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Cuencas Mineras EXCURSIONES

Montalbán y Peñarroyas, ladrillo mudéjar y piedra de rodeno

En el centro de las Cuencas Mineras se encuentra Montalbán, la capital histórica de la comarca. Su casco urbano atesora una de las joyas del mudéjar aragonés, la iglesia de Santiago. Unidas por el cauce del río Martín aparece la población de Peñarroyas. Se cambia el ladrillo mudéjar por la piedra de rodeno. La pintoresca localidad ofrece rincones teñidos por el color rojo, que se extiende al paisaje que rodea este bello enclave turolense.
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La comarca de las Cuencas Mineras cuenta con buenas comunicaciones. De Zaragoza se puede acceder por la carretera que pasa por Belchite y Muniesa. Y desde Teruel hay conexión directa por carretera nacional. A la entrada de la población de Montalbán  aparece indicado el itinerario que atraviesa el casco urbano alcanzando la parte trasera por donde discurre el barranco del Infierno. Desde este punto parte una carretera que en cinco kilómetros deja en Peñarroyas. Se trata de un pequeño pueblo que se asienta junto al río Martín. Las piedras royas son también conocidas con el nombre de piedra de rodeno, una roca de arenisca roja producto de la lenta sedimentación de las arcillas.

Justo antes de alcanzar la localidad hay un aparcamiento donde dejar el vehículo. Debido a lo estrecho de sus calles, el casco urbano es prácticamente peatonal. Una calle sinuosa articula la población pasando por un espacio central con un mirador hacia la vega. Un paseo tranquilo por todas las calles y callejas permite descubrir un pintoresco núcleo dominado por el color rojo de sus construcciones. Más adelante surge otra replazoleta donde está la iglesia de Santa María la Mayor. En su fachada cuenta con el acceso y una torre de dos cuerpos, el primero cuadrado y el segundo ochavado, que se culmina con sencillo chapitel. Adosado se encuentra el edificio del ayuntamiento. Se alza en dos plantas, siendo la inferior una lonja de dos arcos de medio punto que se apoyan en una columna central, ahora cegados.

Atravesando la población se sale por un camino que constituye el inicio de la Ruta de las Peñas Royas. Se pasa junto a parideras y eras desligadas del casco urbano, todas ellas teñidas por el color rojo de la piedra de rodeno. También junto a un robusto peirón. Se asciende ligeramente acercándose a una pared vertical. En este punto se inicia un pequeño recorrido geológico señalizado que complementa la ruta.

El recorrido alcanza el paso del Portillo, tras haber invertido un cuarto de hora de camino desde el pueblo. A escasos metros de este punto elevado aparece un mirador. Desde allí se avista todo el valle en dirección al pueblo con amplias vistas, y también el barranco por donde discurre el río Martín a los pies. La vegetación formada por los pinos y carrascas contrasta con el color rojizo de las rocas dando lugar a un paisaje peculiar.

La senda desciende y en unos minutos parte el desvío a la derecha que conduce a unas icnitas. Este itinerario es el utilizado para realizar el recorrido circular que vuelve a Peñarroyas atravesando el fondo del barranco. Tras ver las huellas fósiles el camino desciende hasta alcanzar el río, internándose en el barranco, repleto de vegetación. Una vez en contacto con el río es necesario atravesarlo en varias ocasiones, y no se dispone de pasos habilitados. Por ello la vuelta por el río sólo es posible en la época estival, siendo necesario volver por el mismo itinerario el resto del año. Si se avanza por el desfiladero, en su tramo final están los pozos de Boyetes, una zona donde el río atraviesa una zona con bloques de grandes piedras. Al salir del barranco el valle se abre y atravesando la zona de antiguas huertas se alcanza de nuevo la población.

Para la tarde se propone visitar la población de Montalbán. Debido a su importancia comercial ha sido durante siglos la capital comarcal. En la actualidad comparte con Utrillas la capitalidad de la comarca de las Cuencas Mineras. El punto de inicio de la visita es el Torréon de la Cárcel, al cual se accede de manera directa desde la mitad de la travesía de la carretera nacional. A extramuros cuenta con un balcón cerrado con celosías de madera. En su parte baja se abre el Portal de Daroca, que data del siglo XIV. Se trata de uno de los cuatro portales que aún se conservan de su antiguo recinto amurallado.

Una vez atravesado surge la calle Mayor, arteria principal de la villa. Se recorre su trazado rectilíneo y poco antes de alcanzar la plaza mayor debe tomarse una estrecha calle a mano izquierda sirve de acceso a la Era de la Cruz. El ascenso a través de varios quiebros deja en menos de diez minutos a los pies del mirador donde se emplaza la cruz sobre unas rocas. Las vistas del casco urbano, con la iglesia justo enfrente, y los restos del castillo como telón de fondo convierten a este lugar en un mirador muy recomendable.

Otra calle desciende de manera sinuosa al epicentro de la localidad, la plaza mayor también conocida como plaza Carlos Castel. Allí se alza el edificio del ayuntamiento, de estilo clásico. Sobreelevada en un costado se emplaza la iglesia de Santiago, uno de los ejemplos mudéjares más importantes de Aragón. Fue construida entre los siglos XIII y XIV, iniciada en sillería y culminada en estilo mudéjar a base de ladrillo. Consta de una nave de gran anchura que se culmina con cabecera de heptagonal. En todo el perímetro exterior destacan los contrafuertes. Éstos son de planta rectangular en la nave y poligonales en la cabecera. Están decorados con paños de rombos y simulando cruces mediante cerámica vidriada. Cuenta con dos portadas de seis arquivoltas de arco apuntado. La torre tiene adosada una torre secundaria, por cuyo interior discurre la escalera de caracol. Ambas torres tienen un primer cuerpo de planta cuadrada, pasando a octogonales en el segundo cuerpo. Junto a la puerta trasera se puede acceder a un pequeño mirador desde donde se puede apreciar mejor la labor mudéjar de los lienzos de la iglesia, así como vistas más amplias de todo el conjunto enclavado en medio del casco urbano.

Se puede complementar la visita a la localidad con la visita al Centro de Interpretación de la Geología y Espeleología, situado en un rincón de la misma plaza. En su interior informa sobre la historia geológica del Parque Cultural del Río Martín, con apartados referentes a espeleología, y cavidades subterráneas.

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FINES DE SEMANA Ribagorza

Noguera Ribagorzana, el río más oriental de Aragón

El río Noguera Ribagorzana nace en las cercanías de la cumbre más alta de los Pirineos, el Aneto. Durante buena parte de su recorrido sirve de frontera entre Aragón y Cataluña. En su tramo medio se concentran dos poblaciones históricamente muy importantes para la Ribagorza. Sopeira con el monasterio de Alaón que hunde sus orígenes en el siglo VIII y Arén/Areny que cuenta con las ruinas de un castillo cristiano documentado en el siglo IX.
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Para acceder al valle del Noguera Ribagorzana es necesario alcanzar la población de Benabarre/Benavarri donde confluyen dos carreteras nacionales, una proveniente de Barbastro y otra de Lérida/Lleida. Una única ruta desciende desde este punto hasta el valle del Noguera Ribagorzana alcanzando Puente de Montañana/Lo Pont de Montanyana. Una vez recorridos poco más de veinte kilómetros desde esta población se toma un desvío a la izquierda para adentrarse en el barranco de Aulet. La última de las poblaciones es Betesa. Se emplaza en lo alto del valle, a 1100 metros de altitud. Como antesala al casco urbano, se alza la torre de la iglesia de San Juan Evangelista rodeada de un prado. Aunque de origen románico, apenas quedan restos y su fábrica actual se debe al siglo XVIII. Este pequeño enclave consta de una calle situada bajo el roquedo donde hubo una antigua fortaleza. En el arranque aparece un arco, y dicha calle termina en una plazoleta. En su trazado se puede saborear una arquitectura de montaña rústica y pintoresca al mismo tiempo.

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Desde esta localidad parte una pista que conduce a la aldea deshabitada de Santa Eulalia/Santolaria. Tras ascender y superar un pequeño portillo se alcanza la parte alta. Después de media hora de paseo, se pasa cerca de la iglesia, aislada del núcleo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

30 min (ida)

150 m

baja

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Es de factura tardo románica del siglo XIII. Se compone de una nave que culmina con cabecera semicircular. La portada está formada por dos arquivoltas, capiteles decorados y se completa con un crismón trinitario. Continuando un poco más adelante, sobre un escarpe rocoso se alza la única vivienda rodeada de sus construcciones auxiliares en estado de ruina. Sin embargo la vista de Betesa y el paisaje que lo rodea es suficiente para acercarse hasta este lugar.

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Para la tarde se recomienda la visita de Sopeira. El pueblo, con la sierra de San Gervás a sus espaldas y las casas apiñadas en una ladera que se deslizan hasta el río represado ofrece una bella estampa. Un paseo por su interior descubre calles estrechas y empinadas donde se pueden encontrar algunos rincones pintorescos por el aspecto tradicional de sus viviendas. También es posible acercarse al embalse de Sopeira, donde hay instalaciones deportivas y un embarcadero.

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Cerca del casco urbano se emplaza uno de los enclaves históricos más importantes de la Ribagorza. El origen del Monasterio de Alaón se remonta a una comunidad religiosa en época visigótica antes del siglo VIII. En el siglo IX se consagró el monasterio por el obispo Sisebuto, perteneciendo ya al condado de la Ribagorza. Durante este periodo fue llevado a cabo el cartulario de Alaón, un archivo de una gran importancia histórica que contiene la mayor parte de la documentación de los condados de Pallars y Ribagorza de la época carolingia. En el año 1068 el obispo Raimundo Dalmacio reorganizó el monasterio tras décadas de desorden eclesiástico debido a sus avatares históricos. Inició una nueva etapa en la redacción de documentos y participó activamente en la reconquista. La importancia del monasterio fue aumentando y participaba en asuntos políticos tanto de las cortes aragonesas como de las catalanas. A partir del siglo XVII las guerras hicieron que perdiera buena parte de los bienes que había ido adquiriendo tras siglos de esplendor. Finalmente la desamortización de Mendizábal puso el fin a la vida religiosa en el lugar. Del antiguo monasterio sólo resta la iglesia monacal llevada a cabo entre 1103 y 1123. Al exterior muestra las tres naves, más alta la central. Los muros están decorados con arquerías ciegas y sobre ellas una banda de ajedrezado jaqués, bajo el tejado de pizarra. En la parte trasera de la iglesia se levanta la torre, que data del siglo XVIII. Las tres naves se culminan por sendos ábsides semicirculares. En el interior el altar aparece elevado respecto al resto de la iglesia, y destaca por su pavimento original que luce colores blanco, negro, rojo, gris y amarillo, siendo uno de los más importantes en su especie debido a su antigüedad. Bajo el mismo se encuentra la cripta, único resto de la etapa constructiva inicial.

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Para completar la visita a este precioso enclave se puede realizar un agradable paseo que recorre el Camí de l´Aubaga. Partiendo de la parte trasera del monasterio, en unos cinco minutos se alcanza el Pont de Dalt. Este esbelto puente románico cuenta con tres vanos en gradación y muros que protegen el vial. En la margen izquierda del río, junto a la central hidroeléctrica, parte un camino que recorre la orilla del embalse de Sopeira. En su recorrido se atraviesa vegetación de ribera en su primer tramo, restos de antiguos olivos y más tarde bajo una zona más rocosa. A lo largo del recorrido se han acondicionado varios lugares de descanso siendo uno de los atractivos de este paseo las vistas del monasterio y del pueblo de Sopeira.

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Para el domingo se propone la visita de la población de Arén/Areny. El acceso a la localidad introduce directamente al centro. Allí se emplaza la iglesia de San Martín, construcción barroca que se levantó entre 1717 y 1730. Su elemento más singular es la torre de planta cuadrada en su primer cuerpo y achaflanada en el siguiente. A la izquierda parte la calle Mayor, la cual introduce en el casco antiguo a través del arco de San Simó. En este entorno abundan arcos, túneles y otros elementos arquitectónicos pintorescos. Pero el lugar más emblemático es la plaza Mayor. El perímetro aparece en su mayor parte porticado, con edificios civiles como casa el Chico, casa Pere Chuan y la Casa del Gobernador.

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Avanzando por la calle principal se pasa junto al antiguo ayuntamiento, convertido tras su rehabilitación en la sede del Museo de los Dinosaurios. De la antigua Casa de la Vila se conserva el portal dovelado y el escudo. En su interior alberga más de 500 m2 de exposición donde, a través de dioramas, objetos, reconstrucciones y audiovisuales, se viaja hasta un pasado de hace más de 65 millones de años con la ayuda de la paleontología. La visita al museo se puede completar sobre el terreno con un yacimiento de icnitas, situado en las inmediaciones del casco urbano. Para acceder al mismo se sale de la localidad por la calle de La Cruz. Al final, tras una nave industrial arranca el sendero que acerca en unos metros al yacimiento, donde se pueden observar varias huellas de dinosaurio.

Para la tarde se propone para completar la visión de la localidad ascender hasta las ruinas el castillo de Arén/Areny. Se toma un sendero que arranca de la parte alta de la localidad y se encamina a la fortaleza cristiana documentada en el año 823. Hasta el año 1740 estuvo activo, fecha en que dejó de tener gobernador propio. Ahora sólo quedan restos de sus muros defensivos y de un torreón rectangular. El elemento más visible a lo lejos es el esqueleto de la portada de acceso a la iglesia del castillo, acompañado de numerosas tumbas antropomorfas que se disponen a su alrededor. Las vistas desde el emplazamiento ofrecen una panorámica completa de la población y de su entorno.

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Comunidad de Teruel EXCURSIONES

Galve, tras la huella de los dinosaurios

Galve fue ocupado por los dinosaurios hace unos 125 millones de años. Este vínculo por descubierto por José María Herrero hace unas décadas. Gracias a sus hallazgos esta población turolense ha quedado prendada por los dinosaurios. Con la construcción de un parque paleontológico y dos museos dedicados a estos animales se ha convertido en una de las localidades de referencia para los amantes de estos reptiles fósiles.
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La población de Galve se emplaza en el centro de la provincia de Teruel. Para acceder a este enclave debe tomarse la carretera nacional que une las localidades de Utrillas y Teruel. Frente al desvío de Cañada Vellida parte una carretera regional, y poco más adelante un nuevo ramal conduce definitivamente a nuestro destino. Se emplaza en el curso medio del río Alfambra, en un valle abierto delimitado por zonas angostas del río, aguas arriba y debajo de este tramo. En su casco urbano cabe destacar varios edificios. En el centro está la plaza donde se alza la Casa Consistorial con su tradicional lonja de dos vanos rebajados en su parte baja. Un poco más adelante, una escalinata permite el ascenso a los pies de la iglesia de la Asunción. Su portada se abre dentro de un gran arco de medio punto, y junto a ella se alza la torre de ladrillo en cuya parte alta presenta sección octogonal. Y en las inmediaciones de la plaza destaca la Casa de la Era, una casona que data el año 1692 como así figura en su portada.

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En la localidad se encuentra el importante Museo Paleontológico de Galve. A pesar de su apariencia exterior discreta, su interior alberga una amplia colección de restos originales de dinosaurios, cuyo trabajo se debe a un vecino de la localidad, José María Herrero. Desde el año 1957 se dedicó a recoger restos fósiles en los alrededores, y gracias a su ansia por conocer más estuvo estudiando e investigando sobre los diferentes animales que vivieron en esta zona hace entre 130 y 120 millones de años. El museo muestra restos de dinosaurios entre los que se pueden destacar gran parte del esqueleto del Aragosaurus Ischiaticus, el primer dinosaurio bautizado en España o restos del esqueleto del Galvesaurus Herreroi, un saurópodo de 16 metros de largo que toma el nombre de su descubridor. Pero también restos de otros animales que convivieron en el Cretácico Inferior en esta zona como cocodrilos, tortugas, peces y tiburones. El contrapunto a los dinosaurios lo ponen restos de micro vertebrados que compartieron hábitat con ellos, que deben observarse con una lupa binocular.

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Foto cedida por el Museo Paleontológico de Galve

Tras la visita a la localidad es recomendable darse un paseo por las riberas del río Alfambra, donde se encuentra el Parque Paleontológico de Galve con varias reproducciones a tamaño real de los dinosaurios encontrados. Se atraviesa el pueblo por la calle Mayor y arranca una pista que alcanza el río en un bello entorno salpicado de chopos cabeceros. Su característica forma con troncos de gran calibre y copas reducidas de las que parten ramas de menor tamaño responde a que de ellos se extraía mediante la poda periódica madera para la construcción. En este entorno se encuentran el Iguanodon, es un herbívoro que podía medir entre cinco y doce metros de largo, y unos cinco metros de altura. Caminaba habitualmente sobre dos patas, aunque también lo hacía a veces sobre las cuatro. La otra reproducción corresponde al Aragosaurus, un saurópodo del cual sólo se han encontrado restos en esta población. Se trata de un herbívoro que medía de largo unos quince metros y unos seis metros de alto. Su peso podía aproximarse a las diez toneladas. Caminaba sobre cuatro patas. Se puede prolongar el paseo río abajo para ver un puente medieval. Se trata de una construcción de sillería robusta. Cuenta con dos arcos de diferente tamaño sobre los cuales dispone de plataforma de forma alomada.

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Volviendo a la localidad, cerca de la plaza del ayuntamiento, parte la pista de acceso al centro de Dinópolis por la que se alcanza de nuevo el río tras recorrer un kilómetro y medio. Allí se encuentra el Carnosaurus, un carnívoro provisto de patas robustas, y cabeza de grandes dimensiones con dientes de gran tamaño. En cuanto a los miembros delanteros, éstos son de pequeño tamaño, a modo de manos.

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Los yacimientos de icnitas de Galve son los más importantes de Aragón, y datan de hace más de cien millones de años. Las icnitas son las huellas fósiles que dejaron los dinosaurios. Gracias a ellas se puede saber la velocidad a la que se desplazaban, si vivían solos o en grupos, etc. En Galve hay dos yacimientos de gran importancia. A uno de ellos se accede tras atravesar el río Alfambra junto a una reproducción del Carnosaurus. Continuando por la pista principal, y tras recorrer desde el río unos tres kilómetros y medio se alcanza el yacimiento de los Corrales del Pelejón. Se trata del primer yacimiento de icnitas encontrado en Aragón. Cuenta con cuarenta icnitas distribuidas en siete rastros. La mayor parte corresponden a dinosaurios carnívoros, con huellas de tres dedos, más grande el central. También hay huellas de ornitópodos, con huellas de tres dedos, pero con el dedo central más corto.

Por la tarde se propone la visita a una de las sedes del Territorio Dinópolis situada en esta localidad, Legendark. Se encuentra a las afueras del pueblo. Lo que más impresiona al visitante es la reproducción de una familia completa de Aragosaurus a tamaño real, formada por dos ejemplares adultos y dos crías. Este saurópodo medía 18 metros de longitud y podía pesar 20 toneladas de peso. Se exponen tanto restos originales de este dinosaurio, como de Hypsilophodon e Iguanodon, las otras dos especies de las que también se han encontrado restos en Galve. También de ocho especies de animales definidas aquí primera vez, entre las que se encuentran mamíferos, reptiles, anfibios o peces. Otra de las reproducciones que llama la atención es un nido de huevos con crías de dinosaurio. Además de los fósiles de gran valor científico el centro cuenta con un laboratorio en el que se pueden comprobar cómo se restauran los restos encontrados.

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Foto cedida por el Dinópolis

Se pueden completar los conocimientos sobre estos animales ya de vuelta, visitando el yacimiento de las Cerradicas, situado a menos de un kilómetro antes de entrar en Galve, y muy cerca de la carretera. Este yacimiento cuenta con más de sesenta icnitas, agrupadas en cuatro rastros de huellas. Tres de ellas son de icnitas de tres dedos, más grande el central. Se trata de tres ejemplares de Therangospodus oncalensis de una longitud de unos cuatro o cinco metros, siendo carnívoros. El cuarto rastro es de un dinosaurio ornitópodo, que apoyaba las manos al andar, aunque no era lo más habitual en su especie. Su longitud podría ser de unos cinco metros.

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