El río Aguasvivas, a pesar de ser un modesto afluente del Ebro, tiene un recorrido de casi cien kilómetros. En sus márgenes se asientan dos poblaciones que han sufrido un gran descenso demográfico en el último siglo, pero que conservan el tipismo de antaño. Allí se encuentra una pequeña presa enclavada en un espectacular estrecho del río, y uno de los castillos más antiguos de la provincia de Teruel, encumbrado sobre un crestón rocoso.
El acceso a la zona requiere tomar la carretera A-222 que une carretera de Logroño con las Cuencas Mineras pasando por Belchite. En la población de Muniesa parte el desvío que conduce a Blesa. En su término municipal se conservan una serie de azudes y molinos que conforman la ruta de las presas históricas. Desde el casco urbano, a escasa distancia de las piscinas municipales se encuentra la primera de ellas, constituyendo el lugar más interesante de toda esta particular ruta. Antes de acercarse al cauce hay que tomar un sendero escarpado, pero bien acondicionado, que asciende bordeando el desfiladero formado por el río. Tras vadear el río y cruzar a la otra margen se alcanza un punto estratégico donde se sitúa un mirador desde el cual se puede apreciar la imponente presa.
Situada en un desfiladero muy angosto, la Presa del Hocino se construyó con piedra sillar y cuenta con 18 metros de altura. Su anchura en la coronación es apenas de diez metros, con 24 losas unidas por grapas de hierro forjado, de las cuales se conservan tres. La presa fue utilizada para suministrar agua a la población, hasta que se colmató de sedimentos. También se utilizó para abastecer al salto de agua del molino situado aguas abajo. Volviendo por el mismo recorrido, en las inmediaciones del estrecho se alza el Molino de la Cueva. En el siglo XV ya existía un molino harinero en este lugar y en 1930 pasó a llamarse Electro-harinera La Cueva tras ampliarse. Además de utilizarse para moler, se instaló una turbina para producir electricidad. Hasta los años cincuenta estuvo en funcionamiento.
Se vuelve al casco urbano de Blesa, que ahora apenas aglutina a un centenar de habitantes de los 1325 con que contaba en el año 1900. Sin embargo este enclave es capaz de ofrecer al visitante dos espacios museísticos. En el centro del pueblo se abre un sencilla plaza donde se encuentra la iglesia parroquial de la cual yergue altiva su torre barroca en ladrillo que se eleva a más de sesenta metros de altura.
En la misma plaza está el Museo de Carpintería y Fragua. Se encuentra en un taller de carpintería que se creó a principios del siglo XX. En su interior se conservan más de doscientas piezas y maquinaria ligadas al trabajo de la madera y del hierro. Una pequeña audición y varios paneles sirven al visitante para mostrar estos dos oficios tradicionales.
Junto a la iglesia parte la calle Baja, la cual desemboca a los pies del Molino Bajo. Tras su acondicionamiento se muestra su interior completamente restaurado, siendo un fiel reflejo de lo que fue. El molino data de mitad del siglo XIX. En su interior se conservan los dos pares de muelas, así como las tolvas desde donde se vertía el grano. Cuenta también con una gran cernedora utilizada para clasificar la harina según su calidad. El molino se acompaña de la vivienda del molinero, que tiene las estancias propias como la cocina y otras muchas con pavimentos originales. Sobre el molino también se puede observar un pequeño taller de carpintería que aprovechaba la fuerza transmitida por poleas para el trabajo de la madera.
Por la tarde se propone la visita a otra población situada junto al río Aguasvivas. Para ello es necesario volver a la población de Muniesa, y retomar la carretera regional en dirección a Utrillas. Poco después un nuevo desvío conduce a Huesa del Común, tras atravesar la localidad de Plou. Tras la reconquista a mediados del siglo XII por Ramón Berenguer IV se creó el señorío de Huesa, llamado Honor o Común de Huesa. Tras rebasar la población se alcanza el río Aguasvivas. A escasos metros se alza un puente de piedra de arco rebajado, mediante el cual se accede a una pequeña área recreativa. Un corto paseo remontando el cauce conduce a los restos del Molino del Vado. En la otra orilla en todo momento se pueden apreciar las imponentes crestas rocosas tras las cuales se oculta la población. En la parte alta se asienta el castillo que más tarde se visitará, proporcionando una de las vistas más espectaculares que ofrece esta bella población.
La visita al casco urbano comienza a los pies de la carretera, atravesando un portal de la antigua muralla. Callejeando en sentido ascendente se alcanza la iglesia, situada en la parte alta. La iglesia de San Miguel fue construida en estilo barroco a principios del siglo XVII. Sobresale la torre de ladrillo muy esbelta, y que se alza en tres cuerpos. El primero de planta cuadrada y los dos restantes son ochavado y octogonal. Desde la parte trasera de la iglesia parte una senda que conduce al Castillo de Peñaflor. Se trata de uno de los castillos turolenses más antiguos, ya que fue construido posiblemente entre los siglos XII y XIII sobre un crestón calcáreo. En el Cantar del Mío Cid aparece citado. Sobre la roca quedan restos de murallas y de dos torres cuadradas. La torre occidental, de ocho metros de altura, conserva una cubierta de bóveda de cañón apuntado; mientras que la oriental, de cinco metros, tan sólo conserva el arranque de la bóveda de crucería de uno de sus pisos. Desde la fortaleza, y sobre las crestas rocosas, las vistas en todas las direcciones son espectaculares. El pueblo se divisa a los pies mientras que en la parte trasera las paredes verticales se desploman hacia el río que rompe la muralla calcárea.
Se desciende hasta alcanzar de nuevo la parroquial, tomando la amplia calle de San Miguel, que discurre paralela a la antigua muralla, a extramuros. En la parte baja se abre el portal de San Miguel. Sobre el arco hubo un antiguo torreón, y ahora lo hace una vivienda. La calle atraviesa otra de las puertas de la muralla. El portal del Pilar toma su denominación de la capilla abierta a Nuestra Señora del Pilar. Una vez atravesado se abre la plaza mayor, en la cual se encuentra el frontón y el ayuntamiento. El edificio fue la antigua residencia del señor de la villa, obra del siglo XVI. Su fachada se compone de una doble lonja a base de grandes vanos adintelados llevados a cabo en ladrillo, con balaustrada orlada con decoración de tradición mudéjar. Al otro lado de la plaza se abre otro arco, mucho más sencillo y menos pintoresco que los anteriores. A través del mismo se puede salir a la carretera para finalizar así la visita a la población.