La ruta del Tambor incluye poblaciones como Albalate del Arzobispo, catalogada como conjunto histórico artístico. Sus calles recuerdan el pasado musulmán donde sobresale la torre mudéjar de su iglesia y un castillo gótico que corona la población. Y en su término municipal el Barranco de Valdoria, un lugar donde poder disfrutar de una pequeña aventura surcando un espectacular barranco con muchísimos atractivos.
Esta excursión recorre el término municipal de Albalate del Arzobispo, en Teruel. Se accede a esta localidad desde Híjar, que está situado en la carretera de Castellón. Dejando la visita del casco urbano para la tarde debe tomarse la carretera que conduce a Andorra. En las inmediaciones del km 25, a unos seis kilómetros del pueblo, parte una pista señalizada a mano izquierda. Un panel informativo marca el arranque de la ruta que conduce al Barranco de Valdoria. La pista en buen estado se encamina hacia el lugar, debidamente señalizada en todos los cruces. Termina en un pequeño olivar, donde debe dejarse el vehículo.
TIEMPO |
DESNIVEL |
DIFICULTAD |
2 horas (total) |
200 m (acumulado) |
Media /Alta |
La senda se adentra en el frondoso barranco repoblado con pinos y flanqueado por riscos de conglomerados. En un cuarto de hora se alcanza una pequeña caseta construida bajo la roca. Se recorre ahora un tramo mucho más angosto hasta alcanzar los antiguos depósitos de agua situados al abrigo de una gran cueva abierta. Fueron utilizados antaño para el abastecimiento de la población de Albalate del Arzobispo. Unas grapas adosadas a la roca permiten acceder hasta su interior. Desde la parte alta las vistas del barranco son espectaculares. Volviendo al sendero se alcanza la zona más angosta, donde cae agua de las paredes tapizadas de musgo y helecho, formando una pequeña balsa.
La aventura comienza teniendo que pasar agachado bajo la roca y bordeando el agua. Al fondo una escalera asciende a un rellano superior cerrado por una presa de hormigón de once metros de altura. Unas grapas en su muro de contención escalonado permiten ascender sin dificultad. Ya arriba aparece el pequeño embalse que acumula el agua que ocupa este estrecho y profundo barranco. Hasta este punto la dificultad es media y para los menos atrevidos llegar hasta este punto habrá merecido sobradamente la pena. Para avanzar en la ruta ahora es recomendable el uso de casco y arnés. A la derecha parte una senda que se apoya en una pequeña vía ferrata que bordea una de las laderas del embalse. Está dotada de grapas y vía de vida en todo su recorrido.
Al llegar a la parte alta y dejando el sendero que conduce a la Cueva Negra, se toma una senda que rodea el embalse. Tres cuartos de hora se han invertido hasta finalizar la vía ferrata, y sólo son necesario diez minutos más para alcanzar la Cueva del Huerto. Al llegar a la cola del embalse, una escalera permite el descenso a un espacio cubierto de árboles de gran porte e inundado por la hiedra. Este idílico rincón cuenta con un lateral bajo la roca a modo de abrigo de 42 metros de largo y 6 metros de altura. En su interior hay una mina de agua excavada en el siglo pasado, de donde fluye un arroyo que alimenta el embalse.
Debe desandarse todo el recorrido hasta la caseta situada junto a los depósitos del barranco. A escasos metros parte un nuevo sendero, el cual será utilizado para la vuelta. Es conocido como Rincón del Gorgo. Un leve ascenso entre pinares sitúa al senderista bajo los conglomerados. Bordeando las paredes rocosas se alcanza un primer punto de interés donde la senda atraviesa un estrecho entre dos paredes rocosas de gran altura. Y un poco más adelante se llega al tramo más espectacular, en el cual un deslizamiento de las paredes rocosas ha formado un estrecho de gran altura, cubierto a modo de cueva, donde la luz sólo entra por ambos extremos. Se puede atravesar sin el apoyo de una linterna, pero si se lleva mejor. En su interior la senda desciende y vuelve a ascender, dotada en todo su recorrido con peldaños de madera que facilitan el tránsito. Un lugar ciertamente atractivo. Al salir de la cueva el sendero comienza el descenso atravesando el pinar hasta alcanzar la senda inicial, ya muy cerca del aparcamiento de vehículos.
Una vez realizada la excursión se recomienda antes de la comida acercarse hasta el Santuario de la Virgen de Arcos. Para ello hay que volver en dirección a Albalate del Arzobispo y antes de llegar tomar la carretera que conduce a Oliete. Tras recorrer poco más de siete kilómetros se alcanza el cruce que asciende al santuario que se yergue sobre un roquedal imponente, frente al río Martín. Este lugar fue poblado desde época de los iberos, y más tarde surgió el pueblo de Arcos en torno a su castillo ubicado en el lugar ocupado ahora por el santuario, que fue posteriormente abandonado. En el siglo XVII comenzó la construcción de un digno santuario para albergar la patrona de Albalate del Arzobispo, que fue ampliado posteriormente. En la actualidad el estado del conjunto dista mucho del esplendor de antaño, pero sigue siendo pintoresco por su peculiar ubicación.
Por la tarde se propone la visita al casco urbano de Albalate del Arzobispo. Coronado por el castillo, sus casas se extienden hasta el cauce del río Martín ofreciendo una estampa pintoresca.
Desde el puente una calle empinada y estrecha conduce a la plaza de la Iglesia, que alberga la casa consistorial y el templo parroquial. La iglesia de la Asunción es un edificio levantado entre 1581 y 1589, conservando sólo la torre mudéjar de la fábrica anterior. Construida en ladrillo consta de tres cuerpos, a los cuales se añadieron dos más culminándose con chapitel apuntado. En el segundo cuerpo se concentra la decoración mudéjar con esquinillas, rombos y modillones, además de azulejos de color blanco y azul. Al interior destaca la capilla de la Virgen de los Arcos que data de 1765, la cual se cubre con cúpula elíptica sobre pechinas y cubierta con esbelta linterna.
Desde la plaza mayor, a mano derecha se accede al castillo mediante unas escalinatas empinadas. Una verja delimita el espacio circundante, donde también se ubica la plaza de toros. El castillo palacio está considerado como una joya del gótico aragonés, el cual puede visitarse consultando los horarios previamente. Fue construido entre 1297 y 1313. Esta residencia se distribuía en forma de un cuadrilátero con salas dispuestas alrededor de un patio central descubierto de la cual se conserva un edificio rectangular de dos plantas. Una escalera de madera sirve de acceso a la planta inferior, compuesta de una sala se cubre con bóveda de cañón apuntado con estrechos ventanales. Sobre ella hay ahora emplazada una terraza, a falta de las construcciones desaparecidas. Parte de esta segunda planta es ocupada por la pieza más sobresaliente, la capilla. Se divide en seis tramos mediante arcos. El techo se cubre con viguería, adornada por pinturas policromadas, con motivos heráldicos. En sus muros se abren cinco ventanas de bella tracería gótica, dos de ellas en el lado derecho y de mayor amplitud. En el exterior destaca la torrecilla octogonal mudéjar, que sobresale en la silueta del castillo.
Si se dispone de algo más de tiempo merece la pena pasear por las estrechas calles para descubrir el pasado musulmán de la localidad. Desde la plaza de la Iglesia parte la calle Tremedal, la cual conduce sin pérdida al único portal conservado de la primitiva muralla. Este portal presenta en la actualidad la singularidad de tener una doble advocación religiosa: a intramuros la capilla de Santo Domingo y hacia el exterior exhibe una bella hornacina con la imagen de Nuestra Señora de Arcos. Volviendo de nuevo a la plaza debe tomarse ahora la calle Mazas. Le suceden otras calles que suben vertiginosas hacia una de las colinas que rodean el casco urbano. Abandonamos las últimas casas, y los pasos conducen a la ermita del Calvario, rodeada de un amplio pinar desde donde la vista del pueblo y de toda la vega del Martín es privilegiada.