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Aranda FINES DE SEMANA

Aranda, río de Luna y calzados

El río Aranda recorre uno de los valles de la comarca a la cual da nombre. Nace en la Fuente Lagüen, cerca de Aranda del Moncayo. En el tramo intermedio sus aguas bañan las grandes poblaciones del valle, en las que se concentra buena parte de la población y la tradicional industria del calzado. Su capital, Illueca, alberga la residencia de los Luna, donde nació el único papa aragonés de la historia.
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Para acceder a la comarca del Aranda se toma dirección a Madrid desde la capital del Ebro. En pleno Sistema Ibérico y junto a la población de El Frasno parte el desvío que conduce al valle del Aranda tras pasar cerca de Sabiñán y Morés. El primer lugar de visita es Brea de Aragón. Tomando el desvío, una vez atravesados los polígonos industriales, se accede al centro de la localidad. En la plaza mayor se levantan los edificios del ayuntamiento y la iglesia de Santa Ana. La iglesia fue costeada por el Cabildo del Pilar, del cual dependía la población. En su interior las techumbres se decoraron en el año 1677 con yeserías, cuya obra pertenece a Juan de Marca.

Cerca, en la travesía, está el Museo del Calzado. Esta población es el origen de la industria del calzado de la comarca. A principios del siglo XVII contaba con varias tenerías, donde se maceraban las pieles para su posterior utilización. También se introdujo el cultivo del zumaque en la zona, de cuya planta se extraía una sustancia para curtir las pieles. Ya en 1835 la población contaba con un centenar de zapateros y salía una producción de 80.000 pares de calzado anuales. El museo cuenta con dos plantas en torno a un patio central cubierto. Un audiovisual recibe al visitante en la planta calle, donde además se muestra la fabricación del calzado de manera artesanal paso a paso. En la planta baja el tema elegido es el desarrollo industrial del siglo XX, que incluye la original puesta en funcionamiento de varias máquinas industriales. La mañana se puede completar con la visita a alguno de los almacenes de calzado situados en el polígono industrial de la localidad.

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Por la tarde la visita se centra en la población de Illueca, que cuenta con más de tres mil habitantes y se ha constituido en el motor económico e industrial de la comarca. Junto con Brea de Aragón concentra la actividad industrial dedicada al sector del calzado. En el año 1680 se localizaban tres tenerías en la localidad. En la primera mitad del siglo XX se produjo un gran impulso con la diversificación del fabricado del calzado.

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En 1263 fue entregado el señorío de Illueca a Jaime de Gotor. A principios del siglo XIV se emparentan las casas de los Luna y de Gotor, dando lugar a una de las casas más importantes de la Corona de Aragón. La familia de los Luna adoptó su nombre tras la toma de la población de Luna siendo rey Sancho Ramírez. Los señores de Illueca fueron personajes muy influyentes en la vida política aragonesa y desde el año 1550 son conocidos como condes de Morata. Ya en el año 1665 se venden los señoríos de Gotor e Illueca al marqués de Villaverde, cuya familia cedió hace unas décadas el castillo-palacio para su restauración. Entre los sucesores directos del enlace que unió las familias de Luna y Gotor aparece Pedro Martínez de Luna y Gotor, el papa Luna, el cual nació en 1328. Fue nombrado cardenal en 1375 por el papa Gregorio XI. A su muerte se produjo una serie de acontecimientos que desembocaron en el Cisma de Occidente, dando lugar a la elección de dos papas: Urbano VI en Roma y Clemente VII en Agnani que se trasladaría a la sede de Aviñón. Don Pedro de Luna apoyó a éste último, y al fallecer es nombrado papa con el nombre de Benedicto XIII, más conocido como Papa Luna, siendo el único papa aragonés de la historia. Con el concilio de Pisa en 1403 se nombró a un nuevo papa, Alejandro I. Ante la negativa de abdicar los otros dos se agravó la situación al haber paralelamente tres papas en disputa. Tras el concilio de Constanza en 1414 fue depuesto Juan XXII, sucesor de Urbano VI. Sin embargo Benedicto XIII, en sus trece no cedió en su postura inamovible, lo que le hizo perder casi todos sus apoyos. Por ello fue excomulgado por el papa Martín V y se retiró al castillo de Peñíscola. Falleció en 1423, cuando contaba con 95 años. Tras su muerte sus restos fueron llevados a su lugar natal. Durante la guerra de Sucesión fueron profanados y arrojados al río Aranda. Se pudo recuperar el cráneo, el cual se depositó en el palacio de Sabiñán, hasta su reciente robo. Tras ser recuperado está a la espera de su definitiva ubicación.

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Una vez en Illueca se atraviesan sus barrios más recientes por la avenida de la Independencia. La señalización conduce al Castillo-Palacio del Papa Luna, emplazado sobre un espolón rocoso desde donde preside la población. Tiene planta rectangular de 65 metros de fachada principal, una de las más largas dentro de los palacios aragoneses. El edificio actual fue iniciado en el siglo XIV. En el siglo XVI se eliminaron las almenas siendo sustituidas por una galería típica aragonesa. El acceso principal se encuentra flanqueado por dos torrecillas circulares. En la parte baja aparece un arco de medio punto, entre pares de pilastras toscanas. Frente a él se dispone un mirador excepcional de la villa. Atravesando la puerta unas escaleras excavadas en la roca ascienden hasta un primer rellano donde parte la escalera principal que sirve de acceso a todas sus estancias. En la actual hospedería aparece una sala cubierta con friso de madera y artesonado con casetones, en la que está el mausoleo del Papa Luna, un oratorio llevado a cabo en el siglo XVII. Se trata de un pequeño espacio donde estuvieron depositados los restos del Papa Luna. Una vez alcanzado la parte alta de la escalera principal, se accede al salón principal conocido como la sala Dorada que data del siglo XIV. Cuenta con un friso mudéjar de yeserías caladas, y sobre él un artesonado policromado que se apoya en ménsulas bellamente talladas y doradas. En las vigas destaca decoración con los escudos de la familia Luna. En una sala contigua aparece la reproducción de un escritorio y de la biblioteca móvil del papa Luna, bajo un artesonado del siglo XV. La visita a la localidad puede completarse con un paseo por la población. A escasos metros del castillo, y en un plano inferior se emplaza la iglesia de San Juan Bautista. La obra inicial pertenece al siglo XIV, en estilo mudéjar. Desde la iglesia una calle descendente conduce hasta la plaza de España, en la que sobresale el ayuntamiento, un edificio de reciente factura con una peculiar torre. De nuevo se recomienda la visita a los almacenes de calzados situados en los accesos a la población para completar la visita a la localidad.

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El domingo por la mañana se propone la visita a la pintoresca población de Aranda de Moncayo. Desde la carretera el acceso desemboca en la plaza mayor, flanqueada por edificios que muestran bellas y cuidadas fachadas. En un costado se levanta el ayuntamiento, cerca de un portal, perteneciente al antiguo recinto de la población. Un paseo por las calles empinadas y estrechas de su casco urbano descubre el pasado musulmán de la población. Una arquitectura discreta que ofrece rincones pintorescos que merece la pena saborear sin prisas.

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Atravesando el arco de la plaza, una calle conduce hasta la iglesia de la Asunción. Una escalinata le sirve de acceso. Al exterior destaca su torre de ladrillo. Volviendo al arco, sin flanquearlo es necesario callejear hasta alcanzar la parte más alta donde se emplazan los restos de su castillo, el cual desempeñó un papel fundamental en la defensa de estas tierras fronterizas entre Castilla y Aragón. Del recinto defensivo se conservan un muro con almenas y restos de una torre. Subir hasta este lugar tiene como recompensa una amplia panorámica de la población y del valle del Aranda. Un poco más abajo se emplaza el mirador del embalse de Maidevera, un lugar excepcional para poder contemplar una vista de la cabecera del valle, donde se guardan las aguas necesarias para el riego y el abastecimiento de todo el Aranda.
La visita de la mañana se completa con un paseo que lleva al nacimiento del río Aranda. Desde la plaza mayor parte una calle descendente que pasa junto a una fuente romana, a escasos metros metros. Descendiendo se dejan atrás las últimas casas y se toma un estrecho camino que remonta el valle. El fondo se cubre con huertas y choperas, y se flanquea por laderas donde afloran las rocas que se cubren únicamente por arbustos. Tras media hora de agradable paseo sin dejar la pista se alcanza el paraje de Fuente de Lagüen. Un muro protege el espacio inferior donde afloran los manantiales de aguas cristalinas. Todas ellas se agrupan en una amplia balsa empedrada y se distribuyen por la vega mediante varias acequias.

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La visita al valle del Aranda puede completarse el domingo por la tarde haciendo un alto de vuelta en Jarque de Moncayo. Un paseo por la parte alta de la localidad permite acceder sin dificultad a su castillo. Se trata de un conjunto defensivo llevado a cabo en el siglo XIV mediante mampostería sobre basamento de sillería en forma de talud. En la parte trasera, las dos esquinas se levantan con dos semitorres, las cuales tienen planta cónica. A pesar de su deterioro quedan algunas almenas de forma puntiaguda, siendo ésta una característica morisca. La puerta de acceso está orientada a la población. Se trata de un arco de medio punto con dovelas de piedra, desde donde se puede disfrutar de una vista completa de toda la localidad, alineada con el curso del río Aranda.

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FINES DE SEMANA Jiloca Sierra de Albarracín

Sierra Menera, tierra de frontera entre reinos

La Sierra Menera forma parte del Sistema Ibérico y constituye una frontera natural entre Castilla y Aragón, lo cual hizo necesario la construcción del castillo de Peracense. Su nombre procede de la abundancia de menas. El momento de máximo desarrollo fue en el siglo XX gracias a la constitución de la compañía minera de Sierra Menera que mediante el ferrocarril daba salida al abundante mineral extraído hacia la costa mediterránea.
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Para adentrarse en Sierra Menera es necesario alcanzar Villafranca del Campo, población situada en las inmediaciones de la autovía mudéjar, a mitad de camino entre Calamocha y Teruel. Una carretera secundaria asciende en dirección a la sierra hasta alcanzar la primera población de interés. En el llano, al pie de las escarpadas paredes rocosas de donde emerge su castillo se localiza Peracense. El pueblo se articula en torno a un barranco acondicionado como un parque lineal. Las casas destacan por su característico color rojizo de la piedra de rodeno. En la parte baja está la iglesia de San Pedro Apóstol. Su portada está cubierta con un atrio de carácter popular. El elemento más visible es su torre de igual color que el resto de las construcciones del pueblo. Está rematada con chapitel de perfil mixtilíneo. En la parte alta se alza el ayuntamiento que se corona con un reloj. Y muy cerca, junto al barranco, está la ermita de la Virgen de la Villeta. A pesar de su reciente construcción evoca el gusto de las ermitas tradicionales con un porche soportado por columnas.

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Saliendo por la carretera de Almohaja, un peirón marca el punto de partida para la visita del siguiente elemento de interés. Una pista asciende hasta un alto y después desciende entre monte de carrasca hasta llegar en dos kilómetros y medio a la Carrasca de Peracense. Es también conocida como carrasca de los Tocones. Se trata de un ejemplar de más de mil años de antigüedad y de gran tamaño, con dieciséis metros de altura y un tronco cuyo perímetro supera los seis metros. Su estado no es bueno con numerosas ramas mutiladas, pero su estampa es bien pintoresca.

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La ruta vuelve a Peracense y tras cruzar el pueblo se toma la carretera que se encamina al Castillo de Peracense. En la parte alta aparece el sorprendente paraje donde está situado el castillo, sobre unos grandes peñascos rojizos que lo hacen prácticamente inexpugnable. Fue una pieza clave en el mantenimiento de las fronteras entre Aragón y Castilla a mediados del siglo XIV, momento en que fue levantada la actual construcción. El castillo está formado por dos recintos defensivos sucesivos rodeados de murallas que protegen el núcleo principal, situado en un extremo sobre un peñasco inaccesible por medios naturales de cuarenta metros de altura donde se erige la torre del Homenaje. El primer recinto tenía la función de plaza de armas, donde estaban las caballerizas. Se puede pasear por los caminos de ronda de la muralla de tres metros de espesor. El segundo recinto está reforzado por torreones. En uno de ellos estaba el cuerpo de guardia pudiéndose acceder a la parte alta. El recinto final es la torre del Homenaje. En la actualidad tiene una escalera de madera que en aquella época fue levadiza. Una gran pared simula una torre que en realidad servía de pantalla defensiva. Tras atravesar el muro aparecen varias dependencias y la cocina. Desde aquí se accede a la torre del Homenaje propiamente dicha. En su parte baja hay una sala bajo bóveda de medio cañón y el dormitorio del alcaide. Desde la sala grande se accede a un patio trasero donde se puede apreciar el mayor aljibe del castillo con una profundidad de más de cinco metros. La visita concluye en la parte alta de la torre desde donde se disfruta de las mejores vistas de todo el recinto defensivo.

Tras la comida se propone por la tarde la visita a la cercana población de Ródenas. Su nombre deriva de la piedra de arenisca rojiza del rodeno. Todo el pueblo está construido con este material. En la carretera se abre una gran plaza donde está la iglesia de Santa Catalina. De este gran edificio destaca la portada y la torre cuadrada que se remata con un cuerpo hexagonal y chapitel. Un paseo por las calles del pueblo descubre varios ejemplos de viviendas construidas a base de piedra de rodeno, y que lucen portadas de arco de medio punto de gran dovelaje. La iglesia primitiva está en ruinas dentro del antiguo cementerio y conserva dos capillas bajo bóveda de crucería. En la parte alta de la villa queda una cisterna de procedencia árabe, datada en el siglo X. Se trata de una construcción de sillería sobre una formación rocosa. Se encargaba de recoger el agua de la montaña y de los deshielos a través de unos canales excavados en la roca en dirección al depósito. Se corona con una torrecilla circular de ventilación de cantería.

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Se abandona la localidad en dirección a Pozondón. Una vez recorridos unos cinco kilómetros parte una pista señalizada que lleva al Cerro de San Ginés. Atraviesa campos de cereal en su primer tramo, y después un bosque de pinares y carrascas. Tras una empinada rampa se llega a la parte alta del cerro desprovista de vegetación. La ermita de San Ginés aparece en medio de una gran planicie. Se trata de un edificio rectangular con gran porche sustentado por columnas. Haciendo competencia a la tradicional construcción un conjunto de antenas de televisión, radio y telefonía culminan la cumbre del cerro de San Ginés que supera los 1.600 metros. Se trata de una elevada cumbre aislada del resto de la cordillera con lo que las vistas en todas las direcciones son espectaculares. La panorámica hacia la vega del Jiloca, con sus campos de cereal y la línea verde del valle, y la vista del castillo de Peracense rodeado de su peculiar paisaje, constituyen los puntos más interesantes.

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Al día siguiente se propone llegar al corazón de la Sierra Menera. Para ello es necesario tomar dirección a Villar del Salz. Desde este lugar parte la carretera que une esta población con Ojos Negros. Poco a poco se irán viendo los restos de las antiguas construcciones que acompañaron al ferrocarril de Ojos Negros, casi todas ellas abandonadas. El barrio de la Estación está compuesto por la casa-gerencia, con dos grandes viviendas a ambos lados de un estilo mucho más señorial. Junto a ellas aparece otra gran vivienda de mayor esbeltez que perteneció a los directivos, todas ellas rodeadas de zona ajardinada, ahora abandonada. Más adelante surge el barrio del Centro, donde se concentra el mayor número de viviendas, parcelas alineadas de una sola planta formando amplias calles. La carretera lo cruza por uno de sus costados donde se concentran los servicios. Al fondo de una plaza se alza una antigua locomotora que rememora el paso del ferrocarril por estas tierras.

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Cerca se encuentra la zona de explotación donde quedan los restos de las minas que no han sido restauradas después del cese de la actividad. Las minas de Ojos Negros, pertenecientes a la compañía minera de Sierra Menera están formadas por un conjunto de profundas simas escalonadas, desmontes, escombreras, pistas y destartaladas naves vacías, que configuran un sobrecogedor escenario que contrasta con el entorno, cubierto de grandes campos de cereal, cuyas parcelas se alteran ordenadamente con masas de carrascas y matorrales. Por todo ello el conjunto minero puede describirse como un paisaje lunar. En 1900 son arrendadas las minas para su explotación con la condición de la construcción de la línea férrea hasta el mar y el puerto de embarque para la exportación. Se eligió el trazado más adecuado optándose por el puerto de Sagunto. Finalmente en 1907 se terminó el ferrocarril minero de Sierra Menera, aunque la actividad en la mina comenzara en 1903. A partir de 1921 la explotación comienza a mecanizarse. A partir de 1974 hubo una crisis de sector siderúrgico a nivel mundial que fue afectando a los Altos Hornos del Mediterráneo, destino del mineral extraído. Así el cierre de éstos, provocó que en 1987 se cerraran las minas.

Avanzando por la carretera se alcanza el barrio del Hospital. Al final del mismo parte una pista al frente que sirve de acceso a varios miradores. Medio kilómetro más adelante se toma un ramal que bordea las instalaciones mineras. En primer término se pasa junto a los restos de las instalaciones mineras, con dos edificios de grandes dimensiones abandonados, el silo y el cargador. La pista avanza en ascenso a la sierra. Tras poco más de tres kilómetros de recorrido gira de manera brusca a la derecha dejando dos ramales en dirección contraria. Con mejores vistas va ascendiendo el camino hasta alcanzar una gran explanada bajo un aerogenador eólico donde está el Mirador de la Marajosa, una vez recorridos cinco kilómetros. Desde este punto las vistas son amplias, con las minas en un costado.

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La visita a la zona se completa con el molino de Ojos Negros, situado poco antes de alcanzar la población del mismo nombre. Se trata de uno de los dos únicos ejemplos de este tipo existentes en Aragón restaurados. Finalmente se puede dar un paseo por Ojos Negros. En su casco urbano sobresale la torre del Homenaje, de camino a la plaza donde se alza la iglesia de la Virgen del Pilar. Se trata de un edificio renacentista que destaca por su fachada datada en el siglo XVIII de perfil mixtilíneo. Está situada junto al acceso principal del recinto del antiguo castillo, del cual sólo queda un lienzo de muralla y los torreones.

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FINES DE SEMANA Ribagorza

Roda de Isábena, sede episcopal del condado de la Ribagorza

En el curso medio del valle del Isábena y situada sobre un estratégico tozal se asienta la pintoresca población de Roda de Isábena. El aire medieval de sus calles sirve de antesala a su verdadera joya, la antigua catedral. En su interior atesora gran valor artístico ligado a su obispado y a la importancia de este santuario. A escasa distancia otros pequeños núcleos como La Puebla de Roda, Serraduy y Merli guardan también pequeños encantos.
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Para adentrase en la histórica comarca de la Ribagorza, y partiendo de Barbastro, es necesario tomar la carretera nacional que tras cruzar el río Cinca se introduce en el congosto del Olvena. En pleno casco urbano de Graus parte la carretera que remonta el valle del río Isábena. Tras recorrer unos veintisiete kilómetros se llega al desvío que conduce a Roda de Isábena. Antes de entrar en el casco urbano un aparcamiento permite dejar estacionado el vehículo. El portal de Santa Ana es el acceso a la localidad. Un pasadizo con varios arcos abiertos, que constituyen balcones desde donde se puede disfrutar de una amplia vista del valle y la sierra de Sis como telón de fondo. Al atravesarlo se abre una plazoleta desde donde parten dos calles que ascienden de manera serpenteante. Es recomendable un paseo tranquilo para saborear el ambiente medieval de sus estrechas calles empedradas y sus casas de piedra. Al final se llega a la plaza mayor bajo dos pasos abovedados y entonces aparece majestuosa la antigua catedral de Roda de Isábena.

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Durante la ocupación musulmana de la Península Ibérica, en el año 956, se crea el obispado de Roda que englobaba los condados pirenaicos de Ribagorza, Sobrarbe, Pallars y el valle de Arán. Durante dos siglos se mantuvo la sede episcopal. Con la toma de Lérida en 1149 se trasladó allí la nueva sede. En el año 956 el obispo Odisendo consagró la catedral levantada sobre los restos de un antiguo castillo destruido por los musulmanes. El ingreso a la catedral se realiza bajo un pórtico el cual data de 1728, que se abre a la plaza mediante cinco grandes arcos. En el interior del porche se encuentra el acceso principal, formado por seis arquivoltas con capiteles decorados. La puerta mudéjar data de principios del siglo XII y presenta decoración con lazos a seis. La torre se levanta en una de las esquinas de la plaza mayor. Tiene planta octogonal y se remata con cúpula piramidal. En el interior el templo presenta planta basilical de tres naves que se rematan con sendos ábsides semicirculares. Ante la cabecera de la nave central desciende una escalinata mostrando al completo una espectacular cripta. Fue construida por San Ramón en 1125. Está compuesta por tres pequeñas naves cubiertas por bóvedas de arista. En el centro de la cripta se encuentra el sarcófago de San Ramón. Se trata de una excelente muestra de escultura funeraria realizada en el año 1170. En los laterales del altar aparecen dos urnas de madera, en una de las cuales están los restos de San Valero.

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El claustro fue construido en la primera mitad del siglo XII. Tiene planta cuadrangular y las galerías se cubren con un tejado que vierte las aguas de lluvia en el patio, en cuyo centro se encuentra un gran aljibe. En cada crujía se abren doce columnas cilíndricas sobre un banco corrido. Lo más llamativo del mismo es el conjunto de inscripciones funerarias, con casi doscientos epitafios de canónigos y personal de la iglesia, cubriendo buena parte de la arquería que forma el claustro. Alrededor se abren varias estancias: la sala capitular y el refectorio. La sala capitular aparece abierta al claustro mediante cinco vanos. En el costado norte del claustro se encuentra el refectorio que consta de una sala rectangular cubierta con bóveda apuntada sobre arcos fajones.

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Una de las calles que confluyen en la plaza alberga la imponente cabecera de la antigua catedral. Los ábsides decorados al gusto lombardo presentan una banda de arquillos, descolgándose diversas lesenas que llegan hasta la parte inferior. Avanzando por esta calle se llega a un espacio abierto donde está el palacio prioral. Su fachada está formada por una arcada de medio punto y escudo sobre las grandes dovelas. Sobre ella una ventana con alféizar se culmina con una barbacana. Entre la casa prioral y la antigua catedral aparece un espacio en el cual se levantan los cimientos de la torre perteneciente a la antigua fortaleza. Pudo tener una altura de 40 metros y sus sillares fueron reutilizados en el siglo XVII para la construcción de la torre y el porche de la catedral. Un mirador con buenas vistas completa la visita a esta pequeña y bella localidad aragonesa.

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Por la tarde se propone la visita a la cercana localidad de La Puebla de Roda situada a tan sólo tres kilómetros de distancia. Su estampa ofrece casas alojadas sobre un elevado montículo de manera longitudinal y escalonada. El enclave pudo surgir al asentarse los servidores de la catedral de Roda, junto a tierras fértiles y ribereñas del río Isábena. En la parte baja de la localidad parte la calle mayor, principal eje del pueblo. En su trazado rectilíneo y ascendente se pasa bajo varios pasos abovedados. El primero de ellos es el portal de Santa Bárbara, antigua entrada del pueblo. En un principio se abre una placeta y después la plaza de la iglesia. En uno de sus costados se levanta la iglesia del Santiago Apóstol. Presenta una gran fachada, que sirve de espadaña con dos vanos y óculo, y bajo la cual se abre un pórtico. La calle mayor continúa en ascenso hasta alcanzar las últimas casas. Se recomienda ampliar el paseo por esta pequeña localidad acercándose al cercano Puente de la Luz. Desde el inicio de la calle mayor, y como prolongación de la misma se alcanza en poco trecho el puente medieval. Se compone de tres ojos y se levanta esbelto sobre el río Isábena y a los pies de la localidad. En la otra margen y junto al río existe un área recreativa.

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Para la jornada del domingo se puede ascender un poco más en el valle, en dirección al norte. En unos pocos kilómetros se alcanza la pequeña población de Serraduy. Sus casas se agrupan en torno al puente sobre el río Isábena, en ambas márgenes. A pesar de su reducido tamaño conforma un conjunto pintoresco. Atravesando el bello puente medieval que se alza sobre el cauce mediante tres arcadas de diferente tamaño se llega a los pies de una sencilla capilla. Desde este punto parten varias pequeñas calles. Una de ellas conduce a la fuente y el lavadero, emplazados bajo una visera rocosa, que da lugar a otro de los bellos rincones con los que cuenta esta localidad.

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Tras la visita del Barrio del Pon de Serraduy, a escasa distancia parte una carretera local que aproxima al resto de barrios que forman este enclave. El primer ramal asciende hasta El Barri. Un poco más adelante parte el desvío que lleva a La Vileta, el cual debe tomarse. En la parte alta de esta pequeña aldea, a la derecha de una nave ganadera, arranca una pista. Siguiendo su trazado un agradable paseo de unos veinte minutos conduce a la Ermita de la Virgen de la Feixa.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

20 min (ida)

100 m

fácil

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A mitad de camino se alcanza un collado desde el que se adivina la faja donde se asienta la ermita, rodeada de árboles y escoltada por una muralla rojiza de la Sierra de Sis. El edificio actual fue construido en el primer cuarto del siglo XI. Cuenta con una nave de cinco tramos y bóvedas de cañón sobre fajones y pilastras adosadas. La cabecera fue recuperada tras la última restauración, y se antecede de un arco de traza mozárabe. Al exterior conserva dos puertas: una de arco de medio punto, y otra fechada en 1888 a los pies, sobre la que se abre un vano geminado. La ermita luce una espadaña compuesta por dos arcos de medio punto englobados por otro mayor a modo de alfiz, también de arco de medio punto. Desde este lugar las vistas hacia el sur son amplias, bajo las rocas habitadas por una numerosa colonia de buitres.

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Para completar el fin de semana, para la tarde del domingo o incluso si sobra tiempo el sábado por la tarde, una buena opción será acercarse hasta Merli. Una carretera local que parte de La Puebla de Roda, sirve de acceso a esta pequeña población. Se asienta a media altura sobre el vertiginoso barranco de Bacamorta. En ambas márgenes se sitúan sus casas. En la parte más baja sobresale la Casa Turmo que data del año 1574. Posee una torre cuadrada de aspecto defensivo. La vivienda conserva diversas aspilleras y matacán sobre el acceso. En la parte alta del núcleo está la iglesia de San Antonio de Padua, en medio del vial que une las dos márgenes del barranco. Una cruz, en la placeta elevada antecede al acceso abovedado de la iglesia. La portada es románica del siglo XIII, y tiene motivos vegetales en la imposta y geométricos en los capiteles. Completa el conjunto una puerta de doble hoja, con decoración mudéjar similar a la de Roda de Isábena. A las afueras aparece una curiosa roca conocida como el menhir de Merli. Se accede por una pista en regular estado que parte justo antes de llegar al pueblo a mano derecha. A corta distancia, en el costado de un campo junto a la pista se alza la roca, de más de cuatro metros de altura. Se trata de una construcción megalítica coetánea a dólmenes y crómlech, datable en torno al 4.000-5.000 a. C. No presenta talla alguna y su función pudo ser funeraria, posiblemente marcando un enterramiento.

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Cinco Villas FINES DE SEMANA

Sádaba y Uncastillo, del romano al románico

Estas dos villas cincovillesas ligadas por el río Riguel aglutinan un patrimonio artístico y arquitectónico muy valioso. Desde el legado romano depositado en el yacimiento de los Bañales y el Mausoleo de los Atilios hasta el magnífico conjunto formado por las seis iglesias románicas de la villa de Uncastillo. A ello se añade el gótico de la iglesia de Santa María de Sádaba.
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Esta propuesta de fin de semana invita a descubrir una parte de la comarca de las Cinco Villas, situada en la zona más occidental de Aragón.  Se accede desde la carretera de Logroño por Alagón o Gallur. Una vez en la capital comarcal, Ejea de los Caballeros, unos veinte kilómetros la separan de Sádaba, una de las villas que da nombre a la comarca. Tras pasar por la oficina de turismo  es recomendable visitar en primer lugar el castillo. Se toma dirección a la imponente fortaleza. La población estuvo en manos navarras durante un corto periodo de tiempo, momento en que Sancho VII el Fuerte construyó el actual castillo, para pasar definitivamente a Aragón en el año 1261. Se trata de un gran edificio de planta cuadrilátera con murallas de gran altura. Cuenta con siete torres almenadas de planta rectangular, cuatro de ellas en las esquinas, el resto integradas en los muros.

El acceso compuesto de arco de medio punto se encuentra flanqueado la torre del Rey y la torre de la Reina. Al atravesarlo un zaguán al descubierto introduce en el patio de armas. Al frente se encuentra la capilla, pequeña estancia cuadrilátera cubierta con bóveda de crucería. Adosadas a los muros norte y oeste se abren dos salas compuestas por dos plantas. Una de ellas se cubría con techumbre a dos aguas sustentada por arcos fajones, y la otra con bóveda de medio cañón.

La torre del Rey, situada en el ángulo suroeste alberga en su interior dos plantas, cubiertas de bóveda de medio cañón apuntado y bóveda de crucería respectivamente. Uno de los atractivos del castillo es poder recorrer el camino de ronda que discurre sobre las murallas, el cual atraviesa las torres mediante pasadizos, y que favorecía la vigilancia del recinto. Ahora sirve como excelente mirador en todas las direcciones para el visitante.

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Se vuelve al casco urbano y se alcanza la iglesia de Santa María, obra gótica tardía consagrada en 1549. A los pies de la fábrica se abre la portada principal, con seis arquivoltas apuntadas enmarcadas por un tímpano que se rodea de un guardapolvo con pináculos. La torre, una de las obras góticas más sobresalientes de todo Aragón, tiene como arranque un gran cuerpo cuadrado, al que se le suceden dos cuerpos octogonales. En el cuerpo superior aparece una galería protegida por una balaustrada.

Además cuenta con arbotantes y pináculos que denotan el marcado estilo gótico. En el interior se compone de una nave de salón bajo bóveda de crucería estrellada. El coro sobresale por su magnífica sillería de madera llevada a cabo en 1667. En una de las capillas que forman el crucero, se conserva la talla del Cristo Marinero, imagen gótica encontrada en las aguas de Canarias por Tiburcio Xinto en el año 1503. Este capitán de la Marina quiso donarla a su localidad natal y su deseo fue concedido por Carlos V.

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Ante el acceso se abre la plaza Aragón donde se alza también el ayuntamiento, de reciente factura pero siguiendo los cánones de la arquitectura tradicional aragonesa. Un paseo por las calles de la población permite descubrir un buen número de edificios civiles interesantes como la Casa Cortés. Su fachada de piedra de sillar se trunca con la tradicional galería de arquillos doblados en ladrillo.

Para la tarde se propone descubrir el pasado romano de la zona. Tomando la carretera que conduce a Uncastillo, a dos kilómetros parte una pista señalizada a la izquierda que lleva al Mausoleo de los Atilios. Se trata de un sepulcro romano mandado construir por Atilia Festa para depositar los restos de su padre y su abuelo. Fue llevado a cabo entre el año 193 y el 235. Del conjunto se conserva sólo una fachada lateral.  Ésta se compone de un podium, sobre el que se alza una arquería ciega de cinco cuerpos dividida por pilastras decoradas con motivos vegetales. Se culmina con tres frontones, de los que se conservan sólo dos.

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 Un poco más adelante surge la población de Layana. Por el camino del cementerio se accede en unos dos kilómetros al Yacimiento de los Bañales. El origen del asentamiento es la población ibera situada en el Pueyo de Bañales, que fue conquistada por los romanos. A su alrededor se construyó en torno al año 178 a. C. una nueva ciudad, una de las productoras de trigo más importantes del Imperio Romano. De ella no quedan restos suficientes que muestren una idea global del asentamiento. El primer rastro de la ciudad son dos pilastras de orden toscano pertenecientes al foro. A escasos metros se han descubierto los cimientos de una casa romana, con su patio en el centro. Entre los restos más importantes se encuentran las termas.

Contaban con varias dependencias siendo la mejor conservada el apodyterium, utilizada como vestuario, con bancos adosados a los muros y hornacinas alrededor para dejar los objetos personales. La pista de acceso continúa hasta alcanzar una de las obras más emblemáticas, el acueducto. Conserva 32 pilares, menos de la mitad de los que tenía la obra, formados por piedras apoyadas sin argamasa y de forma irregular. Servía para traer aguas a la ciudad desde el río Arba de Luesia, con una longitud en el trazado de unos ocho kilómetros, siendo el acueducto propiamente dicho de trescientos metros. Sobre los pilares discurría un canal de madera sujeto por tirantes. Con la llegada de la cristianización se construyó la ermita de Nuestra Señora de los Bañales en el centro de la ciudad romana. La fábrica actual data del siglo XVII, compuesta por una nave con capillas laterales y cabecera plana. Cuenta con crucero, sobre el que se alza cúpula.

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Para el domingo se propone descubrir la monumental población de Uncastillo. Fue reconquistada alrededor del año 915 de la mano del rey Sancho Garcés I.  La villa fue declarada conjunto-histórico artístico en 1966 en base a su gran patrimonio artístico cuyo principal exponente son las seis iglesias románicas construidas en el siglo XII. La visita de la población tiene como punto de partida la Iglesia de Santa María, situada en la parte baja de la población. En el año 1135 comenzaron sus obras. En el interior cuenta con una nave bajo bóveda de medio cañón apuntado sobre arcos fajones doblados.

Se culmina con ábside semicircular donde se abre una arquería de medio punto con destacada decoración en los capiteles. Al exterior se abren dos portadas, constituyendo la portada sur una de las más bellas del románico español. Consta de tres arquivoltas cuya decoración tiene marcado carácter profano y lúdico que se completa con abundante decoración vegetal. La torre, de origen románico, fue transformada en la segunda mitad del siglo XV dándole el monumental aspecto actual. Consta de planta cuadrada que se culmina con un cuerpo octogonal, donde se abren ventanas de fina tracería gótica; además cuenta con contrafuertes y se remata con esbelto chapitel. Sobresalen los garitones en los ángulos, conectados por una galería de ventanas.

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Se avanza por la calle Mediavilla, una de las más importantes del trazado medieval. En ella se alzan edificios destacables como la Casa Martín Aisa, con portada decorada a base de figuras geométricas, humanas y animales en sus dovelas. Junto a la iglesia de San Andrés parten unas escalinatas que conducen al castillo, que se asienta sobre la peña de Ayllón. En la parte alta destaca la torre del Homenaje de planta cuadrada construida entre los siglos XI y XIV. Tras su recuperación alberga el Museo de la Torre, con abundante material documental y audiovisual. La visita se culmina en la terraza, desde donde se puede disfrutar de vistas del castillo y del conjunto de la villa. A escasos metros se levanta el palacio de Pedro IV construido en el siglo XIV. El edificio consta de dos plantas cubierta con bóvedas de crucería. En sus muros se abren dos vanos apuntados de fina tracería gótica. En la primera planta hay un espacio expositivo dedicado al rey aragonés. Adosada aparece una torre hexagonal que se eleva en cuatro plantas.

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Se vuelve a la calle Mediavilla y un poco más adelante se abre la plaza de los 50 caballeros, donde se alza la iglesia de San Martín de Tours. La construcción románica data del siglo XII de la cual sólo se respetó el ábside y las dos portadas tras la reforma de 1557. Al sur se abre una portada románica, ahora guarecida por un pórtico. Dentro de la fábrica actual de la iglesia se encuentra la otra portada románica. Destaca por su crismón trinitario y dos leones afrontados. Además cuenta con torre de planta cuadrada compuesta por cinco tramos delimitados por impostas. Tiene remate defensivo, similar a la de Santa María. El ábside al exterior se adorna con arquería ciega de inspiración lombarda. En ella se ha ubicado el Centro de Arte Religioso del Prepirineo, donde se muestra el valioso patrimonio artístico que atesora. El espacio interior se compone de una nave cubierta con bóveda de crucería. El ábside está decorado en el interior por una arquería de doble arquivolta. Destaca el magnífico retablo mayor realizado por Martín García en 1520 dedicado a San Martín de Tours. También es de destacar la sillería del coro de mediados del siglo XVI, con dos filas de asientos, siendo la superior rematada con crestería y paneles decorados.

Continuando el paseo por la calle Mediavilla, ésta deja en la plaza del Mercado, con algunas casas porticadas. Desde este espacio parte la calle Larués que más adelante se ensancha dando lugar a la plaza de la Villa. En este espacio se levantó en 1568 la Casa Consistorial, un edificio que muestra una preciosa fachada renacentista de sillería en tres plantas separadas por impostas. En su fachada aparecen representadas todas las virtudes teologales y cardinales, combinando los principios morales del buen gobernante con el cristianismo. En la parte baja se abren dos portadas de medio punto; en la planta noble ventanas decoradas con frontones triangulares y se culmina con galería de ventanas arquitrabadas. Se decora bajo el alero con gárgolas y crestería calada, conjunto de marcado acento gótico.

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Si se dispone de tiempo por la tarde se puede seguir descubriendo el valor patrimonial de la villa. Se accede a la margen izquierda del río Cadenas atravesando un pequeño puente. Situada en alto se alza la iglesia de San Juan, desde donde se disfruta de una de las mejores vistas de la población medieval. La construcción románica del siglo XII se acompaña de una antigua necrópolis. Consta de unas ciento cincuenta tumbas antropomorfas fechadas entre los siglos IX y XII, que se distribuyen alrededor de la iglesia y en su interior. Luce dos portadas de dos arquivoltas de sección rectangular. Se desciende por la calle Joaquín Costa hasta alcanzar una plazoleta donde se encuentra la iglesia de San Felices. De esta fábrica románica del siglo XI destaca su portada con un crismón que representa el martirio de San Félix, apoyado en ménsulas con animales fantásticos.

Y finalmente en el arranque de la carretera que conduce a Sos del Rey Católico se encuentran los restos de la iglesia de San Lorenzo. De la iglesia queda uno de sus muros, el más importante ya que en él se abre la portada. Está compuesta por dos arquivoltas guarecidas por tejaroz sobre canecillos. En el tímpano se esculpió el martirio del santo. A escasos metros se aprecia la cubierta del Pozo de Hielo de San Lorenzo. Se trata de una construcción circular datable entre los siglos XVI y XVII. La construcción tiene planta circular de seis metros de diámetro, llevada a cabo mediante gruesos muros. Cuenta además con dos aberturas; la puerta de acceso, y una superior para el llenado y extracción del hielo. Su interior se ha acondicionado como Museo del Frío, con utensilios utilizados para la fabricación del hielo.

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FINES DE SEMANA Maestrazgo

Miravete de la Sierra, un remanso de paz en el Maestrazgo

En la cabecera del río Guadalope se asientan dos bellos pueblos del Maestrazgo. Villarroya de los Pinares destaca por la arquitectura civil y religiosa que atesora. Miravete de la Sierra por su tranquilidad y su pintoresco conjunto urbano donde abundan rincones de gran belleza. Y junto al río Sollavientos se encuentra Allepuz, en una de las agrestes laderas del cañón formado por este río.
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En esta ocasión la propuesta recorre un rincón emplazado en la zona más occidental de la comarca del Maestrazgo. Una de las vías de acceso parte de la capital turolense atravesando la población de Cedrillas. Siguiendo el curso del joven río Guadalope se alcanza Miravete de la Sierra. Este pequeño pueblo se compone de tres barrios, en los cuales se muestra una arquitectura tradicional bien conservada, a lo que se añade el valor estético y artístico de algunos de sus rincones. Tras atravesar una cruz de término en el barrio del Arrabal, la calle principal deja a los pies del puente medieval. Esta obra de cantería del siglo XVI se ha convertido en uno de los símbolos de la población, ya que debido a su situación y belleza configura uno de los espacios más pintorescos. Mediante un arco de gran vuelo permite el tránsito entre ambas márgenes del río Guadalope. Al otro lado se abre la plaza mayor, ya en el barrio principal, con una fuente en su centro y el antiguo ayuntamiento con su lonja de dos arcos de medio punto en la parte baja.

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Junto al edificio parte una calle que conduce a la zona más elevada donde se emplazan dos rocas de formas singulares. Sobre ellas estuvo situado el castillo de origen musulmán del que apenas quedan restos. Subir a esta pequeña atalaya natural proporciona vistas excepcionales de la población situada a los pies, así como del valle del río Guadalope.

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Volviendo de nuevo a la plaza mayor, a escasa distancia se alcanza la fachada del actual ayuntamiento, junto a la plaza de la iglesia. Este es otro de los espacios más pintorescos y bellos de la población. Está delimitada por un porche formado por arcos rebajados, dispuesto en ángulo recto, que sirve de nexo entre el ayuntamiento y la iglesia parroquial. En cuanto a la iglesia de la Virgen de las Nieves es una fábrica gótico-renacentista que data del año 1574. Al interior se articula en torno a una nave cubierta con bóveda de crucería estrellada que se culmina con cabecera poligonal. A los pies se alza el coro elevado, que se apoya sobre un arco carpanel. A principios del siglo XIX se decoró toda la iglesia con estucos y pinturas barrocas. La torre se alza en cuatro cuerpos. Los tres primeros son de planta cuadrada, mientras que el superior y más importante es de planta octogonal.

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La calle continúa su trazado hasta conectar con el barrio de Las Regaderas o de San Cristóbal. Recibe al visitante la Casa Cavero, que data de los siglos XVII y XVIII. La calle que atraviesa el barrio abandona la población en dirección a la ermita de San Cristóbal, situada a unos diez minutos andando. Está fechada en el año 1779 y está compuesta por una nave bajo bóveda de medio cañón con lunetos. Volviendo al principio del barrio, parte una senda junto al linde de un campo que conduce al antiguo molino. La senda avanza entre campos para alcanzar el barrio del Arrabal una vez atravesado el cauce del río Guadalope. Se trata de un pequeño paseo que completa la visita a este encantador pueblo.

Para la tarde se propone la visita a la población de Villarroya de los Pinares. Su casco urbano se apiña en torno a la travesía que se convierte la calle mayor, donde se emplaza el edificio de la iglesia de la Asunción. Al exterior destaca una gran portada, con fecha de 1549. Poco después se completó con el pórtico que cubre la fachada. Se abre al frente mediante tres grandes arcos, y uno más por donde se accede mediante unas escaleras. A la derecha discurre una calle que en ligero ascenso alcanza una de las colinas que rodean el casco urbano. Allí se encuentra uno de los iconos de la población. Se trata de un torreón de planta rectangular. Se alza en cuatro cuerpos en los cuales se abren arcos dobles y vanos de medio punto, coronándose con almenas.

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De nuevo en la travesía, también destacan algunos edificios interesantes como la antigua cárcel. Casi enfrente una calle conduce a una plazoleta. En ella y en las calles adyacentes está el sector más rico en arquitectura civil de la población. Abundan las portadas doveladas y vanos decorados, algunos de ellos conopiales. Desde la plaza una calle conduce al ayuntamiento. En su parte baja cuenta con una lonja que se conecta dos espacios atravesando el edificio por su parte inferior.

La fachada se abre a una bella plaza flanqueada por la ribera del río Guadalope, que conforma uno de los espacios más interesantes de la población. Al final de la plaza aparecen dos edificios civiles, ambos enfrentados. Uno de ellos es la Casa Peña, de estilo barroco. Realzan su fachada los vanos encuadrados en sillería y la portada coronada con frontón partido. Frente a ella otra vivienda, que destaca por la alternancia de piedra caliza y de rodeno en las dovelas de sus dos portadas de arco de medio punto.

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Tomando el vehículo, a la salida de la población en dirección a Fortanete se emplaza la ermita de Nuestra Señora de Loreto. Su estructura es común a muchas ermitas de estas tierras turolenses. Construida en el siglo XVII, sobresale por el atrio sustentado por columnas toscanas sobre las cuales discurre el alero de madera decorado. Sobre la cubierta destaca el volumen del crucero, decorado con tejas vidriadas.

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Para el domingo se abandona el valle del río Guadalope para visitar la cercana población de Allepuz. Su casco urbano se asienta a 1474 metros de altitud, sobre una ladera con gran desnivel del cañón formado por el río Sollavientos, ofreciendo al visitante una estampa muy pintoresca. En la zona central se encuentra la plaza mayor con un mirador que ofrece excelentes vistas del entorno de Allepuz. La iglesia de la Purificación es un edificio de grandes dimensiones erigido bajo el influjo barroco en el siglo XVIII. A la plaza se abre la portada, de grandes dimensiones y encuadrada en gran arco de medio punto. La torre, de planta cuadrada de sillería, se corona con un pequeño cuerpo octogonal. Sobre la sobria fábrica de la iglesia sobresale el cimborrio, de cuerpo octogonal de ladrillo y tejas vidriadas.

Un paseo por las calles del entorno muestra una arquitectura rústica, con muchas casas encaladas. En una calle más elevada aparece un ensanche a modo de plaza donde se encuentra el ayuntamiento. Es un edificio de dos plantas, con una lonja de dos arcos de medio punto sobre columna central. Ascendiendo ligeramente se toma una calle que conduce a la Casa Grande. Se trata de un voluminoso edificio rehabilitado como hospedería. En sus muros de cuatro alturas se abren vanos rectangulares encuadrados en sillería, y sobresale en una esquina superior una lonja de cuatro arcos sobre columnas cilíndricas. Volviendo a la carretera que discurre por la parte baja de la población, en ella sorprende la ermita de Nuestra Señora de Loreto.

Se trata de una fábrica del siglo XVII, construida a base de mampostería y cantería. A los pies se abre un atrio, con cuatro columnas en cada lado, y también cuatro al frente. En su interior, protegido por muros a media altura, aparecen bancos, así como un vano enrejado que comunica con el interior de la ermita.

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Para completar la propuesta del fin de semana, tanto por la mañana como por la tarde, una opción recomendable es recorrer el Valle de Sollavientos. Desde Allepuz y en dirección a Villarroya de los Pinares, la carretera continúa surcando la parte alta del cañón calizo donde se asienta la población, bajo formaciones rocosas imponentes. Se llega al puerto de Sollavientos, a 1507 metros de altura. En este punto parte una carretera que conduce a Valdelinares, y la cual recorre la parte alta del río Sollavientos. El paisaje, mucho menos agreste, sorprende por la vegetación de ribera que acompaña al pequeño cauce de aguas cristalinas, rodeado de prados y campos. El recorrido de unos cinco kilómetros muestra un territorio de alta montaña que rodea este valle de gran belleza, donde no faltan las mases, asentamientos humanos que colonizan este territorio tan duro. Al final se alcanza la ermita de Santa Isabel de Sollavientos, ligeramente desplazada de la carretera. Se trata de la antigua parroquial de un pueblo desaparecido.

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FINES DE SEMANA Hoya de Huesca/Plana de Uesca

Nocito, un encantador valle tras el Tozal de Guara

Este valle prepirenaico situado a los pies del Tozal de Guara sorprende por su valor paisajístico, donde abundan rincones con mucho encanto. Sus pequeños pueblos, al borde de la despoblación aunque cuidados por sus antiguos moradores, ofrecen conjuntos arquitectónicos interesantes. El santuario de San Úrbez es otro punto de vital interés en la visita del valle, gracias a la historia que atesora.
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Para descubrir el valle de Nocito es necesario adentrarse en las entrañas de la Sierra de Guara. Uno de los accesos a este recóndito lugar parte de la población de Arguis, tomando la carretera que remonta el antiguo puerto de Monrepós. Justo antes de cruzar el túnel de Manzanera, por donde discurría antaño la carretera, parte una pista asfaltada a la derecha que conduce a Nocito tras más de veinte kilómetros de largo recorrido. En su trazado pasa cerca de las pequeñas poblaciones de Belsué y Lúsera, recorriendo la zona menos conocida de la Sierra de Guara. Ya cerca del objetivo se suceden varios cruces señalizados en los que hay que tomar el ramal derecho hasta alcanzar las primeras casas de la población de Nocito, pequeña y pintoresca población que da nombre a un amplio valle situado a los pies de la ladera norte del majestuoso Tozal de Guara.La primera propuesta es recorrer unos de los rincones más bellos del valle, el barranco de la Pillera.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1h 10 min (ida)

sin apenas desnivel

fácil

En pleno casco urbano de Nocito, justo antes de vadear el río Guatizalema, parte una pista a mano derecha. Se deja el vehículo aparcado en el pueblo y se toma la pista que discurre por el valle. En menos de media hora se alcanza otra pista a mano izquierda. Por ella se atraviesa el río Guatizalema y el cauce del barranco de la Pillera poco después. El recorrido se apoya en una antigua pista llevada a cabo para el aprovechamiento maderero de la zona. El valle se va convirtiendo en barranco, uno de los más singulares de la sierra de Guara, donde se combinan abundante vegetación y el cauce del río formando bellas badinas.

Después de tres cuartos de hora de camino aparece la badina Rayabatán. Se trata de un rincón rodeado de riscos y vegetación, cuyas frías y cristalinas aguas invitan al baño con el rigor del verano. La antigua pista se convierte más adelante en senda rodeada de pinos, avellanos y otros árboles de gran porte. En poco más de una hora se alcanza la badina Estañonero. Una poza rodeada por una gran playa de piedras, cerrada al fondo por una pared rocosa interrumpida en su parte central por una cascada de poca altura cuyas aguas provienen del barranco de Abellada. Se puede prolongar el recorrido por el frondoso barranco hasta la fuente Fuendeguaril, surgencia donde nace el río en la época estival, durante media hora más.

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Por la tarde se propone la visita al Santuario de San Úrbez.Tras dejar atrás Nocito, en el cruce de acceso a la población se debe tomar la pista asfaltada que lleva a Bara. Un kilómetro y medio después parte un ramal a la izquierda que conduce al santuario. Otra opción también recomendable es llevar a cabo un paseo de media hora desde Nocito tomando una agradable senda, la cual parte junto a la iglesia parroquial. El monasterio debió fundarse a principios del siglo VIII, antes de la invasión musulmana. En el siglo XVII fue reformado y ampliado transformando la iglesia románica anterior. El actual santuario está formado por la iglesia en planta de cruz latina con tres naves. La nave central y laterales están cubiertas por bóvedas de lunetos. La torre, de escasa altura, se levanta junto al acceso. Al frente del santuario se levanta la portada principal, de corte renacentista, llevada a cabo en 1701. Está formada por un enorme atrio de acceso abierto a tres lados mediante arcos de medio punto. En un lateral se abre una plazoleta donde se alza la fachada más pintoresca, frente a un mirador con una vista inmejorable del Tozal de Guara.

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La vida de San Úrbez fue agitada. Nació en Burdeos hacia el año 702 y se trasladó para asentarse como ermitaño y pastor en el Alto Aragón. Tomó los hábitos en San Martín de la Val de Onsera, en cuyo humilde monasterio tenía intención de retirarse. Pero después de una larga estancia allí el obispo de Huesca lo ordenó sacerdote y lo envió como cura a Nocito. Estuvo cumpliendo su cometido pero viviendo a las afueras, en una gruta cercana al monasterio. Murió en el año 802, cuando tenía 100 años. La reliquia de San Úrbez depositada en este santuario era la más completa ya que contaba con el cuerpo momificado del santo en el cual se podían apreciar su barba y cabellos. Aquí estuvieron depositadas las reliquias hasta que en 1936 fueron arrojadas a una hoguera durante la guerra civil.

Para finalizar la jornada se propone un paseo por la recoleta población de Nocito, compuesta por dos barrios separados por el río Guatizalema. El barrio de San Juan toma su nombre de la iglesia. Varias viviendas se agrupan en torno a una calle estrecha que desemboca en la plaza, donde se alza un crucero. La iglesia de San Juan es una sencilla construcción en cuyo exterior destaca el acceso cubierto por atrio y una torre con grandes vanos. Continuando por la calle que conecta ambos barrios se alcanza un bello puente medieval. Este supera el cauce mediante un vial de doble pendiente mediante dos vanos de arco de medio punto. Su anchura es de dos metros y medio con lo que para el paso de vehículos se utiliza un paso cementado sobre el río.

Al otro lado una calle asciende atravesando el barrio de San Pedro. El conjunto de las viviendas son de mayor volumen, y se alinean a la izquierda de la calle que articula el barrio. Frente a ellas aparecen bancales con huertas, que permiten en todo momento la visión del Tozal de Guara. Entre los inmuebles destacan algunos con escudo heráldico, como la antigua Casa Abarca o Casa Molinero. Otras cuentan con inscripciones en las portaladas, mientras sobre los tejados se alzan chimeneas troncocónicas. El conjunto arquitectónico de esta pequeña población está bien conservado y conforma una población pintoresca en medio de un precioso valle.  

Para la mañana del domingo se propone visitar otra de las poblaciones del valle para lo cual hay que recorrer la pista asfaltada que lo vertebra. A lo largo de los aproximadamente trece kilómetros que separan Nocito de Bara se descubre la belleza de este valle y se pasa cerca de dos poblaciones, Bentué de Nocito y Used, que poco a poco van recuperando sus viviendas después de años de abandono. Tras superar un pequeño collado se divisa el pueblo de Bara donde termina la pista. Su casco urbano está estructurado en dos barrios, en los cuales se levantan un buen número de viviendas de las que destacan sus chimeneas, portaladas y escudos señoriales.

En el primer barrio sobresale Casa Villacampa, sobre cuyo acceso aparece una extensa inscripción. También Casa Periela, que cuenta con ventanas molduradas. En la parte alta del núcleo se encuentra la iglesia de San Pedro. Consta de una única nave con capillas laterales a modo de crucero, y se remata con ábside semicircular. La torre consta de un cuerpo de mampostería, con techumbre a dos aguas y al frente se abren dos vanos de medio punto. La puerta de acceso se guarece con un atrio abovedado.

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La visita al pueblo se complementa con un pequeño paseo por la ribera del río Alcanadre, donde se emplaza el Molino de Bara, uno de los ejemplares mejor conservados de la zona.  

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

15 min (ida)

sin apenas desnivel

fácil

mapa_molinodebara

El sendero parte junto a la iglesia, y desciende hasta alcanzar el río al cual acompaña por su izquierda en todo momento. En apenas diez minutos se pasa junto a una badina de gran belleza, lugar idóneo para el baño estival. Cinco minutos más tarde se alcanza el molino. Consta de dos edificios de mampostería cubiertos con loseta. Uno de ellos es el molino propiamente dicho, en cuya parte baja aparece una bóveda, donde se emplaza una rueda de hierro. El otro es un una especie de almacén. Se puede remontar un poco más el río y en pocos minutos se avista un azud que retiene las aguas, y que en su día suministraba el caudal necesario para el funcionamiento del molino a través de una acequia.

En la tarde del domingo, y ya de vuelta, se recomienda tomar el otro acceso a Nocito que lo comunica con el vecino valle del río Guarga. Remontando el río Bail se alcanza Collado Bail. En la parte más alta parte el acceso al pueblo deshabitado de Ibirque a la izquierda. Una pista en regular estado conduce en poco más de un kilómetro al Dolmen de Ibirque, también conocido como Caseta de las Brujas. Se emplaza a escasos metros de la pista, sobre una pequeña elevación. Se trata de una construcción de planta rectangular compuesta por tres ortostatos verticales, sobre los que se dispuso una gran losa como cubierta. Fue llevado a cabo a finales del Neolítico, en torno al año 2500 a.C. Desde este lugar se disfruta de buenas vistas hacia los valles formados por el ríos Bail y Guarga, así como la imponente mole del Tozal de Guara.

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FINES DE SEMANA Somontano de Barbastro

Cañón del río Vero, naturaleza y arte en estado puro

El tramo más abrupto del cañón del Río Vero se descubre realizando uno de los descensos barranquistas más conocidos de la Sierra de Guara. Sin embargo en sus inmediaciones también se puede descubrir de manera sencilla una naturaleza agreste, en la cual queda la impronta humana del arte rupestre llevado a cabo hace miles de años.
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Para comenzar el fin de semana se toma dirección a la pequeña localidad de Lecina. A 13 kilómetros de distancia de Colungo aparece junto a la carretera un amplio aparcamiento de tierra. Este punto sirve de aproximación al Molino de Lecina, primer objetivo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

20 min (ida)

50 m

baja

Y también puede realizarse la caminata completa hasta la Ermita de San Martín.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 15 min (ida)

100 m

baja

mapa_molinodelecina

En cinco minutos bajando se alcanza el río, el cual se atraviesa por un puente. A la derecha, en otros cinco minutos se encuentra la fuente de Lecina. Se trata de una surgencia, en la cual mana abundante agua, tanto que durante el estiaje prácticamente se puede considerar como el nacimiento del río Vero ya que aguas arriba éste discurre seco. Volviendo al puente la senda continua por la margen derecha del río, en cuyo trazado se disfruta de excelentes vistas del río formando un pequeño cañón. Poco después un desvío conduce directamente al molino ya visible junto al cauce. De camino se puede uno aproximar a la presa de la cual tomaba el agua para su funcionamiento. Más abajo el molino en ruinas se emplaza en un rincón de gran belleza natural, con el río custodiado por paredes rocosas de gran altura.

Se puede alargar el paseo continuando por la misma senda que conduce río abajo a la ermita de San Martín. La senda asciende hasta una pequeña faja que ofrece amplias vistas del cañón. Tras atravesar un collado comienza el descenso hasta el cauce, el cual es necesario atravesar en cuatro ocasiones. Hay que prever esta circunstancia y elegir para este segundo tramo la época estival y el calzado adecuado. La vegetación en el fondo del barranco es abundante y se avanza hasta alcanzar el Barranco de La Choca, de grandes dimensiones. Poco antes de alcanzar el exiguo cauce que discurre por el fondo, un cartel indica la dirección de la Ermita de San Martín. Se trata de una sencilla construcción románica adosada a la roca, lugar ideal para el descanso. Hasta este punto hay una distancia de una hora y cuarto desde el aparcamiento.

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Para completar el resto de la mañana se sugiere la visita a la encantadora localidad de Lecina. A pesar de su pequeño tamaño guarda un conjunto urbano pintoresco. Antes de entrar a la localidad hay un aparcamiento. A escasa distancia está la plaza, con la iglesia, una oficina de turismo y varias casas interesantes. Desde este punto merece la pena un paseo por la calle principal, en la cual destacan sus casas de piedra con decoración en ventanas y puertas, con bellas chimeneas despuntando de los tejados. Finalmente, a unos cinco minutos del casco urbano es imprescindible la visita a la Carrasca de Lecina, un ejemplar majestuoso de 16 metros de altura cuyas dimensiones son imposibles de describir. Lo mejor es introducirse bajo ella y disfrutar de su acogedora sombra.

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Después de disfrutar de la naturaleza salvaje del río Vero, la tarde se presenta mucho más tranquila con la visita a la localidad de Colungo. Un pequeño paseo por las calles del lugar nos muestra una arquitectura típica del somontano, con fachadas de ladrillo o encaladas y portadas de arco de medio punto decoradas. Al fondo se encuentra la iglesia parroquial en una replazoleta.

En la carretera se emplaza el mesón de Colungo, y junto a él parte la calle que lleva al Centro de Arte Rupestre del Río Vero.  Su visita es imprescindible para realizar un viaje por la prehistoria del entorno del río Vero. Se trata de un legado excepcional compuesto por más de sesenta abrigos con pinturas rupestres. Está compuesto por un museo con dos salas en las que se muestra el arte rupestre integrado en la zona, a través de pequeños audiovisuales y reproducciones de utensilios. En el exterior un pequeño parque arqueológico cuenta con reproducciones de cabañas neolíticas y construcciones funerarias. La visita se culmina con la visita del Espacio Cueva Fuente del Trucho. Una gran sala expositiva muestra como elemento principal una gran fotografía del interior de la cueva, así como otros espacios que recrean la vida cotidiana de las gentes que la habitaron. También se organizan visitas guiadas a los abrigos más importantes, en las cuales se pueden observar las pinturas de cerca y con la explicación de las mismas. Si encajan con la propuesta del fin de semana es recomendable esta opción para la visita de las más importantes, los abrigos del Tozal de Mallata.

En la mañana del domingo se propone de nuevo el acercamiento al río Vero. Se toma la misma carretera que el día anterior. Como el plan de la mañana es más tranquilo se recomienda de camino hacer una parada en el barranco de Fornocal, situado entre las localidades de Colungo y Asque. El puente atraviesa este imponente barranco de paredes rocosas. Continuando por la misma carretera, a poco más de 11 kilómetros de Colungo aparece indicado un aparcamiento situado a la izquierda. Desde este punto se alcanza en unos minutos uno de los mejores miradores del barranco del río Vero, impresionante tajo cuyas paredes están salpicadas de singulares oquedades producto de la erosión. La vista corresponde al tramo de la caminata situada entre el molino de Lecina y el barranco de la Choca, mostrando en toda su magnitud este imponente paisaje.

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Desde el aparcamiento también parte el recorrido que conduce a los Abrigos del Tozal de Mallata.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

45 min (ida)

100 m

baja

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Una senda de suave pendiente alcanza un cruce tras media hora de recorrido. Poco más adelante se alcanza el borde del desfiladero del río Vero. Para acceder al primer abrigo es necesario descender por escaleras verticales, perfectamente acondicionadas para la visita pero que seguro impresionan al visitante. El primer abrigo se encuentra en uno de los covachos más grandes, colgado en la parte alta de las paredes que bordean el barranco. Un lugar espectacular para la contemplación del paisaje. Las pinturas están protegidas por rejas y debido a su ubicación complican su observación.

Corresponden a la etapa del Neolítico y de la Edad de los Metales, entre los años 5.000 y el 1.500 a. C. En sus paredes destacan escenas con ciervos, figuras de antropomorfos, además de signos lineales, circulares y cruciformes. Tras la visita de este espectacular enclave, es necesario volver a la repisa superior. A escasa distancia, pero también marcado por una ubicación al filo de los acantilados se encuentra el segundo abrigo. De nuevo es imprescindible el descenso vertical, que gracias al equipamiento reduce al mínimo el riesgo para el visitante. Este abrigo de menores dimensiones permite la observación más fácil de las pinturas a través de la reja debido a su cercanía. En esta ocasión destaca una escena formada por trece personas que llevan peinados destacados, mientras que otra escena perfectamente visible es la formada por unos signos ramiformes.

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Como final de la propuesta del fin de semana se puede visitar el Puente de la Albarda el domingo por la tarde. Volviendo en dirección a Barbastro, justo antes de la incorporación a la carretera regional se puede parar junto al puente situado a escasos metros. Se compone de un gran arco de 8,5 metros de altura y 19 metros de luz. De fina y esbelta silueta, tiene dos acusadas rampas con una anchura inferior a los dos metros provistas de pretiles.

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FINES DE SEMANA Matarraña/Matarranya

Valderrobres y Beceite, a cuál más encantadora

Dos poblaciones de la comarca del Matarraña que arropan al río que da nombre a la comarca en sus primeros pasos. Valderrobres, poseedora orgullosa del título de conjunto histórico-artístico. Beceite, más modesta, pero que se complementa con un entorno natural de gran riqueza paisajística.
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.Para el sábado por la mañana se propone realizar la ruta más emblemática de los Puertos de Beceite/Els Ports de Beseit, el Parrizal/Parrissal. Se abandona la población de Beceite/Beseit siguiendo las indicaciones y tomando una estrecha pista asfaltada que atraviesa la huerta que acompaña al río Matarraña/Matarranya. Tras superar cinco kilómetros de recorrido total es recomendable una parada en un ensanche de la pista junto a un pequeño puente para poder disfrutar de un rincón de gran belleza del río junto al Mas de Lluvia. Más adelante se llega a un punto donde es obligatorio dejar el vehículo para continuar por la pista andando.

TIEMPO

DESNIVELDIFICULTAD
1 h 30 min (ida)sin apenas desnivelmedia
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Tras atravesar un par de túneles se alcanza el Pla de la Mina, donde se emplaza el antiguo aparcamiento y una zona con merenderos. A partir de este punto el recorrido por el río está dotado de pasarelas en los lugares donde el agua impide el andar sin mojarse. Por ello hacer este recorrido depende del calzado y del caudal del río, con lo que es recomendable hacerlo en verano. Se puede hacer parte del recorrido, teniendo en cuenta que el objetivo final del los Estrechos del Parrizal/Estrets del Parrissal se emplaza a una hora y media del comienzo. En todo el trazado la belleza del río y de sus pozas no defraudarán a ningún caminante.

Tras la comida y el descanso se propone una tarde tranquila visitando la pintoresca población de Beceite/Beseit. Antes de acceder al casco urbano puede visitarse el arrabal de Santa Ana el cual es atravesado por la carretera. La ermita de Santa Ana se emplaza a unos metros de un puente que salva el río Matarraña/Matarranya a gran altura. A ambos lados se alzan grandes edificios, antiguas industrias de papel, ahora fuera de uso. La fábrica de Noguera alberga un estudio de pintura y cerámica con exposición permanente cuya visita puede ser interesante. El acceso al casco antiguo se realiza a través del Portal de Villanueva, un arco de la antigua muralla. Un recorrido circular permite descubrir el trazado del antiguo amurallado de la población. Avanzando por la calle se pasa bajo el Pasaje de Villanueva. Al final un giro brusco a la derecha deja a los pies del Portal de San Gregorio. Con forma de recodo, sobre él se dispone una capilla en honor al santo.

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La calle rectilínea y ascendente lleva al Portal de la calle Llana. Una vez atravesado, la calle a mano derecha continua el trazado alrededor del recinto defensivo, hasta alcanzar el Portal-Capilla de San Roque. Se construyó una capilla abierta sobre un portal de la muralla. De nuevo bordeando la población, sin atravesar el arco, tomando la calle siguiente a mano derecha, se alcanza el último portal de la muralla conservado, el Portal del Coll. Definitivamente el visitante atraviesa el arco, cuya calle conduce al centro de la localidad. En la plaza mayor, compuesta por dos niveles, se alza la iglesia parroquial, el ayuntamiento y edificios civiles relevantes. La iglesia de San Bartolomé cuenta con sencilla pero bella portada. Bajo el ayuntamiento, abierta a una calle inferior se conserva la lonja. Descendiendo por esta calle se puede disfrutar de muestras de arquitectura popular que marcan el encanto de la población. Se pasa junto al antiguo lavadero adosado a una pared rocosa y finalmente se alcanza la calle que deja de nuevo en el portal de Villanueva.

El domingo se propone la visita a la capital del Matarraña/Matarranya, una de las poblaciones más bellas de la provincia turolense, Valderrobres/Vall de Roures. Recibe al visitante con su mejor carta de presentación: el puente medieval, las casas alineadas junto al río y sobre los tejados la figura del castillo y de la iglesia. El puente de San Roque, de factura gótica cruza airoso el río Matarraña/Matarranya y se introduce en la población a través del arco de San Roque.

Una vez atravesado el monumental portal de la muralla se entra en la plaza Mayor. En ella se alzan el ayuntamiento y un palacio. El ayuntamiento es uno de los ejemplos más sobresalientes del renacimiento civil aragonés, terminado en el año 1590. En la parte baja se abre una lonja de arcos de medio punto. Frente al mismo un edificio fortificado, antigua residencia de los justicias de la villa y de los notarios, que ahora alberga una fonda. En el lado más alto de la plaza, parte una calle en diagonal que se dirige a la parte alta de la población.

Una escalinata antecede a la iglesia de Santa María la Mayor construida en su mayor parte durante el siglo XIV, bajo estilo gótico levantino. Uno de los elementos más sobresalientes es su magnífica portada. Cuenta con once arquivoltas de gran abocinamiento y que se corona con un colosal rosetón de unos seis metros de diámetro. La decoración al exterior de la iglesia se completa con un friso de canecillos que recorre todo el perímetro, así como varias gárgolas de bella factura. Es imprescindible la visita a su interior para completar la visión de esta magnífica iglesia. Pero todavía queda por descubrir otro de los edificios emblemáticos de la población. A escasos metros está el castillo levantado en similares fechas a la iglesia. Su marcado carácter residencial queda de manifiesto en sus fachadas. Ventanales góticos, galería de arcos de medio punto y perfil almenado las convierten en uno de los ejemplos más elegantes del gótico militar de España. Al interior se pueden recorrer todas las estancias, desde las caballerizas, pasando por la planta noble con sus diferentes salas de gran belleza y también se puede acceder a la planta alta, desde cuya galería el visitante disfruta de una amplia vista del casco urbano y de sus alrededores.

En caso de disponer de tiempo por la tarde del domingo se puede realizar una aproximación al Embalse de Pena. Desde Valderrobres/Vall de Roures se toma la carretera de Fuentespalda/Fontdespatla. A unos dos kilómetros parte la pista asfaltada que remonta el río Pena. Tras cinco kilómetros y medio de atraviesan dos túneles, y aparece un pequeño aparcamiento, junto a las casas del pantano. Se puede acceder andando a la presa, situada en el desfiladero, con excelentes vistas barranco abajo, y también del propio embalse. Si se continúa bordeando el embalse, con pista ya de tierra, se pasa junto a un área recreativa que cuenta con mesas, junto a la orilla en una zona de escasa pendiente que simula una playa fluvial, bordeada por pinares. El recorrido de la pista bordea la desembocadura del río Pena, cuyas aguas aparecen remansadas, y ésta continua su trazado alrededor del pantano.

 

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FINES DE SEMANA Ribera Baja del Ebro

Meandros del Ebro, el tramo más sinuoso del río

Los meandros más acentuados del río Ebro se encuentran en la comarca de la Ribera Baja. El paisaje se vuelve esplendoroso en la ribera, gracias al efecto milagroso de las aguas del río. Río, ribera y huertas constituyen un paisaje verde, en claro contraste con los montes deforestados de colores rojizos, pardos y ocres de los alrededores. Y en medio de este paisaje el Monasterio de Rueda, uno de los conjuntos monásticos más importantes de Aragón, resplandeciente tras su restauración.
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La propuesta del fin de semana arranca con la visita a Quinto, población situada al pie de la carretera de Castellón, a unos 35 kilómetros de Zaragoza. No llama la atención del visitante al ser atravesado, pero es de obligada visita. Una bonita plaza junto a la carretera muestra una iglesia y el ayuntamiento construidos tras la guerra civil. Al otro lado de la carretera su casco antiguo destaca por tres portales bajo los cuales discurren los accesos primitivos. Son los portales de San Antón, San Roque y San Miguel, con capillas dedicadas a los santos en su parte superior.

Sin embargo la joya de la localidad es la antigua iglesia parroquial. Del portal de San Miguel arranca una calle en ascenso hasta la parte más alta del pueblo donde se ubica la iglesia de la Asunción. Está situada en el lugar conocido como El Piquete, donde anteriormente hubo un castillo. Una obra mudéjar restaurada tras años de abandono que muestra una decoración mudéjar de bella factura. Y en su interior alberga el Museo de las Momias de Quinto. En la exposición se muestran quince momias, que fallecieron en los siglos XVII y XIX. Son de diferentes edades, desde recién nacidos, pasando por niños, personas adultas y otras muy longevas para la época. Se exponen tras una cuidadosa limpieza, sin alterar su estado de sequedad absoluta lo cual han permitido su conservación. Se trata de la exposición de momias mejor conservadas de España. Desde el exterior de la iglesia se disfruta de amplias vistas de toda la población.

Por la tarde se toma dirección a Gelsa tras atravesar el río Ebro. A cuatro kilómetros está Velilla de Ebro. En vez de acceder al casco urbano se avanza por la carretera para acercarse al Yacimiento de Celsa. Se trata de una ciudad romana construida sobre un antiguo asentamiento íbero. Se puede pasear por sus calles perfectamente empedradas, y visitar los restos de varias viviendas, algunas de ellas con interesantes mosaicos como el de la casa de los Delfines. En este núcleo llegaron a vivir 3.500 personas. En el entorno hay un pequeño museo que amplia de manera notable la información con maquetas, piezas arqueológicas, etc, cuya visita es recomendable. Y en el entorno también se puede acceder a la ermita de San Nicolás de Bari. La devoción a este santo marinero evoca los siglos en los cuales el Ebro fue navegable. Desde este punto se puede disfrutar de una bella vista del pueblo de Velilla de Ebro enclavado entre los escarpes y el frondoso valle del Ebro.

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La carretera avanza junto a los meandros  del Ebro para llegar hasta Sástago. Antes de alcanzar el pueblo, se toma la dirección a La Zaida con el objetivo de descubrir el Castillo de la Palma. Se continúa en paralelo al río Ebro. Un kilómetro después de dejar la ribera se toma una pista amplia a la izquierda. Según su estado se podrá avanzar por ella hasta aproximarse al castillo, con un trazado de un kilómetro. En los numerosos desvíos debe tomarse por orden: primero a la izquierda, segundo a la derecha, tercero a la izquierda y cuarto a la derecha. Se alcanza así la base del castillo en ruinas, pero que conserva una bella estampa por las murallas que lo delimitan. Una rampa en zigzag desemboca bajo el arco de acceso al recinto defensivo. En su interior se conserva la ermita del Pilar, edificio de grandes dimensiones, y junto a ella la torre principal del castillo. En dirección al río se puede nuevamente disfrutar de excelentes vistas gracias a lo elevado del emplazamiento.

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Como final de la jornada se propone atravesar el casco urbano de Sástago y acto seguido su singular puente. La carretera asciende con un repecho en cuyo final aparece el desvío que conduce a la Torre del Tambor. Fue levantada esta torre circular durante las guerras carlistas. Por su interior se accede mediante escalera de caracol a la terraza superior, desde donde las vistas del río atravesado por el puente, el pueblo y los meandros del Ebro son muy bonitas.

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Para el domingo se reserva el plato fuerte del fin de semana. Tomando la carretera que conduce de Sástago a Escatrón, a mitad de camino está el desvío que conduce al Monasterio de Rueda. Se trata de uno de los tres monasterios cistercienses más importantes de Aragón. La mayor parte de la actual construcción fue levantada en el siglo XIII, tras la fundación del monasterio en el año 1202. Tras un magnífico trabajo de restauración se ha puesto en valor este monasterio, y se ha dotado de los servicios de restauración y de la hospedería. Tras atravesar la Puerta Real se accede a un gran patio delimitado por la Hospedería. Tanto la portería como el edificio de la hospedería se deben a ampliaciones del monasterio de los siglos XVII y XVIII. Al fondo se encuentra el edificio cisterciense. Se accede a través de la iglesia, y desde el claustro se puede entrar al resto de las dependencias: refectorio, lavatorio, sala capitular, cocina y locutorio en la planta baja. En la planta alta se han reconstruido los dormitorios y además se puede salir a la parte alta del claustro, con buenas vistas del mismo, así como de la magnífica torre del monasterio.

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La visita se completa con el elemento más singular, la rueda o noria, de donde toma el nombre este monasterio. Junto al acceso principal se rodea el recinto y en apenas unos minutos se llega a la gran noria la cual ha sido reconstruida. Se trata de la noria más grande de Europa en funcionamiento, con más de 16 metros de diámetro. Servía para elevar las aguas del río y se conducían al monasterio mediante un conjunto de tuberías subterráneas. Junto a la noria hay un molino harinero. Desde este punto parten varios senderos de corto recorrido que se introducen en la mejana, isla situada entre el río Ebro y el canal que abastece a la noria. Son muy recomendables debido a que atraviesan los frondosos bosques de ribera. Conducen a varios puntos de interés para ver la noria, el azud de Escatrón y el río Ebro. El paseo es muy fácil e interesante, pero en pleno verano los mosquitos pueden hacernos cambiar de opinión.

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Para completar el fin de semana se reserva para la tarde la Ermita de la Virgen de Montler. De vuelta a Sástago, y tomando la carretera que conduce a Bujaraloz, parte a corta distancia un desvío. La estrecha pista asfaltada recorre el monte hasta llegar a la recoleta ermita rodeada de un merendero. Desde este punto se aprecia mejor uno de los grandes meandros que forma el río Ebro que se completa una amplia panorámica de campos en claro contraste con los escarpes que bordean el río.

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FINES DE SEMANA Sierra de Albarracín

Montes Universales, donde nace el Tajo

En los Montes Universales nacen el Tajo, el Gabriel y el Guadalaviar, uno toma camino al Atlántico y los otros dos hacia el Mediterráneo. Sobresale una arquitectura tradicional con abundantes trabajos en rejería, y unos paisajes que alternan prados y pinares, donde se practicaba antaño la trashumancia. Un paisaje salpicado además por simas y dolinas, formaciones espectaculares.
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La propuesta para comenzar el fin de semana conduce al Mirador del Portillo. Tras atravesar la población de Guadalaviar, la carretera asciende entre pinares hasta alcanzar la cota más alta. Junto al portillo, estrecho rocoso que atraviesa la carretera, se puede dejar el vehículo y subir andando hasta el mirador acondicionado, situado a 1.800 metros de altitud. Desde este punto, gracias a los paneles explicativos, se puede divisar e identificar un buen número de puntos de interés en todas las direcciones.

La carretera desciende rápido hasta el valle del Tajo, en el cual se alternan pastizales y pinares. Remontando el pequeño cauce se alcanza el Nacimiento del Tajo perfectamente señalizado. En este punto el río recibe sus primeras aportaciones al caudal de manera temporal. El río Tajo es el más largo de la Península Ibérica y en sus 1072 kilómetros atraviesa España para desembocar en Lisboa. En este nacedero manan aguas pero no dan lugar a un cauce estable, y hasta más adelante no se puede ver un joven río de caudal permanente. En este lugar se instaló en el año 1974 un grupo escultórico realizado por el escultor José Gonzalvo. La escultura mayor simboliza al «Padre Tajo» y las tres menores las provincias de Teruel, Cuenca y Guadalajara.

La carretera avanza en dirección a Frías de Albarracín. Tres kilómetros antes de llegar a la población, a mano izquierda parte un camino señalizado. A escasa distancia y oculta por los pinares aparece un gran agujero en el terreno, la Sima de Frías. Una valla de madera protege la sima, cuyas paredes se precipitan de manera vertical en buena parte de su perímetro. Cuenta con unos 80 metros de diámetro, y unos 60 metros de profundidad. Para poderla observar mejor es necesario rodearla, ya que desde el lado opuesto al acceso se aprecia en toda su magnitud.

Por la tarde el plan es mucho más tranquilo, con la visita a la población de Griegos y su entorno. Esta localidad es una de las más elevadas de la Península Ibérica. Se asienta a 1600 metros rodeada de pastizales donde abundan las vacas. La arquitectura de montaña queda de manifiesto en las fachadas donde se alternan la piedra y el encalado, con muestras interesantes en rejería. Un paseo por sus calles invita a descubrir la plaza principal, con el abrevadero y el ayuntamiento en un costado, y se puede prolongar hasta la iglesia parroquial, situada en un extremo del núcleo, en la parte alta.

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Volviendo a la carretera por el mismo acceso, esta bordea Griegos por la izquierda. A escasa distancia parte un camino a mano izquierda que conduce a un vallado en medio de un pinar, donde es posible la observación de varios ciervos de una manera fácil. No es el mejor alojamiento para estos animales que pueblan los Montes Universales, pero es una opción para poderlos ver de cerca.

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Para completar la tarde se recomienda subir a la Muela de San Juan. El acceso se encuentra señalizado, una vez rebasado el pueblo, a mano izquierda. Una masa de denso pinar acompaña la subida por la pista asfaltada. En la parte alta se encuentran las instalaciones de las pistas de esquí de fondo. Un poco más adelante se llega a la modesta Cruz de Santa Bárbara, junto a una torre de observación forestal. Este punto es un excelente mirador del valle del río Griegos.

La mañana del domingo es un buen momento para dar un paseo, siempre y cuando no haga demasiado frío. En ese caso se puede invertir el orden de la visita con el museo que se verá a continuación. El punto de partida para la visita del Campo de Dolinas de Villar del Cobo es el cruce de carreteras junto a Casas de Búcar. En ese lugar parte una pista que discurre en paralelo a la carretera de Griegos, y que pasa junto a una granja. Poco antes de haber recorrido un kilómetro se toma el ramal que desciende al río Griegos. En este lugar es recomendable dejar el vehículo.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 30 min (circular)

125 m

baja

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Se continua por la pista de gran pendiente y abundante piedra suelta, entre la cual es muy fácil encontrar fósiles. Al final de la rampa se toma un desvío que parte al frente, y siguiendo un sendero poco marcado se alcanza la primera dolina. En medio de la paramera con escasa vegetación surge una gran depresión de 350 metros de diámetro y 50 metros de profundidad. Sus dimensiones sorprenden e incluso la cámara de fotos se ve incapaz de abarcar toda su extensión. Bordeando por la izquierda se va ascendiendo por sendas poco marcadas hasta alcanzar otras dos simas de menores dimensiones, pero de mayor belleza por los pinos que salpican su interior. Se deben bordear por la izquierda, y de nuevo a unos minutos se alcanza una nueva dolina, ésta mayor tapizada en buen parte de su interior por un denso pinar. Si se rodea por la izquierda, se descubre la última a la izquierda.

Este punto es la parte más alta de esta nueva dolina. A pesar de contar con la misma superficie que la primera que se ha visitado, su profundidad es de 100 metros, en parte favorecida por la pendiente del terreno en el que se asienta. El recorrido la bordea por su izquierda, sin senda evidente, pero en paralelo a la depresión, atravesando un denso pinar. La vista desde la parte inferior también impresiona. Para completar el paseo circular es necesario descender al pequeño cauce del río Griegos, y acompañarlo en su suave discurrir, buscando la senda más cómoda. Así se alcanzará el vehículo que está aparcado junto al arroyo, aguas abajo. Este paseo tiene una duración total de una hora y media.

La mañana se completa con la visita al Museo de la Trashumancia que se emplaza en el centro de la localidad de Guadalaviar. En su interior muestra de una manera amena la distribución de las veredas en Aragón, abundante material sobre aspectos relacionados con la lana y el marcaje del ganado y en la parte alta una recreación de una caseta pastoril. Una visita interesante que descubre este modo de vida que durante siglos imperó en estas tierras.

El fin de semana por tierras turolenses puede completarse con la visita a la localidad de Villar del Cobo. En la travesía de la carretera se pueden observar ejemplos de arquitectura tradicional con fachadas encaladas en las que destaca el trabajo en rejería. Ya dentro del pueblo se encuentra la casa-palacio de los Muñoz, una de las más importantes de la Comunidad de Albarracín por su volumen, excelente rejería y galería de vanos adintelados con dibujos geométricos. Cercana está la iglesia de San Justo y San Pastor, a la cual le precede un singular pórtico de estilo gótico. Si todavía se dispone de algo de tiempo se puede culminar la visita al lugar subiendo a la ermita de la Virgen del Rosario, a la cual se puede acceder andando por una calle al otro lado del cauce que cruza el pueblo. La ermita se rodea de una bonita pradera con un abrevadero y desde este lugar se observa una buena vista de la población.

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