La vía verde de la Val de Zafán recorre solitarios pueblos de la comarca del Matarraña surcando un paisaje de campos de olivos, viñedos y frondosos bosques de pinos. En su recorrido atraviesa varios túneles y dos viaductos para salvar el Matarraña y el Algás. Estos dos ríos típicamente mediterráneos son los más importantes de la comarca.
El antiguo ferrocarril del Val de Zafán tiene como punto de partida La Puebla de Híjar, por donde pasa la línea directa entre Zaragoza y Barcelona que discurre al sur del río Ebro. Surge como una aspiración aragonesa para contar con un acceso directo al mar pasando por Alcañiz y Tortosa. El nombre, una val llamada Zafán, procede de un paraje situado a las afueras de la población de donde partía la línea. Las obras se iniciaron en 1882 y en 1895 se inaugura el primer tramo hasta Alcañiz. El resto de las obras tuvo muchas dificultades económicas y hasta 1942 no alcanzó la localidad de Tortosa. La guerra civil forzó la finalización de las obras por el interés de desplazamiento de las tropas. Este ferrocarril fue conocido como el Sarmentero, debido al paisaje de viñedos que atravesaba. Su existencia fue corta ya que en septiembre de 1973 dejó de funcionar, siendo la excusa de su cierre el hundimiento de un túnel en tierras catalanas. El recorrido propuesto realiza un tramo de la vía verde acondicionado entre las localidades de Valdealgorfa y Lledó. Su longitud lo convierte en recorrido largo, realizando ida y vuelta, con aproximadamente 55 kilómetros. En caso de disponer de dos vehículos se puede realizar el trazado en un sentido únicamente, reduciendo a la mitad el recorrido y el desnivel.
LONGITUD
DESNIVEL
PENDIENTE
FIRME
DIFICULTAD
55 km (ida y vuelta)
500 m (ida y vuelta)
0,8%
bueno
media
El punto de partida es la estación de Valjunquera/Valljunquera. Para acceder hasta allí es necesario alcanzar la población de Alcañiz. Desde ella tomar la nacional en dirección a Castellón. A catorce kilómetros de la capital del Bajo Aragón debe tomarse el desvío de la carretera en dirección a Tortosa. Y cinco kilómetros después tomar la indicación a Valjunquera/Valljunquera. Se pasa por encima de la antigua línea férrea, a cuya estación se accede a mano izquierda poco después por un camino asfaltado. En este punto los paneles informativos informan al ciclista de la ruta, ubicados junto a un área de descanso.
Dejando atrás la primera estación se empiezan a ver pinares salpicados entre los cultivos. El trazado atraviesa una pequeña sierra para lo cual es necesario recorrer un pequeño túnel de 100 metros en cuyo interior no es necesaria iluminación. También se suceden algunos tramos de pronunciadas trincheras. Después de poco más de cinco kilómetros aparece la estación de Valdetormo/La Vall del Tormo.
Una vez superada la sierra, el paisaje se abre y surgen campos de frutales aterrazados. En este tramo de unos cuatro kilómetros se atraviesa un túnel de 300 metros con trazado en curva. A pesar de que cuenta con iluminación, es recomendable llevar alguna linterna.
En ligero descenso se alcanza uno de los lugares más interesantes de la ruta. Para salvar el río se construyó el viaducto del Matarraña/Matarranya. Una obra de grandes dimensiones, con una longitud de 275 metros. Desde la parte alta se aprecia la amplitud de este valle surcado por un río típicamente mediterráneo que acusa grandes avenidas en momentos puntuales. La ruta continúa ahora en dirección al siguiente punto, la estación de Torre del Compte/La Torre del Comte, situada a tan sólo medio kilómetro. El edificio fue reacondicionado como hotel de cuatro estrellas, poniendo en valor el patrimonio ferroviario. El ciclista debe abandonar el trazado de la vía férrea por un momento, rodeando las instalaciones. Justo después de pasar junto a su aparcamiento, una rampa a la izquierda deja de nuevo en la antigua plataforma ferroviaria.
La ruta avanza en constante ascenso mientras atraviesa la rambla de Canaletas. El paisaje se compone de amplios pinares. Casi nueve kilómetros separan el apeadero anterior del punto más alto de todo el recorrido, que coincide con la estación de Valderrobres/Vall de Roures. Como casi todas las demás se encuentra abandonada, y está dotada de una zona de recreo para el descanso del ciclista.
Una vez superado este punto las vistas permiten divisar el cercano pueblo de Cretas/Queretes. Un corto tramo de poco más de dos kilómetros hasta pasar junto a la estación de Cretas/Queretes. En esta ocasión las instalaciones están rehabilitadas completamente como albergue aprovechando todos los edificios para los diferentes servicios que ofrece este alojamiento. La vía verde avanza en ligero descenso. Poco a poco las vistas permiten apreciar más de cerca las peculiares formaciones rocosas de los Puertos de Beceite/Ports de Beseit. Mientras el paisaje más cercano se cubre de viñedos, almendros y olivos.
El final del recorrido lo marca la frontera entre tierras aragonesas y catalanas, siete kilómetros después. El límite coincide con el río Algars/Algars el cual se atraviesa mediante el viaducto del Algás/Algars con 170 metros de longitud. Unos metros más adelante se encuentra la estación de Arnes-Lledó. Daba servicio a las dos poblaciones más cercanas, la aragonesa Lledó y la catalana Arnes. Se trata del punto final del recorrido. Hasta este lugar se habrán recorrido poco más de veintisiete kilómetros. Desde aquí, si no se cuenta con vehículo de apoyo, resta realizar el recorrido de vuelta.
Tras la realización del recorrido ciclista por la mañana, no debe perderse la oportunidad de dar un paseo por las poblaciones del entorno de la vía verde. Se puede elegir entre La Fresneda/La Freixneda, Valderrobres/Vall de Roures y Cretas/Queretes. Cualquiera de ellas sorprenderá al viajero por la conservación de su arquitectura civil y el valor monumental de su patrimonio religioso. Un paseo por La Fresneda/la Freixneda permitirá disfrutar de la plaza del ayuntamiento y las calles de su alrededor con sus característicos soportales. Mientras en su parte alta se encuentra la iglesia de Santa María la Mayor y el calvario, con excelentes vistas del casco urbano y sus alrededores. Valderrobres/Vall de Roures es la capital de la comarca y uno de los pueblos bellos de Aragón. El puente sobre el río Matarraña/Matarranya es una de sus estampas más conocidas. Al atravesar el portal se accede a una recoleta plaza desde la cual se recomienda callejear para saborear el ambiente rústico de sus calles. En la parte alta no debe dejarse de visitar la iglesia de Santa María la Mayor y el castillo-palacio, perfectamente conservados, y unas de las joyas artísticas de la comarca. Y finalmente otra opción es Cretas/Queretes. El pueblo más pequeño de los tres, pero que cuenta igualmente con encantos suficientes para satisfacer al viajero. En su traza urbana destaca la iglesia de la Asunción, así como las monumentales capillas, una de las cuales sirve de portal.
Tierra de Biescas en un territorio formado por una amplia y extensa llanura surcada por el río Gállego. Al norte queda delimitado por las murallas rocosas de Sierra Tendenera y Sierra Telera, separadas por el congosto de Elena. En la zona central está escoltada por Punta Güé y el Monte Oturia. El arte serrablés constituye su elemento diferenciador, albergando ejemplos notables de este estilo románico tan singular.
La Ruta Tierra de Biescas es un sencillo recorrido ciclista que tiene como punto de partida la localidad de Biescas y que termina en el mismo lugar. En su trazado se combina el asfalto de carreteras de poco tránsito y de las calles de la población, con la tierra de una pista en el trazado de vuelta. El desnivel es inapreciable en buena parte de su recorrido, a excepción de un pequeño repecho antes de alcanzar Lárrede. Estas características la convierten en un agradable paseo en el cual disfrutar del paisaje fluvial formado por el río Gállego.
LONGITUD
DESNIVEL
PENDIENTE
FIRME
DIFICULTAD
19 km (ida y vuelta)
100 m
variable
bueno
fácil
La ruta tiene como punto inicial la plaza de España, centro neurálgico de la población de Biescas. Frente al ayuntamiento está ubicada la oficina de turismo donde poder obtener más información sobre esta bella población y sus alrededores. Tomando la carretera que conduce a Orós Alto se pasa junto al parque de la Conchada. Una vez dejada atrás la población se atraviesa el canal de evacuación de la central hidroeléctrica mediante un puente. A partir de este punto el recorrido coincide con la carretera que discurre por la margen izquierda del río Gállego. Tras recorrer dos kilómetros se atraviesa el barranco de Sía mediante un nuevo puente. Aparece encauzado para el control del caudal en caso de desbordamiento. Un poco más adelante se pasa cerca del núcleo de Orós Alto. El ciclista circula de una manera cómoda por una carretera que serpentea atravesando una gran llanura en la que abundan los campos de cultivo y los pastos.
Poco después de superar los primeros cuatro kilómetros se atraviesa Orós Bajo. A escasos metros de la carretera se encuentra uno de los ejemplos del arte serrablés. Las iglesias del Serrablo tienen unas características comunes y se sitúan en un espacio reducido, en la cuenca alta del río Gállego. Fueron llevadas a cabo entre los siglos X y XI. Se caracterizan fundamentalmente por sus torres con similitudes a los minaretes musulmanes, el uso del arco de herradura en vanos y el alfiz, así como por la decoración con bandas y arquería ciega en sus ábsides. La iglesia de Santa Eulalia de Orós Bajo es una de las últimas manifestaciones de este estilo. Su ábside presenta arquería ciega que se apoya en columnas planas o lesenas.
Una vez abandonada la población la ruta avanza en ligero descenso aproximándose al río, oculto tras la vegetación de ribera. En apenas dos kilómetros se alcanza un cruce de carreteras. Continuando por la margen izquierda se toma dirección a Lárrede. En un primer tramo se atraviesa de nuevo una zona cubierta por pastos, y un poco más adelante un pequeño ascenso sirve de antesala a la población que marca la mitad de la ruta. Lárrede posee la iglesia más importante del estilo serrablés. Cuenta con planta de cruz latina, al añadir dos capillas junto a la cabecera. El acceso está formado por un sencillo arco de herradura enmarcado por un alfiz. En su fachada luce además varias ventanas con arcos similares. La cabecera sigue la tipología del resto de iglesias. Y finalmente destaca su esbelta torre, con ventanas de tres arcos características de este estilo.
Ya de vuelta, a poco más de un kilómetro de Lárrede, se pasa junto a la ermita de San Juan de Busa. Constituye uno de los ejemplos más emblemáticos de este conjunto de iglesias, rodeado de un espacio natural precioso. Su portada cuenta con dos arcos, uno de ellos decorado. Y la cabecera sigue los cánones del resto de iglesias serrablesas, con baquetones y arquería ciega.
Se alcanza el cruce anterior, junto al cual está al área recreativa de Oliván, un espacio bien acondicionado donde poder realizar un pequeño descanso. Para continuar con la ruta circular es necesario atravesar el río Gállego por el puente de Oliván. Ya en la otra orilla una pista en buen estado recorre la margen derecha del río. En un primer tramo de poco más de un kilómetro la vegetación de ribera acompaña al ciclista. Le sucede un tramo de un kilómetro adicional en el cual atraviesa una plantación de chopos, un paisaje característico que acompaña a muchos ríos. Dependiendo del estado de la plantación, ésta puede ofrecer desde un bosque de árboles alineados de diferente tamaño hasta un paisaje deforestado en el momento de su tala.
En el tramo final la ruta atraviesa el barranco de Arás. Primero se atraviesa el cauce abandonado y seco, por el cual el 7 de agosto de 1996 pudieron bajar 500 m3/segundo que arrasaron el camping de Las Nieves y sesgaron la vida de 87 personas. Un poco más adelante aparece el actual cauce regulado, atravesado por un puente. A partir de este punto se retoma el asfalto. Un camino aproxima a la población de Biescas, donde poco a poco van surgiendo las primeras viviendas. Se alcanza la avenida de Zaragoza, eje que vertebra la zona donde se agrupan las viviendas de segunda residencia del núcleo. Al final, con el sinuoso trazado de la calle Rambla de San Pedro, se alcanza el puente sobre el río Gállego. Éste conecta los dos barrios en los cuales tradicionalmente ha estado dividida la población. Al otro lado surge la plaza de España, punto de inicio y fin de la Ruta Tierra de Biescas.
La escasa longitud permite realizar la ruta durante la mañana de manera pausada y disfrutando del paisaje. Por la tarde se recomienda un paseo por Biescas, una de las localidades pirenaicas más turísticas. Su desarrollo urbanístico y de servicios engloba un casco urbano partido por el río Gállego. En la margen derecha está el barrio de San Pedro, que se culmina con la iglesia que le da nombre. Fue reconstruida según estilo neoclásico en el siglo XX y luce una torre cuadrada visible en cualquier estampa de la población. En la parte baja del barrio, cerca del puente se encuentra la Torraza, el edificio civil más importante. Tras su restauración el interior cuenta con un espacio expositivo dispuesto en cuatro plantas. En la margen izquierda está el barrio de la Peña, coronado por la iglesia de San Salvador. De su fábrica románica se conserva sólo el ábside semicircular, siendo reconstruido el resto tras el paso de la guerra civil. En el recorrido por las calles no se debe pasar por alto algunos edificios de interés, entre los que destacan Casa Sebastián y Casa Pepe Estaún.
A caballo entre las provincias de Zaragoza y Teruel está el valle del Jiloca, donde se emplaza la ciudad de Daroca, y la cuenca endorreica de la Laguna de Gallocanta. Dos lugares de gran interés; el primero por contar con un conjunto urbano de gran valor artístico, y el segundo por ser uno los humedales más importantes de Aragón, con la grulla como protagonista en el periodo invernal.
Para la jornada del sábado se propone la visita a la Laguna de Gallocanta y su entorno, dejando para el domingo la visita a la monumental ciudad de Daroca. Para aproximarse al entorno de la laguna es necesario tomar la autovía mudéjar, que comunica Zaragoza con Teruel. Debe abandonarse tomando la salida de Daroca. Una vez bordeada la población en dirección a Teruel, parte el desvío que conduce a Molina de Aragón. En 17 kilómetros y tras remontar el pequeño puerto de Santed se alcanza el altiplano elevado a 900 metros de altitud donde se asienta la laguna más grande de España. Se toma dirección a la población de Gallocanta, y una vez atravesado el casco urbano, a las afueras aparece el Centro de Interpretación de la Laguna de Gallocanta. En la recepción hay una oficina de turismo comarcal donde solventar cualquier duda sobre la visita de la zona. En su interior cuenta con varios espacios, el primero de ellos dotado de unas vitrinas con aves disecadas con las cuales se puede conocer de una manera visual los habitantes de este humedal, así como reconocer el sonido de su canto. Otro espacio explica las características de la cuenca endorreica de la laguna y de los humedales cercanos. Y en la planta alta cuenta con un magnífico mirador de la laguna, desde donde poder observar las aves con prismáticos.
El siguiente punto de la visita permite la primera aproximación a la laguna. Para ello es necesario volver hacia Gallocanta y atravesarla de nuevo. A las afueras de la población hay una chopera rodeada de antiguas huertas, atravesada por un camino que surge junto a las piscinas, a la izquierda.
Más adelante, tras atravesar un arroyo, en una bifurcación se toma el camino de la izquierda. Bordeando la laguna se encamina a la pequeña elevación donde se emplaza la Ermita de la Virgen del Buen Acuerdo. El edificio es el resultado de las reformas a lo largo de siete siglos, partiendo de la fábrica románica. Se conserva el ábside semicircular en la cabecera construido con grandes sillares de piedra. Sobre el presbiterio se alza una discreta torre de planta rectangular. A su alrededor se levantó en la última restauración un cercado con dos espacios abiertos pero cubiertos utilizados en las romerías.
Para completar la visita de la mañana se propone la visita a Berrueco, situado a cuatro kilómetros de distancia de Gallocanta. En el centro de la localidad se emplaza la iglesia de la Asunción. Un edificio barroco del cual despunta la torre de planta cuadrada en su primer tramo y octogonal de ladrillo en el segundo. La población se originó a los pies de un importante castillo, lo que hizo que se conociese como Castelberrueco hasta 1646. Un pequeño paseo señalizado que parte junto al ayuntamiento, en la parte trasera de la iglesia, permite acceder a la antigua fortaleza. En la actualidad apenas quedan restos de dos torres encaramadas a la roca. Atravesando el recinto, unos metros abajo, hay acondicionado un mirador desde donde poder divisar la laguna por completo. Un lugar privilegiado desde donde se divisa la magnitud de la Laguna de Gallocanta. A pesar de que el nivel de las aguas es muy variable, en el momento de máxima ocupación alcanza una superficie de 14 km2, con siete kilómetros de largo.
Su profundidad es escasa a pesar de sus dimensiones y puede alcanzar tan sólo dos metros y medio, oscilando el medio metro en casi toda su superficie. Por ello se puede considerar como la laguna natural más grande de la Península Ibérica. Sin embargo sus estiajes son severos y puede llegar a secarse por completo. Las características de los materiales donde se asienta la convierten en un humedal de agua salada.
Para la tarde se propone continuar bordeando el amplio perímetro de la laguna. A cinco kilómetros de la anterior población está Tornos, atravesada por la carretera. Se pasa por la plaza de España, en cuyo centro se levanta el peirón de San Antón. Éste destaca por su monumentalidad, compuesto por un pilar de sección cuadrada decorado con rombos. Se apoya en tres gradas y está coronado por cuatro hornacinas y chapitel bulboso. A escasos metros se encuentra la iglesia de San Salvador.
El edificio barroco terminado en el siglo XVIII se corona con una torre de planta cuadrada y remate ochavado en la parte alta. También es interesante acercarse a la ermita de Nuestra Señora de los Olmos. Poco antes de entrar en la población provenientes de Berrueco, junto a un rústico peirón parte una pista. Un poco más adelante otro peirón marca el desvío hacia la ermita. Se trata de una curiosa construcción que destaca por su altura. Sobresale su cimborrio octogonal, que se culmina con linterna y chapitel.
Tras atravesar la población se alcanza otra carretera. Tomando dirección a la derecha se continúa con el recorrido. De nuevo cerca de la laguna aparece el otro centro de interpretación del espacio natural. Un pequeño edificio de dos plantas donde ampliar los conocimientos naturales del entorno. En su exterior cuenta además con un observatorio de la laguna. A unos tres kilómetros se encuentra la población de Bello. Adentrándose en su casco urbano se llega hasta una plaza irregular en torno a la iglesia de la Natividad. Es una construcción gótico-renacentista llevada a cabo en el siglo XVI. La torre, a diferencia de las anteriores, está construida a base de sillería. El último de sus cuatro cuerpos es octogonal y se remata con chapitel piramidal. Un poco más adelante se alza la plaza del ayuntamiento. El edificio del siglo XVII cuenta con tres plantas y se corona con un alero de madera. Y unos metros más adelante otra casa nobiliaria con portalada dovelada enmarcada por un alfiz.
Y el final del día lo pone el atardecer en la laguna de Gallocanta. La visita en el periodo invernal tiene como atractivo poder disfrutar de un gran espectáculo natural. En ese instante el sol desaparece por el horizonte y según los días el cielo se tiñe de colores rojizos. Ese es el momento elegido por miles de grullas para volver a la laguna a pernoctar. Entre los meses de octubre a marzo se repite día a día este espectáculo, en el cual cientos de bandos de ruidosas grullas van acercándose a la lámina de agua, la cual les proporciona un lugar seguro para pasar la noche. Hay dos lugares idóneos para contemplar este fenómeno natural. En la primera parte del invierno es la ermita de la Virgen del Acuerdo, y en la segunda parte el centro de interpretación situado entre Bello y Tornos. Es recomendable asesorarse en los puntos de información para no perderse el gran atractivo de la laguna de Gallocanta.
Para el domingo se propone la visita a la ciudad de Daroca, situada a unos veinte kilómetros de Gallocanta. Se trata de una de las ciudades más monumentales de Aragón, resultado de doce siglos aglutinando un conjunto de edificios civiles, religiosos y defensivos en armonía con la belleza natural de su emplazamiento. Fue fundada a finales del siglo VIII por los musulmanes dándole el nombre de Daruqa. Alfonso I el Batallador la reconquistó en 1120, convirtiéndose entonces en la plaza fuerte más importante al sur del reino de Aragón. Los habitantes de la ciudad y su entorno disfrutaron de un fuero que les concedía una libertad inimaginable en la Europa feudal de aquella época.
El punto de partida de la visita es la Puerta Alta, acceso al casco antiguo proveniente de Zaragoza. Fue levantada en el siglo XVI tras el derribo de la anterior por una de las muchas riadas que afectaron a Daroca, asentada en la rambla Fondonera que coincide con el recorrido de la calle Mayor. Desde este punto parte la ruta que recorre parte del perímetro de la muralla, de unos cuatro kilómetros.
Este trayecto tiene una duración de hora y media y se recomienda calzado cómodo ya que transcurre por los montes que cercan la población. El recinto defensivo fue construido por los musulmanes, y reformado después por los cristianos para defenderse primero de ellos y después de los castellanos. A extramuros comienza el recorrido que pasa al lado de la Torre de los Huevos, de planta pentagonal. Junto a la Torre de la Sisa, se adentra en el interior de la ciudad amurallada. Tras un pequeño ascenso se llega al Castillo Mayor. Conserva torreones en mal estado y la Torre del Homenaje. Un poco más arriba, un desvío conduce hasta unas escaleras que descienden hasta la ermita de Nazaret, que tiene la sencilla portada en un muro rocoso en cuyo interior se abre la capilla. A partir de este punto el lienzo de la muralla se conserva en mejor estado, construida con tapial recubierto de mampostería y argamasa. Tras pasar junto al Torreón del Jaque, comienza el ascenso hasta el punto más alto de la muralla, donde se ubica el Castillo de San Cristóbal.
Está formado por un pequeño recinto amurallado con un gran torreón de mampostería que data del siglo XIV. A la derecha de las antenas de telefonía arranca el descenso vertiginoso atravesando un denso pinar. Más abajo se pasa junto a la Torre del Águila, de la cual resta sólo uno de los muros. Cercana a ésta aparece la Torre de San Valero, de planta circular. Llaman la atención tres curiosas aspilleras para la defensa. El sendero desciende con buenas vistas de la población, como durante todo el recorrido. Finalmente alcanza una calle que atraviesa el portillo del Arrabal, pequeña puerta de arco de medio punto.
En su entorno la muralla ha sido reconstruida en ladrillo con franjas escalonadas de esquinillas, coronada con almenas. Sólo resta llegar a la calle Mayor, a los pies de la imponente Puerta Baja. En 1451 se levantaron las dos torres a ambos lados del acceso. Son de planta cuadrangular en sillería y se remataron con merlones escalonados. Entre ellos se abre un arco rebajado sobre el cual se dispone el escudo de Carlos V.
A escasa distancia de la puerta, fuera del recinto amurallado, está la Fuente de los Veinte Caños que fue construida en el año 1639. Se trata de una fuente monumental cuyo frontal se divide en pilastras decoradas con el escudo de la ciudad en la parte central. El recorrido turístico se adentra en la ciudad por la calle Mayor. En él no faltan edificios señoriales de empaque que manifiestan la importancia de sus habitantes durante la historia, que se alternan con otros que conservan el aspecto medieval de antaño. A mitad de calle se encuentra la oficina de turismo, en la cual completar la información sobre el recorrido por la ciudad así como de los edificios visitables. Un poco más adelante se accede a la plaza de España, un gran espacio que acoge a la Colegiata de Santa María y al Almudí. Este edificio es también conocido como Casa de los Soportales, por el porche con pilares de piedra y zapatas de madera de su parte inferior.
La Colegiata de Santa María tiene sus orígenes en la obra románica de finales del siglo XII construida sobre la antigua mezquita mayor musulmana. De esta época se conserva en la actualidad el ábside semicircular, ocupado por la capilla de los Corporales. La leyenda del milagro de los Corporales se remonta al tiempo de la reconquista de Valencia. En 1239 las tropas cristianas antes de la toma del castillo de Chía celebraron misa. Sin embargo un ataque inesperado hizo interrumpir el acto litúrgico. Después de sofocarlo las seis hostias preparadas para la comunión aparecieron ensangrentadas. La propiedad de aquella prueba del milagro fue disputada y finalmente se dejó que una mula decidiese en su marcha la elección del destino, siendo Daroca hasta donde llegó. Desde entonces generó muchísima devoción y cuenta con una capilla propia donde se guardan las reliquias. Cuenta con un retablo de decoración gótico-flamígera de gran belleza. En siglo XV se erige la actual torre tras cubrir la anterior de ladrillo proveniente del alminar de la mezquita.
Está formada por dos cuerpos de sillería que se rematan con almenas y merlones. En esta época también se termina la Puerta del Perdón. Se trata de una portada gótica compuesta por arcos ligeramente apuntados. Sobre el acceso, el tímpano que representa la escena del Juicio Final. A finales del siglo XVI se lleva a cabo la reforma más importante, en la cual se reestructura todo el interior de la colegiata. Se construyen tres naves de igual altura cubiertas con bóvedas estrelladas. Ante el altar se levanta un gran baldaquino inspirado en el de San Pedro del Vaticano. Formado por cuatro las columnas salomónicas de mármol negro que sostienen el baldaquino de madera policromada. El interior se completa con un grupo escultórico de la Asunción tallado en madera blanca. Y finalmente en 1603 se contrata la portada principal, de la cual destaca el cuerpo superior con un gran relieve de los Corporales.
La visita continua bordeando la colegiata y ascendiendo por la calle Grajera. A escasa distancia se encuentra la Casa del Diablo, que data del siglo XV. En su fachada muestra una ventana ajimezada decorada con dos arcos conopiales. Volviendo sobre nuestros pasos se toma la calle que conduce a la Iglesia de San Juan. Se inició en el siglo XII pero las obras fueron interrumpidas lo cual queda de manifiesto en el exterior de su ábside semicircular. La continuación se llevó a cabo durante el siglo XIII en ladrillo simulando las columnas románicas, con un curioso arco polilobulado en el centro.
Callejeando se alcanza la iglesia de San Miguel, situada en la parte más alta de la ciudad. Sus orígenes datan de finales del siglo XII. A la primera época pertenecen el ábside y la portada. El ábside semicircular se decora con triples columnas rematadas por capiteles con decoración vegetal. Sobre ellos discurre un friso de arquillos ciegos. La portada está formada por cinco arquivoltas decoradas algunas de ellas con ajedrezado y dientes de sierra. Ya en descenso se pasa junto a la iglesia de Santo Domingo. Su obra original se remonta al siglo XII. El ábside semicircular es testigo de las diferentes etapas constructivas, pasando a planta poligonal en la parte alta. También la torre muestra su parte inferior en sillería y el resto en ladrillo. Un incendio en el siglo XVIII hizo reconstruir la iglesia decorándola al estilo barroco. Frente al ábside se conserva el Hospital de Santo Domingo. Fue construido entre los siglos XV y XVI. En la parte baja aparecen cegados los arcos pertenecientes a la antigua lonja. El segundo piso muestra dos ventanas ajimezadas. La visita termina de nuevo en la calle Mayor.
El río Huerva nace cerca de la localidad turolense de Fonfría, en la sierra de Cucalón. Recorre sus últimos kilómetros de camino a Zaragoza atravesando un valle muy humanizado debido al importante desarrollo urbanístico e industrial. Uno de sus rincones más bonitos está en Muel, población con un legado romano y mudéjar todavía presente. La visita se complementa con una visión desde la Plana de Zaragoza, rodeada de un paisaje estepario.
En pleno casco urbano de Zaragoza se unen las aguas del río Huerva con las del Ebro. Para recorrer su último tramo es necesario salir de la gran urbe por la autovía mudéjar en dirección a Teruel. Su trazado discurre en paralelo a la vega de este río. Unos quince kilómetros hay que recorrer para alcanzar el primer destino, María de Huerva. La autovía debe abandonarse tomando la salida compartida con el acceso a Cadrete. Por la carretera nacional se alcanza la población. En la travesía surge una rotonda desde la cual la avenida Stadium y posteriormente la calle del Río que conduce sin pérdida hasta el cauce del Huerva. Un puente de hormigón permite cruzarlo, pero justo antes es necesario dejar el vehículo.
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
20 min (ida)
75 m
fácil
Nada más cruzar a la otra margen se toma una pista a mano derecha la cual se introduce poco a poco en una rambla. Una vez recorridos trescientos metros, junto a una placa de propiedad privada, parte a derecha una senda que conduce al visible Castillo de María. Tras un repecho se atraviesan los restos de unas cuevas. En veinte minutos de recorrido se llega a los pies del promontorio rocoso, recortado a pico de manera vertical. El castillo musulmán de al-Marya es el más importante de la ribera baja del Huerva. Una senda permite recorrer todo su perímetro, con alguna zona donde deben extremarse las precauciones. Se accede a la plataforma de la fortaleza a través de dos pasadizos excavados con escaleras, que parten de una especie de cueva situada en un costado. En la parte alta aparece un aljibe, antes cubierto con una bóveda, y la torre, todo ello en un recinto ovalado de cincuenta metros de largo. La torre se encuentra en un extremo, y fue realizada en encofrado con piedra de yeso. Tres de sus lados todavía se elevan a bastante altura y conserva alguna aspillera defensiva. Desde este lugar elevado las vistas del valle del Huerva y su entorno son preciosas. Destaca la diferencia de tonalidades entre el verde de los campos que acompañan al río, y el color ocre del monte donde se asienta la fortaleza.
La siguiente parada es la localidad de Muel. Se retoma la carretera nacional en dirección a Teruel. Unos doce kilómetros separan ambos pueblos. El germen de la población es un asentamiento musulmán. Tras la reconquista pasó a manos cristianas, manteniéndose la población musulmana. Así estuvo la situación hasta 1610, cuando se expulsó a los moriscos y se produjo una despoblación total. Ello afectó gravemente al gran número de alfares de la localidad. La actividad volvió y se mantuvo hasta hace unas décadas, cuando estuvo a punto desaparecer. La creación de la Escuela Taller y del resurgimiento de nuevos alfares ha devuelto esta antigua tradición a la localidad.
Desde la antigua travesía parte una calle que se encamina a un arco, que sirve de arranque a la calle Mayor. Por ella se alcanza la plaza España, donde se emplaza el ayuntamiento y varias viviendas que muestran la arquitectura civil tradicional. En un costado de la casa consistorial parte la calle que conduce a la iglesia de San Cristóbal. De la construcción destaca su torre mudéjar, donde se combina el ladrillo con los azulejos en perfecta armonía. Avanzando por la calle principal se alcanza el puente sobre el cauce del río Huerva. Un poco más adelante sorprende al visitante la Ermita de la Virgen de la Fuente. La mezquita construida por los musulmanes fue sustituida por una ermita levantada sobre una antigua presa romana. En el año 1766 la presa de Mezalocha, situada a cinco kilómetros, se reventó. Ello provocó tal riada que el agua llegó hasta una altura considerable, la cual está reflejada en uno de los muros interiores de la ermita. Tras su reforma la obra fue terminada en el año 1777. Su bella fachada está flanqueada por dos torrecillas. En su interior cuenta con una nave de bóveda de lunetos. Sobre el altar se levanta una cúpula, cuyas pechinas fueron pintadas por Francisco de Goya y Lucientes en 1770. En toda la nave conserva el zócalo de cerámica de Muel, más antiguo el correspondiente al altar.
Uno de los atractivos de la localidad es el conocido como Parque de Muel. Ocupa el antiguo cauce del río Huerva, el cual fue anulado con la construcción de una imponente presa romana hace unos dos mil años. Tiene una altura de trece metros, formada por grandes sillares de piedra en hiladas horizontales que fueron unidos con argamasa. Bajo la presa un lago retiene las aguas que se filtran, y que con su aspecto cristalino permiten disfrutar del fondo cubierto por la vegetación subacuática. El resto del espacio, flanqueado por paredes rocosas, está cubierto por abundante arbolado. En uno de sus costados se levantó un edificio municipal con una vistosa torre, junto al antiguo molino. Un poco más abajo el cauce del río se precipita con dos preciosas cascadas. En la otra margen hay una zona de merenderos, a la cual se accede por un puente metálico. El parque se prolonga hasta los antiguos lavaderos, donde un puente permite el acceso al casco urbano de nuevo. Se trata de un espacio de gran belleza modelado por la naturaleza y transformado por el hombre desde la época romana, que constituye uno de los más bellos rincones del río en su ribera baja.
Por la tarde se propone terminar de descubrir el entorno de la ribera baja del Huerva. Volviendo a Zaragoza por la carretera nacional hay que alcanzar la población de Cadrete. Una rotonda conecta con la salida de la autovía y sirve de acceso a la población a través de la avenida Juan Carlos I. Siguiendo las indicaciones del cementerio, y tras un quiebro a la izquierda y después a la derecha, se alcanza su puerta. A sus pies arranca la pista para la subida a la plana. En su primer tramo está asfaltada y poco a poco se convierte en una pista de tierra en buen estado. Al comienzo se suceden curvas en rápido ascenso adaptándose a la orografía. Después se suaviza el trazado atravesando zonas con campos de cereal alojados en pequeñas vales. Tras un repecho final, y después de haber recorrido 4,5 kilómetros, se alcanza la Plana de Zaragoza. Se trata de una gran superficie horizontal elevada a 600 metros de altitud. Desprovista de vegetación, los campos de cereal ocupan toda su superficie aprovechando la llanura. Desde hace unos años se compatibiliza el uso agrícola con el de producción energética mediante aerogeneradores. Se trata de más de 150 molinos distribuidos de manera uniforme por toda la muela conformando un paisaje peculiar, que genera una energía limpia. Justo al llegar a la muela, un mirador a mano izquierda es el lugar de descanso para los numerosos ciclistas que eligen esta ruta. Las vistas son amplias, con las formaciones de las vales en dirección al valle del Huerva, proporcionando una espectacular formación. A media distancia se divisa la ciudad de Zaragoza al completo. Y a lo lejos en días claros es visible el Moncayo, así como las sierras prepirenaicas. Al otro lado de la pista, bordeando un campo es recomendable acercarse hasta un hito de piedra desde donde se disfruta de otra vista. En ella destacan la vegetación a base de pinos que cubre las laderas, de camino a la ribera. También se divisa el castillo de María y más al fondo las estribaciones del Sistema Ibérico.
Descendiendo por la misma pista, a unos tres kilómetros y medio desde el mirador, parte a mano derecha un ramal de pista que sirve de aproximación al Castillo de Cadrete. En medio kilómetro de recorrido bordeando el barranco de los Planos se llega a un lugar donde dejar el vehículo. Desde aquí sólo queda descender hasta el castillo de origen musulmán. La pequeña fortaleza se emplaza en un espolón, flanqueado por dos barrancos. Desde este punto hay excelentes vistas de la población de Cadrete y del valle del Huerva. Fue restaurado hace unos años y para su visita es necesario contactar con el ayuntamiento. El recinto más antiguo consta de la torre y un patio de armas con una cisterna. La robusta torre de planta cuadrada cuenta con sótano, cuatro plantas y terraza almenada, elevándose a doce metros de altura. En un plano inferior, y como continuación de la fortaleza, aparece el segundo recinto defensivo de mayores dimensiones. Todavía resta parte del muro que lo cercaba donde se abren abren aspilleras.
El Acueducto Romano de Albarracín a Cella constituye la obra de ingeniería hidráulica romana más importante de la Península Ibérica. Además puede ser considerado el primer trasvase de agua, trasladando agua del río Guadalaviar al río Jiloca, es decir de las cuencas del Júcar al Ebro. Sin embargo la Fuente de Cella es mucho más conocida. Su profundidad y su caudal la convierten en el pozo artesiano más importante de Europa.
La autovía mudéjar sirve de aproximación al valle del río Guadalaviar donde se encuentra el punto de partida de la excursión. Tomando la salida que conduce a Cella, es necesario bordear la población en dirección a Albarracín. Una vez alcanzada la localidad de Gea de Albarracín, junto al acceso al casco urbano se encuentra el Centro de Interpretación del Acueducto Romano. Se trata de un moderno edificio en cuyo interior se muestra la importancia del agua en la sociedad civil romana. En la sala principal se exponen algunas reproducciones de los restos arqueológicos encontrados. Un par de salas más sirven para la proyección de un pequeño documental, y para la explicación de la obra del acueducto.
La construcción se llevó a cabo en el siglo I d.C. Fue necesario el trabajo previo de los topógrafos para marcar su trazado y diseñar su recorrido aprovechando en la medida de lo posible las curvas de nivel del terreno. Tiene una longitud de casi 25 kilómetros, tomando las aguas del río Guadalaviar en un azud cercano a Albarracín. Después se dirige a Cella, donde existió una población romana a la cual abastecía de suministro de agua. En su construcción se excavaron 9 kilómetros de galerías, dotadas de casi un centenar de pozos. Su ligera pendiente permitía el suave discurrir del caudal, cercano a los 300 litros por segundo.
A lo largo de su recorrido están acondicionados para la visita siete puntos, dotados de aparcamientos y de paneles informativos. Tres de ellos, los que cuentan con los restos más espectaculares, se encuentran en torno a la población de Gea de Albarracín. Frente al centro de interpretación, al otro lado de la carretera, parte una pista de un kilómetro que sirve de aproximación a la Cañada de Monterde. A escasos metros del aparcamiento discurre el acueducto. A la izquierda aparece un corto tramo cubierto al que le sucede el canal en abierto. Y a la derecha comienza un tramo subterráneo de una longitud de unos 200 metros de longitud, en el cual aparecen dos pozos de ventilación de escasa altura. Se trata del túnel habilitado más largo del acueducto romano.
Para continuar con la visita es necesario retomar la carretera y cruzar la localidad de Gea de Albarracín. Junto al último edificio, a la derecha parte una pista de medio kilómetro que conduce a un aparcamiento. Un sendero discurre por el fondo del Barranco de los Burros, flanqueado por paredes agrestes. Tras atravesar una pequeña presa se alcanza el fondo del barranco y se asciende hasta la cota por donde discurre el acueducto. Existen dos ramales, uno en cada dirección. En ambos se puede recorrer un tramo de galería cuyo interior es iluminado por las ventanas abiertas en su trazado, desde donde hay buenas vistas del barranco. Se trata de uno de los tramos más atractivos del acueducto romano.
Para alcanzar el tercer punto de interés es necesario volver a la carretera y tomar dirección a Albarracín. En menos de un kilómetro aparece un desvío señalizado, por cuya pista se accede al lugar de estacionamiento. Un sendero asciende por una ladera hasta alcanzar la galería excavada cuyo tramo es conocido como Azud de Gea de Albarracín. En la roca se abren numerosas ventanas. Éstas sirvieron tanto para la excavación, como para el posterior registro favoreciendo el mantenimiento de la obra. Desde este punto las vistas del valle del Guadalaviar son un atractivo más a la visita.
En el caso de disponer de más tiempo también es recomendable visitar la Galería del Túnel, a cuyo tramo se accede desde un aparcamiento situado a poco más seis kilómetros en dirección a Albarracín. Allí se pueden ver 250 metros de canal a cielo abierto tallado en la roca y un túnel de unos 30 metros.
Para la tarde se propone la visita de las poblaciones más cercanas a los restos de la obra romana. En primer lugar Gea de Albarracín. Su casco urbano de disposición alargada se articula en torno a una calle principal. En su primer tramo se pasa junto a la ermita de San Roque, que luce el característico porche apoyado sobre columnas en la parte delantera. Un poco más adelante se alcanza el Portal de Teruel, resto del pasado amurallado de la población. Está compuesto de un arco de medio punto en piedra de rodeno. Su entorno ofrece uno de los rincones más pintorescos. La calle mayor avanza, ahora con trazado más quebrado y estrecho, donde las viviendas ofrecen un aspecto más tradicional destacando sus voladizos. Pero también sobresalen buenos ejemplos de la arquitectura civil como la Casa de los Condes de Fuentes, con acceso adintelado, balcones y escudo nobiliario, o la Casa de los Liceres, con vanos rectangulares algunos de ellos con ejemplos notables en forja. Se atraviesa la plaza del ayuntamiento, y la calle mayor pasa junto a la iglesia de San Bernardo. El edificio barroco del siglo XVII muestra una modesta imagen exterior. La arquitectura tradicional acompaña al visitante hasta alcanzar un sencillo arco que marca el final del casco antiguo de la población.
El final de la excursión lo marca la población de Cella, situada en la cabecera del valle del Jiloca. Tras rodear el casco urbano por la circunvalación se llega a la avenida de la Fuente, eje principal de la localidad. La primera parada tiene lugar junto a la parte trasera de la iglesia de la Inmaculada. Se trata de un gran edificio llevado a cabo en varias etapas que arrancan en el siglo XIV. La torre, que data de 1609, se culmina con un cuerpo octogonal rematado con cupulín. Un espacio delimitado por un recinto murado embellece el acceso a su interior, a través de un arco rebajado de cuatro arquivoltas cubierto por un pórtico. Desde este lugar una calle ascendente deja a los pies de una escalinata. Arriba se abre la plaza presidida por el ayuntamiento, un edificio de finales del siglo XVI. En su parte baja cuenta con una lonja de cuatro arcos de medio punto. Sobre ella la primera planta con huecos adintelados y en la parte alta ventanas dobles semicirculares, con un pequeño cuerpo central para albergar el reloj.
Volviendo al punto inicial, se continúa por la avenida hasta alcanzar la Fuente de Cella, el baluarte más conocido de la población. Debido a su profundidad, nueve metros y medio, y a su caudal, unos 2000 l/seg, la convierten en el mayor pozo artesiano de Europa. Su descubrimiento y utilización se remonta con probabilidad a la época musulmana. Sin embargo, históricamente se dice que el pozo fue perforado por los caballeros templarios. En el año 1686 el concejo de Cella acondicionó la fuente ampliando las galerías de las surgencias. Entre 1729 y 1732 se llevaron a cabo obras a cargo de Domingo Ferrari. En esta fecha se construyó alrededor del pozo artesiano un pretil de piedra de sillería de planta elíptica. Justo encima del punto donde parte la acequia se construyó una sencilla y elegante capilla. Además el joven ingeniero italiano reestructuró los cauces que parten de la fuente y que son empleados para el riego en los pueblos cercanos. Esta acequia es conocida en la actualidad como río Cella, considerada por algunos como el primer tramo del río Jiloca. Para otros su nacimiento está en los Ojos de Monreal, situados 35 kilómetros más abajo. En las últimas décadas, debido a la proliferación de pozos para regadío la fuente de Cella ha disminuido drásticamente su caudal. Ello permitió verla completamente seca en 1995, cosa que había ocurrido en contadas ocasiones a lo largo de su historia. El pozo en su parte final cuenta con una escalera de 18 peldaños, y más abajo un muro de más de dos metros de altura. En el fondo hay dos galerías, una de ellas de dos metros de altura y otra de unos 60 centímetros.
Al sur de la comarca del Somontano y atravesado por el meridiano de Greenwich se encuentra la villa de Berbegal. Su casco urbano se emplaza sobre una pequeña muela elevada con vistas hacia todos los puntos cardinales. Un lugar de paso desde tiempos históricos, junto a la vía romana entre Ilerda y Osca y al camino de Santiago. En sus alrededores la ruta de los pozos fuente ofrece otro aliciente más para la visita de esta zona.
Al punto de partida, la localidad de Pertusa, se puede acceder por varios itinerarios. Desde la capital aragonesa la ruta más directa parte de la autovía mudéjar a la altura de Almudévar. Después se atraviesa Tardienta, Grañén y Sesa. Y desde la autovía Huesca-Lérida se debe tomar la salida de Angüés, de la cual dista unos 16 kilómetros. Sin cruzar el puente sobre el río Alcanadre es necesario situarse en el arranque de la carretera de Sesa. A escasa distancia y junto a ella aparecen restos del antiguo trazado de la vía romana que servía de conexión entre las ciudades de Osca e Ilerda. En el pavimento petrificado se pueden observar incluso las rodadas de los carros. Un poco más arriba parte una pista que conduce a la ermita de la Virgen de la Victoria. Su trazado tiene un fuerte desnivel, pero es apto para todos los vehículos. Permite ganar altura y disfrutar de un mirador excepcional de Pertusa, encajada en un precioso meandro del río Alcanadre. De la ermita sobresale la robusta espadaña de piedra sillar integrada en su construcción.
Volviendo a la carretera se desciende hasta la población. En su casco urbano destaca la iglesia de Santa María. De su origen románico conserva una cripta, y el claustro proveniente de la etapa gótica. En su exterior el elemento más sobresaliente es la torre. Fue llevada a cabo en 1575. De planta hexagonal se alza mediante cuatro cuerpos. Tiene decoración plateresca con columnas adosadas en las aristas y hornacinas con figuras de santos.
La ruta toma dirección a la villa de Berbegal, que se asienta sobre un tozal bien visible desde lejos. El acceso deja en la plaza de Europa, desde donde parte la visita. A escasos metros está la calle mayor, la cual vertebra todo el núcleo. En la parte central aparece la plaza Constitución, con la Casa de la Villa. Se trata de un palacio del siglo XVI de ladrillo. Consta de tres plantas y se remata con la característica galería de arcos de medio punto. Un poco más adelante surge la plaza de España. Allí se alza la iglesia de Santa María la Blanca, cuya obra data de finales del siglo XII. Está compuesta por tres naves que se culminan con sendos ábsides semicirculares. La portada principal está formada por seis arquivoltas. Cuenta con tímpano decorado y crismón, con un pantocrátor enmarcado en una mandorla y rodeada de tetramorfos. Poco después, en el siglo XIII, se construyó la torre de planta cuadrada. La parte baja forma un pórtico que se abre con arcos apuntados en tres de sus costados. En el segundo cuerpo de la torre se abren vanos alargados de arcos de medio punto dispuestos de la misma manera.
Uno de los atractivos de la población son las magníficas vistas que desde su casco urbano se pueden observar. Han sido acondicionados tres miradores con sus respectivos paneles de interpretación. Al final de la calle calle mayor, en dirección al oeste, está el mirador de Muro de Rella. Volviendo por la calle principal, siguiendo las indicaciones se alcanza el segundo de ellos. Desde el Mirador del Cornero se aprecian vistas en dirección al este. Y retomando la calle mayor, en el extremo opuesto está el mirador de los Pirineos, en dirección al norte, situado en el muro de Pueyo. En días claros el horizonte de esta vista lo marca la cordillera pirenaica.
Para la tarde se propone descubrir una de las singularidades de las tierras del sur del Somontano. A unos siete kilómetros se emplaza la población de Laluenga. Desde la travesía, frente a un crucero, parte un camino asfaltado que conduce a las instalaciones deportivas. Justo enfrente esta el Centro de los Pozos Fuente del Somontano. Se accede al interior automáticamente introduciendo unas monedas. Sus paneles informativos sirven para comprender las claves de estos curiosos elementos de arquitectura hidráulica muy abundantes en toda la comarca. En esta zona los manantiales en superficie son escasos, y fue necesario excavar los pozos como solución para llegar a los cursos de agua subterránea. Casi todos ellos cuentan con un primer tramo descubierto, ahora protegido tras su acondicionamiento con un tejado. Se desciende mediante escaleras, y les sucede otro tramo cubierto con bóvedas, que aloja el manantial excavado en la roca.
El centro de interpretación está situado junto al pozo fuente de mayores dimensiones de todos los de este tipo, el Pozo Nuevo. Se accede a través de una gran escalera con una anchura de cuatro metros. La escalinata consta de 78 escalones divididos en tramos por varios rellanos, y tiene una longitud total de 35 metros. Un arco primer arco apuntado abre el primer tramo cubierto. Le sucede más abajo otro tramo que se abre con un arco de medio punto donde figura la fecha de 1766. Se alcanza la cámara cuadrada de tres metros y medio de lado. De ella parten tres galerías de 16 metros de longitud, excavadas para captar el agua en momentos de sequía.
A escasos dos kilómetros se encuentra Laperdiguera. Se articula en torno a la calle mayor. En su arranque parte otra calle que asciende hasta la elevación donde está la iglesia de los Santos Pedro y Pablo. Su elemento más curioso es la torre, erigida en 1919, una de las pocas obras historicistas de la comarca. Cuenta con arcos conopiales y óculos lobulados entre guirnaldas. Se atraviesa la localidad por la calle en la que aparecen buenas muestras de arquitectura civil entre las que destaca Casa Cavero. Se abandona el casco urbano unos cien metros y sin pérdida se alcanza otro pozo fuente. Una gran cisterna a la que se accede por una escalinata. Un arco de medio punto sirve de acceso al depósito. A continuación aparece un tramo cubierto con bóveda de medio cañón apuntada que descansa sobre cuatro arcos, con una profundidad de siete metros y una longitud total de 21 metros.
Y para finalizar la visita a tres de los pozos fuente más significativos del Somontano hay que trasladarse a Lagunarrota. Volviendo a Berbegal, bordeando la población por su derecha, se alcanza una rotonda de donde parte la carretera de acceso. Al final de la recta, y antes de comenzar el ascenso está el Pozo Bajo. Es visible por el tejado que lo cubre, a la izquierda de la carretera. Se accede a través de una escalinata. A continuación hay un tramo de bóveda de sillares, y otro menor excavado en la roca. Su profundidad total es de 10 metros, y su longitud de 26 metros. Como final de la excursión es recomendable ascender hasta el pequeño pueblo. En su parte central se abre una gran plaza que alberga la iglesia parroquial. Junto a ella se ha acondicionado un mirador con excelentes vistas de la atalaya de Berbegal con las sierras prepirenaicas como telón de fondo.
La Ruta de los Miradores pasa por cuatro puntos desde donde disfrutar de unas magníficas vistas del paisaje monegrino. En estas panorámicas se combinan los desniveles formados por barrancos con los amplios horizontes de la llanura, en el entorno de la población de Monegrillo. Todo ello hilado con un recorrido perfecto para realizarse en bicicleta el cual discurre por pistas en buen estado y tramos de carretera.
Esta ruta ciclista circular tiene como partida la localidad zaragozana de Monegrillo. Está emplazada al sur de la comarca de los Monegros y al pie de la Sierra de Alcubierre. Para alcanzar este lugar en coche es necesario salir de Zaragoza por la carretera que conduce a Sariñena. Después de pasar Villamayor de Gállego surge un desvío a la derecha que atraviesa el paisaje típicamente monegrino. Una vez en el pueblo, se atraviesa el casco urbano por la calle San Roque y la calle Mayor hasta alcanzar el pabellón polideportivo, situado en el extremo opuesto a la travesía. Desde este punto se empieza a rodar con la bicicleta.
LONGITUD
DESNIVEL
PENDIENTE
FIRME
DIFICULTAD
31,4 km
200 m
variable
bueno
media
Se toma la pista que sale de la parte trasera de las instalaciones deportivas. Al abandonar la población se pasa junto a varios observatorios astronómicos, que hacen singular a esta localidad, desde la cual es posible la contemplación estelar gracias a la lejanía de grandes núcleos habitados. En este entorno, a pie de pista aparece la balsa Frella. Debido a la sequedad de estas tierras son abundantes las balsas para su aprovechamiento tanto ganadero como para otros usos. Ésta en concreto fue utilizada también como lavadero por la cercanía a Monegrillo.
Poco más adelante los campos se alternan con sabinas, entre las que destaca la sabina Cascarosa, tras haber recorrido dos kilómetros desde el inicio. Se trata de un ejemplar singular, de 16 metros de altura, con una edad que superará los mil años. Es una de las últimas supervivientes de los extensos bosques que hasta tan sólo unos cientos de años cubrían estos montes.
La pista comienza el ascenso, con una rampa fuerte de camino a la Estiva. Éste era el punto de llegada de los pastores trashumantes que venían del Pirineo, en concreto de la localidad de Ansó, para pasar el invierno con sus rebaños de ovejas. Una vez recorridos 4,7 kilómetros, al final de la subida se emplaza el mirador de la Estiva a mano derecha. Desde este lugar se disfruta de una panorámica de la estepa y las poblaciones allí enclavadas.
El paisaje cambia y la pista se va adentrando en un pinar de bosque carrasco acompañado de vegetación formada por matorral mediterráneo. En una pronunciada curva, en el punto kilométrico 7,5 parte un ramal que en unos metros alcanza el mirador de la Gabardera. Perfectamente acondicionado, como todos los demás, se observa otra panorámica de las estribaciones de la Sierra de Alcubierre. Los pinos cubren la parte baja de las laderas erosionadas que conforman el paisaje.
La pista continua su trazado bordeando la cabecera del barranco de Bujal. En este tramo el piso cuenta con algún tramo en regular estado debido a las rocas que despuntan sobre el trazado. Tras recorrer 13,4 kilómetros surge el mirador de Bujal. Desde este punto se disfruta de una magnífica vista de este espectacular barranco en forma de «V». Está compuesto por laderas uniformes donde afloran estratos calizos. Cuenta con una anchura media de 250 metros y una profundidad máxima de 200 metros.
El recorrido atraviesa un paisaje menos agreste, en el que se combinan cultivos y algunas parideras, con pinares en las laderas. En el kilómetro 15,7 la ruta se incorpora a la carretera asfaltada que atraviesa la sierra procedente de Lanaja. Tras alcanzar los 18 km se abandona el asfalto, tomando un ramal señalizado a mano derecha. Seiscientos metros después parte un camino que conduce hasta una paridera. Parando el cuentakilómetros se asciende hasta el mirador de Miramón por una trocha empinada. Una rampa de fuerte desnivel deja a los pies del punto geodésico, ubicado a 621 metros de altitud, lugar donde se ha colocado el mirador de más amplios horizontes de toda la ruta, gracias a su posición aislada y privilegiada. Los pinares densos cubren el paisaje a su alrededor, y la estepa en dirección al sur completa las amplias vistas que desde aquí se disfrutan.
De nuevo en la pista, en un cruce múltiple se toma el ramal de la derecha. El recorrido en constante descenso atraviesa una densa masa de pinar. Poco a poco van a apareciendo los campos aterrazados en la Val del Conde. Se pasa junto a varios ejemplares de pinos singulares, y en el kilómetro 21,9 se dejan las indicaciones de la ruta de los Miradores a mano derecha. Sin abandonar la pista principal por la que se circulaba en menos de dos kilómetros se alcanza la carretera que comunica Monegrillo con La Almolda. Por ella se vuelve de manera cómoda hasta la población de partida. Una vez se divisa el pueblo, una pista asfaltada en el km 30,4 surge a mano derecha. Por ello se alcanzará el pabellón deportivo que marca el punto final de la ruta.
Para la tarde se propone la visita a las dos poblaciones situadas en las inmediaciones de la ruta. Sin abandonar Monegrillo un paseo por la localidad ofrece dos ejemplos de arquitectura civil de interés. La Casa Panivino es un palacio aragonés de ladrillo construido a finales del siglo XVII. Consta de varias plantas y está rematado con galería de arquillos de medio punto y alerón. Junto a ella la Casa Rocañín de similar estructura, con vanos enrejados en la planta noble, y galería de arcos adintelados en la parte alta. Un poco más adelante surge el epicentro de la localidad. Una plaza donde se ubica el ayuntamiento y la iglesia de la Asunción, la cual perdió su torre durante la guerra civil.
Nueve kilómetros le separan de la vecina localidad de Farlete. En la plaza más céntrica se alza el ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, edificio que fue reconstruido tras la guerra civil. La torre es lo más significativo, de planta cuadrada y octogonal rematada con tejadillo. Tomando una de las calles que se dirigen a la sierra de Alcubierre, cercana al pueblo se encuentra la ermita de la Virgen de la Sabina. El origen del santuario se remonta al siglo XIII, aunque el edificio actual fue terminado en 1687. El acceso a la ermita tiene un arco de entrada que da a un patio, en el cual está el acceso a la capilla.
El valle de Hecho/val d´Echo constituye uno de los valles que formaron el condado de Aragón, germen de lo que después se convertiría en reino y corona. Surcado por el río Aragón Subordán, en su cabecera destacan la Selva de Oza y Aguas Tuertas, entornos naturales de gran belleza. Sobresalen las poblaciones de Hecho/Echo, con su bien conservado conjunto urbano, y Siresa, que cuenta con uno de los monasterios más antiguos de Aragón.
El acceso a uno de los valles más occidentales del Pirineo Aragonés parte del enclave de Puente la Reina, cruce carretero en cuyas cercanías se unen las aguas del río Aragón Subordán y del río Aragón. A este punto se puede acceder desde Jaca y Pamplona por la nacional que une ambas poblaciones y que pasa por este punto. La carretera asciende en dirección al norte adentrándose en el valle de Hecho/val d´Echo. Tras recorrer 25 kilómetros se alcanza la capital del valle. Hecho/Echo es una población con gran raigambre cultural y que conserva un conjunto arquitectónico pirenaico de gran valor. La visita a la localidad arranca en la oficina de turismo, situada junto a la carretera que atraviesa la población. Aparte de la información práctica para la visita cuenta con un pequeño museo de arte contemporáneo que se complementa al exterior con un museo al aire libre. Emplazado en una ladera, las obras de arte son el resultado de un symposium internacional de arte que se celebró entre 1975 y 1984. A escasa distancia, al otro lado de la carretera, recibe al visitante una estatua esculpida de una pareja de chesos con su indumentaria tradicional.
Al fondo del irregular espacio donde se ubica parte una calle a mano derecha la cual atraviesa una plaza y que desemboca en la calle mayor. Por ella se asciende hasta casa l´Aduana, que sobresale por su portada de un arco de medio punto coronada por un frontón triangular con un escudo en el tímpano. En el paseo se saborea la arquitectura tradicional donde destacan fachadas de piedra, puertas doveladas, ventanas geminadas y aleros de madera.
Antes de alcanzar la travesía es necesario volver y seguir callejeando a mano derecha hasta llegar a la plaza donde se encuentra el ayuntamiento y la iglesia de San Martín. El edificio de origen románico fue reconstruido tras un incendio en el año 1808, durante la guerra de la Independencia. Uno de sus accesos cuenta con un pórtico y junto al mismo hay un espacio empedrado con cantos rodados. Constituye un magnífico mirador de la villa pirenaica desde donde poder admirar las cubiertas de teja tradicional salpicadas de chimeneas típicas. En el entorno de la plaza todavía quedan rincones pintorescos de gran belleza.
Para finalizar la visita se recomienda adentrarse en Casa Mazo, situada en una calle descendente. Se trata de una típica casa chesa, en cuya fachada destaca dos vanos geminados y puerta adintelada. En su interior, conservando la distribución original de la casa, se exponen instrumentos y aparejos del trabajo del campo, el traje tradicional cheso y un buen número de fotografías de época.
Para la tarde se propone la visita al antiguo monasterio de San Pedro. A dos kilómetros de distancia de Hecho/Echo se encuentra la pequeña población de Siresa. Su edificio más importante es uno de los monasterios más antiguos de Aragón, bien visible desde la carretera. Fue fundado por el conde Galindo Aznárez I alrededor del año 833. Contaba con más de un centenar de religiosos y una nutrida biblioteca. Durante los siglos IX y X recibió numerosas posesiones de los condes y monarcas tanto aragoneses como navarros. Con la expansión cristiana poco a poco fue perdiendo su importancia a favor de enclaves situados más al sur. Hasta nuestros días ha llegado únicamente la iglesia levantada en bajo influencia carolingia. Fue reformada en diferentes fases entre los siglos XI y XIII bajo estilo románico. Posteriormente sufrió diversas reformas durante los siglos XVII y XVIII.
En su interior cuenta con planta de cruz latina compuesta por una sola nave sobre arcos fajones que sostienen la bóveda de medio cañón. La cabecera semicircular, en la que se abren cinco arcos de medio punto, se cubre con bóveda de cascarón. Debajo de ella se aloja la cripta aprovechando el desnivel del terreno. La fachada más visible del monasterio, cuenta con tres vanos, y en la parte inferior cuatro arcadas de diferentes tamaños, una de ellas incluye la portada abocinada reformada en el siglo XVII. A los pies de la nave aparece una portada abocinada que se antecede de un pórtico compuesto por tres arquivoltas, con un crismón en su tímpano. Lo más antiguo del edificio lo constituye este nártex, sobre el que se dispone la tribuna en su interior, característico de las construcciones carolingias. Un paseo por el casco urbano permite disfrutar de una cuidada arquitectura popular, donde se entremezclan construcciones recientes y otras con siglos de antigüedad en perfecta armonía. Destacan algunas muestras de chimeneas tronconónicas.
De nuevo en la carretera principal, un kilómetro más adelante se encuentra el Centro de Interpretación del Megalitismo Pirenaico. El edificio corresponde a una antigua casa forestal. En la planta baja dispone de un bar con terraza, mientras que el espacio expositivo se encuentra en la planta alta. Allí se introduce en la llegada del hombre a la coordillera montañosa mediante un audiovisual y paneles informativos. Y en una segunda parte describe la importancia de los restos megalíticos encontrados en el valle de Hecho/val d´Echo, así como la descripción de los diferentes tipos.
Para el día siguiente se propone descubrir los encantos naturales del valle situados en la cabecera del río Aragón Subordán. Tras dejar atrás las poblaciones habitadas la carretera se adentra en el estrecho conocido como la Boca del Infierno. Tras cinco kilómetros de angosto y espectacular recorrido, el valle se ensancha. La espesa vegetación con bosques de pino y hayas cubren el paisaje dando lugar a la Selva de Oza. Está flanqueada por el Castillo de Acher y la Peña Forca, emblemáticas moles rocosas que superan los 2.300 metros de altitud. Este paraje aglutina una serie de servicios aprovechando la belleza de este paisaje. A escasos metros de la carretera destaca el haya de la Caseta Pascual, un monumental árbol de más de 23 metros de altura, bajo el cual se aloja la terraza de un bar.
La pista forestal avanza por el fondo del valle y surge el valle de Guarrinza a la vez que toma dirección a este. El arbolado se sustituye por laderas cubiertas de pastizales salpicados de abundantes flores. Ello permite ampliar la visión de las montañas pirenaicas. El recorrido alcanza el aparcamiento situado junto al barranco lo Barcal. Aquí es necesario dejar el vehículo y continuar a pie.
TIEMPO
DESNIVEL
DIFICULTAD
1h (ida)
250 m
fácil
En la parte final de Guarrinza se encuentra el Mallo Blanco, una curiosa formación rocosa de gran volumen elevada junto al cauce. Se avanza por la pista hasta que se alcanza en poco más de media hora una senda. Su trazado acorta el recorrido de la pista y asciende directamente hasta un pequeño estrecho natural, donde se ubica un refugio. Una vez atravesado el Achar d´Aguas Tuertas se abre el precioso valle de Aguas Tuertas. Su fondo es plano, y el perfil en forma de “U” indica su origen glaciar. El río describe numerosos meandros, origen del nombre que se otorga a este valle. El escaso desnivel hace que las aguas discurran pausadas, y los encharcamientos sean abundantes dando lugar a turberas donde abundan las flores en primavera. A la izquierda, el valle se cierra, y el cauce se precipita por un escurridero que termina en una cascada. Junto a la parte alta de este sumidero está el dolmen del Achar de Aguas Tuertas. Data de finales del Neolítico, del III siglos A.C. Este ejemplo muestra la forma característica, con dos ortostatos y una losa de cubierta, y proporciona una de las más bellas estampas de este precioso valle pirenaico.
Para finalizar la visita al valle por la tarde se propone tomar el vehículo y volver en dirección a Hecho/Echo. Una vez superado la Boca del Infierno, parte a mano izquierda una carretera que atraviesa el puente de Santa Ana y se dirige al Refugio de Gabardito. En su trazado sinuoso y ascendente atraviesa un frondoso bosque. Al final aparece una gran pradera que permite las vistas de las cumbres del entorno, entre las que destaca la Peña Agüerri que se eleva a 2.283 metros de altitud. El refugio cuenta con servicio un bar y alojamiento, y en invierno es el punto de partida de recorridos de esquí de fondo.
Esta localidad zaragozana se emplaza en la comarca de Daroca, siendo limítrofe con la provincia de Teruel. Se sitúa en la cabecera de la rambla homónima, la cual vierte sus aguas en el río Jiloca a la altura de Báguena. Su mayor atractivo es el Aguallueve, un nacedero donde cae el agua a través de la roca toba rodeado de musgos y líquenes. Y la joya artística está en la iglesia parroquial, un retablo gótico de referencia en Aragón.
La autovía mudéjar facilita el acceso a esta localidad gracias a su emplazamiento, a tan sólo seis kilómetros del eje que vertebra Aragón de norte a sur. Se emplaza a 83 kilómetros de Zaragoza y 100 kilómetros de Teruel. Una vez atravesadas las parameras de Campo Romanos, el paisaje se quiebra y tras una curva cerrada se desciende a la cabecera de la rambla de Anento. Cobijado bajo los escarpes rojizos se haya el casco urbano, junto a la huerta que riega el agua del riachuelo. El primer punto de visita es la oficina de turismo, que se levanta en una plazoleta peatonal junto a la travesía.
La propuesta para la mañana invita al senderismo, que llevará a conocer uno de los encantos naturales de la localidad. Desde el parque se inicia el paseo con un recorrido circular por el pequeño valle que termina en el paraje conocido como Aguallueve. En el punto de inicio se unen los dos itinerarios que recorren ambas márgenes del cauce. Tomando el que desciende a la vega, y tras cruzar el pequeño arroyo de aguas cristalinas, se toma una senda perfectamente acondicionada. En primer lugar se pasa junto a un peirón mudéjar de bella factura, dedicado a la Virgen del Pilar. La amplia senda se introduce en el valle dejando atrás las huertas mientras que la frondosa vegetación se apropia del espacio delimitado por roquedales. Tras una media hora de cómodo paseo se alcanza una vieja balsa acondicionada como un pequeño estanque, desde donde se canaliza el riego de huertas y campos.
.En este punto los riscos cierran el valle de manera casi vertical. Este paraje es denominado Aguallueve por la abundancia de agua que mana de las paredes. Varios manantiales atraviesan la roca caliza creando un espectacular relieve kárstico. El agua cargada de sales cálcicas al contacto con la atmósfera precipita dando lugar a carbonato cálcico y formando la roca toba, característica de estas formaciones. En la zona más espectacular se crean oquedades en las que incluso se puede entrar, salvando la lluvia constante que mana de las paredes cubiertas de musgos y líquenes.
Después de la visita a este lugar sorprendente, se toma un sendero que asciende de manera cómoda hasta la parte alta de los riscos. Una vez coronados la senda continúa bordeando el barranco en sentido contrario al realizado. El objetivo es alcanzar las ruinas de un torreón celtibérico que data del año 200 a.C. Es también conocido como torreón de San Cristóbal, y de él sólo se conservan los sillares de la parte baja. Sin embargo las vistas de la localidad y del valle justifican este pequeño desvío de un cuarto de hora de recorrido. Ahora sólo resta volver por el mismo itinerario hasta el Aguallueve y tomar el sendero que conduce de vuelta a Anento. La solana de la rambla tiene una vegetación menos frondosa, lo cual permite ampliar las vistas y así disfrutar de los riscos junto a los cuales discurre la senda, en claro contraste con el verdor del fondo del valle y de la margen opuesta.
Antes de alcanzar la población se pasa junto a una fuente que se acompaña de unas mesas que invitan al descanso. Poco después parte una escalinata que conduce al castillo el cual corona la población. El ascenso se realiza de manera cómoda y rápida atravesando un pinar que se acompaña de formaciones rocosas singulares. Ya se sabe de su existencia en el año 1357, momento en que resistió el asedio de los castellanos que llegaron a incendiar la aldea para conseguir el puesto defensivo. Actualmente queda la parte oriental formada por una muralla de treinta metros de longitud coronada con almenas. En el muro se levantan dos torres rectangulares en cuyo interior hay estancias con bóvedas de cañón apuntado. Entre los torreones se abre la puerta de arco semicircular, elevada sobre el foso que antecede al castillo. La fortaleza está situada al borde del monte sustentado por tierras arcillosas, donde se emplaza un mirador con buenas vistas de la vega y del pueblo. El descenso se lleva a cabo por un itinerario diferente, que desciende desde el foso de manera directa al casco urbano. En su trazado el paisaje y la vegetación adorna un recorrido formado por escaleras de piedra de gran belleza. Ya en la población a través del callejón del Pozo se alcanza de manera directa la travesía.
Para la tarde se propone la visita al casco urbano. Tras el empeño de sus habitantes, en los últimos años el pueblo luce con esplendor su estructura medieval, con calles estrechas que ascienden por la ladera donde se alojan las viviendas que han sido rehabilitadas. En la parte central se alza la iglesia de San Blas. Fue construida durante el siglo XIII, en la época final del románico. En el siglo XV se le añadió la torre de planta cuadrada que se culmina con pequeñas almenas. En su interior el espacio se compone de única nave cubierta con bóveda de cañón apuntado sobre arcos fajones. Cuenta con restos de pinturas murales de estilo franco-gótico de finales del siglo XIII en el ábside. En la cabecera se encuentra la joya artística, su retablo gótico, uno de los más representativos de este estilo de Aragón. Se atribuye a Blasco de Grañén y está fechado entre 1422 y 1459. Está formado por 37 tablas, mostrando las principales a San Blas, la Virgen de la Misericordia y Santo Tomás Becket. Alrededor de ellas otras de menor tamaño muestran escenas narrativas de los mismos. En la parte baja, el sotabanco, se representan imágenes de la Pasión de Cristo.
Una vez fuera se bordea la iglesia por su parte inferior para poder visitar el atrio correspondiente a la ampliación gótica del templo, cubriendo la portada románica. Se abre al exterior mediante grandes vanos apuntados decorados. Junto a los huertos discurre la calle que conduce al Aguallueve. Un poco más adelante parte la calle Empedrada. Como el resto de la población todas están pavimentadas con piedra, otorgando al pueblo un aspecto rústico. Y las casas completan con sus fachadas pintadas y las flores una belleza que se acentúa en numerosos rincones del pueblo. En la parte central y más elevada se emplaza el mirador de Santa Bárbara. Este espacio compuesto por una plaza que constituye uno de los rincones más bonitos, desde donde se pueden apreciar buenas vistas, rodeado por casas engalanadas con flores por doquier. Entre dos de ellas parte una calle estrecha que conduce a la pequeña ermita de Santa Bárbara, una capilla situada en uno de los rincones más pintorescos de la localidad.
El río Gállego nace en la cabecera del valle de Tena, cerca del collado de Portalet. En su tramo medio discurre de manera pausada por el valle de Caldearenas. Le acompaña en su trazado el canfranero, un ferrocarril que trajo el esplendor a esta zona, y que hoy en día todavía resiste. Entre las localidades salpicadas en sus márgenes Javierrelatre y Lasieso conservan buenos ejemplos del arte románico.
La autovía mudéjar, eje que vertebra Aragón de norte a sur, sirve de acceso directo al valle de Caldearenas. Una vez superado el puerto de Monrepós se alcanza Hostal de Ipiés, una pequeña localidad que aglutina varios servicios. En este punto parte la carretera que conduce a Caldearenas. A lo largo de once kilómetros en compañía del Gállego se alcanza el puente que cruza el río a través del cual se accede al casco urbano. Esta localidad es de origen relativamente reciente ya que sus primeras noticias datan del año 1646, cuando sólo había una casa con el mismo nombre. Con la llegada del tren a finales del siglo XIX fue adquiriendo importancia. Su casco urbano está disperso siendo el grupo más compacto de viviendas el que se encuentra frente a la estación de ferrocarril ahora en estado de abandono. Junto a la carretera se alza la iglesia de San Antonio, terminada a finales de la década de los cincuenta bajo las pautas del estilo románico.
En la parte final del núcleo se encuentra la Harinera La Dolores. En el lugar donde antes hubo un pequeño molino, en 1925 comenzó a funcionar la nueva harinera, construida por Fermín Martínez. La elección del lugar fue determinante por el nuevo ferrocarril con conexión entre Zaragoza y Francia, así como por la cercanía al río Gállego, que aportaba el caudal necesario para aportar la fuerza motriz al molino. Dos audiovisuales y una muestra de numeroso material conservado a lo largo de su existencia sirven de introducción. El resto de la visita permite descubrir el excelente estado de la maquinaria, importada de Suiza. Además de poder observar esta joya se disfruta del añadido de poderla ver en funcionamiento. En la parte baja está la turbina y el eje central de distribución. En la planta calle y en la planta alta se pueden observar las diferentes máquinas que servían para convertir el trigo en harina de diferentes calidades. Un viaje al pasado para comprender cómo se realizaba el proceso de la producción de harina hace más de cincuenta años.
Como complemento a la visita de la localidad se plantea un paseo por los alrededores. Junto a la harinera parte un camino que poco después discurre en paralelo al río Gállego. Tras media hora de camino arranca la Senda de Izarbe, en cuyo recorrido se pueden descubrir pinturas y mosaicos realizadas por Maribel Rey sobre las piedras, de tal manera que quedan integrados en el paisaje. El final lo marca una amplia pradera, después de una hora de camino. Allí una antigua paridera acoge el pequeño Centro de Interpretación de la Vida Pastoril. De vuelta se puede recorrer un pequeño ramal alternativo que en diez minutos de recorrido circular descubre otro grupo de pinturas.
Para la tarde se propone la visita a dos localidades cercanas. La primera de ellas está situada a unos tres kilómetros, tomando la carretera que conduce a Anzánigo. Javierrelatre consta de dos barrios separados por la travesía. A la entrada de la población parte una calle que asciende hasta la parte alta. La iglesia de los Santos Reyes corona la ladera donde se asienta el pueblo. Se trata de una bella fábrica románica del siglo XII, de la cual se conserva sólo la cabecera. El ábside románico cuenta con tres vanos decorados sobre capiteles decorados con motivos vegetales y geométricos; una imposta ajedrezada bordea las arquivoltas. Se accede al interior mediante atrio en el que se abren dos accesos y un vano de doble arco de medio punto de estilo románico. Junto a la cabecera se alza la robusta torre prismática que se eleva ligeramente sobre el conjunto de la iglesia.
El barrio bajo aglutina los mejores ejemplos de arquitectura civil con los que cuenta el núcleo. En una plazoleta que atraviesa la carretera sobresale la Casa Lanaspa, levantada en el siglo XIX. Se trata de una gran vivienda de cuyos tejados despuntan dos chimeneas troncocónicas. En un rincón se abre un arco de medio punto, en cuyas dovelas aparecen esculpidas variadas figuras. Da acceso a un patio empedrado, donde se encuentra el acceso principal.
Para acceder a la segunda población es necesario volver a Hostal de Ipiés. Tomando dirección a Huesca, a escasa distancia y sin abandonar el núcleo, parte una carretera que en cinco kilómetros alcanza Lasieso. Su origen se debe a la fundación del monasterio de San Pedro de Lasieso en el año 1080. Sin embargo su vida fue corta y en 1247 fue extinguido convirtiéndose en iglesia parroquial. El edificio data del siglo XI, y tiene la peculiaridad de estar formado por dos iglesias adosadas, una mayor que otra. Ambas se culminan con ábsides semicirculares. El elemento más sobresaliente es la torre en cuya parte alta se abren vanos compuestos por tres arcos de medio punto. Bajo ellas aparecen otros vanos menores de dos arcos.
El conjunto de viviendas se organiza en torno a una calle. Una vez superada la iglesia, entre la última de las casas y unos edificios secundarios se encuentra una necrópolis formada por tumbas antropomorfas. Datan del siglo X, y evidencian la importancia de este poblamiento durante los siglos altomedievales. Se compone de un conjunto numeroso, y entre ellas destacan muchas que por su tamaño pertenecieron a niños.
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