Al norte de las Cinco Villas se localizan dos pintorescos pueblos que conservan en su casco urbano la esencia de su riqueza patrimonial de antaño. Su ubicación, a los pies de la Sierra de Santo Domingo, ofrece al visitante un añadido paisajístico a la visita. En sus faldas nacen los ríos Arba de Luesia y Arba de Biel. El enclave natural más conocido y valorado es el pozo de Pigalo.
Para acceder a esta zona es necesario encaminarse a la capital de la comarca de las Cinco Villas, Ejea de los Caballeros. A esta villa se puede llegar provenientes de la carretera de Logroño, desde Alagón. También es posible la aproximación desde la autovía mudéjar, partiendo del entorno de Zuera.
Al norte de la capital cincovillesa parte una carretera de montaña. Aunque en su tramo inicial discurre cerca el río Arba de Luesia, después de atravesar la localidad de Rivas sigue el curso de uno de sus afluentes, el río Farasdués o Agonía. Tras recorrer unos veinte kilómetros aparece el desvío al pequeño enclave de Asín. Es recomendable dejar el vehículo a la entrada, junto a las antiguas escuelas. Un paseo por sus calles ofrece al visitante bellas muestras de arquitectura civil, con portadas y ventanas decoradas. Se concentran principalmente a lo largo de su calle mayor. En la parte alta del núcleo se alza la iglesia de Santa María. La construcción románica data del siglo XIII. Destaca por el gran volumen de su ábside semicircular. La puerta de acceso, de arco de medio punto, ofrece en el tímpano un crismón rodeado de estrellas y flores. Sobre el tejado se alzan dos espadañas donde se alojan las campanas. Abandonando la calle principal se alcanza en unos minutos la fuente vieja. Enclavada en un bello rincón con abundante sombra situado a los pies de un puente reconstruido hace un siglo. Entre sus sillares se conserva una inscripción romana.
Retomando la carretera y surcando el frondoso valle se alcanza la población de Luesia en diez kilómetros más de ruta. El asentamiento actual es de origen musulmán, citado como Hisn Lawassa, en referencia a la fortaleza árabe. De manera temprana pasó a manos cristianas convirtiéndose en Lusia. En la travesía de la carretera se emplaza la oficina de turismo, punto de partida para la visita. Desde allí lo primero es acudir a la iglesia de San Esteban, emplazada en un montículo. El edificio alberga en su interior el museo de arte sacro de la localidad. La nave conserva su estructura románica, dividida por arcos fajones sobre columnas con capiteles de decoración floral. El presbiterio se cubre con bóveda de cuarto de esfera. En la capilla barroca del Santo Cristo se conserva la antigua portada románica. En cuanto al museo, cuenta con retablos, imágenes religiosas y orfebrería procedentes de las tres iglesias con que cuenta la localidad. Desde este punto se desciende hasta la calle del Burgo, como se conoce la arteria principal. En ella se abre la plaza mayor y más adelante la plaza de la Villa, donde está el edificio del ayuntamiento. Se trata de un palacio renacentista aragonés del siglo XVI. Su fachada cuenta con tres plantas separadas por molduras. La baja con el acceso de arco de medio punto, la noble con vanos adintelados y la superior con galería de arcos de medio punto bajo el alero de madera.
Desde este lugar arranca la calle de San Pedro en dirección al castillo. En este sector se levantaron viviendas que denotan el esplendor arquitectónico de los siglos XVI y XVII. Palacios con bellas portadas y ventanas, escudos heráldicos y bonitos aleros. En la parte más alta del pueblo se emplaza la iglesia de San Salvador. De su fábrica románica se conservan al exterior dos ábsides semicirculares de gran altura y una portada en desuso junto al escalinata de acceso. Dentro del pórtico sorprende la portada principal. Cuatro arquivoltas de medio punto y capiteles historiados se completan con un tímpano donde aparece Cristo rodeado por los evangelistas. Bordeando la iglesia se puede avistar la imponente fortaleza del siglo XII, sin restos de la etapa musulmana. El elemento más importante es la torre pentagonal que se yergue sobre un promontorio rocoso. En el lado opuesto del montículo se levantaba otra torre de la que sólo quedan los cimientos.
Un poco más adelante, ligeramente separada del pueblo, está la ermita de la Virgen del Puyal. Mandada construir por Jaime I en el siglo XIII, sólo resta de esta etapa la cabecera. El resto fue levantado entre los siglos XIV y XVIII. Su nave se cubre con arcos apuntados y la portada se cubre con un gran arco de medio punto con una torre en un costado. Su virgen, una talla de alabastro del siglo XV, es de gran devoción entre los vecinos.
Tras la visita al casco urbano ahora toca descubrir el entorno natural que atesora en su término municipal. Al salir el pueblo se toma dirección a Uncastillo. Un poco más adelante parte una pista de tierra en buen estado. Poco a poco se aproxima al cauce del río Arba de Luesia. A los seis kilómetros y medio, junto a un antiguo molino, parte un desvío a mano izquierda. Otra pista que conduce en menos de tres kilómetros hasta la base de las Torres de Sibirana. Para acercarse se toma un poco más adelante un camino a mano derecha. Se trata de una fortaleza defensiva imponente. Disputada entre musulmanes y cristianos, la fábrica actual data de finales del siglo XI. Consta de dos torres de planta rectangular encaramadas sobre unos riscos de acceso muy complicado. Enfrente se alzan los restos de la ermita románica de Santa Quiteria. A pesar de su estado todavía conserva la portada coronada con un crismón trinitario y la nave rematada con ábside semicircular.
Es necesario volver al cruce anterior para alcanzar uno de los iconos por los que es conocida Luesia, el Pozo de Pigalo. Lugar muy frecuentado de baño durante el verano, el resto del año ofrece todo su potencial natural. Desde el punto anterior, hay un kilómetro de distancia hasta el aparcamiento de vehículos. Cerca se encuentra el paraje, una piscina natural de aguas cristalinas y de gran profundidad. El río Arba de Luesia vierte el agua mediante una pequeña cascada. A la salida un gran escarpe calcáreo se introduce en el fondo de la poza y sobresale por uno de los extremos a modo de muralla natural escalonada. Su entorno es de gran belleza, con el cauce surcando un frondoso valle. A su alrededor dispone de un área recreativa y un camping.
Para la tarde se propone ascender hasta uno de los mejores miradores del municipio. Volviendo a las inmediaciones de Luesia, parte un camino asfaltado que conduce al campo de fútbol. A partir de este punto se convierte en una pista que atraviesa una masa forestal formada por robles, carrascas y pinares. En las zonas de umbría también surgen rodales de hayedos que se alternan con pastizales. Finalmente la vegetación va disminuyendo y las vistas se van abriendo. Se alcanza la cumbre, Puig Moné, a 1.303 metros de altitud. Allí se ubica un refugio forestal. Al norte, en primer plano, se avista la Sierra de Santo Domingo y tras ella la cordillera pirenaica. Al sur se puede divisar la Sierra de Guara e incluso el Moncayo en días claros. Y al oeste, a los pies, el valle formado por el río Arba de Luesia.
Para continuar con la excursión se toma la carretera que conduce a Biel, una vez recorridos quince kilómetros. Lo primero que se divisa es la figura de su castillo, uno de los atractivos de esta pintoresca localidad. En la entrada de la población, frente a una fuente, parte una calle ascendente y sinuosa que deja a los pies de la iglesia de San Martín, construcción adosada a la fortaleza defensiva. La actual construcción se debe a una reforma del siglo XVI. Al exterior sus muros se engalanan con una galería de arquillos en su parte alta. El acceso principal se encuentra en un lateral, entre dos contrafuertes. Su interior consta de una nave cubierta con bóveda de crucería que se culmina con cabecera poligonal. A los pies se levanta el coro, que se apoya sobre una preciosa bóveda nervada. Entre los elementos de interés está el retablo mayor y la cripta románica descubierta tras la restauración integral del edificio.
En el lado opuesto se alza su castillo mandado construir por el rey Sancho III El Mayor. La actual fábrica data de la segunda mitad del siglo XI. Su estructura responde a un donjón, construcción de influencia europea que consta de una torre del homenaje destinada a vivienda, rodeada de un pequeño recinto defensivo ya desaparecido. La torre de grandes dimensiones se asienta sobre la roca y alcanza una altura de 30 metros. En la actualidad se cubre con un tejado a cuatro aguas. Cuenta con cinco plantas, con una superficie de más de cien metros cuadrados cada una de ellas. En sus muros se abren abundantes saeteras, ventanas estrechas adecuadas a su carácter defensivo. En el siglo XVI se produjo una reforma en la cual se abrieron grandes ventanales. En la parte superior se abren huecos que permitían el acceso a cadalsos individuales. Se trataba de estructuras de madera, salientes respecto a torre, destinadas a la defensa de la fortaleza.
La visita a la localidad se complementa con un paseo por sus calles. Desde la entrada parte una calle mayor. A mitad de la misma un pasarela de madera conecta dos casas, una de ellas Casa Pelaire. Un poco más adelante surge la plaza Baja, con uno de los edificios más singulares del pueblo. Casa Manolete destaca por el porche en su parte baja y la galería de madera sobre el mismo. Esta plaza era el lugar de encuentro entre cristianos y judíos. Contó con una de las juderías más importantes de Aragón, llegando a aglutinar a la mitad de la población del núcleo. Los judíos llegaron en el siglo XI, organizándose como aljama o concejo en la segunda mitad del siglo XIII. Con el edicto de expulsión de 1492 se vieron obligados a emigrar, aunque muchos se convirtieron al cristianismo. Un recorrido señalizado por las calles que acogían casi un centenar de viviendas permite evocar el pasado. En la margen contraria al castillo, en paralelo a la calle mayor, discurren otros viales entre los cuales destacan bellos ejemplos de su rica arquitectura civil. Entre ellos Casa Fuertes, que luce portada con dovelas cajeadas y decoradas con motivos geométricos. Y un poco más adelante aparece la casa de la Villa, uno de tantos edificios civiles relevantes de la población. Descendiendo por la calle San Juan se llega al comienzo del recorrido, en la entrada de la localidad.