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Comunidad de Teruel EXCURSIONES Sierra de Albarracín

Acueducto Romano, transportando el agua desde Albarracín a Cella

El Acueducto Romano de Albarracín a Cella constituye la obra de ingeniería hidráulica romana más importante de la Península Ibérica. Además puede ser considerado el primer trasvase de agua, trasladando agua del río Guadalaviar al río Jiloca, es decir de las cuencas del Júcar al Ebro. Sin embargo la Fuente de Cella es mucho más conocida. Su profundidad y su caudal la convierten en el pozo artesiano más importante de Europa.
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La autovía mudéjar sirve de aproximación al valle del río Guadalaviar donde se encuentra el punto de partida de la excursión. Tomando la salida que conduce a Cella,  es necesario bordear la población en dirección a Albarracín. Una vez alcanzada la localidad de Gea de Albarracín, junto al acceso al casco urbano se encuentra el Centro de Interpretación del Acueducto Romano. Se trata de un moderno edificio en cuyo interior se muestra la importancia del agua en la sociedad civil romana. En la sala principal se exponen algunas reproducciones de los restos arqueológicos encontrados. Un par de salas más sirven para la proyección de un pequeño documental, y para la explicación de la obra del acueducto.

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La construcción se llevó a cabo en el siglo I d.C. Fue necesario el trabajo previo de los topógrafos para marcar su trazado y diseñar su recorrido aprovechando en la medida de lo posible las curvas de nivel del terreno. Tiene una longitud de casi 25 kilómetros, tomando las aguas del río Guadalaviar en un azud cercano a Albarracín. Después se dirige a Cella, donde existió una población romana a la cual abastecía de suministro de agua. En su construcción se excavaron 9 kilómetros de galerías, dotadas de casi un centenar de pozos. Su ligera pendiente permitía el suave discurrir del caudal, cercano a los 300 litros por segundo.

A lo largo de su recorrido están acondicionados para la visita siete puntos, dotados de aparcamientos y de paneles informativos. Tres de ellos, los que cuentan con los restos más espectaculares, se encuentran en torno a la población de Gea de Albarracín. Frente al centro de interpretación, al otro lado de la carretera, parte una pista de un kilómetro que sirve de aproximación a la Cañada de Monterde. A escasos metros del aparcamiento discurre el acueducto. A la izquierda aparece un corto tramo cubierto al que le sucede el canal en abierto. Y a la derecha comienza un tramo subterráneo de una longitud de unos 200 metros de longitud, en el cual aparecen dos pozos de ventilación de escasa altura. Se trata del túnel habilitado más largo del acueducto romano.

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Para continuar con la visita es necesario retomar la carretera y cruzar la localidad de Gea de Albarracín. Junto al último edificio, a la derecha parte una pista de medio kilómetro que conduce a un aparcamiento. Un sendero discurre por el fondo del Barranco de los Burros, flanqueado por paredes agrestes. Tras atravesar una pequeña presa se alcanza el fondo del barranco y se asciende hasta la cota por donde discurre el acueducto. Existen dos ramales, uno en cada dirección. En ambos se puede recorrer un tramo de galería cuyo interior es iluminado por las ventanas abiertas en su trazado, desde donde hay buenas vistas del barranco. Se trata de uno de los tramos más atractivos del acueducto romano.

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Para alcanzar el tercer punto de interés es necesario volver a la carretera y tomar dirección a Albarracín. En menos de un kilómetro aparece un desvío señalizado, por cuya pista se accede al lugar de estacionamiento. Un sendero asciende por una ladera hasta alcanzar la galería excavada cuyo tramo es conocido como Azud de Gea de Albarracín. En la roca se abren numerosas ventanas. Éstas sirvieron tanto para la excavación, como para el posterior registro favoreciendo el mantenimiento de la obra. Desde este punto las vistas del valle del Guadalaviar son un atractivo más a la visita.

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En el caso de disponer de más tiempo también es recomendable visitar la Galería del Túnel, a cuyo tramo se accede desde un aparcamiento situado a poco más seis kilómetros en dirección a Albarracín. Allí se pueden ver 250 metros de canal a cielo abierto tallado en la roca y un túnel de unos 30 metros.

Para la tarde se propone la visita de las poblaciones más cercanas a los restos de la obra romana. En primer lugar Gea de Albarracín. Su casco urbano de disposición alargada se articula en torno a una calle principal. En su primer tramo se pasa junto a la ermita de San Roque, que luce el característico porche apoyado sobre columnas en la parte delantera. Un poco más adelante se alcanza el Portal de Teruel, resto del pasado amurallado de la población. Está compuesto de un arco de medio punto en piedra de rodeno. Su entorno ofrece uno de los rincones más pintorescos. La calle mayor avanza, ahora con trazado más quebrado y estrecho, donde las viviendas ofrecen un aspecto más tradicional destacando sus voladizos. Pero también sobresalen buenos ejemplos de la arquitectura civil como la Casa de los Condes de Fuentes, con acceso adintelado, balcones y escudo nobiliario, o la Casa de los Liceres, con vanos rectangulares algunos de ellos con ejemplos notables en forja. Se atraviesa la plaza del ayuntamiento, y la calle mayor pasa junto a la iglesia de San Bernardo. El edificio barroco del siglo XVII muestra una modesta imagen exterior. La arquitectura tradicional acompaña al visitante hasta alcanzar un sencillo arco que marca el final del casco antiguo de la población.  

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El final de la excursión lo marca la población de Cella, situada en la cabecera del valle del Jiloca. Tras rodear el casco urbano por la circunvalación se llega a la avenida de la Fuente, eje principal de la localidad. La primera parada tiene lugar junto a la parte trasera de la iglesia de la Inmaculada. Se trata de un gran edificio llevado a cabo en varias etapas que arrancan en el siglo XIV. La torre, que data de 1609, se culmina con un cuerpo octogonal rematado con cupulín. Un espacio delimitado por un recinto murado embellece el acceso a su interior, a través de un arco rebajado de cuatro arquivoltas cubierto por un pórtico. Desde este lugar una calle ascendente deja a los pies de una escalinata. Arriba se abre la plaza presidida por el ayuntamiento, un edificio de finales del siglo XVI. En su parte baja cuenta con una lonja de cuatro arcos de medio punto. Sobre ella la primera planta con huecos adintelados y en la parte alta ventanas dobles semicirculares, con un pequeño cuerpo central para albergar el reloj.

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Volviendo al punto inicial, se continúa por la avenida hasta alcanzar la Fuente de Cella, el baluarte más conocido de la población. Debido a su profundidad, nueve metros y medio, y a su caudal, unos 2000 l/seg, la convierten en el mayor pozo artesiano de Europa. Su descubrimiento y utilización se remonta con probabilidad a la época musulmana. Sin embargo, históricamente se dice que el pozo fue perforado por los caballeros templarios. En el año 1686 el concejo de Cella acondicionó la fuente ampliando las galerías de las surgencias. Entre 1729 y 1732 se llevaron a cabo obras a cargo de Domingo Ferrari. En esta fecha se construyó alrededor del pozo artesiano un pretil de piedra de sillería de planta elíptica. Justo encima del punto donde parte la acequia se construyó una sencilla y elegante capilla. Además el joven ingeniero italiano reestructuró los cauces que parten de la fuente y que son empleados para el riego en los pueblos cercanos. Esta acequia es conocida en la actualidad como río Cella, considerada por algunos como el primer tramo del río Jiloca. Para otros su nacimiento está en los Ojos de Monreal, situados 35 kilómetros más abajo. En las últimas décadas, debido a la proliferación de pozos para regadío la fuente de Cella ha disminuido drásticamente su caudal. Ello permitió verla completamente seca en 1995, cosa que había ocurrido en contadas ocasiones a lo largo de su historia. El pozo en su parte final cuenta con una escalera de 18 peldaños, y más abajo un muro de más de dos metros de altura. En el fondo hay dos galerías, una de ellas de dos metros de altura y otra de unos 60 centímetros.

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FINES DE SEMANA Sierra de Albarracín

Montes Universales, donde nace el Tajo

En los Montes Universales nacen el Tajo, el Gabriel y el Guadalaviar, uno toma camino al Atlántico y los otros dos hacia el Mediterráneo. Sobresale una arquitectura tradicional con abundantes trabajos en rejería, y unos paisajes que alternan prados y pinares, donde se practicaba antaño la trashumancia. Un paisaje salpicado además por simas y dolinas, formaciones espectaculares.
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La propuesta para comenzar el fin de semana conduce al Mirador del Portillo. Tras atravesar la población de Guadalaviar, la carretera asciende entre pinares hasta alcanzar la cota más alta. Junto al portillo, estrecho rocoso que atraviesa la carretera, se puede dejar el vehículo y subir andando hasta el mirador acondicionado, situado a 1.800 metros de altitud. Desde este punto, gracias a los paneles explicativos, se puede divisar e identificar un buen número de puntos de interés en todas las direcciones.

La carretera desciende rápido hasta el valle del Tajo, en el cual se alternan pastizales y pinares. Remontando el pequeño cauce se alcanza el Nacimiento del Tajo perfectamente señalizado. En este punto el río recibe sus primeras aportaciones al caudal de manera temporal. El río Tajo es el más largo de la Península Ibérica y en sus 1072 kilómetros atraviesa España para desembocar en Lisboa. En este nacedero manan aguas pero no dan lugar a un cauce estable, y hasta más adelante no se puede ver un joven río de caudal permanente. En este lugar se instaló en el año 1974 un grupo escultórico realizado por el escultor José Gonzalvo. La escultura mayor simboliza al «Padre Tajo» y las tres menores las provincias de Teruel, Cuenca y Guadalajara.

La carretera avanza en dirección a Frías de Albarracín. Tres kilómetros antes de llegar a la población, a mano izquierda parte un camino señalizado. A escasa distancia y oculta por los pinares aparece un gran agujero en el terreno, la Sima de Frías. Una valla de madera protege la sima, cuyas paredes se precipitan de manera vertical en buena parte de su perímetro. Cuenta con unos 80 metros de diámetro, y unos 60 metros de profundidad. Para poderla observar mejor es necesario rodearla, ya que desde el lado opuesto al acceso se aprecia en toda su magnitud.

Por la tarde el plan es mucho más tranquilo, con la visita a la población de Griegos y su entorno. Esta localidad es una de las más elevadas de la Península Ibérica. Se asienta a 1600 metros rodeada de pastizales donde abundan las vacas. La arquitectura de montaña queda de manifiesto en las fachadas donde se alternan la piedra y el encalado, con muestras interesantes en rejería. Un paseo por sus calles invita a descubrir la plaza principal, con el abrevadero y el ayuntamiento en un costado, y se puede prolongar hasta la iglesia parroquial, situada en un extremo del núcleo, en la parte alta.

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Volviendo a la carretera por el mismo acceso, esta bordea Griegos por la izquierda. A escasa distancia parte un camino a mano izquierda que conduce a un vallado en medio de un pinar, donde es posible la observación de varios ciervos de una manera fácil. No es el mejor alojamiento para estos animales que pueblan los Montes Universales, pero es una opción para poderlos ver de cerca.

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Para completar la tarde se recomienda subir a la Muela de San Juan. El acceso se encuentra señalizado, una vez rebasado el pueblo, a mano izquierda. Una masa de denso pinar acompaña la subida por la pista asfaltada. En la parte alta se encuentran las instalaciones de las pistas de esquí de fondo. Un poco más adelante se llega a la modesta Cruz de Santa Bárbara, junto a una torre de observación forestal. Este punto es un excelente mirador del valle del río Griegos.

La mañana del domingo es un buen momento para dar un paseo, siempre y cuando no haga demasiado frío. En ese caso se puede invertir el orden de la visita con el museo que se verá a continuación. El punto de partida para la visita del Campo de Dolinas de Villar del Cobo es el cruce de carreteras junto a Casas de Búcar. En ese lugar parte una pista que discurre en paralelo a la carretera de Griegos, y que pasa junto a una granja. Poco antes de haber recorrido un kilómetro se toma el ramal que desciende al río Griegos. En este lugar es recomendable dejar el vehículo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 30 min (circular)

125 m

baja

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Se continua por la pista de gran pendiente y abundante piedra suelta, entre la cual es muy fácil encontrar fósiles. Al final de la rampa se toma un desvío que parte al frente, y siguiendo un sendero poco marcado se alcanza la primera dolina. En medio de la paramera con escasa vegetación surge una gran depresión de 350 metros de diámetro y 50 metros de profundidad. Sus dimensiones sorprenden e incluso la cámara de fotos se ve incapaz de abarcar toda su extensión. Bordeando por la izquierda se va ascendiendo por sendas poco marcadas hasta alcanzar otras dos simas de menores dimensiones, pero de mayor belleza por los pinos que salpican su interior. Se deben bordear por la izquierda, y de nuevo a unos minutos se alcanza una nueva dolina, ésta mayor tapizada en buen parte de su interior por un denso pinar. Si se rodea por la izquierda, se descubre la última a la izquierda.

Este punto es la parte más alta de esta nueva dolina. A pesar de contar con la misma superficie que la primera que se ha visitado, su profundidad es de 100 metros, en parte favorecida por la pendiente del terreno en el que se asienta. El recorrido la bordea por su izquierda, sin senda evidente, pero en paralelo a la depresión, atravesando un denso pinar. La vista desde la parte inferior también impresiona. Para completar el paseo circular es necesario descender al pequeño cauce del río Griegos, y acompañarlo en su suave discurrir, buscando la senda más cómoda. Así se alcanzará el vehículo que está aparcado junto al arroyo, aguas abajo. Este paseo tiene una duración total de una hora y media.

La mañana se completa con la visita al Museo de la Trashumancia que se emplaza en el centro de la localidad de Guadalaviar. En su interior muestra de una manera amena la distribución de las veredas en Aragón, abundante material sobre aspectos relacionados con la lana y el marcaje del ganado y en la parte alta una recreación de una caseta pastoril. Una visita interesante que descubre este modo de vida que durante siglos imperó en estas tierras.

El fin de semana por tierras turolenses puede completarse con la visita a la localidad de Villar del Cobo. En la travesía de la carretera se pueden observar ejemplos de arquitectura tradicional con fachadas encaladas en las que destaca el trabajo en rejería. Ya dentro del pueblo se encuentra la casa-palacio de los Muñoz, una de las más importantes de la Comunidad de Albarracín por su volumen, excelente rejería y galería de vanos adintelados con dibujos geométricos. Cercana está la iglesia de San Justo y San Pastor, a la cual le precede un singular pórtico de estilo gótico. Si todavía se dispone de algo de tiempo se puede culminar la visita al lugar subiendo a la ermita de la Virgen del Rosario, a la cual se puede acceder andando por una calle al otro lado del cauce que cruza el pueblo. La ermita se rodea de una bonita pradera con un abrevadero y desde este lugar se observa una buena vista de la población.

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