo. Se pasa junto al pozo de hielo del Prado de Santa Lucía y más adelante las ruinas de la ermita de Santa Lucía. Un último cruce carretero introduce en el tramo más empinado, ya muy cerca del santuario. En él se alterna la vegetación con zonas cubiertas por rocas de gran tamaño.

El recorrido termina en una plaza alargada que preside el edificio principal el cual ofrece servicio de bar, restaurante y alojamiento en albergue. Frente a él, un excepcional mirador ofrece unas vistas magníficas del Somontano del Moncayo. En uno de los extremos, junto a una fuente, parte la senda que asciende a la cumbre del Moncayo.

Después del inevitable descanso para la tarde se propone la visita de una pequeña localidad que esconde uno de los rincones más sorprendentes de toda la comarca. A poco más de tres kilómetros de Tarazona se encuentra Grisel. El acceso parte en el arranque de la carretera en dirección a Borja. Un paseo por sus estrechas y quebradas calles recuerda el origen musulmán de la localidad. En el centro de la localidad se encuentra su castillo, elevado sobre las viviendas. Se construyó en piedra de sillar, con planta irregular y carece de torres sobresalientes. El acceso se realiza mediante una puerta apuntada. Muy cerca se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, ante una plaza. Se trata de una obra mudéjar del siglo XVI levantada en ladrillo. En la parte trasera se alza un ejemplo de casilla de pico, casetas levantadas en el campo para uso agrícola construidas sin argamasa con materiales sobrantes de los campos. Cuentan con planta circular y una altura de unos tres metros. Se cubren mediante cúpula por aproximación de hiladas, como prolongación de los muros, con forma de punta.

Una de las singularidades naturales con que cuenta la localidad es el Pozo de los Aines. Al comienzo del pueblo se toma una calle a la derecha. Asciende hasta un peirón de grandes dimensiones y más adelante atraviesa una pequeña acequia. Poco más adelante surge un aparcamiento acondicionado. Desde este punto, en apenas cinco minutos, se llega a un campo de olivos. En medio del mismo aparece el gran agujero. En un costado un corto túnel dotado con escalones de piedra permiten bajar hasta un mirador subterráneo, desde el cual se puede contemplar en toda su magnitud la sima. La leyenda más conocida sobre su formación relata un suceso que aconteció en 1535. Entonces Grisel estaba habitado por moriscos, convertidos al cristianismo tras la reconquista. Un poderoso hacendado, Hammet-Ben-Larbi, renunciando a la fe cristiana trabajaba los días festivos. Así lo hizo el día de Santiago. Al poco de comenzar la faena en una era cercana al pueblo se escuchó un ruido ensordecedor acompañado de una gran nube de polvo. La tierra donde se encontraba se había desplomado formando una gran sima. Los vecinos que allí se congregaron gritaban aterrados que había sido castigo del Señor. El suceso tiene su explicación científica. Esta zona cuenta con abundantes riachuelos y manantiales llamados “aines”. Éstos originan oquedades bajo tierra que hacen que se desplome la superficie cuando son lo suficientemente grandes, dando lugar a estos hundimientos naturales. La sima tiene una profundidad de veintidós metros. La humedad hace que su interior cuente con abundante vegetación, con plantas que cubren las paredes, en contraste con el paisaje que rodea la formación.

El domingo se propone subir en primer lugar al Mirador de la Ciesma. Es recomendable la visita por la mañana ya que es el mejor momento para ver el Moncayo iluminado por los rayos solares. Se puede acceder desde Grisel, y también desde la carretera que une el acceso a Agramonte y Trasmoz. El monte carece prácticamente de vegetación. Generadores de energía eléctrica aprovechan la fuerza del viento en este lugar tan apropiado. En la parte más alta un par de mesas de interpretación en cada dirección ilustran las panorámicas. Desde este punto se disfruta de una de las mejoras vistas del Moncayo y de su somontano, ya que está situado a escasa distancia. En dirección contraria se contempla una amplia panorámica del valle del río.

A continuación se toma dirección la población de Los Fayos, situada a unos diez kilómetros. Este pueblo de estampa pintoresca está situado bajo los escarpes de conglomerado. Pero también junto al cauce del río Queiles, desnaturalizado ya que aparece encajado entre muros de hormigón a su paso por el casco urbano. Metros arriba de la localidad se juntan los dos arroyos que forman el río Queiles, y en el barranco del Val un gran muro de hormigón da lugar al embalse del Val.

Desde la travesía parte una calle que asciende hasta la plaza mayor de la localidad. En un lateral se levanta la casa consistorial y palacio de Villahermosa, con tres plantas y  galería de arcos. En la plaza está la iglesia de la Magdalena. Se construyó en el siglo XVI. La torre de planta cuadrada tiene decoración de ladrillo y un arco en cada lado. Tras la iglesia asciende una calle que se encamina a un frondoso barranco, por el cual se puede ascender a la parte alta de los farallones rocosos. Gracias a su acondicionamiento mediante escaleras de madera, es posible alcanzar la torre vigía del antiguo castillo. De ella sólo resta su parte baja. Desde este punto se disfrutan amplias panorámicas, con el valle formado por el río Queiles a los pies.

Volviendo por el mismo itinerario, poco antes de alcanzar la iglesia, en un callejón se encuentra el acceso a la Cueva del Caco. Para su visita es necesario solicitar las llaves en el bar de la localidad. Gracias a la instalación de unas pasarelas metálicas es posible ascender con facilidad a la cueva más conocida del lugar. Desde la oquedad más grande se puede acceder a una pequeña galería abierta, más elevada y con buenas vistas de la localidad y de la cueva. Cuenta la leyenda que el gigante Caco escondía aquí el ganado que iba robando. La encontró el gigante Hércules por los mugidos de un novillo. Entre ellos tuvo lugar una fuerte pelea, mientras surgían ríos y montañas, entre ellas el Moncayo.

Siguiendo el curso de una pequeña acequia que discurre por el casco urbano se pasa junto a otra de las oquedades del pueblo. Una gran pared de adobe cierra el habitáculo, a cuyo interior también se puede entrar. Un poco más adelante se puede visitar la ermita de San Benito. Una verja sobre la acequia cierra su acceso. Las llaves que poseen vecinos de la localidad permiten el acceso a la ermita, por un corto tramo empedrado y ascendente rodeado de vegetación. Se llega a una plazoleta donde se levanta la fachada en ladrillo y un arco de medio punto, que cierra la abertura en la roca. En su reducido interior luce la roca viva en la cabecera y parte de sus muros. El coro se encuentra en alto, en un lateral de la capilla y aprovechando una oquedad. Su historia se remonta a un monasterio fechado entre los siglos VI y XI. Habitado por eremitas, tras la construcción del monasterio de Veruela se convierte en ermita.

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Campo de Daroca FINES DE SEMANA Jiloca

Gallocanta y Daroca, naturaleza y arte por descubrir

A caballo entre las provincias de Zaragoza y Teruel está el valle del Jiloca, donde se emplaza la ciudad de Daroca, y la cuenca endorreica de la Laguna de Gallocanta. Dos lugares de gran interés; el primero por contar con un conjunto urbano de gran valor artístico, y el segundo por ser uno los humedales más importantes de Aragón, con la grulla como protagonista en el periodo invernal.
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Para la jornada del sábado se propone la visita a la Laguna de Gallocanta y su entorno, dejando para el domingo la visita a la monumental ciudad de Daroca. Para aproximarse al entorno de la laguna es necesario tomar la autovía mudéjar, que comunica Zaragoza con Teruel. Debe abandonarse tomando la salida de Daroca. Una vez bordeada la población en dirección a Teruel, parte el desvío que conduce a Molina de Aragón. En 17 kilómetros y tras remontar el pequeño puerto de Santed se alcanza el altiplano elevado a 900 metros de altitud donde se asienta la laguna más grande de España. Se toma dirección a la población de Gallocanta, y una vez atravesado el casco urbano, a las afueras aparece el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta. En la recepción hay una oficina de turismo comarcal donde solventar cualquier duda sobre la visita de la zona. En su interior cuenta con varios espacios, el primero de ellos dotado de unas vitrinas con aves disecadas con las cuales se puede conocer de una manera visual los habitantes de este humedal, así como reconocer el sonido de su canto. Otro espacio explica las características de la cuenca endorreica de la laguna y de los humedales cercanos. Y en la planta alta cuenta con un magnífico mirador de la laguna, desde donde poder observar las aves con prismáticos.

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El siguiente punto de la visita permite la primera aproximación a la laguna. Para ello es necesario volver hacia Gallocanta y atravesarla de nuevo. A las afueras de la población hay una chopera rodeada de antiguas huertas, atravesada por un camino que surge junto a las piscinas, a la izquierda.

Más adelante, tras atravesar un arroyo, en una bifurcación se toma el camino de la izquierda. Bordeando la laguna se encamina a la pequeña elevación donde se emplaza la Ermita de la Virgen del Buen Acuerdo. El edificio es el resultado de las reformas a lo largo de siete siglos, partiendo de la fábrica románica. Se conserva el ábside semicircular en la cabecera construido con grandes sillares de piedra. Sobre el presbiterio se alza una discreta torre de planta rectangular. A su alrededor se levantó en la última restauración un cercado con dos espacios abiertos pero cubiertos utilizados en las romerías.

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Para completar la visita de la mañana se propone la visita a Berrueco, situado a cuatro kilómetros de distancia de Gallocanta. En el centro de la localidad se emplaza la iglesia de la Asunción. Un edificio barroco del cual despunta la torre de planta cuadrada en su primer tramo y octogonal de ladrillo en el segundo. La población se originó a los pies de un importante castillo, lo que hizo que se conociese como Castelberrueco hasta 1646. Un pequeño paseo señalizado que parte junto al ayuntamiento, en la parte trasera de la iglesia, permite acceder a la antigua fortaleza. En la actualidad apenas quedan restos de dos torres encaramadas a la roca. Atravesando el recinto, unos metros abajo, hay acondicionado un mirador desde donde poder divisar la laguna por completo. Un lugar privilegiado desde donde se divisa la magnitud de la Laguna de Gallocanta. A pesar de que el nivel de las aguas es muy variable, en el momento de máxima ocupación alcanza una superficie de 14 km2, con siete kilómetros de largo.

Su profundidad es escasa a pesar de sus dimensiones y puede alcanzar tan sólo dos metros y medio, oscilando el medio metro en casi toda su superficie. Por ello se puede considerar como la laguna natural más grande de la Península Ibérica. Sin embargo sus estiajes son severos y puede llegar a secarse por completo. Las características de los materiales donde se asienta la convierten en un humedal de agua salada.

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Para la tarde se propone continuar bordeando el amplio perímetro de la laguna. A cinco kilómetros de la anterior población está Tornos, atravesada por la carretera. Se pasa por la plaza de España, en cuyo centro se levanta el peirón de San Antón. Éste destaca por su monumentalidad, compuesto por un pilar de sección cuadrada decorado con rombos. Se apoya en tres gradas y está coronado por cuatro hornacinas y chapitel bulboso. A escasos metros se encuentra la iglesia de San Salvador.

El edificio barroco terminado en el siglo XVIII se corona con una torre de planta cuadrada y remate ochavado en la parte alta. También es interesante acercarse a la ermita de Nuestra Señora de los Olmos. Poco antes de entrar en la población provenientes de Berrueco, junto a un rústico peirón parte una pista. Un poco más adelante otro peirón marca el desvío hacia la ermita. Se trata de una curiosa construcción que destaca por su altura. Sobresale su cimborrio octogonal, que se culmina con linterna y chapitel.

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Tras atravesar la población se alcanza otra carretera. Tomando dirección a la derecha se continúa con el recorrido. De nuevo cerca de la laguna aparece el otro centro de interpretación del espacio natural. Un pequeño edificio de dos plantas donde ampliar los conocimientos naturales del entorno. En su exterior cuenta además con un observatorio de la laguna. A unos tres kilómetros se encuentra la población de Bello. Adentrándose en su casco urbano se llega hasta una plaza irregular en torno a la iglesia de la Natividad. Es una construcción gótico-renacentista llevada a cabo en el siglo XVI. La torre, a diferencia de las anteriores, está construida a base de sillería. El último de sus cuatro cuerpos es octogonal y se remata con chapitel piramidal. Un poco más adelante se alza la plaza del ayuntamiento. El edificio del siglo XVII cuenta con tres plantas y se corona con un alero de madera. Y unos metros más adelante otra casa nobiliaria con portalada dovelada enmarcada por un alfiz.

Y el final del día lo pone el atardecer en la laguna de Gallocanta. La visita en el periodo invernal tiene como atractivo poder disfrutar de un gran espectáculo natural. En ese instante el sol desaparece por el horizonte y según los días el cielo se tiñe de colores rojizos. Ese es el momento elegido por miles de grullas para volver a la laguna a pernoctar. Entre los meses de octubre a marzo se repite día a día este espectáculo, en el cual cientos de bandos de ruidosas grullas van acercándose a la lámina de agua, la cual les proporciona un lugar seguro para pasar la noche. Hay dos lugares idóneos para contemplar este fenómeno natural. En la primera parte del invierno es la ermita de la Virgen del Acuerdo, y en la segunda parte el centro de interpretación situado entre Bello y Tornos. Es recomendable asesorarse en los puntos de información para no perderse el gran atractivo de la laguna de Gallocanta.

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Para el domingo se propone la visita a la ciudad de Daroca, situada a unos veinte kilómetros de Gallocanta. Se trata de una de las ciudades más monumentales de Aragón, resultado de doce siglos aglutinando un conjunto de edificios civiles, religiosos y defensivos en armonía con la belleza natural de su emplazamiento. Fue fundada a finales del siglo VIII por los musulmanes dándole el nombre de Daruqa. Alfonso I el Batallador la reconquistó en 1120, convirtiéndose entonces en la plaza fuerte más importante al sur del reino de Aragón. Los habitantes de la ciudad y su entorno disfrutaron de un fuero que les concedía una libertad inimaginable en la Europa feudal de aquella época.

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El punto de partida de la visita es la Puerta Alta, acceso al casco antiguo proveniente de Zaragoza. Fue levantada en el siglo XVI tras el derribo de la anterior por una de las muchas riadas que afectaron a Daroca, asentada en la rambla Fondonera que coincide con el recorrido de la calle Mayor. Desde este punto parte la ruta que recorre parte del perímetro de la muralla, de unos cuatro kilómetros.

Este trayecto tiene una duración de hora y media y se recomienda calzado cómodo ya que transcurre por los montes que cercan la población. El recinto defensivo fue construido por los musulmanes, y reformado después por los cristianos para defenderse primero de ellos y después de los castellanos. A extramuros comienza el recorrido que pasa al lado de la Torre de los Huevos, de planta pentagonal. Junto a la Torre de la Sisa, se adentra en el interior de la ciudad amurallada. Tras un pequeño ascenso se llega al Castillo Mayor. Conserva torreones en mal estado y la Torre del Homenaje. Un poco más arriba, un desvío conduce hasta unas escaleras que descienden hasta la ermita de Nazaret, que tiene la sencilla portada en un muro rocoso en cuyo interior se abre la capilla.  A partir de este punto el lienzo de la muralla se conserva en mejor estado, construida con tapial recubierto de mampostería y argamasa. Tras pasar junto al Torreón del Jaque, comienza el ascenso hasta el punto más alto de la muralla, donde se ubica el Castillo de San Cristóbal.

Está formado por un pequeño recinto amurallado con un gran torreón de mampostería que data del siglo XIV. A la derecha de las antenas de telefonía arranca el descenso vertiginoso atravesando un denso pinar. Más abajo se pasa junto a la Torre del Águila, de la cual resta sólo uno de los muros. Cercana a ésta aparece la Torre de San Valero, de planta circular. Llaman la atención tres curiosas aspilleras para la defensa. El sendero desciende con buenas vistas de la población, como durante todo el recorrido. Finalmente alcanza una calle que atraviesa el portillo del Arrabal, pequeña puerta de arco de medio punto.

En su entorno la muralla ha sido reconstruida en ladrillo con franjas escalonadas de esquinillas, coronada con almenas. Sólo resta llegar a la calle Mayor, a los pies de la imponente Puerta Baja. En 1451 se levantaron las dos torres a ambos lados del acceso. Son de planta cuadrangular en sillería y se remataron con merlones escalonados. Entre ellos se abre un arco rebajado sobre el cual se dispone el escudo de Carlos V.

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A escasa distancia de la puerta, fuera del recinto amurallado, está la Fuente de los Veinte Caños que fue construida en el año 1639. Se trata de una fuente monumental cuyo frontal se divide en pilastras decoradas con el escudo de la ciudad en la parte central. El recorrido turístico se adentra en la ciudad por la calle Mayor. En él no faltan edificios señoriales de empaque que manifiestan la importancia de sus habitantes durante la historia, que se alternan con otros que conservan el aspecto medieval de antaño. A mitad de calle se encuentra la oficina de turismo, en la cual completar la información sobre el recorrido por la ciudad así como de los edificios visitables. Un poco más adelante se accede a la plaza de España, un gran espacio que acoge a la Colegiata de Santa María y al Almudí. Este edificio es también conocido como Casa de los Soportales, por el porche con pilares de piedra y zapatas de madera de su parte inferior.

La Colegiata de Santa María tiene sus orígenes en la obra románica de finales del siglo XII construida sobre la antigua mezquita mayor musulmana. De esta época se conserva en la actualidad el ábside semicircular, ocupado por la capilla de los Corporales. La leyenda del milagro de los Corporales se remonta al tiempo de la reconquista de Valencia. En 1239 las tropas cristianas antes de la toma del castillo de Chía celebraron misa. Sin embargo un ataque inesperado hizo interrumpir el acto litúrgico. Después de sofocarlo las seis hostias preparadas para la comunión aparecieron ensangrentadas. La propiedad de aquella prueba del milagro fue disputada y finalmente se dejó que una mula decidiese en su marcha la elección del destino, siendo Daroca hasta donde llegó. Desde entonces generó muchísima devoción y cuenta con una capilla propia donde se guardan las reliquias. Cuenta con un retablo de decoración gótico-flamígera de gran belleza. En siglo XV se erige la actual torre tras cubrir la anterior de ladrillo proveniente del alminar de la mezquita.

Está formada por dos cuerpos de sillería que se rematan con almenas y merlones. En esta época también se termina la Puerta del Perdón. Se trata de una portada gótica compuesta por arcos ligeramente apuntados. Sobre el acceso, el tímpano que representa la escena del Juicio Final. A finales del siglo XVI se lleva a cabo la reforma más importante, en la cual se reestructura todo el interior de la colegiata. Se construyen tres naves de igual altura cubiertas con bóvedas estrelladas. Ante el altar se levanta un gran baldaquino inspirado en el de San Pedro del Vaticano. Formado por cuatro las columnas salomónicas de mármol negro que sostienen el baldaquino de madera policromada. El interior se completa con un grupo escultórico de la Asunción tallado en madera blanca. Y finalmente en 1603 se contrata la portada principal, de la cual destaca el cuerpo superior con un gran relieve de los Corporales.

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La visita continua bordeando la colegiata y ascendiendo por la calle Grajera. A escasa distancia se encuentra la Casa del Diablo, que data del siglo XV. En su fachada muestra una ventana ajimezada decorada con dos arcos conopiales. Volviendo sobre nuestros pasos se toma la calle que conduce a la Iglesia de San Juan. Se inició en el siglo XII pero las obras fueron interrumpidas lo cual queda de manifiesto en el exterior de su ábside semicircular. La continuación se llevó a cabo durante el siglo XIII en ladrillo simulando las columnas románicas, con un curioso arco polilobulado en el centro.

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Callejeando se alcanza la iglesia de San Miguel, situada en la parte más alta de la ciudad. Sus orígenes datan de finales del siglo XII. A la primera época pertenecen el ábside y la portada. El ábside semicircular se decora con triples columnas rematadas por capiteles con decoración vegetal. Sobre ellos discurre un friso de arquillos ciegos. La portada está formada por cinco arquivoltas decoradas algunas de ellas con ajedrezado y dientes de sierra. Ya en descenso se pasa junto a la iglesia de Santo Domingo.  Su obra original se remonta al siglo XII. El ábside semicircular es testigo de las diferentes etapas constructivas, pasando a planta poligonal en la parte alta. También la torre muestra su parte inferior en sillería y el resto en ladrillo. Un incendio en el siglo XVIII hizo reconstruir la iglesia decorándola al estilo barroco. Frente al ábside se conserva el Hospital de Santo Domingo. Fue construido entre los siglos XV y XVI. En la parte baja aparecen cegados los arcos pertenecientes a la antigua lonja. El segundo piso muestra dos ventanas ajimezadas. La visita termina de nuevo en la calle Mayor.

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EXCURSIONES Zaragoza

Bajo Huerva, un valle marcado por el paso musulmán

El río Huerva nace cerca de la localidad turolense de Fonfría, en la sierra de Cucalón. Recorre sus últimos kilómetros de camino a Zaragoza atravesando un valle muy humanizado debido al importante desarrollo urbanístico e industrial. Uno de sus rincones más bonitos está en Muel, población con un legado romano y mudéjar todavía presente. La visita se complementa con una visión desde la Plana de Zaragoza, rodeada de un paisaje estepario.
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En pleno casco urbano de Zaragoza se unen las aguas del río Huerva con las del Ebro. Para recorrer su último tramo es necesario salir de la gran urbe por la autovía mudéjar en dirección a Teruel. Su trazado discurre en paralelo a la vega de este río. Unos quince kilómetros hay que recorrer para alcanzar el primer destino, María de Huerva. La autovía debe abandonarse tomando la salida compartida con el acceso a Cadrete. Por la carretera nacional se alcanza la población. En la travesía surge una rotonda desde la cual la avenida Stadium y posteriormente la calle del Río que conduce sin pérdida hasta el cauce del Huerva. Un puente de hormigón permite cruzarlo, pero justo antes es necesario dejar el vehículo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

20 min (ida)

75 m

fácil

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Nada más cruzar a la otra margen se toma una pista a mano derecha la cual se introduce poco a poco en una rambla. Una vez recorridos trescientos metros, junto a una placa de propiedad privada, parte a derecha una senda que conduce al visible Castillo de María. Tras un repecho se atraviesan los restos de unas cuevas. En veinte minutos de recorrido se llega a los pies del promontorio rocoso, recortado a pico de manera vertical. El castillo musulmán de al-Marya es el más importante de la ribera baja del Huerva. Una senda permite recorrer todo su perímetro, con alguna zona donde deben extremarse las precauciones. Se accede a la plataforma de la fortaleza a través de dos pasadizos excavados con escaleras, que parten de una especie de cueva situada en un costado. En la parte alta aparece un aljibe, antes cubierto con una bóveda, y la torre, todo ello en un recinto ovalado de cincuenta metros de largo. La torre se encuentra en un extremo, y fue realizada en encofrado con piedra de yeso. Tres de sus lados todavía se elevan a bastante altura y conserva alguna aspillera defensiva. Desde este lugar elevado las vistas del valle del Huerva y su entorno son preciosas. Destaca la diferencia de tonalidades entre el verde de los campos que acompañan al río, y el color ocre del monte donde se asienta la fortaleza.

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La siguiente parada es la localidad de Muel. Se retoma la carretera nacional en dirección a Teruel. Unos doce kilómetros separan ambos pueblos. El germen de la población es un asentamiento musulmán. Tras la reconquista pasó a manos cristianas, manteniéndose la población musulmana. Así estuvo la situación hasta 1610, cuando se expulsó a los moriscos y se produjo una despoblación total. Ello afectó gravemente al gran número de alfares de la localidad. La actividad volvió y se mantuvo hasta hace unas décadas, cuando estuvo a punto desaparecer. La creación de la Escuela Taller y del resurgimiento de nuevos alfares ha devuelto esta antigua tradición a la localidad.

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Desde la antigua travesía parte una calle que se encamina a un arco, que sirve de  arranque a la calle Mayor. Por ella se alcanza la plaza España, donde se emplaza el ayuntamiento y varias viviendas que muestran la arquitectura civil tradicional. En un costado de la casa consistorial parte la calle que conduce a la iglesia de San Cristóbal. De la construcción destaca su torre mudéjar, donde se combina el ladrillo con los azulejos en perfecta armonía. Avanzando por la calle principal se alcanza el puente sobre el cauce del río Huerva. Un poco más adelante sorprende al visitante la Ermita de la Virgen de la Fuente. La mezquita construida por los musulmanes fue sustituida por una ermita levantada sobre una antigua presa romana. En el año 1766 la presa de Mezalocha, situada a cinco kilómetros, se reventó. Ello provocó tal riada que el agua llegó hasta una altura considerable, la cual está reflejada en uno de los muros interiores de la ermita. Tras su reforma la obra fue terminada en el año 1777. Su bella fachada está flanqueada por dos torrecillas. En su interior cuenta con una nave de bóveda de lunetos. Sobre el altar se levanta una cúpula, cuyas pechinas fueron pintadas por Francisco de Goya y Lucientes en 1770. En toda la nave conserva el zócalo de cerámica de Muel, más antiguo el correspondiente al altar.

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Uno de los atractivos de la localidad es el conocido como Parque de Muel. Ocupa el antiguo cauce del río Huerva, el cual fue anulado con la construcción de una imponente presa romana hace unos dos mil años. Tiene una altura de trece metros, formada por grandes sillares de piedra en hiladas horizontales que fueron unidos con argamasa. Bajo la presa un lago retiene las aguas que se filtran, y que con su aspecto cristalino permiten disfrutar del fondo cubierto por la vegetación subacuática. El resto del espacio, flanqueado por paredes rocosas, está cubierto por abundante arbolado. En uno de sus costados se levantó un edificio municipal con una vistosa torre, junto al antiguo molino. Un poco más abajo el cauce del río se precipita con dos preciosas cascadas. En la otra margen hay una zona de merenderos, a la cual se accede por un puente metálico. El parque se prolonga hasta los antiguos lavaderos, donde un puente permite el acceso al casco urbano de nuevo. Se trata de un espacio de gran belleza modelado por la naturaleza y transformado por el hombre desde la época romana, que constituye uno de los más bellos rincones del río en su ribera baja.

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Por la tarde se propone terminar de descubrir el entorno de la ribera baja del Huerva. Volviendo a Zaragoza por la carretera nacional hay que alcanzar la población de Cadrete. Una rotonda conecta con la salida de la autovía y sirve de acceso a la población a través de la avenida Juan Carlos I. Siguiendo las indicaciones del cementerio, y tras un quiebro a la izquierda y después a la derecha, se alcanza su puerta. A sus pies arranca la pista para la subida a la plana. En su primer tramo está asfaltada y poco a poco se convierte en una pista de tierra en buen estado. Al comienzo se suceden curvas en rápido ascenso adaptándose a la orografía. Después se suaviza el trazado atravesando zonas con campos de cereal alojados en pequeñas vales. Tras un repecho final, y después de haber recorrido 4,5 kilómetros, se alcanza la Plana de Zaragoza. Se trata de una gran superficie horizontal elevada a 600 metros de altitud. Desprovista de vegetación, los campos de cereal ocupan toda su superficie aprovechando la llanura. Desde hace unos años se compatibiliza el uso agrícola con el de producción energética mediante aerogeneradores. Se trata de más de 150 molinos distribuidos de manera uniforme por toda la muela conformando un paisaje peculiar, que genera una energía limpia. Justo al llegar a la muela, un mirador a mano izquierda es el lugar de descanso para los numerosos ciclistas que eligen esta ruta. Las vistas son amplias, con las formaciones de las vales en dirección al valle del Huerva, proporcionando una espectacular formación. A media distancia se divisa la ciudad de Zaragoza al completo. Y a lo lejos en días claros es visible el Moncayo, así como las sierras prepirenaicas. Al otro lado de la pista, bordeando un campo es recomendable acercarse hasta un hito de piedra desde donde se disfruta de otra vista. En ella destacan la vegetación a base de pinos que cubre las laderas, de camino a la ribera. También se divisa el castillo de María y más al fondo las estribaciones del Sistema Ibérico.

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Descendiendo por la misma pista, a unos tres kilómetros y medio desde el mirador, parte a mano derecha un ramal de pista que sirve de aproximación al Castillo de Cadrete. En medio kilómetro de recorrido bordeando el barranco de los Planos se llega a un lugar donde dejar el vehículo. Desde aquí sólo queda descender hasta el castillo de origen musulmán. La pequeña fortaleza se emplaza en un espolón, flanqueado por dos barrancos. Desde este punto hay excelentes vistas de la población de Cadrete y del valle del Huerva. Fue restaurado hace unos años y para su visita es necesario contactar con el ayuntamiento. El recinto más antiguo consta de la torre y un patio de armas con una cisterna. La robusta torre de planta cuadrada cuenta con sótano, cuatro plantas y terraza almenada, elevándose a doce metros de altura. En un plano inferior, y como continuación de la fortaleza, aparece el segundo recinto defensivo de mayores dimensiones. Todavía resta parte del muro que lo cercaba donde se abren abren aspilleras.

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CICLOTURISMO Monegros

Ruta de los Miradores, una visión del paisaje monegrino

La Ruta de los Miradores pasa por cuatro puntos desde donde disfrutar de unas magníficas vistas del paisaje monegrino. En estas panorámicas se combinan los desniveles formados por barrancos con los amplios horizontes de la llanura, en el entorno de la población de Monegrillo. Todo ello hilado con un recorrido perfecto para realizarse en bicicleta el cual discurre por pistas en buen estado y tramos de carretera.
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Esta ruta ciclista circular tiene como partida la localidad zaragozana de Monegrillo. Está emplazada al sur de la comarca de los Monegros y al pie de la Sierra de Alcubierre. Para alcanzar este lugar en coche es necesario salir de Zaragoza por la carretera que conduce a Sariñena. Después de pasar Villamayor de Gállego surge un desvío a la derecha que atraviesa el paisaje típicamente monegrino. Una vez en el pueblo, se atraviesa el casco urbano por la calle San Roque y la calle Mayor hasta alcanzar el pabellón polideportivo, situado en el extremo opuesto a la travesía. Desde este punto se empieza a rodar con la bicicleta.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
31,4 km 200 mvariablebuenomedia

Se toma la pista que sale de la parte trasera de las instalaciones deportivas. Al abandonar la población se pasa junto a varios observatorios astronómicos, que hacen singular a esta localidad, desde la cual es posible la contemplación estelar gracias a la lejanía de grandes núcleos habitados. En este entorno, a pie de pista aparece la balsa Frella. Debido a la sequedad de estas tierras son abundantes las balsas para su aprovechamiento tanto ganadero como para otros usos. Ésta en concreto fue utilizada también como lavadero por la cercanía a Monegrillo.

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Poco más adelante los campos se alternan con sabinas, entre las que destaca la sabina Cascarosa, tras haber recorrido dos kilómetros desde el inicio. Se trata de un ejemplar singular, de 16 metros de altura, con una edad que superará los mil años. Es una de las últimas supervivientes de los extensos bosques que hasta tan sólo unos cientos de años cubrían estos montes.

Sabina Cascarosa

La pista comienza el ascenso, con una rampa fuerte de camino a la Estiva. Éste era el punto de llegada de los pastores trashumantes que venían del Pirineo, en concreto de la localidad de Ansó, para pasar el invierno con sus rebaños de ovejas. Una vez recorridos 4,7 kilómetros, al final de la subida se emplaza el mirador de la Estiva a mano derecha. Desde este lugar se disfruta de una panorámica de la estepa y las poblaciones allí enclavadas.

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El paisaje cambia y la pista se va adentrando en un pinar de bosque carrasco acompañado de vegetación formada por matorral mediterráneo. En una pronunciada curva, en el punto kilométrico 7,5 parte un ramal que en unos metros alcanza el mirador de la Gabardera. Perfectamente acondicionado, como todos los demás, se observa otra panorámica de las estribaciones de la Sierra de Alcubierre. Los pinos cubren la parte baja de las laderas erosionadas que conforman el paisaje.

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La pista continua su trazado bordeando la cabecera del barranco de Bujal. En este tramo el piso cuenta con algún tramo en regular estado debido a las rocas que despuntan sobre el trazado. Tras recorrer 13,4 kilómetros surge el mirador de Bujal. Desde este punto se disfruta de una magnífica vista de este espectacular barranco en forma de “V”. Está compuesto por laderas uniformes donde afloran estratos calizos. Cuenta con una anchura media de 250 metros y una profundidad máxima de 200 metros.

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El recorrido atraviesa un paisaje menos agreste, en el que se combinan cultivos y algunas parideras, con pinares en las laderas. En el kilómetro 15,7 la ruta se incorpora a la carretera asfaltada que atraviesa la sierra procedente de Lanaja. Tras alcanzar los 18 km se abandona el asfalto, tomando un ramal señalizado a mano derecha. Seiscientos metros después parte un camino que conduce hasta una paridera. Parando el cuentakilómetros se asciende hasta el mirador de Miramón por una trocha empinada. Una rampa de fuerte desnivel deja a los pies del punto geodésico, ubicado a 621 metros de altitud, lugar donde se ha colocado el mirador de más amplios horizontes de toda la ruta, gracias a su posición aislada y privilegiada. Los pinares densos cubren el paisaje a su alrededor, y la estepa en dirección al sur completa las amplias vistas que desde aquí se disfrutan.

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De nuevo en la pista, en un cruce múltiple se toma el ramal de la derecha. El recorrido en constante descenso atraviesa una densa masa de pinar. Poco a poco van a apareciendo los campos aterrazados en la Val del Conde. Se pasa junto a varios ejemplares de pinos singulares, y en el kilómetro 21,9 se dejan las indicaciones de la ruta de los Miradores a mano derecha. Sin abandonar la pista principal por la que se circulaba en menos de dos kilómetros se alcanza la carretera que comunica Monegrillo con La Almolda. Por ella se vuelve de manera cómoda hasta la población de partida. Una vez se divisa el pueblo, una pista asfaltada en el km 30,4 surge a mano derecha. Por ello se alcanzará el pabellón deportivo que marca el punto final de la ruta.

Para la tarde se propone la visita a las dos poblaciones situadas en las inmediaciones de la ruta. Sin abandonar Monegrillo un paseo por la localidad ofrece dos ejemplos de arquitectura civil de interés. La Casa Panivino es un palacio aragonés de ladrillo construido a finales del siglo XVII. Consta de varias plantas y está rematado con galería de arquillos de medio punto y alerón. Junto a ella la Casa Rocañín de similar estructura, con vanos enrejados en la planta noble, y galería de arcos adintelados en la parte alta. Un poco más adelante surge el epicentro de la localidad. Una plaza donde se ubica el ayuntamiento y la iglesia de la Asunción, la cual perdió su torre durante la guerra civil.

Nueve kilómetros le separan de la vecina localidad de Farlete. En la plaza más céntrica se alza el ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, edificio que fue reconstruido tras la guerra civil. La torre es lo más significativo, de planta cuadrada y octogonal rematada con tejadillo. Tomando una de las calles que se dirigen a la sierra de Alcubierre, cercana al pueblo se encuentra la ermita de la Virgen de la Sabina. El origen del santuario se remonta al siglo XIII, aunque el edificio actual fue terminado en 1687. El acceso a la ermita tiene un arco de entrada que da a un patio, en el cual está el acceso a la capilla.

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Campo de Daroca EXCURSIONES

Anento, donde la belleza llueve

Esta localidad zaragozana se emplaza en la comarca de Daroca, siendo limítrofe con la provincia de Teruel. Se sitúa en la cabecera de la rambla homónima, la cual vierte sus aguas en el río Jiloca a la altura de Báguena. Su mayor atractivo es el Aguallueve, un nacedero donde cae el agua a través de la roca toba rodeado de musgos y líquenes. Y la joya artística está en la iglesia parroquial, un retablo gótico de referencia en Aragón.
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La autovía mudéjar facilita el acceso a esta localidad gracias a su emplazamiento, a tan sólo seis kilómetros del eje que vertebra Aragón de norte a sur. Se emplaza a 83 kilómetros de Zaragoza y 100 kilómetros de Teruel. Una vez atravesadas las parameras de Campo Romanos, el paisaje se quiebra y tras una curva cerrada se desciende a la cabecera de la rambla de Anento. Cobijado bajo los escarpes rojizos se haya el casco urbano, junto a la huerta que riega el agua del riachuelo. El primer punto de visita es la oficina de turismo, que se levanta en una plazoleta peatonal junto a la travesía.

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La propuesta para la mañana invita al senderismo, que llevará a conocer uno de los encantos naturales de la localidad. Desde el parque se inicia el paseo con un recorrido circular por el pequeño valle que termina en el paraje conocido como Aguallueve. En el punto de inicio se unen los dos itinerarios que recorren ambas márgenes del cauce. Tomando el que desciende a la vega, y tras cruzar el pequeño arroyo de aguas cristalinas, se toma una senda perfectamente acondicionada. En primer lugar se pasa junto a un peirón mudéjar de bella factura, dedicado a la Virgen del Pilar. La amplia senda se introduce en el valle dejando atrás las huertas mientras que la frondosa vegetación se apropia del espacio delimitado por roquedales. Tras una media hora de cómodo paseo se alcanza una vieja balsa acondicionada como un pequeño estanque, desde donde se canaliza el riego de huertas y campos.

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.En este punto los riscos cierran el valle de manera casi vertical. Este paraje es denominado Aguallueve por la abundancia de agua que mana de las paredes. Varios manantiales atraviesan la roca caliza creando un espectacular relieve kárstico. El agua cargada de sales cálcicas al contacto con la atmósfera precipita dando lugar a carbonato cálcico y formando la roca toba, característica de estas formaciones. En la zona más espectacular se crean oquedades en las que incluso se puede entrar, salvando la lluvia constante que mana de las paredes cubiertas de musgos y líquenes.

Aguallueve

Después de la visita a este lugar sorprendente, se toma un sendero que asciende de manera cómoda hasta la parte alta de los riscos. Una vez coronados la senda continúa bordeando el barranco en sentido contrario al realizado. El objetivo es alcanzar las ruinas de un torreón celtibérico que data del año 200 a.C. Es también conocido como torreón de San Cristóbal, y de él sólo se conservan los sillares de la parte baja. Sin embargo las vistas de la localidad y del valle justifican este pequeño desvío de un cuarto de hora de recorrido. Ahora sólo resta volver por el mismo itinerario hasta el Aguallueve y tomar el sendero que conduce de vuelta a Anento. La solana de la rambla tiene una vegetación menos frondosa, lo cual permite ampliar las vistas y así disfrutar de los riscos junto a los cuales discurre la senda, en claro contraste con el verdor del fondo del valle y de la margen opuesta.

Antes de alcanzar la población se pasa junto a una fuente que se acompaña de unas mesas que invitan al descanso. Poco después parte una escalinata que conduce al castillo el cual corona la población. El ascenso se realiza de manera cómoda y rápida atravesando un pinar que se acompaña de formaciones rocosas singulares. Ya se sabe de su existencia en el año 1357, momento en que resistió el asedio de los castellanos que llegaron a incendiar la aldea para conseguir el puesto defensivo. Actualmente queda la parte oriental formada por una muralla de treinta metros de longitud coronada con almenas. En el muro se levantan dos torres rectangulares en cuyo interior hay estancias con bóvedas de cañón apuntado. Entre los torreones se abre la puerta de arco semicircular, elevada sobre el foso que antecede al castillo. La fortaleza está situada al borde del monte sustentado por tierras arcillosas, donde se emplaza un mirador con buenas vistas de la vega y del pueblo. El descenso se lleva a cabo por un itinerario diferente, que desciende desde el foso de manera directa al casco urbano. En su trazado el paisaje y la vegetación adorna un recorrido formado por escaleras de piedra de gran belleza. Ya en la población a través del callejón del Pozo se alcanza de manera directa la travesía.

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Para la tarde se propone la visita al casco urbano. Tras el empeño de sus habitantes, en los últimos años el pueblo luce con esplendor su estructura medieval, con calles estrechas que ascienden por la ladera donde se alojan las viviendas que han sido rehabilitadas. En la parte central se alza la iglesia de San Blas. Fue construida durante el siglo XIII, en la época final del románico. En el siglo XV se le añadió la torre de planta cuadrada que se culmina con pequeñas almenas. En su interior el espacio se compone de única nave cubierta con bóveda de cañón apuntado sobre arcos fajones. Cuenta con restos de pinturas murales de estilo franco-gótico de finales del siglo XIII en el ábside. En la cabecera se encuentra la joya artística, su retablo gótico, uno de los más representativos de este estilo de Aragón. Se atribuye a Blasco de Grañén y está fechado entre 1422 y 1459. Está formado por 37 tablas, mostrando las principales a San Blas, la Virgen de la Misericordia y Santo Tomás Becket. Alrededor de ellas otras de menor tamaño muestran escenas narrativas de los mismos. En la parte baja, el sotabanco, se representan imágenes de la Pasión de Cristo.

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Una vez fuera se bordea la iglesia por su parte inferior para poder visitar el atrio correspondiente a la ampliación gótica del templo, cubriendo la portada románica. Se abre al exterior mediante grandes vanos apuntados decorados. Junto a los huertos discurre la calle que conduce al Aguallueve. Un poco más adelante parte la calle Empedrada. Como el resto de la población todas están pavimentadas con piedra, otorgando al pueblo un aspecto rústico. Y las casas completan con sus fachadas pintadas y las flores una belleza que se acentúa en numerosos rincones del pueblo. En la parte central y más elevada se emplaza el mirador de Santa Bárbara. Este espacio compuesto por una plaza que constituye uno de los rincones más bonitos, desde donde se pueden apreciar buenas vistas, rodeado por casas engalanadas con flores por doquier. Entre dos de ellas parte una calle estrecha que conduce a la pequeña ermita de Santa Bárbara, una capilla situada en uno de los rincones más pintorescos de la localidad.

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Comunidad de Calatayud FINES DE SEMANA

Manubles y Ribota, riberas de castillos y mudéjar

Los ríos Manubles y Ribota, afluentes del Jalón, conforman dos valles paralelos que se tienden en dirección a Castilla. La ribera del Manubles destaca por el amplio catálogo de fortalezas que sirvieron para la defensa de Aragón frente a los castellanos en el siglo XIV. Mientras el arte mudéjar sobresale en la ribera del Ribota, con las iglesias de Torralba de Ribota, Aniñón y Cervera de la Cañada.
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En esta propuesta se propone adentrarse en las tierras de la Comunidad de Calatayud. Para ello es necesario tomar como punto de partida la capital bilbilitana, la cuarta ciudad en importancia de Aragón por detrás de las tres capitales de provincia. Desde Calatayud se toma la carretera nacional hasta llegar a Ateca. En el arranque de esta población nace la ruta que recorre la ribera del río Manubles, afluente del río Jalón. La primera parada tiene lugar en Moros, cuyo topónimo recuerda a sus primeros habitantes. Su huella quedó patente en la trama urbana, un enrevesado conjunto de calles muy estrechas dispuestas en una ladera. El acceso rodado desemboca en el Portillo. Desde este punto parte una calle que vertebra la parte alta de la localidad, donde se encuentra la iglesia de Santa Eulalia de Mérida. A partir de este lugar se puede iniciar un recorrido descendente y sin un camino definido por el laberinto de calles que conservan intacto el ambiente musulmán del emplazamiento, y donde no es posible el paso de vehículos. Pero sin duda alguna es imprescindible, ya sea caminando o mediante el coche, descender hasta la vega. Para ello, desde la carretera, una vez sobrepasado el acceso principal parten otros dos caminos asfaltados que bajan a la vega bordeando por completo el núcleo. Desde el puente del Collado se aprecia la estampa más bonita de esta localidad.

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Volviendo a la carretera se remonta el valle. A unos once kilómetros surge la segunda localidad en la que se propone una parada. Las viviendas de Torrijo de la Cañada se agolpan a ambos lados de la carretera. En la travesía se encuentran los edificios más significativos. El primero la iglesia de San Juan, con portada renacentista y torre de planta cuadrada rematada con cúpula semiesférica. Más adelante se alza la casa consistorial. Destaca el edificio por su fachada de ladrillo, con lonja abierta en su parte inferior con arcos de medio punto sobre columnas toscanas. En la parte superior se alza la planta principal coronada por la tradicional galería de arcos de medio punto. Frente al ayuntamiento resta la única puerta del recinto amurallado que se conserva, protegida por una torre que se alza sobre ella. En la parte inferior se abre un arco apuntado que da acceso al puente medieval el cual atraviesa el río Manubles. El pavimento empedrado de este rincón, unido a lo robusto del pequeño puente lo convierten en uno de los rincones más pintorescos de la localidad. Volviendo a la travesía resta por visitar la iglesia de Nuestra Señora del Hortal. Destaca su magnífica portada gótica que se cubre con arco conopial flanqueada por dos pináculos de bella factura. También se puede acceder a los restos de su castillo. Desde la parte trasera del ayuntamiento y tras abandonar las últimas casas, la vereda bordea corrales hasta alcanzar las ruinas del recinto defensivo. Desde este punto se disfruta de una de las estampas más bellas y completas de la localidad. El casco urbano salpicado por sus tres torres y rodeado por las bodegas y la vega.

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Para la tarde se propone continuar recorriendo el valle del río Manubles. Diez kilómetros separan la anterior población de Bijuesca. La travesía pasa a los pies del acceso de la iglesia parroquial de San Miguel, construcción que data del siglo XVII pero que conserva el ábside de su etapa románica. Junto a la torre se encuentra el frontón y el ayuntamiento. En este lugar desemboca una rambla de la cual parten varias calles que conducen a la ermita de la Virgen del Castillo. Precisamente de la fortaleza fue reaprovechada como campanario una torre de planta cuadrada que se remata con almenas. El castillo, motivo de disputa entre castellanos y aragoneses, se encuentra en un espolón rocoso bordeado por un meandro del río Manubles. Conserva muros con almenas y saeteras, reforzados con dos torreones cuadrados. Una de ellas le sirve de acceso mediante un paso inferior en recodo, elemento de tradición musulmana. Las vistas de la vega del Manubles desde la parte alta son espléndidas.

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Una vez abandonada la población, se pasa junto a una nave donde se encuentra una báscula para vehículos pesados. Desde este punto parte una pista cementada que en unos minutos conduce a uno de los rincones más bellos del recorrido del río Manubles. Se trata del Pozo de los Chorros. Una cascada se precipita en un rincón rodeado de vegetación y a sus pies un gran pozo de cristalinas aguas. Desde este punto se puede avistar también la silueta del castillo de Bijuesca.

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La carretera continúa en dirección a Berdejo, situado a tan sólo cuatro kilómetros. El pueblo se encuentra en la margen izquierda del río Manubles, emplazado a casi mil metros de altura. Ascendiendo por las empinadas calles se llega hasta la antigua casa consistorial, edificio que data de 1598. En la planta baja se abre una lonja de dos naves, con tres arcos interiores sustentan el espacio. Sobre ella una planta de ladrillo con ventanas y un balcón central. A escasos metros se encuentra la iglesia de San Millán. Precisamente en este lugar nació este santo en el año 473. Pastor de ovejas, se convirtió en sacerdote y eremita. Se asentó a cuatro kilómetros donde comenzó a fraguar una comunidad religiosa, que daría lugar a la actual población de Torrelapaja. Este santo es más conocido por San Millán de la Cogolla, llamado así el monasterio benedictino que fundó en La Rioja. En cuanto a la iglesia, de su etapa románica conserva el ábside románico el cual se encarama sobre unos riscos que se descuelgan a gran altura. El resto de la fábrica pertenece al siglo XVII. Desde este lugar se puede ascender a la antigua fortaleza. Tiene planta trapezoidal y conserva los muros que en buena parte desafían el acantilado que lo bordea. En el costado este, se encuentra el acceso en recodo bajo una torre de planta cuadrada. En el otro lado del peñasco se alzan otras dos torres rectangulares de menores dimensiones.

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Al día siguiente la visita se traslada a la ribera del Ribota. Para ello se toma la carretera nacional que parte de Calatayud y que coge dirección a Soria. A unos diez kilómetros parte el ramal que conduce a Torralba de Ribota. El topónimo de la localidad tiene su origen en la torre de su antiguo recinto defensivo situada en pleno casco urbano, la  torre alba o blanca. La carretera desemboca en la calle mayor, donde se encuentra la casa consistorial. A la derecha la calle principal se encamina hacia la parte alta de la localidad, donde se emplaza la iglesia de San Félix, construida en el siglo XIV. Se trata de uno de los ejemplos más sobresalientes del mudéjar aragonés. Sobre la fábrica de aspecto militar se levantan cuatro torrecillas con pasos comunicados que se abren con arcos. En la fachada de los pies además se levantan otras dos torres, una de ellas mayor que se culmina con chapitel apuntado. En su interior la iglesia conserva su estructura y decoración mudéjares. Cuenta con una nave cubierta con bóveda de crucería y en la cabecera se abren tres ábsides mediante tres arcos apuntados. El conjunto de muros y bóvedas aparecen decorados con pinturas y esgrafiados. A los pies se levanta el coro añadido en el siglo XV bajo el cual luce un artesonado policromado.

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Un poco más adelante en la carretera nacional parte el desvío que sirve de acceso a Aniñón. Desde lo lejos se avista una amplia panorámica del casco urbano, del que sobresale el impresionante conjunto de la iglesia. Ascendiendo a la parte alta de la población se alcanza el lugar ocupado por el antiguo castillo. Todavía se conserva parte del recinto almenado que lo rodeaba, así como un arco de medio punto que sirve de antesala a la iglesia parroquial. Sobre la fortaleza se levantó la primera fábrica de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo. En el año 1283 se inició la construcción, de la cual resta el excelente muro con decoración mudéjar y la torre. Un incendio destruyó el resto de la iglesia, y las obras de reconstrucción se prolongaron hasta finales del siglo XVI. Al exterior sobresale un muro, uno de los más grandes y mejor decorados del arte mudéjar. En él aparecen cuatro contrafuertes prismáticos y se divide con tres impostas horizontales delimitando el espacio de los paños. En ellos se desarrolla una abundante decoración mudéjar con dientes de sierra, ventanas de arco apuntado y cerámica, todo ello en ladrillo. Se completa con cerámica vidriada. La torre mudéjar se eleva a gran altura. El primer cuerpo está decorado con rombos, bandas en zigzag y arcos mixtilíneos entrecruzados. El segundo cuerpo es el de las campanas, con dos arcos apuntados además de una galería de cinco arcos de menor tamaño. En el siglo XVI fue añadido un tercer cuerpo en el cual se intenta continuar con la misma estructura, aunque sin decoración mudéjar.

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Se abandona la población por otra carretera, la cual conduce directamente a Cervera de la Cañada. En la parte alta está la iglesia de Santa Tecla, a cuyo recinto se accede por un arco de la muralla del antiguo castillo. Se trata de un excelente mirador, con la población a los pies, y la sierra de los Armantes al fondo. La construcción fue llevada a cabo aprovechando muros del castillo. En su interior cuenta con una nave que se cubre con bóveda de crucería. En los muros y bóvedas conserva pinturas del siglo XV. Las ventanas que iluminan el interior se componen de dos arcos ojivales con decoración mudéjar. A los pies se levanta el coro elevado sobre un artesonado policromado con tracerías góticas. El pretil presenta rica decoración mudéjar a base de calados de lazos y rosetas.

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Y para completar el fin de semana se propone acercarse hasta Malanquilla, ya en la frontera con tierras castellanas. Desde la carretera nacional, un ramal de menos de tres kilómetros sirve de acceso a la población. Poco antes de alcanzar las primeras casas, a mano izquierda aparece un molino de viento. Fue restaurado en el año 1990, pasando a formar parte de uno de los monumentos más representativos de la población. Además es uno de los pocos en pie que se encuentran en la geografía aragonesa. Se trata de un molino de viento del siglo XVI, de planta circular cuya altura es de unos nueve metros. Al interior se accede mediante una escalera de caracol hasta la planta alta, donde el movimiento de las aspas de doce metros de longitud se transmite a las dos piedras, volandera y solera, entre las cuales se muele el grano. Un tejado circular en donde se acoplan las aspas proporciona el típico aspecto a este tipo de construcciones. En el casco urbano destaca una gran plaza donde se alza el ayuntamiento y la iglesia de la Asunción. La portada renacentista se guarece por un porche, y la torre de planta cuadrada se culmina con un chapitel realizado en piedra sillar.

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Cinco Villas EXCURSIONES

Ejea de los Caballeros, el agua como motor de desarrollo

La capital de las Cinco Villas, con una población que ronda los 16.000 habitantes, constituye uno de los núcleos más poblados de Aragón. Su historia ha estado ligada a la agricultura desde sus orígenes. El momento clave fue la llegada del canal de Bardenas, y el posterior desarrollo industrial ligado a la maquinaria agrícola. La visita se completa con el castillo de Sora, uno de los más espectaculares y desconocidos de nuestra tierra.
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La ruta natural de acceso a las Cinco Villas parte de la ribera Alta del Ebro, pasando por las poblaciones de Alagón o Gallur. Enseguida se rebasa la primera de las villas, Tauste. Remontando el río Arba, cuyo trazado se diluye entre amplios campos de regadío, en poco más de veinte kilómetros se alcanza Ejea de los Caballeros. Sekia, Segia, Egessa, Siya, Exea y Ejea, hasta llegar al topónimo actual. Sus denominaciones marcan la dilatada historia del emplazamiento y los variados pueblos que la han habitado.

La primera parada está situada justo antes de alcanzar el casco urbano. En una rotonda aparecen señalizados la Ciudad del Agua y el Museo Aquagraria. Se trata del museo agrícola más espectacular de España. Cuenta con unas instalaciones amplias y modernas. En su primera parte, mediante pantallas se muestran una serie de vídeos que analizan la influencia del agua en el desarrollo y el progreso humano. En la salas posteriores se analiza la importancia del agua en el progreso social y económico de Ejea de los Caballeros, desde sus orígenes hasta la construcción del canal de las Bardenas. La zona más amplia ofrece al visitante una extensa colección de maquinaria agrícola antigua, desde el arado hasta la tecnología digital. Las reparaciones de las máquinas provenientes del extranjero forjaron una industria muy pujante en la localidad. Un gran número de vehículos todavía se conservan en uso y está permitido a los visitantes más curiosos montar en ellos, con lo que la experiencia se vuelve más atractiva.

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Para comenzar la visita al centro de la localidad, la oficina de turismo es un buen punto de partida. Frente a ella se alza iglesia de San Salvador, la más importante desde el punto de vista artístico. Fue construida entre los siglos XII y el XIII. La portada principal se abre a la plaza que engalana la iglesia. Está compuesta de tres arquivoltas que se apoyan sobre capiteles con decoración animal. El elemento exterior más atractivo es la torre coetánea a la construcción. Ésta presenta planta cuadrada y en la parte alta se remata con matacanes defensivos. En las esquinas luce garitones, y se culmina el conjunto con almenas. Es interesante acceder a su interior a través de la puerta norte, otra bella portada románica. El conjunto restaurado permite ver la evolución arquitectónica de la iglesia, y admirar el magnífico retablo llevado a cabo entre 1438 y 1476, bajo estilo gótico internacional.

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Desde la plaza parte la calle Mediavilla. A lo largo de su trazado se levantan edificios interesantes como la casa del Carlista. Tiene la típica estructura de un palacio renacentista aragonés, con fachada de ladrillo culminada con galería de arcos de medio punto bajo el alero. Más adelante, tras atravesar un arco, se accede a la plaza de España. Se trata un amplio espacio en cuyos costados se abren porches. Desde el extremo contrario por el que se ha accedido una calle estrecha asciende hasta alcanzar la iglesia de Santa María de la Corona. Se sitúa en el lugar más alto de la villa. También fue levantada entre los siglos XII y XIII. La portada románica está en el muro sur, y se protege mediante un pequeño pórtico. Se compone de cuatro arquivoltas decoradas con zigzag y rombos. Las columnas lucen formas estriadas, vegetales y geométricas. La torre tiene un cuerpo de la época románica, al que se le añadieron posteriormente dos más en planta cuadrada y un remate octogonal.

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Paseando por el barrio de la Corona, se alcanza la plaza del Rufián, donde está el centro expositivo La Espiral. En su interior los pequeños espacios se distribuyen alrededor de una espiral descendente, donde se explica toda la historia de Ejea, desde sus orígenes hasta la actualidad. Se trata de un buen lugar para conocer de una manera sencilla y visual la amplia trayectoria histórica de la capital de las Cinco Villas.

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Después de una intensa mañana de visita cultural en Ejea de los Caballeros, para la tarde se propone una opción completamente diferente. Se deja la población en dirección a Zaragoza. En poco más de un kilómetro es necesario tomar la carretera que conduce a Castejón de Valdejasa. Doce kilómetros y medio más tarde parte una pista a mano izquierda que conduce a la paridera del Castillo en unos minutos. Allí debe dejarse el vehículo. Desde este punto un camino de acceso restringido conduce al Castillo de Sora. Un kilómetro y medio de ascenso y se corona la estribación del monte de Sora, donde se asienta la fortaleza. Aunque los orígenes del recinto defensivo datan del siglo XII, en el siglo XVI fue ampliado por el conde de Ribagorza. Está situado en una elevación con defensa natural, y sus cimientos son la propia piedra caliza. Quedan restos de su recinto amurallado, con dos torreones en los extremos, que protegen el lado de más fácil acceso. El elemento más importante es la torre del Homenaje. De doce metros de lado, constaba de tres plantas, aunque sólo se conserva la bóveda de medio cañón que cierra el interior de la torre. En sus muros se abren ventanas arquitrabadas. Además de la espectacular estampa del castillo, desde este enclave se puede divisar las llanuras esteparias de Luna, Erla y Castejón, un motivo más para no dejar de visitar este lugar tan espectacular y desconocido.

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