A la sombra de las Bardenas Reales, en Aragón está la Bardena Aragonesa, un territorio de unas 10.000 hectáreas. Abarca parte de los términos municipales de Ejea de los Caballeros, Tauste y Sádaba en frontera con Navarra. Un espacio natural de gran interés ecológico que combina la estepa, densos bosques, barrancos y cortados rocosos. La zona central, conocida como Bardena Negra, debe su nombre al color oscuro del pino carrasco.
Para acceder a la Bardena Aragonesa es necesario tomar dirección a Ejea de los Caballeros, capital de la comarca de las Cinco Villas. Bordeando la población por la variante, en una rotonda parte la carretera comarcal en dirección a Tudela. A unos 13 kilómetros se alcanza Valareña, uno de los pueblos de colonización con los que cuenta la zona. La carretera escoltada por zonas verdes, divide al pueblo en dos mitades. A la derecha una de las calles conduce a la plaza donde se ubica la iglesia parroquial. Cerca de ella, ya casi a las afueras de la población, están las antiguas escuelas. Su interior acoge en la actualidad el Centro de Visitantes de la Bardena Aragonesa. Un lugar que cuenta con toda la información sobre los itinerarios señalizados para recorrer a pie o en bicicleta de este espacio natural. Y donde también se explica su formación geológica, así como las especies de flora y fauna que allí habitan.
Retomando la carretera se conduce en dirección a Navarra. A unos cuatro kilómetros de la población, y tras cruzar la acequia de las Cinco Villas, se coge un amplio camino a mano izquierda. Al inicio del recorrido se pasa cerca del refugio de Goya, y más tarde del refugio de Florián. Tras un giro brusco a la derecha, frente a la caseta forestal, el trazado se introduce poco a poco en una val rodeada de laderas arboladas. En el punto kilométrico 6,4 de la pista debe detenerse el vehículo, en un cruce de caminos. Tomando la pista de la izquierda se inicia el recorrido conocido como el Sendero de la Negra.
TIEMPO |
DESNIVEL |
DIFICULTAD |
2 h |
225 metros |
fácil |
Se trata de un recorrido circular de poco más de seis kilómetros que pasa por quince paradas señalizadas. En su primer tramo se camina por la pista, en paralelo al Barranco de Juan Ramón. En unos diez minutos se alcanza la pequeña Balsa de Capuchinos. A su izquierda arranca un sendero señalizado con un hito. Se recorre el fondo del Barranco de Capuchinos, rodeado de abundante vegetación, hasta alcanzar la Plana de Cazuelas. Este paraje está cubierto por campos de cereal. Bordeando el campo se alcanza una pista. El recorrido avanza por ella hacia la izquierda. Poco más adelante, a mano derecha, de nuevo se retoma el sendero junto al cartel indicador de la Facera de Capuchinos. Comienza el ascenso por la empinada Ladera del Modrollar. El denso pinar que lo cubre permite amplias vistas a medida que se asciende. En el tramo final se pasa bajo la Ralla del Modrollar, una pared rocosa a cuyos pies discurre la senda. En esta zona estas formaciones geológicas son conocidas como rallas. Sólo resta un pequeño ascenso para llegar a la parte alta, donde se alcanza una pista. A corta distancia a la izquierda se emplaza la Punta de la Negra, con el punto geodésico que marca los 648 metros de altitud. Hasta este punto se habrá invertido una hora de tiempo. Se trata de un lugar excepcional por sus vistas sobre la Bardena Negra. El paisaje se completa con grandes llanuras dedicadas al cultivo delimitadas por el perfil montañoso de las cordilleras prepirenaicas y como telón de fondo los Pirineos.
Se inicia el descenso por la pronunciada ladera, y en menos de diez minutos se pasa por el lugar más atractivo del recorrido. La Ralla de la Negra es una gran pared rocosa, con marcados estratos horizontales. A sus pies, el paisaje de suaves desniveles se tapiza con un denso bosque de pino carrasco.
Un poco más abajo se atraviesa el Pinar Viejo. La senda desemboca en una pista junto al Pastizal del Andador. Se continúa por la derecha. A escasa distancia el camino se bifurca y se avanza por la izquierda. Sin alcanzar la Caseta de Juan Ramón se continúa por la pista principal. A menos de cien metros es necesario tomar un camino que aparece a la derecha, señalizado con el cartel de Plaza del Pilar. Tras recorrer un tramo de pista con vegetación mucho más abierta, un hito marca de nuevo un desvío a mano izquierda. El sendero desciende por el barranco del Varellón Oscuro y sale a una zona de cárcavas, curiosas formaciones del paisaje erosionado. A escasos metros discurre la pista, cerca del punto de inicio de la ruta, tras dos horas de caminata.
Para la tarde se propone una visión diferente del entorno de la Bardena Aragonesa. Al Santuario de Sancho Abarca se accede desde la población de Tauste, otra de las cinco villas que dan nombre a la comarca. Una carretera conduce desde la localidad al pueblo de colonización de Sancho Abarca. Antes de alcanzarlo nace una pista señalizada a mano izquierda en dirección al santuario. Tras atravesar la acequia de las Cinco Villas, se convierte en un camino de tierra en buen estado y comienza el sinuoso ascenso al promontorio visible desde las bajas Cinco Villas y el valle del Ebro. Al final se alcanza la plana que supera los seiscientos metros de altura, en la que se situa el santuario, lindando ya con tierras navarras. Su origen se basa en el emplazamiento del castillo de Sancho Abarca, levantado por Sancho Garcés Abarca en el siglo XI. Este enclave estratégico ya fue utilizado con anterioridad como avanzadilla contra los musulmanes. Junto a él se alzaba la ermita homónima que honraba la aparición de la virgen. Las obras del santuario se terminaron las obras en el año 1703, que además contaba con hospedería y antiguo hospital. La iglesia está compuesta por una nave, con capillas laterales entre los contrafuertes. El altar está cubierto por una cúpula sobre pechinas. Adosado al santuario se encuentra la antigua hospedería, ahora transformada en un hotel de dos estrellas.
El resto del conjunto lo componen viviendas alineadas que cierran un espacio a modo de gran plaza. En el costado contrario un mirador ofrece excelentes vistas de los alrededores, gracias a lo elevado sobre el terreno circundante. Por ello las vistas del final del valle del Arba, el río Ebro, y el Moncayo proporcionan razones suficientes para visitar esta atalaya natural.
Como complemento a la excursión se puede terminar dando una vuelta por Tauste. Se trata de una población de unos 7.000 habitantes. De origen musulmán, pasó a manos cristianas en 1105 de la mano de Alfonso I El Batallador. Pujante por su ganadería, contó con una cofradía desde el siglo XII y después con la Casa de Ganaderos, institución de gran importancia. Pero también por la agricultura gracias al regadío impulsado por el canal de Tauste puesto en marcha en 1561. En su casco urbano destaca la iglesia de Santa María. Del edificio sobresale la torre, magnífico ejemplo de mudéjar aragonés. De planta octogonal, destaca la decoración en sus muros. En ellos se alternan paños con frisos de esquinillas, arcos mixtilíneos, mallas de cruces y lazos de cuatro. En la parte alta se abren arcos apuntados, y se remata la torre con terraza almenada. En su interior alberga dos magníficos retablos: el mayor, obra renacentista del Gil de Morlanes y Gabriel Yoli, y el retablo que alberga la imagen de la Virgen de Sancho Abarca. En las cercanías se emplaza la plaza de España, centro neurálgico de la población. Una plaza porticada de reciente factura evoca tiempos pretéritos por su estructura a base de porches y fachadas de ladrillo, entre las cuales se encuentra la del ayuntamiento.