En el propio alojamiento en el caso de que disponga de cocina-comedor o de servicio de comida.
De campo: Para el sábado hay un pequeño merendero cubierto situado junto al aparcamiento del albergue. Y el domingo se propone la zona de merenderos frente a las piscinas muncipales de Fraga.
De restaurante: Para el sábado hay un restaurante en el pueblo viejo y varios en el pueblo nuevo de Mequinenza. Y en domingo en Fraga existe una amplia oferta en restauración.
Alojamientos: En Mequinenza hay una variada oferta de alojamientos: apartamentos, hostales, hotel, campings y un albergue.
El río Ebrón en un pequeño afluente del río Turia en cuyos inicios recorre tierras turolenses. Entre las localidades de Tormón y El Cuervo ha creado espectaculares hoces y estrechos, poco antes de tomar dirección al Rincón de Ademuz. Un entorno natural de gran belleza que se completa con el paisaje de rodeno, marcado por las huellas prehistóricas en forma de pinturas rupestres.
La ruta más directa para alcanzar la cuenca del río Ebrón parte de la ciudad de Teruel. Abandonando la autovía mudéjar por la salida situada más al norte se toma la carretera regional que conduce a San Blas. Catorce kilómetros después hay que coger una carretera local que se estrecha y asciende un pequeño puerto de montaña rodeado de un denso pinar. Una vez recorridos diecisiete kilómetros por esta carretera de montaña parte el desvío que conducirá a El Cuervo. Campos de almendros salpican un paisaje mucho más abierto. En descenso al valle del río Ebrón se atraviesa la pequeña aldea de Cuesta del Rato, perteneciente al Rincón de Ademuz. Poco después parte la carretera que conduce al pintoresco pueblo turolense.
Por la mañana se propone descubrir los Estrechos del Río Ebrón, uno de los recorridos fluviales más bonitos de Aragón. El camino tradicional entre las localidades de El Cuervo y Tormón ha sido recuperado como itinerario turístico. Bordeando la población se alcanza el merendero de Los Chorros. Desde este punto parte una pista asfaltada rodeada de huertas regadas mediante pequeños manantiales y por pequeñas acequias cuyas aguas son derivadas del río gracias a pequeños azudes. Cuando comienza el trazado de tierra se recomienda dejar el vehículo en un pequeño ensache.
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
1 h 45 min (ida)
100 m
fácil
La pista avanza en paralelo al río durante poco más de dos kilómetros de agradable camino que se recorre en media hora. Se alcanza entonces el merendero del Pozo de la Olla. A partir de aquí una senda se interna en el desfiladero. Unas escaleras talladas en la roca sirven de comienzo y poco más adelante comienzan los numerosos puentes que irán trasladando de una orilla a otra. El valle se va cerrando dejando sin espacio a las huertas y el río se acompaña de pequeñas praderas salpicadas de vegetación. Un cuarto de hora después se alcanza la zona más angosta y atractiva del recorrido. Unas pasarelas metálicas adosadas a la roca son necesarias para continuar. Las aguas cristalinas ocupan todo el espacio entre las paredes rocosas. El valle se abre poco después de un pequeño salto, tras atravesar un puente rodeado de juncales. Se alcanza el último puente y después de tres cuartos de hora la senda deja el río.
Comienza un suave ascenso por una pradera salpicada de enebros. Media hora después se avista un estrecho donde se encuentra el puente natural de Fonseca. Un sendero en fuerte descenso alcanza el cauce desde donde se puede disfrutar en toda su magnitud de esta curiosidad natural. El río discurre entre dos paredes rocosas entre las cuales se han ido depositando los minerales disueltos por el agua, formado roca toba y uniendo en altura ambas márgenes. Diez minutos en total son necesarios para recorrer este desvío. Volviendo a la senda principal rápidamente se alcanza la parte alta del puente, la cual se puede atravesar sin problemas debido a su amplitud y solidez. En la otra margen, aguas arriba una senda permite divisar desde otro ángulo esta curiosa formación natural. En la caminata se habrán invertido en total una hora y tres cuartos de ida, con lo que habrá que preveer el tiempo de vuelta.
Tras el recorrido senderista de la mañana se propone una tranquila tarde en la localidad de El Cuervo. Su casco urbano, que se adapta a la topografía del terreno, cuenta con dos plazoletas. En una de ellas se alza una gran olma de unos doscientos años de edad. A escasos metros está la plaza mayor, donde se sitúa el ayuntamiento. Frente a él un portalón sirve de acceso a la iglesia de la Asunción, fábrica de mampostería del siglo XVII. Su sólida torre de mampostería y cantería se remata con chapitel apuntado. Es recomendable ascender a la elevación donde estuvo situado el castillo de Lo Corbo, del que apenas quedan restos. Este lugar es un expléndido mirador del valle del Ebrón, así como del casco urbano.
Volviendo a la vega, junto a las instalaciones deportivas se alza un bar y un merendero. Allí se encuentran Los Chorros, donde mana el agua en forma de unas escorrenterías ofreciendo un bonito rincón. Si todavía quedan ganas y tiempo puede realizarse un sencillo paseo por los alrededores que recorre un sendero botánico. La abundante sombra acompaña el recorrido, jalonado por paneles informativos que ilustran la variedad de la vegetación de ribera que acompaña al río Ebrón. Una media hora de recorrido que sirven para deleitar y completar la visita a este bello entorno natural.
Para el domingo se propone visitar la cabecera del río. Para ello es necesario desplazarse hasta la localidad de Tormón. Mientras se desciende hacia el valle se avista el casco urbano junto a la llamativa formación rocosa que lo acompaña. Del antiguo castillo que alojaba sólo resta parte de su torre. La carretera pasa por la parte baja, donde se encuentra la iglesia de la Natividad. Es una obra de mampostería datada en el año 1641. Su torre se compone se culmina con un cuerpo octogonal y chapitel de teja vidriada. Ascendiendo por las estrechas calles se toma dirección a la ermita de San Cristóbal, junto al cementerio. Un pequeño paseo que permite alcanzar un mirador con una preciosa vista de la localidad, con las casas bajo el castillo, y la vega del río Ebrón.
A unos setecientos metros de la localidad tomando la carretera que conduce a Alobras, parte una senda señalizada que conduce al antiguo molino harinero. Los edificios que antaño sirvieron para la molienda y para producir electricidad a la localidad se encuentran en ruina. En la parte trasera el río Ebrón conforma un precioso rincón gracias a la cascada de Calicanto.
La mañana puede completarse con la visita al conjunto de pinturas rupestres situadas en el Prado del Tormón. A cuatro kilómetros de distancia en dirección a Teruel parte la pista que conduce a un área recreativa junto a una caseta forestal. A su alrededor destaca el paisaje de rodeno compuesto por piedras de arenisca y el pino rodeno, caracterizados por su color rojizo. Un paseo de un kilómetro de distancia total permite disfrutar del entorno natural con la escusa de visitar los abrigos de pinturas rupestres, integradas en el Parque Cultural de Albarracín. El conjunto está formado por pinturas realizadas en el Neolítico, con una antigüedad de 4.500 a 7.000 años. Se trata de cuatro puntos donde la mano del hombre dejó su huella y que están protegidos por cercas metálicas. Paneles de interpretación y dibujos facilitan su localización, aunque a veces es algo complicado. Los dos ramales del recorrido terminan en sendos miradores desde los cuales se puede completar la visita al espectacular paisaje de rodeno.
Por la tarde, y ya de vuelta, se puede hacer un alto en las inmediaciones de Rubiales. Junto al cruce de acceso a la localidad está señalizado el acceso a la balsa del Pinar. Se trata de una pequeña laguna en forma de cubeta de carácter endorréico. Sus aportes son únicamente de lluvia con lo que sus dimensiones varían notablemente, pero cuando está llena puede alcanzar un diámetro de 250 metros. El verde la pradera salpicado de pinos de rodeno, enebros, sabinas y alguna carrasca forma un paisaje de gran belleza.
En las cercanías de la ciudad de Huesca se encuentra el santuario de Loreto, al cual se accede desde el casco urbano por el camino del mismo nombre. En su entorno hay varios humedales de interés que se pueden visitar a través de la red de caminos y carreteras locales. La propuesta cicloturista ofrece varias alternativas mediante las cuales poder adaptar el recorrido a la capacidad del ciclista.
El Camino Natural de Loreto y el Canfranero aprovecha en parte la antigua vía férrea de la línea Zaragoza-Canfranc a su paso por la capital oscense. Tras la construcción de la variante ferroviaria en el año 2007 fue desechado el trazado que atravesaba la ciudad. El acondicionamiento de su plataforma ha creado un camino natural apto para el tránsito peatonal y de bicicletas. La propuesta principal se apoya en este trazado y se complementa con el camino de Loreto que sirve de acceso al santuario y a la alberca de mismo nombre. La longitud total es de 12,5 kilómetros. Debido a su sencillez se puede optar por disfrutar de este recorrido o ampliarlo con dos ramales. El primero de ellos hasta la alberca de Cortés, añadiendo 8,5 kilómetros entre ida y vuelta; el segundo hasta el embalse de Valdabra, con 15 kilómetros más incluyendo la vuelta. De esta manera se ofrecen tres posibilidades, con recorridos de 12,5, 21 o 36 kilómetros respectivamente, a elegir según la capacidad física de los ciclistas.
LONGITUD
DESNIVEL
PENDIENTE
FIRME
DIFICULTAD
12,5 km (ida y vuelta)
40 m
0,6 %
bueno
baja
21 km (ida y vuelta)
60 m
0,6 %
bueno
baja
36 km (ida y vuelta)
120 m
0,6 %
regular
media
El punto de partida es la ciudad de Huesca, en concreto la calle Ricardo del Arco. Ante el camping San Jorge de Huesca existe un aparcamiento acondicionado para vehículos. A escasos metros discurre el trazado ferroviario. Su firme de tierra compactada es ideal para la circulación de bicicletas. El trazado rectilíneo y ligeramente ascendente abandona la urbe rodeado de campos de labor. Atraviesa la autovía por debajo de ella y después gira ligeramente manteniendo el trazado recto. Tras recorrer cuatro kilómetros se alcanza el primer cruce. Un poco más adelante hay una pequeña área de descanso.
En este punto hay dos opciones. Para continuar con la propuesta principal debe tomarse el camino que conduce al santuario de Loreto. Si por el contrario se quiere optar por ampliar la ruta se puede tomar el primer ramal que conduce a la alberca de Cortés. Para ello es necesario coger el camino que conduce a Alerre. En esta localidad se pasa junto a las antiguas escuelas y cerca de la plaza donde se encuentra el moderno ayuntamiento y la iglesia que destaca por la torre de aspecto defensivo situada junto a ella. Atravesando la población por la calle principal, ésta gira hacia la derecha y se encamina a la carretera regional que conecta Huesca y Ayerbe. Para cruzarla es necesario extremar la precaución. Justo enfrente parte una pista asfaltada que de manera directa conduce a Chimillas. Tras atravesar una zona de unifamiliares se alcanza una rotonda. Al frente parte la calle que conduce a la iglesia, junto al edificio del ayuntamiento. Desde esta plazoleta se abandona la población por la calle de la alberca, que se convierte en camino poco después. Tras el cruce de varias acequias se avista la zona de carrizal a mano derecha que se inunda cuando la alberca de Cortés está llena.
A la derecha continúa el trazado del camino que la bordea llegando a la zona de mayor profundidad junto a la presa, tras recorrer poco más de cuatro kilómetros desde el arranque de este ramal. Desde este punto se divisa la lámina de agua por completo, y es fácil observar anátidas que permanecen durante todo el año. La vegetación a base de chopos y carrizos que bordean la alberca forma un entorno de gran belleza. La historia de esta alberca se remonta al año 1501, tras ser ordenada su construcción por el Castellán de Amposta, máxima autoridad de la Orden de San Juan de Jerusalén en la Corona de Aragón. En 1879 fue reformada para integrarla en la red de regadíos dependientes de la presa de Arguis. Forma parte de la red de riegos de la ciudad de Huesca, y de ella parten dos acequias.
Tras volver por el mismo recorrido se alcanza el cruce anterior. Desde este punto una pista en buen estado lleva a Huerrios, una pequeña localidad que se atraviesa por la calle de la iglesia. Al final es necesario tomar la derecha y parte un nuevo camino que llevará a un cruce carretero donde extremar la precaución. Al frente un camino conduce sin pérdida hasta el santuario de Loreto. La tradición dice que en el siglo III nació y vivió San Lorenzo en este lugar. Sus padres, San Orencio y Santa Paciencia, lo educaron en la fe y éste llegó a ser diácono del papa Sixto II. En este punto se construyó sobre la antigua capilla donde fueron enterrados sus padres un santuario ya documentado en el siglo XII, siendo el actual edificio obra del siglo XVIII. Destaca por su gran volumen en medio de la llanura cubierta por campos.
Desde la plaza que antecede al santuario parten varios caminos. Uno de ellos se encamina a la alberca de Loreto, tras seguir la señalización. En ligero descenso se alcanza el humedal en apenas unos minutos. Junto a la chopera situada en el extremo occidental de la alberca parte un sendero apto para bicicletas que bordea su perímetro, cerca de la lámina del agua. En su recorrido hay varios paneles de interpretación y dos observatorios. Fue construida entre los siglos XV y XVI para dotar de riego a las tierras cercanas a la capital. Para ello se toman las aguas del río Isuela. Posteriormente fue también incorporada al sistema de riegos del embalse de Arguis. Sus carrizales sirven de refugio a un buen número de especies, y la facilidad de observación de aves convierte a esta balsa en un lugar ideal para los ornitólogos.
Junto al desagüe de la laguna hay un observatorio. A escasos metros hay un cruce de pistas. Una de ellas sirve para continuar con el recorrido que rodea la laguna. Y para tomar el segundo ramal es necesario optar por la pista al frente que toma dirección al este. Después se alcanza una carretera y a la derecha hay una rotonda con circulación de vehículos. Un puente sobre la autovía entre Zaragoza y Huesca permite pasar a la otra margen. Tomando dirección al Parque Tecnológico Walqa, entre los restos del antiguo carrascal surgen los edificios que lo forman. Recorriendo la vía principal continúa la ruta por una pista pasando junto al castillo de Pebredo y restos de una balsa. Más adelante se alcanza el castillo de Colchoné.
A la derecha parte una pista que conduce de manera directa a la cuenca donde se ubica el embalse de Valdabra. Se atraviesa un bonito carrascal y después se abre una amplia llanura rota por escasos carrizales que marcan el límite del embalse. La pista avanza entre campos de cereal y algunas carrascas hasta toparse con la presa. En este punto se avista de manera completa el humedal y el paisaje que lo rodea. De la alberca al embalse hay una distancia de siete kilómetros y medio.
Desde la presa debe volverse por el mismo recorrido hasta la alberca de Loreto. Siguiendo las indicaciones se termina el recorrido que la bordea hasta alcanzar la zona más frondosa y bonita del humedal. Una vez en la pista se vuelve por el mismo camino al santuario de Loreto. Tras pasar por delante del edificio, un poco más adelante hay un crucero donde arranca la pista que conduce a la ciudad de Huesca.
A mitad de camino aparece el monumento a Santa Paciencia. Según se dice en este lugar la madre de San Lorenzo y San Orencio les esperaba a la vuelta de la escuela. Precisamente desde este lugar es visible la ciudad y todo su entorno. Ya sólo resta en ligero descenso atravesar la autovía mudéjar y alcanzar de nuevo el antiguo trazado del ferrocarril. El último tramo discurre por el mismo itinerario hasta alcanzar el punto inicial del recorrido.
Para la tarde se recomienda la visita al CDAN, Centro de Arte y Naturaleza. Se ubica a los pies de la carretera que une Huesca con Ayerbe, poco después de abandonar la capital. Rodea al moderno edificio un precioso viñedo. El edificio alberga también la Fundación Beulas. En su interior además de la colección de arte contemporáneo de diferentes artistas aragoneses y españoles suele haber exposiciones temporales. Es un buen complemento para la ruta cicloturista de la mañana. Y en caso de disponer de más tiempo también se puede dar un paseo por la ciudad de Huesca, disfrutando del vergel urbano del Parque Miguel Servet, uno de los sus atractivos. Y también de su patrimonio artístico de gran importancia con la catedral o la iglesia de San Pedro el Viejo entre muchos otros edificios de interés.
En plena comarca del Bajo Aragón se encuentra Calanda. Esta localidad es conocida por muchas cosas: su melocotón, los tambores de su rompida de la hora, el afamado milagro y cómo no por su vecino más ilustre, el cineasta calandino Luis Buñuel. Pero son muchos más los diversos atractivos con los que cuenta esta población bajo aragonesa tanto en su casco urbano como en el término municipal que bien merecen una visita.
La carretera de Castellón sirve de aproximación a las tierras del Bajo Aragón. En las cercanías de Alcañiz parte la carretera nacional que conduce en poco más de quince kilómetros a Calanda. Se asienta en una zona llana, en las cercanías de la confluencia de los ríos Guadalopillo y Guadalope. Sus orígenes se remontan al poblado celtibérico de Colenda. El núcleo actual nace con el asentamiento de sus primeros pobladores en las laderas de la colina donde estaba el castillo musulmán. En 1169 pasa a manos cristianas con Alfonso II de Aragón.
La visita comienza en la oficina de turismo situada en el CBC, Centro Buñuel Calanda. En plena calle mayor se emplaza la casa Fortán-Cascajares, un edificio renacentista que cobija este centro museístico de primer orden dedicado al genial cineasta aragonés Luis Buñuel. El acceso se realiza por la parte trasera, atravesando una plaza ajardinada donde destaca el busto del ilustre aragonés. En la planta baja se encuentra la recepción y una gran sala empleada para exposiciones temporales. En la primera planta se desarrolla la exposición permanente, en la cual mediante el empleo de nuevas tecnologías, se muestra su vida a través del cine y su universo particular. Uno de los espacios muestra una biografía completa mediante la proyección de las doce páginas de su vida. El siguiente espacio es lo más llamativo del museo, en la que se muestran los mundos de Buñuel, donde el surrealismo sorprende al visitante transportando a sus obsesiones y fragmentos de películas a través de la literatura. Otras cuatro pequeñas salas sirven para profundizar en sus más de treinta películas.
Avanzando por la calle mayor, salpicada de casas nobiliarias, se alcanza la plaza de España. Calanda es casi mundialmente conocida por ser una de las localidades donde la Semana Santa muestra una de las estampas más tradicionales. La rompida de la hora, a mediodía del Viernes Santo, tiene lugar en esta plaza. En ese momento comienza el ensordecedor sonido de los tambores tocados por vecinos con sus túnicas moradas, uniforme característico de la villa. La primera procesión religiosa de Semana Santa se remonta a finales del siglo XVI mientras que el comienzo del uso de los tambores hay que situarlo a finales del siglo XVIII. En la plaza se levantan la iglesia parroquial y el ayuntamiento. La iglesia de la Esperanza es una fábrica barroca llevada a cabo en el siglo XVIII. Al exterior carece de torre, la cual se suple con una espadaña sencilla. El ayuntamiento cuenta con tres plantas, la primera de ellas se realizó en piedra de sillar. En un costado del edificio destacan los singulares frescos de Francisco Cascajares, pintados en 1704. Se trata de un hijo de la villa, que llegó a ser consejero de Castilla a mitad del siglo XVIII.
Cerca de la plaza están los restos del castillo, origen de la población. Junto a los muros que delimitan el recinto defensivo se encuentra el templo del Pilar. Se trata de un edificio barroco. Cuenta con tres naves y sobre el crucero se levanta cúpula sobre lunetos. A los pies se levanta la torre, compuesta por tres cuerpos de ladrillo que se remata con un esbelto chapitel. Adosado a su fachada está la antigua casa del capellán, la cual alberga el museo Miguel Pellicer, protagonista del afamado milagro de Calanda. Miguel Juan Pellicer era natural de la villa. En el año 1637, mientras estaba trabajando en Castellón, sufrió un accidente y fue trasladado a Valencia y después a Zaragoza. En el hospital de Nuestra Señora de Gracia finalmente le tuvieron que cortar la pierna. Se estuvo recuperando durante dos años y medio en Zaragoza, viviendo de limosna ante el Templo del Pilar, mientras se curaba con aceite de la lámpara de la virgen. Se trasladó a su pueblo y en la noche del 29 de marzo de 1640 sus padres se dieron cuenta que tenía dos piernas mientras dormía. La virgen le había restituido la misma pierna que le habían cortado hace dos años en Zaragoza y sólo tardó tres días en alcanzar la movilidad total de la pierna.
Si todavía resta tiempo por la mañana es posible la visita de la nevera de la localidad. Tomando prestadas las llaves en la oficina de turismo podrá visitarse esta curiosa instalación subterránea. Aparte del espacio circular central cubierto por bóveda de aproximación de hiladas, se abren cuatro galerías que amplían de manera notable la capacidad de albergar nieve, posteriormente convertida en hielo gracias a su compactación. Éste servía para enfriar alimentos y bebidas, así como para fines terapéuticos.
Para la tarde se propone la visita a varios puntos de interés de su término municipal. En primer lugar el acueducto de los Arcos, cuyo acceso parte de la calle que pasa junto a la puerta del calvario, en pleno casco urbano. Ya fuera de la localidad es necesario tomar el ramal izquierdo en el primer cruce, y la derecha en el siguiente. El camino desciende en su tramo final alcanzando el parque fluvial que acompaña al acueducto. Se alza por cinco arcos de medio punto que alcanzan quince metros de altura en su punto más alto sobre el río Guadalopillo. Sirvió para la traída de aguas desde el río Guadalope hasta la localidad.
Y para completar la jornada se propone visitar el convento del Desierto. Para ello es necesario abandonar Calanda por la carretera que conduce a Mas de las Matas, y poco después tomar dirección a Torrevelilla. En el punto kilométrico 2,5 de esta carretera secundaria aparece una curva pronunciada donde surgen dos pistas a mano derecha. Debe tomarse la segunda de ellas que conduce hasta este convento abandonado tras recorrer poco más de cinco kilómetros. Tomando siempre su trazado principal, a pesar del buen número de cruces, es fácil alcanzar el lugar prescindiendo de recorrer el tramo final una vez alcanzada una curva cerrada debido a la acusada pendiente. Llegó a albergar a cuarenta religiosos de la Orden de los Carmelitas Descalzos. En la actualidad está abandonado y sorprende encontrar un edificio de estas dimensiones en medio del monte. Atravesando la monumental fachada, flanqueada en uno de sus costados por una gran espadaña, se puede acceder con precaución al interior de su gran iglesia barroca. Y también al claustro, cuyas galerías carecen ya de cubiertas, pero que permiten imaginar cómo fueron. El resto de las instalaciones están en estado más avanzado de ruina. El conjunto se rodea de entorno natural de gran belleza salpicado de bloques de conglomerado de grandes dimensiones y pequeños bosques mediterráneos.
El Montsec de L´Estall es la parte aragonesa de la Sierra del Montsec, la cual atraviesa el río Noguera Ribagorzana creando un espectacular desfiladero. El cauce marca la frontera entre Aragón y Cataluña. En medio de estas tierras de abruptos paisajes sobresale uno de los núcleos medievales mejor conservados de Aragón, Montañana/Montanyana, pieza clave en la historia de la Ribagorza.
Para acceder a la Ribagorza más oriental sólo es necesario dejarse llevar por la N-230, la carretera nacional que conduce al valle de Arán. Provenientes de Huesca o de Lérida, se confluye en Benabarre/Benavarri. Doce kilómetros después se alcanza la población de Viacamp. A los pies de la carretera se encuentra el Centro de Visitantes del Montsec de L´Estall. Un lugar ideal para poder descubrir los aspectos paisajísticos y artísticos de esta sierra pirenaica. Desde este lugar parte una carretera que asciende hasta el núcleo originario situado a los pies de la torre defensiva, seña de identidad de la localidad. Una vez se pasa junto a un peirón van apareciendo las casas dispersas por la ladera. Un poco más arriba se alcanza una zona ajardinada que antecede a la ermita de la Virgen de Obach. La fábrica de origen románica data del siglo XII, aunque transformada posteriormente. Un rampa final resta para alcanzar el montículo donde se asienta el castillo, que pudo ser construido por Ramiro I en el año 1060. Se ubica en una meseta que estuvo amurallada y de la que todavía apreciarse en algunos tramos. En su interior descansan los restos de la antigua iglesia de San Esteban y de una gran torre de planta circular cuya altura alcanza los veinte metros. Sus muros tienen casi tres metros de espesor. Al interior se divide cuatro plantas. Una estructura metálica con escaleras permite el acceso a la primera planta. En esta planta se conserva el retrete, con asiento de piedra perforada y desagüe exterior. La segunda planta era la destinada a los aposentos. La tercera planta estaba destinada a la defensa, y en ella se abren siete ventanas. Tenía también acceso a los cadalsos individuales, estructuras de madera salientes de los muros de la torre que servían para ejercitar mejor la defensa. Sus muros se rematan con almenas. En la actualidad constituye un espectacular mirador en todas las direcciones gracias a su privilegiada ubicación.
Retomando la carretera, en suave descenso se alcanza el valle del Noguera Ribagorzana, donde se asienta Puente de Montañana/Pont de Montanyana. En la travesía la población ofrece al visitante un buen número de panaderías tradicionales y restaurantes. El casco urbano antiguo se encuentra al otro lado del río, al cual se accede a pie a través de un pintoresco puente colgante. Precisamente el origen de este emplazamiento se debe al puente de peaje situado en este punto. La actual pasarela fue construida por una compañía de zapadores de Tenerife en 1938 con el avance de las tropas nacionales en la guerra civil. Una vez atravesado un pasadizo antecede a una amplia plaza de traza triangular, bien urbanizada y rodeada de fachadas de edificios tradicionales. Un par de pasadizos más conducen a otra calle paralela a la plaza. En ella abundan los soportales y pasadizos que conforman rincones pintorescos. En la parte baja de la calle, casi oculta en la trama urbana, surge la iglesia de San Armengol. Su torre de planta cuadrada y tejado a cuatro aguas despunta ligeramente por encima de los tejados de la localidad.
Para la tarde se reserva la visita al enclave medieval de Montañana/Montanyana. Su acceso está situado a escasa distancia. Fue un lugar estratégico de defensa para la Ribagorza que aparece ya nombrado documentalmente a finales del siglo X. Tras un periodo en posesión del condado de Pallars, en el año 1190 el rey Alfonso II lo conquistó pasando a manos aragonesas. A pesar de contar con más de seiscientos habitantes hace un siglo, se quedó prácticamente despoblado. Esto favoreció la conservación de su fisonomía original a lo cual se ha añadido las labores de restauración del conjunto y la conservación de las viviendas por parte de sus propietarios. El resultado es uno de los cascos urbanos más preciosos de la provincia oscense.
A la entrada de la localidad hay un aparcamiento, donde se encuentra la oficina de turismo. Es recomendable acompañar la visita de un guía para conocer la intensa historia de este lugar, así como para descubrir el interior de la iglesia parroquial. Una calle empedrada que desemboca en un arco sirve para trasladarse hasta la época medieval. Al otro lado aparece el barranco de San Juan, el cual se atraviesa por un puente del siglo XV con pretiles y pavimento de piedra. Un poco más adelante surge una pequeña plaza en la que se levanta el ayuntamiento del siglo XIX. El resto del casco urbano merece un paseo tranquilo para saborear sus rincones con pasadizos, arcos abovedados, y caminar sobre los cantos rodados de sus calles. Ascendiendo se alcanza el recinto murado perteneciente al castillo, al cual se accede por un arco apuntado. Un lienzo de muralla lo conecta con la torre de la Cárcel, que se levanta desafiante al borde del barrando de San Juan. Una sinuosa calle conduce a la parte alta donde están la iglesia y la abadía. De ésta última se conservan sólo los muros y el arco de acceso.
A escasos metros se alza la iglesia de la Virgen de Baldós. Se trata de una obra románica de los siglos XII-XIII. La preciosa portada está formada por seis arquivoltas que se apoyan en una imposta con motivos vegetales. Bajo ella se alinean los capiteles decorados con representaciones bíblicas. Sobre el acceso está el tímpano, en cuyo centro está la figura de Cristo flanqueado por dos ángeles con las alas abiertas. La torre tiene planta rectangular y consta de varios cuerpos separados por impostas decoradas con arquillos ciegos. En su interior la iglesia se estructura mediante planta de cruz latina y cabecera semicircular. A los pies se levanta el coro elevado y bajo él destaca un conjunto de pinturas murales góticas.
La visita se completa con la ermita de San Juan. Desde el puente medieval, un camino entre las antiguas huertas conduce a la ermita situada a unos minutos del casco urbano. Se trata de una fábrica románica de finales del siglo XII. La fachada principal se culmina con una gran espadaña de dos grandes vanos de medio punto, y uno de menor tamaño encima. Cuenta con portada compuesta de cuatro arquivoltas, que se apean en capiteles con decoración de seres fantásticos y humanos.
Para el domingo se propone adentrarse en el corazón de la sierra del Montsec y descubrir uno de los lugares más espectaculares de la Ribagorza: el Congosto de Montrebey/Congost de Mont-rebei. Su visita obliga a pasar a tierras catalanas desde la población del Puente de Montañana/Pont de Montanyana, pasando a la margen izquierda del río Noguera Ribagorza. Poco después se toma una pista asfaltada y siguiendo las indicaciones se alcanza la Reserva del Congost de Mont-rebei.
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
1 h 30 min (ida)
50 m
Media
Desde el aparcamiento acondicionado parte el sendero que inicialmente tiene dos trazados. Es recomendable recorrer el sendero inferior sin apenas desnivel si el embalse de Canelles no está lleno ya que recorre zona inundable. Ambos confluyen antes de llegar al puente colgante el cual permite atravesar el barranc de San Jaume, tras media hora de paseo.
Al otro lado el sendero se interna en el desfiladero poco a poco y media hora después comienza el camino excavado en la roca que sirve para atravesar la zona más espectacular. Fue construido en 1982 por la empresa hidroeléctrica ENHER para reponer la comunicación entre las dos vertientes de la sierra, tras la inhabilitación de un camino inferior que anegaron las aguas del pantano. Durante media hora se recorre esta repisa artificial de unos dos metros de anchura máxima, perfectamente tallada en la roca. Está dotada de sirgas a modo de pasamanos y carece de protección alguna en dirección al cauce, con lo que hay que extremar las precauciones.
En las zonas más expuestas se han colocado bancos de madera, que protegen de posibles accidentes, y además permiten el descanso y la contemplación del espectáculo natural. El camino discurre a mitad de altura del desfiladero de paredes verticales de más de trescientos metros de altura. Es recomendable llegar hasta el final del desfiladero para contemplarlo en su totalidad, tras hora y media de recorrido. A mitad del congosto se puede ascender a la Cova Colomera. A pesar de la gran pendiente, está acondicionado el camino con sirgas. En la parte alta se abre la cueva, con espectaculares vistas del congosto.
Si todavía resta tiempo el domingo por la tarde una alternativa es realizar una segunda visita a Montañana/Montanyana. Se puede completar recorriendo antiguas veredas que ascienden por los barrancos que abrazan el casco urbano, como por ejemplo ascender al mirador de la Torre de las Eras. Es una manera de poder ver la población medieval desde otros puntos de vista. Estos recorridos también pueden realizarse con el guía turístico de la localidad. Y también volver a pasear por los rincones de esta población que parece anclada todavía en la Edad Media.
El norte de la provincia de Zaragoza fue tierra de disputa entre navarros y aragoneses, incorporándose al reino de Aragón en el año 1054. Entonces se fortificó Ruesta, y se fundó Salvatierra de Esca y Tiermas. Mientras los peregrinos seguían atravesando este territorio camino a Santiago. Hace medio siglo la construcción del embalse de Yesa mutiló esta zona, obligando a dejar abandonados tres preciosos pueblos ahora sumidos en el olvido.
Se accede a la Alta Zaragoza desde Jaca por la Canal de Berdún. Este amplio valle surcado por el río Aragón toma el nombre de una población encaramada en un altozano. Tras entrar en la provincia zaragozana es necesario cruzar el río y ascender al promontorio donde se asienta Artieda. A la entrada se levanta el albergue, lugar de descanso para los peregrinos del Camino de Santiago que discurre a los pies de la localidad. Junto a él se levanta la iglesia de San Martín, obra originaria del siglo XII. Un pórtico abierto a la calle principal guarece la portada con decoración de casetones. La torre de planta cuadrada destaca por una construcción cilíndrica adosada en cuyo interior discurre una escalera de caracol. Tres calles conforman un conjunto armónico de gran belleza donde domina la piedra como elemento constructivo y decorativo. Entre los inmuebles destaca la casa de los Diezmos. Su magnífica portada cuenta con acceso de arco de medio punto, sobre el que se levanta un escudo flanqueado por pináculos. La visita se completa con una panorámica del valle del río Aragón desde un mirador situado en el extremo opuesto a la iglesia.
Se vuelve a la carretera anterior y se avanza ocho kilómetros hasta descubrir la sugerente figura del castillo de Ruesta. Fue edificado por el rey navarro Sancho Garcés I entre los años 1016 y 1018, pasando a manos aragonesas en 1054. Junto a la fortaleza se fueron levantando viviendas, primero en la parte baja y más tarde cerca del castillo, configurando el núcleo actual en el siglo XVI. A pesar de su larga trayectoria como enclave militar y paso del Camino de Santiago, llegando incluso a los 750 vecinos en el año 1857, a mitad de la década de los sesenta quedó despoblado por la influencia devastadora de la construcción del embalse de Yesa. Fue cedido al sindicato CGT en el año 1988, habilitándose dos edificios para albergue mientras que el resto del núcleo sigue su avance imparable hacia la ruina.
El casco urbano conserva el trazado medieval, con la iglesia y el castillo en los extremos. La iglesia de la Asunción es obra de tipología jesuítica construida en el siglo XVI. La torre de planta cuadrada se remata con un pequeño cuerpo octogonal de ladrillo. Junto a ella se levanta un gran caserón, palacio de los marqueses de Lacadena. Ante la iglesia parte la calle mayor, a cuyos lados se levantan las fachadas de los arruinados edificios, ahora cubierta por la maleza. Para acceder al castillo es necesario tomar una senda la cual arranca en las cercanías del bar, bordeando el núcleo, y que se incorpora a dicha calle. Su estado ruinoso hace necesario extremar las precauciones y asumir el riesgo de acceder a un conjunto en ruinas, pero merece la pena. Junto a las últimas viviendas se alza el imponente castillo. Resta la torre del Homenaje, que se eleva a 25 metros de altura y un torreón lateral unido por un lienzo de muralla bajo el cual ahora se puede acceder al antiguo recinto defensivo. Al otro lado apenas queda nada, pero se disfruta de amplias vistas del embalse de Yesa y la Sierra de Leyre.
Se puede completar la visión de la localidad realizando un pequeño paseo de un cuarto de hora. Junto al albergue de peregrinos, parte el sendero que desciende en dirección al río Regal siguiendo el trazado del Camino de Santiago. Para superar el barranco se conserva un puente románico, con plataforma de madera. Poco después se atraviesan las instalaciones abandonadas de un camping. Un poco más arriba se encuentra la ermita de Santiago, con portada románica de tres arquivoltas. Entre los años 1030 y 1040 se construyó la capilla, cuya cabecera cuenta con arco triunfal que se apoya en capiteles decorados. El resto corresponde al año 1087, y tenía la función de albergue. Para la tarde se propone la visita a dos pueblos deshabitados expropiados por la construcción del embalse del Yesa. Es necesario volver a la margen derecha del río Aragón, y tomar la carretera nacional en dirección a Pamplona. En cinco kilómetros se avista el pueblo de Escó a la derecha. Junto a la carretera hay una pequeña construcción donde se puede dejar el vehículo. Se debe ascender andando hasta las ruinas. En el año 1957 contaba con trescientos habitantes que se vieron obligados a marchar pocos años después. Una amplia calle recorre la parte baja, flanqueada por las fachadas de sus casas, único resto de lo que fueron. En la parte alta las calles se vuelven más estrechas y conducen a la iglesia de San Andrés, que cuenta con un excelente mirador de la cuenca del río Aragón. La portada se compone de arquivoltas de medio punto, y su torre es de planta cuadrada la cual se remata con techumbre plana.
La carretera continúa su trazado encajado entre las aguas del embalse de Yesa y las laderas que se descuelgan de la Sierra de Leyre. Desde una rotonda de acceso a la autovía parte el nuevo acceso a la localidad de Tiermas, la más importante de la zona hasta hace unas décadas. El pueblo está emplazado sobre un gran promontorio elevado respecto a la carretera y al embalse de Yesa. Fue fundado en el año 1201 el actual asentamiento por Pedro II para facilitar la defensa en esta zona entre Navarra y Aragón. Con la construcción del embalse de Yesa en la década de los cincuenta llegó el abandono total de su enclave, y se truncó de esta manera tan triste la gloriosa historia de esta localidad.
La vegetación invade ya buena parte de las calles en las cuales todavía se conservan las fachadas de sus casas. En la zona central se alza la iglesia de San Miguel, obra barroca de grandes dimensiones que data del siglo XVI. Se accede al templo a través de una portada gótica compuesta por cinco arquivoltas bajo un pórtico ya carente de cubierta. Junto a la puerta se levanta la torre de planta cuadrada que se remata con un curioso campanil de pequeñas dimensiones. Desde una pradera cercana, antaño la plaza del centro, se puede acceder al portal de las Brujas. Se trata de un torreón-puerta perteneciente al recinto amurallado, del cual todavía se conserva la cornisa de matacanes.
Al día siguiente se propone conocer el tramo final del valle surcado por el río Esca. La primera localidad, Sigüés todavía conserva el edificio del antiguo hospital de Santa Ana, que acogía peregrinos provenientes de los valles del Roncal y del Aragón. En el centro de la localidad se levanta la iglesia de San Esteban. Una reja separa un espacio ajardinado, ante el cual se abre el atrio que cobija la preciosa portada románica. El casco urbano se organiza en torno a calles quebradas con espacios abiertos, en los cuales se muestra una arquitectura civil bien conservada. Al final de la travesía, aparece una bella casa que antaño fue torre del señorío. Su acceso cuenta con arco ligeramente apuntado, con el escudo de los Pomar, flanqueado por unas aspilleras de las que cuelgan unas cadenas.
Una vez abandonada la población de Sigüés la carretera se introduce en la Foz de Sigüés, un desfiladero labrado por el río Esca entre las sierras de Leyre y Orba. A su término surge Salvatierra de Esca. En su parte alta varias calles aglutinan un buen número de edificios con portadas doveladas, escudos nobiliarios en sus claves y ventanas geminadas ofreciendo al visitante un conjunto muy pintoresco. En este entorno se abre una plaza con frontón que aloja a varios edificios, entre ellos el ayuntamiento. Junto a ella otra plaza, excelente mirador del valle, sirve de antesala a la iglesia de San Salvador. Fue construida a base de sillería, siendo una obra gótica del siglo XVI. La torre de planta cuadrada está reforzada con contrafuertes en las esquinas y tiene remate de almenas de ladrillo. El aspecto exterior le confiere un aire defensivo, como muestra de la difícil etapa inicial de su historia, frontera entre tierras aragonesas y navarras.
Por la tarde se puede completar la visita a esta zona recorriendo el valle del río Gabarri para alcanzar la pequeña población de Lorbés, a cuyos pies termina la carretera. Se trata de la población situada más al norte de la provincia de Zaragoza. Un paseo por sus calles de trazado quebrado y ascendente, atravesando pasadizos y rincones con cierto encanto, trasladan a otros tiempos. Buena parte de las casas muestran una arquitectura civil rica. En la parte alta, se abre una plaza en la que se levanta la iglesia San Miguel.
En el propio alojamiento en el caso de que disponga de cocina-comedor o de servicio de comida.
De campo: Para el sábado, en el cañón del río Mesa y junto a la carretera, hay varias zonas dotadas de merenderos. El domingo se propone el merendero situado junto a la ermita de la Virgen de San Daniel, entre Ibdes y el pantano de la Tranquera.
De restaurante: Los tres balnearios de Jaraba son la mejor oferta de restauración para comer de restaurante.
Alojamientos: En Calmarza, Jaraba e Ibdes se ofrecen casas rurales, a lo que que añade la oferta hotelera de los balnearios de Jaraba.
La vía verde más larga de España discurre entre Teruel y Valencia. En su parte más elevada atraviesa un paisaje salpicado de sabinas y masías, entre las sierras de Gúdar y Javalambre. La orografía obligó a construir túneles y viaductos, que junto con su trazado suave y descendente, dan lugar a una atractiva propuesta cicloturista.
La vía verde de Ojos Negros utiliza el trazado del antiguo ferrocarril minero de Sierra Menera, el cual comenzó a funcionar el 27 de julio de 1907. Fue construido para transportar el hierro extraído en las minas de Ojos Negros hacia el puerto de Sagunto. Se da la paradoja de que esta línea de ferrocarril, de 205 kilómetros de longitud, se trazó casi en paralelo a la línea de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón debido a las altas tarifas que imponía dicha compañía. Su vida estuvo siempre condicionada por el nivel de actividad de su cuenca minera. Con la puesta en marcha de la planta siderúrgica de Sagunto, éste fue creciendo llegando a limitar su expansión. Se alcanzaron acuerdos con Renfe, propietaria entonces de la otra línea, para traspasar a esta empresa el transporte de hierro, y finalmente en el año 1972 se clausuró el ferrocarril minero.
En esta propuesta se plantea recorrer una parte de la vía verde, entre el Puerto de Escandón y Venta del Aire, ambos puntos con apeaderos de la línea actual de Renfe y con acceso para vehículo. Entre ellos la distancia es de unos 34 kilómetros y su trazado es ligeramente descendente. Para esta opción es necesario disponer de vehículos de apoyo ya que contempla realizar sólo el trazado de ida. En caso de no contar con ello otras opciones son realizar recorridos de ida y vuelta entre Venta del Aire y La Puebla de Valverde (51 km), o entre Venta del Aire y Sarrión (22 km). Se recomienda en estas variantes tomar como punto de partida Venta del Aire para realizar de trazado de vuelta en descenso.
LONGITUD
DESNIVEL
PENDIENTE
FIRME
DIFICULTAD
34 km
220 m
0,8%
bueno
media
El punto de partida es el Puerto de Escandón. Desde la autovía mudéjar, a unos 13 kilómetros de la ciudad de Teruel en dirección a Valencia, aparece la salida en dirección a Formiche Alto y Bajo. En este punto y visible a la derecha se encuentra la solitaria estación de la actual línea férrea Teruel-Sagunto que lleva este nombre. En paralelo a la antigua carretera nacional arranca la vía verde. El paisaje es suave y alomado, en el cual se alternan campos de cultivo, sabinas y carrascas. Las únicas edificaciones son algunas masías, casas de campo que denotan el único asentamiento humano de la zona. El pavimento que acompañará en todo el recorrido está asfaltado y junto a la pendiente ligeramente descendente facilita el rodaje de las bicicletas. En este tramo se suceden varias trincheras, zonas en las que la vía férrea atraviesa elevaciones en el terreno que se salvaron creando pequeños desfiladeros por los cuales discurre el recorrido.
Tras recorrer 9,3 kilómetros se alcanza la estación de La Puebla de Valverde. Poco antes es necesario desviarse unos metros del antiguo trazado ferroviario y cruzar la carretera que sirve de acceso a la población, sólo distante un kilómetro y medio. Junto a la vieja estación hay un área de descanso que dispone de varias mesas. También a escasa distancia hay una fonda que cuenta con bar y restaurante. Una vez superado este punto la vía verde se ve condicionada por la ubicación de una extracción de áridos, que junto con la construcción de la autovía obliga a abandonar el trazado original en un tramo. Al igual que todo el recorrido, está bien señalizado. En el kilómetro 11,3 se atraviesa el barranco de Peñaflor. Para salvarlo se construyó un viaducto de 89 metros de longitud, y que se alza a 22 metros de altura. En paralelo discurre un viaducto de similares características utilizado por la línea férrea actual.
Un bosque de carrascas, coníferas y árboles de hoja caduca envuelve al ciclista pasando junto a las ruinas de los apeaderos de la Parra. Durante varios kilómetros las dos vías de férreas discurren en paralelo y en línea recta. En el kilómetro 17,2 el ferrocarril minero atravesaba el trazado de vía ancha por encima. La vía verde no lo utiliza debido a su mal estado, como queda de manifiesto por sus oxidados hierros. Cien metros antes se utiliza un puente más sólido para pasar a la otra margen. Más adelante surge el paraje de la Dehesa, un precioso bosque mediterráneo formado por un denso carrascal que impide ver el paisaje circundante. En medio de este tramo un área de descanso dotada de mesas y una pequeña caseta invita a detenerse.
El bosque se va abriendo dejando ver de nuevo el horizonte. Tras pasar junto a una estación abandonada se alcanza un área de descanso con excelentes vistas de Sarrión, población turolense bien conocida por el cultivo de la trufa. En este punto se habrán invertido 24 kilómetros de recorrido, y a partir de ahora se suceden las obras de ingeniería más importantes en la construcción de la vía férrea. Nada más abandonar la población, el trazado atraviesa el barranco de los Judíos, y para ello fue necesario construir un viaducto en forma de curva que salva el cauce a 17 metros de altura. A su término se abre el túnel de Sarrión. Su trazado rectilíneo tiene una longitud de 352 metros. En su interior dispone de iluminación que se activa con el paso de los ciclistas. Como curiosidad, este espacio lúgubre y húmedo fue utilizado durante mucho tiempo para el cultivo de champiñones.
La vía verde avanza y poco más de cuatro kilómetros después aparece el segundo de los túneles del recorrido. Un pequeño descenso introduce en un túnel de diferente configuración. El túnel de Albentosa tiene una longitud de 400 metros, y su trazado en curva lo hace más tenebroso. Nuevamente la iluminación en su interior permite sin dificultad atravesarlo. Se trata de una sensación diferente, en la que se combina el frescor, la humedad y la oscuridad. A su salida un área de descanso obliga a detenerse para disfrutar de una preciosa panorámica de Albentosa y su esbelto viaducto. Avanzando por la vía verde se descubre la amplitud del barranco de Albentosa, un profundo tajo que el río del mismo nombre ha tallado en las calizas de la zona.
Tanto el ferrocarril de vía ancha como el ferrocarril minero se vieron obligados a construir un espectacular viaducto. En el caso del que se atraviesa en bicicleta, consta de siete arcos, y la plataforma vuela a 50 m con un recorrido de 104 metros. Una nueva parada es imprescindible para ver desde arriba los altos chopos que escoltan al río, y la vega que cubre el fondo del barranco. Mientras en la parte alta se alza el pueblo de Albentosa, con los restos de su castillo vigilantes desde lo más alto.
Poco más de tres kilómetros restan para alcanzar Venta del Aire, y finalizar así el recorrido. Sin alcanzar la vieja estación homónima se debe abandonar la vía verde, justo antes de atravesar un arco de piedra rodeado de arbolado que pasa sobre el trazado ferroviario. Desde este punto se conecta con la carretera que comunica Venta del Aire con Albentosa. A la derecha y en menos de un kilómetro se llega a Venta del Aire, un pequeño núcleo que aglutina unas cuantas viviendas y que se asemeja más a un área de servicio de la antigua carretera nacional, muy cerca de la autovía mudéjar.
Tras realizar la ruta ciclista por la mañana, por la tarde se propone la visita a las tres poblaciones que acompañan el tramo recorrido por la vía verde de Ojos Negros. Albentosa se emplaza sobre un cerro que domina el barranco del mismo nombre. Tras introducirse en el casco urbano se alcanza la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, obra del siglo XVI. Tomando la calle ascendente, ésta se convierte en el Vía Crucis del Calvario una vez abandonadas las últimas casas. A mitad de camino hay un acceso a un mirador desde el cual se disfrutan de excelentes vistas del barranco de Albentosa y de sus viaductos. Y en la parte más alta se emplaza los restos de su castillo templario.
Sarrión se emplaza a nueve kilómetros del anterior enclave. Se trata de la población más importante, cuyo censo ronda el millar de habitantes. Se accede a través del Portal de Teruel, único testigo de su pasado amurallado. Varias casas nobiliarias acompañan el recorrido hasta la plaza mayor, epicentro de la localidad. Allí se alza el ayuntamiento y la iglesia de San Pedro. Esta construcción tuvo que ser restaurada tras la guerra civil y destaca por sus dimensiones. Su altiva torre se alza en sillería y ladrillo, en planta cuadrada. Desde este punto se puede acceder al barrio viejo, en la parte alta de la localidad. Allí se emplaza la ermita de la Sangre de Cristo. Sobresale su portada gótica formada por tres arquivoltas.
Y de camino a Teruel, junto al arranque de la carretera que conduce a Mora de Rubielos, se encuentra La Puebla de Valverde. Recibe al visitante el Portal de Teruel, uno de los dos que conserva esta población. La calle principal desemboca ante una bella plaza donde se alza la iglesia de Santa Emerenciana. De la construcción gótico-renacentista sobresale su portada de estilo manierista, la cual fue terminada en 1591, y que se guarece con un arco de medio punto. Tanto en la calle mayor como en las calles adyacentes sobresalen buenos ejemplos de arquitectura civil de diferentes épocas. La visita termina en el portal de Valencia, en la parte baja, perteneciente a la muralla defensiva y que data del siglo XV.
Al sur de la Ribagorza están las tierras de La Puebla de Castro. Esta población atesora un yacimiento romano, una ermita románica con un alfarje mudéjar y un magnífico retablo gótico. La suave orografía que rodea el casco urbano se quebranta por el Congosto de Olvena. El otro límite lo pone el valle del río Cinca. Sobre el embalse del Grado se alza el santuario de Torreciudad, un lugar de peregrinación ubicado en un enclave espectacular.
Desde la capital del Somontano, Barbastro, se remonta el río Cinca atravesándolo por el puente de las Pilas. Más tarde la carretera se interna en el Congosto de Olvena, donde las aguas del Ésera han creado un espectacular desfiladero de gran belleza. Un gran muro de hormigón marca su final, y una vez atravesado un pequeño túnel surge el embalse de Barasona, que toma el nombre de la localidad que fue anegada por sus aguas. En apenas unos kilómetros aparece indicado el desvío que lleva a La Puebla de Castro. Su origen fue el enclave de Castro donde se estableció un castillo defensivo. Fue señorío, baronía y finalmente marquesado a partir de 1625. Durante los siglos XV y XVI se origina una aldea dependiente del castillo, en una zona menos agreste, originando la actual población.
El punto de partida de la visita es la plaza de Santa Cruz. Atravesando el portal de Arriba se puede pasear por estrechas calles que conforman rincones pintorescos salpicados de interesantes viviendas. La calle mayor conduce a una plazoleta donde se alza la iglesia de Santa Bárbara. Al exterior llama la atención del visitante la galería de arcos de medio punto de ladrillo que corona el edificio, que se completa con la torre culminada con chapitel. En su interior la obra más sobresaliente es el retablo dedicado a San Román, el cual estaba emplazado en la ermita homónima, y que ahora ocupa el altar mayor de esta iglesia. Se compone de veintitrés tablas pintadas al temple y óleo que recorren la vida de San Román de Antioquía, un mártir que vivió en el siglo IV. La obra fue llevada a cabo a finales del siglo XV. Durante la guerra civil fue trasladado a Suiza y gracias a ello pudo conservarse. Tras su restauración luce en todo su esplendor. Para poder su ver tanto el interior de esta iglesia como el de la ermita de San Román es necesario solicitar visita guiada en el ayuntamiento de la localidad.
Desde la carretera que bordea la población, parte otra que se dirige directamente al congosto de Olvena. Cuatrocientos metros después parte una pista a mano izquierda la cual toma dirección a la antigua población de Castro. Tras seguir las indicaciones, y después de casi dos kilómetros de pista en regular estado, se alcanza el lugar donde hay que dejar el vehículo. A partir de este punto hay que continuar andando unos minutos más. El germen del asentamiento tiene orígenes musulmanes, y fue tomado por Sancho Ramírez sobre el año 1082. Fue elegido ya que es un lugar ideal para el control del desfiladero. Del castro, o castillo, apenas quedan las bases de muros y un desdibujado torreón en la parte alta.
A los pies del recinto defensivo se encuentra la ermita de San Román de Castro, levantada entre los siglos XI y XII. El edificio está compuesto de una nave que se cubre con bóveda de medio cañón. El ábside semicircular cuenta con cinco arcos ciegos, de cuatro arquivoltas cada uno. Sobre el acceso está el coro en alto. Este descansa sobre un alfarje, obra mudéjar llevada a cabo entre los siglos XIII y XIV, que constituye una auténtica joya artística en su estilo. Se compone de seis vigas, las cuales se apoyan sobre un arco rebajado, sobresaliendo a modo de voladizo. Su decoración está formada por monstruos y animales mitológicos, caras de mujer, flores y entrelazados, a los que se añaden los escudos de los Castro. Para finalizar la visita es imprescindible situarse al exterior y colocarse junto a la cabecera del templo. Primero hay que disfrutar del estilo lombardo, con las bandas verticales, entre las cuales se abren las ventanas de arco de medio punto doblado. Pero también contemplar la amplia panorámica que desde este punto se puede apreciar, con el congosto de Olvena y la gran lámina de agua del embalse de Barasona. De esta manera se comprende la importancia de este enclave militar.
Al yacimiento romano de Labitolosa se accede desde la carretera que rodea La Puebla de Castro. Una pista entre campos lo alcanza en menos de un kilómetro de recorrido. Esta antigua ciudad romana estuvo habitada entre los siglos I a.C. y III d.C. De los restos excavados destacan la curia y un edificio termal. En cuanto a la curia, consta de estancia rectangular en la cual se conservan pedestales cuyas inscripciones hacen referencia a habitantes ilustres de la población. Respecto al edificio termal, ha sido acondicionado y protegido con una estructura metálica que cubre los tres espacios en que se dividía: frigidarium o sala fría de grandes dimensiones, tepidarium o sala templada, y cella soliaris o habitación cálida. Se conservan buena parte de los muros que delimitan las estancias, así como los pavimentos y han quedado al descubierto los conductos de aire caliente por los cuales circulaba desde el horno para la calefacción de las estancias cálidas.
Para la tarde se propone la visita del santuario de Torreciudad. Desde La Puebla de Castro hay una carretera que conduce de manera directa al complejo religioso. Se abrió al culto en el año 1975 siendo iniciativa de José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Una gran explanada principal bordeada por una galería de soportales le sirve de antesala. En ella se llevan a cabo los actos religiosos que congregan a miles de personas. Al fondo se levanta la basílica levantada en ladrillo caravista que se cubre con teja árabe. Destaca la torre que se eleva a 45 metros de altura, con planta pentagonal irregular. En su interior el altar está ocupado por un magnífico retablo de alabastro, inspirado en los retablos de las catedrales de Aragón. En el óculo central aparece la talla de la Virgen de Torreciudad.
De un costado de la explanada parte el acceso peatonal que conduce al origen del emplazamiento, situado en una cresta rocosa que se eleva sobre el embalse del Grado. Se trata de una torre de planta circular levantada para el control del paso por el Cinca. Su primera mención se remonta al año 1066, poco después de la ocupación del enclave por los cristianos. Este lugar fue el germen de la población de Civitatis, que significa Ciudad, despoblada a finales del siglo XIX. El topónimo actual de Torreciudad proviene precisamente de esta antigua denominación. Junto a ella está la antigua ermita de Santa María, perteneciente a la población, donde estuvo la talla de la imagen de Nuestra Señora, la cual tiene la advocación de Torreciudad.
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.