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Cinco Villas EXCURSIONES

Valdonsella, un valle de osos y lobos

El valle de Onsella, conocido históricamente como Valdonsella, está ubicado en el límite norte de la provincia de Zaragoza. Su nombre hace referencia a la existencia de osos en el pasado.  El valle se descuelga de la Sierra de Santo Domingo discurriendo en dirección este-oeste. Sus pequeños pueblos conservan una arquitectura tradicional bien conservada, con elementos sobresalientes como el torreón de Navardún y las casas nobiliarias de Longás.
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El acceso natural a este pequeño valle es la localidad de Sos del Rey Católico, una de la Cinco Villas, que tomó el apellido de su hijo más ilustre. Hasta este enclave se accede por la carretera que vertebra la comarca de sur a norte partiendo del valle del Ebro desde Gallur o Alagón. Una vez rodeado el promontorio donde se alza Sos, en ocho kilómetros se alcanza la puerta de la Valdonsella.

El casco urbano de Navardún se asienta en una vaguada, salvaguardada por la torre del antiguo castillo. El acceso conduce directamente a la plaza principal, donde alza el ayuntamiento. El histórico edificio luce un magnífico escudo fechado en 1690. Se trata de un palacio aragonés con arco de medio punto y en la última planta alberga una galería de huecos rectangulares. Un paseo por sus calles descubre una cuidada arquitectura con fachadas de piedra, a la vez que se observan los restos de fustes y capiteles del patio de armas del castillo. En la parte alta está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción de principios del siglo XII.

Ante una bella plaza se alza su portada escoltada por columnas lisas y capiteles con decoración de hojas, con una banda de ajedrezado alrededor. Completan el conjunto el ábside románico y la espadaña a los pies.

El punto de mayor interés de la población es el castillo. Se accede una vez rebasado el casco urbano, mediante un pequeño ramal. Estuvo compuesto por distintas dependencias en torno a un patio de armas, del cual sólo se conserva la planta. En uno de los costados se alza la torre del Homenaje. Se trata de una de las más voluminosas de este tipo en Aragón, con una altura de 26 metros. Se accede a través de una puerta elevada que deja en la parte señorial. De sus cuatro plantas, la más baja sirvió como almacén. El resto de las plantas se cubrían con techumbres planas de madera. En la planta noble se abren ventanas ajimezadas de arco apuntado, además de una letrina. Se puede acceder a la terraza almenada, con excelentes vistas de la localidad y de todos los alrededores.

Poco más adelante es necesario tomar la carretera que acompaña al río Onsella. Encaramadas al valle se alzan las casas y la iglesia de Isuerre. Esta pequeña población cuenta con un magnífico mirador desde la plaza mayor y la iglesia de San Esteban, obra románica reformada posteriormente. Un paseo desde la parte trasera de la iglesia alcanza una recoleta plaza que conserva la esencia de la arquitectura típica de la zona, que cuidan con mimo sus habitantes. Otras dos portadas en el resto del pueblo atestiguan la nobleza de sus antiguos dueños.

A poco más de tres kilómetros se asienta otra pequeña población de la Valdonsella. Un desvío conduce a Lobera de Onsella. Su topónimo hace referencia a los lobos que poblaron antaño esta zona. En el centro se abre la plaza principal, un espacio amplio del cual parten buena parte de las calles del pueblo. Una calle con escalinata ofrece la visión del ayuntamiento y la torre de la iglesia ubicados en la parte alta. Cerca de la plaza destaca la casa Plano, que luce una excelente portada rematada con frontón y pináculos. La puerta cuenta con columnas achaflanadas a ambos lados. Un pequeño paseo servirá para saborear la cuidada arquitectura popular de su casco urbano.

La carretera que discurre por el valle llega a su fin en Longás. Se trata de uno de los pueblos más pintorescos de la ruta. Recibe al visitante la calle principal flanqueada por un conjunto de casas señoriales de piedra con grandes portalones y bellas ventanas geminadas. Un poco más arriba está la iglesia de Santa María, obra del siglo XVI. Sobresale su torre de planta cuadrada, singular por la torreta adosada que contiene la escalera de caracol de acceso. Merece la pena un paseo pausado por sus calles donde sorprende una arquitectura civil sobresaliente para una población tan pequeña.

Para culminar la excursión se propone coronar la Sierra de Santo Domingo mediante una pista que parte a la entrada del pueblo. Se encarama por la ladera salpicada de bojes y aliagas, ascendiendo fuerte mediante continuas lazadas. Tras este primer repecho se alcanza una gran llanura surcada por campos de cultivo. Más adelante el trayecto se adentra en una zona con más arbolado, donde predomina el pinar acompañado de abundantes hayas y serbales blancos. Se alcanza el Portillón de Longás, situado a 1.235 metros, tras despejarse la vegetación. La conforma una abertura en la cresta rocosa, la cual permite la conexión con Biel y Fuencalderas. Antiguamente este paso servía para controlar el número de cabezas de ganado que lo atravesaban.

TIEMPODESNIVELDIFICULTAD
50´ (ida)300 metrosfácil

La pista continúa hacia el punto más alto de la sierra. Este trayecto puede realizarse por un sendero que parte de la pista a escasa distancia del portillón. Hayas, bojes, acebos y otras especies cubren por completo la umbría a lo largo de casi media hora de ascensión. Arriba se alternan progresivamente algunos pastizales hasta desembocar de nuevo en la pista para emprender el tramo final. Un amplio pastizal en forma de vaguada sirve de cobijo a la ermita de Santo Domingo.

Una sencilla fábrica rectangular de piedra, con tejado formado por amplias losetas. A mano derecha, rodeada de masas de boj está el Pico de Santo Domingo, coronado por el punto geodésico, a 1.524 metros de altitud. Desde este punto se divisa perfectamente la vertiente sur, con las crestas rocosas de la sierra, el Puig Moné y al fondo el Moncayo. En el lado opuesto a la ermita se alza otra elevación donde un panel de interpretación permite identificar todas las cumbres pirenaicas visibles desde este magnífico mirador. El descenso puede realizarse directamente por la pista hasta alcanzar de nuevo el portillón.

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Bajo Cinca/Baix Cinca FINES DE SEMANA

Mequinenza y Fraga, lugar de encuentro del Cinca, el Segre y el Ebro

En el sureste de la comarca del Bajo Cinca/Baix Cinca se juntan tres de los ríos más importantes de la cuenca hidrográfica. Mequinenza/Mequinensa el viejo desapareció a causa del embalse de Ribarroja/Riba-roja. Sus museos recuerdan la historia de su pasado, mientras sus habitantes con fuerza miran al futuro, con el medio acuático como su mayor potencial. Mientras Fraga, capital de la comarca, basa su potencial en la agricultura y la industria.
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En el pueblo viejo de Mequinenza/Mequinensa arranca el fin de semana por las tierras del Bajo Cinca/Baix Cinca. Esta situado junto a la desembocadura del río Segre en el Ebro. Se puede acceder cómodamente a través de la autopista de Nordeste, que se abandona en la salida de Fraga. Tomando la carretera nacional en dirección a Alcañiz se atraviesa el pueblo nuevo y un kilómetro más adelante se llega a los pies de un aparcamiento. Las antiguas escuelas son el único edificio en pie del casco urbano, que tras su rehabilitación se han convertido en albergue y en la sede de los Museos de Mequinenza.

Para la mañana se propone visitar la oferta museística que ofrece esta localidad zaragozana. El primer espacio es el Museo de Historia. Una maqueta introduce al visitante para hacerse una idea de la configuración del antiguo pueblo, con las casas alineadas frente al río Ebro. Allí comienza el relato de su reciente historia. Con la construcción del embalse de Ribarroja/Riba-roja, las aguas anegarían la parte baja de la localidad, la más comercial. Aunque no se planteaba inicialmente, al final todo el pueblo fue desalojado, y las casas derruidas una vez iban siendo compradas por ENHER, adjudicataria de la concesión hidroeléctrica. En tan sólo cuatro años se culminó el proceso que hizo desaparecer un pueblo con siglos de historia.

En el museo, además de un documental, se pueden visitar varias salas que muestran otros aspectos de la historia, costumbres y entorno natural de Mequinenza/Mequinensa. Se completa con un amplio apartado reservado a la obra de Jesús Moncada. Este ilustre vecino escribió entre muchos otros “Camí de Sirga”, un libro de gran difusión que cuenta los últimos años de la vida en el pueblo. Pero además cuenta con una obra pictórica muy singular, la cual se muestra en una de las salas. En ellas se representan figuras humanas horadadas, que representan el vacío interior que supuso el abandono forzoso del pueblo.

A escasa distancia está ubicado el Museo de la Mina. A través de varias galerías de poco más un kilómetro el visitante se adentra bajo la sierra donde se ubica el castillo de Mequinenza.  A la entrada se suministra un casco, que ambienta todavía más la visita en la cual se relata la dureza del trabajo de los mineros. A la largo del recorrido se han reproducido diferentes escenas, que representan la evolución y modernización del proceso de extracción con el paso del tiempo. En la zona se llegó a extraer el 30% del carbón de producción nacional. Las últimas minas cerraron hace pocos años.

El tercero de los espacios expositivos está situado en la parte trasera del albergue, al aire libre. Se trata del Museo del Pasado Prehistórico. A través de reproducciones de yacimientos arqueológicos y pinturas rupestres del término municipal se descubre cómo era la vida de sus antepasados.

Por la tarde se propone para comenzar la visita a los restos del pueblo viejo. Tras la ruina forzosa de todos los inmuebles de esta villa que superó los cuatro mil vecinos, se efectuó una limpieza que hoy permite pasear por algunas de sus calles, que conservan incluso el pavimento original en algún caso. De las viviendas sólo restan el arranque de sus muros, así como alguna puerta. Aparecen señalizados algunos edificios importantes como el cine, el mesón, la casa de Jesús Moncada, así como la iglesia cuyo interior ha sido invadido por la vegetación acuática debido a las filtraciones. En la parte baja, cerca de la carretera, se conservan todavía las farolas de la plaza de Armas, mudo testigo de la frenética actividad social de la villa.

Como vigía tanto del actual núcleo como del antiguo, el castillo está situado en un lugar estratégico con amplias vistas. Sin embargo su propietario, la Fundación Endesa, sucesora de ENHER, que tanto daño causó tanto a Mequinenza/Mequinensa como a Fayón/Faió, dificulta su visita permitiendo sólo la visita los martes no festivos del año por la mañana. Se trata de uno de los castillos de factura gótica más importantes de Aragón. La  fortaleza musulmana fue tomada por Ramón Berenguer IV y desde el siglo XII fue regentada por la familia Moncada. En el siglo XV la fortaleza se convierte en castillo-palacio, sufriendo siglos más tarde el paso de diferentes guerras que azotaron la zona.

El acceso parte de la travesía de Mequinenza/Mequinensa, frente al aparcamiento del club náutico. Tomando la calle que sube a la izquierda y trescientos metros de nuevo el ramal izquierdo, la estrecha carretera asciende ya sin pérdida hasta el castillo. Antes de llegar ya se advierte de la prohibición de paso, siendo necesario dejar el vehículo en un pequeño ensanche. Desde allí parte un camino que sorteando las señales de propiedad particular conduce a los restos de un muro y un torreón circular. Este mirador no acondicionado ofrece unas vistas a vuelo de pájaro del pueblo viejo, el embalse de Ribarroja y el castillo que bien merecen el ascenso.

Sólo resta volver a Mequinenza/Mequinensa y dar un paseo por el centro de la localidad. Una bonita plaza porticada con el ayuntamiento al frente se abre a la travesía. Al otro lado otro gran espacio invita a acercarse al muelle que discurre en paralelo al río Segre. Una gran lámina de agua embalsada ideal para la práctica deportiva y la pesca. Aguas arriba el Cinca desemboca en el Segre creando el espacio natural que recibe el nombre de Aiguabarreig, lugar de encuentro de numerosas aves, con una variada flora y fauna.

Para el domingo se propone remontar el río Cinca en dirección a Fraga. Desde la carretera nacional, antes de cruzar el puente de la autopista, parte una pista señalizada y asfaltada que conduce a la ermita de San Salvador. Unos cinco kilómetros de sinuoso trazado dando la vuelta a la sierra conducen al destino. A partir del año 1550 la orden de los trinitarios construye el santuario. Se recuperó de la ruina hace un par de décadas. La ermita cuenta con una robusta fachada rematada por una espadaña. Un merendero ocupa los restos de las instalaciones monacales alrededor del pozo. Al fondo un mirador ofrece una de las mejores vistas del tramo final del río Cinca, que se cierra con las cumbres pirenaicas al fondo.

Volviendo a la carretera nacional se entra en Fraga por la avenida de Aragón, que vertebra la zona más moderna de la capital del Cinca. Se atraviesa el río mientras se divisa el casco urbano sobre un promontorio. Desde el paseo fluvial parte una calle empinada dotada de una escalera mecánica que permite el acceso cómodo hasta las cercanías de la iglesia de San Pedro. De la fábrica románica conserva su portada. El elemento más singular de la estampa fragatina es la torre, con cuerpos de las sucesivas etapas constructivas rematados con un chapitel apuntado. A escasa distancia está el palacio Montcada, la familia que ostentó el señorío de Fraga del siglo XII al XIV. Después fue palacio del Gobernador y sede del ayuntamiento. En la actualidad es un centro cultural dotado de salas de exposiciones que se pueden visitar. Desde la iglesia parte la calle mayor, de trazado sinuoso y descendente atravesando pasadizos, herencia del pasado musulmán. Desemboca a los pies del paseo de Barrón Cegonyer, atravesando el portal homónimo. Un paseo central, epicentro de la actividad social y cultural de la ciudad, culmina a los pies del ayuntamiento. Un monumento a la fragatina, la “done de faldetes”, embellece la plaza de España.

Tomando la carretera que conduce a Zaidín, se continúa remontando el valle del río Cinca.  A unos cuatro kilómetros se alcanza Villa Fortunatus. Se trata de un yacimiento arqueológico que conserva en buen estado la parte principal de una villa romana característica del sistema de explotación agraria del Bajo Imperio. En su último acondicionamiento se ha protegido todo el espacio con una cubierta, lo que permitirá un mejor mantenimiento de los actuales restos. La vivienda se estructura en torno a un patio, rodeado de las diferentes dependencias. A falta de los muros, su mayor riqueza son los pavimentos con mosaicos geométricos y abundantes representaciones. En una de ellas se encontró la palabra Fortunatus, traducida como “que seas feliz”, que dio nombre al yacimiento. Entre los restos arqueológicos apareció un segundo patio más pequeño, unas termas y un templo paleocristiano que se construyó en una época posterior al uso de la vivienda romana.

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CICLOTURISMO Comunidad de Teruel

Vía Verde de Ojos Negros, en torno a Teruel capital

La vía verde más larga de España discurre entre Teruel y Valencia. En su tramo intermedio por tierras aragonesas, entre Puerto Escandón y Cella, bordea la capital turolense. Un recorrido donde se atraviesan bosques de pinos y quejigos, cortados teñidos por el color rojizo de las arcillas, el desfiladero del barranco Seco, el valle del río Alfambra y que desemboca en los llanos de Jiloca.
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La vía verde de Ojos Negros utiliza el trazado del antiguo ferrocarril minero de Sierra Menera, el cual comenzó a funcionar el 27 de julio de 1907. Fue construido para transportar el hierro extraído en las minas de Ojos Negros hacia el puerto de Sagunto. Se da la paradoja de que esta línea de ferrocarril, de 205 kilómetros de longitud, se trazó casi en paralelo a la línea de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón debido a las altas tarifas que imponía dicha compañía. Su vida estuvo siempre condicionada por el nivel de actividad de su cuenca minera. Con la puesta en marcha de la planta siderúrgica de Sagunto, éste fue creciendo llegando a limitar su expansión. Se alcanzaron acuerdos con Renfe, propietaria entonces de la otra línea, para traspasar a esta empresa el transporte de hierro, y finalmente en el año 1972 se clausuró el ferrocarril minero.

En esta propuesta se plantea recorrer una parte de la vía verde, entre el Puerto Escandón y la localidad de Cella, ambos puntos con acceso para vehículo. Entre ellos la distancia es de unos 41 kilómetros. La mejor opción es acudir inicialmente a la localidad de Cella, desde donde a través de un vehículo de apoyo o de un taxi alcanzar el punto de inicio de la ruta ciclista, Puerto Escandón. Así se realiza la ruta aprovechando la pendiente descendente en la mitad del recorrido.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
41,5 km (ida)300 m1,5%buenomedia

El punto de partida es el Puerto Escandón. Desde la autovía mudéjar, a unos 13 kilómetros de la ciudad de Teruel en dirección a Valencia, aparece la salida en dirección a Formiche Alto y Bajo. En la rotonda es necesario tomar la antigua carretera nacional en dirección a Valencia y en breve es visible a la derecha la solitaria estación de la actual línea férrea Teruel-Sagunto que lleva este nombre. Entre la actual vía del ferrocarril y la carretera discurre el itinerario ciclista. Este el punto más alto de todo el recorrido, a 1230 metros. Se toma la vía verde a la derecha, en forma de pista asfaltada.

A corta distancia la construcción de la autovía obligó a modificar el antiguo trazado ferroviario, con un descenso pronunciado y un cruce inferior mediante un corto túnel. Al otro lado un pequeño repecho devuelve a la plataforma del tren minero. Comienza un trazado prácticamente rectilíneo, surcando el paisaje mediante pequeñas trincheras y taludes protegidos por vallas de madera. En las márgenes la vegetación a base de sabinas, quejigos y pinos resulta muy agradable.

A los cinco kilómetros y medio se alcanza un pequeño merendero protegido por rocas. A continuación se atraviesa uno de los viaductos que fueron necesarios para salvar esta zona tan agreste. Y poco más adelante se llega a la boca del túnel más largo de este tramo. Sus 127 metros de longitud en trazado ligeramente curvo permiten que sea atravesado sin problemas sin apoyo de luz, aunque está dotado de iluminación automática en el caso de que funcione.

El recorrido discurre de manera elevada sobre la rambla de Valdelobos. A escasa distancia un nuevo viaducto y un túnel de 92 metros que se atraviesa sin problemas. La vía verde acentúa en este tramo la pendiente, lo cual facilita la marcha. La vegetación boscosa da paso a un paisaje en el cual dominan los colores rojizos de las arcillas en los cortados que atraviesa la vía verde.

Después de haber recorrido unos diez kilómetros, un buen lugar para realizar un pequeño alto en el camino es el merendero situado junto a la estación de Valdecebro. El pequeño apeadero sin uso se mantiene en pie, aunque en estado de abandono.

El recorrido ahora se va acercando a la autovía mudéjar. También se aprecia a la derecha, a media distancia, la silueta de la población de Valdecebro. Llega un momento en que se hace necesario cruzar la autovía por un puente elevado que se comparte con el resto de vehículos, habiendo recorrido casi catorce kilómetros y medio de ruta. Al otro lado de nuevo se retoma el trazado de la vía verde exclusiva para bicicletas.

El ciclista se adentra en la rambla del río Seco, un pequeño valle que poco a poco se va encajonando. Tanto que la vía verde debe atravesar por debajo de los dos puentes que se apoyan en pilares de gran altura que sirven para el trazado de la autovía. Tras una ligera curva de nuevo se atraviesa la carretera por debajo. Tras rebasarla se hace necesaria una pequeña parada para observar una curiosa forma rocosa, conocida como Peña el Macho, situada a escasa distancia a mano izquierda. A sus pies nace el manantial del cual se tomaron las aguas para el abastecimiento de agua de Teruel, llevado a cabo por Pierres Vedel a mitad del siglo XVI. Una obra de ingeniería que trasladaba el agua hasta la capital turolense recorriendo cuatro kilómetros de distancia.

Se avanza por la vía verde, elevada sobre la rambla hasta que se atraviesa un túnel moderno bajo la carretera que une Teruel con Cantavieja, de una longitud de 104 metros. Se habrán alcanzado los 16,7 kilómetros de recorrido en este punto. A su salida sorprende un paisaje deforestado con colores variados de yesos, arcillas y calizas que forman diversos estratos con formas que se deben al efecto de la erosión.

El trazado comienza a girar a la derecha bordeando la Sierra Gorda. A pesar de la ligera pendiente descendente, se circula elevado sobre la vega surcada por el río Alfambra en su tramo final. De nuevo sorprende el paisaje erosionado con tonos anaranjados que acompaña al trazado ferroviario.

Llega un punto en que el ciclista comparte su espacio con los vehículos, poco antes de alcanzar el cruce con la carretera nacional que une Teruel con Alcañiz. En este punto desaparece la plataforma ferroviaria, y es necesario pasar por debajo de la carretera. Tras un fuerte ascenso se alcanza el antiguo puente que servía para que los trenes cruzasen el río Alfambra. Hasta este punto se han invertido veinte kilómetros de recorrido. A unos trescientos metros se alcanza la estación de Teruel. También es conocida como estación de Baños, haciendo referencia a un pequeño balneario cercano destruido durante la guerra civil. Este el punto más bajo de la ruta, con 930 sobre el nivel del mar. Los edificios que le daban servicio todavía se encuentran en aceptable estado.

A partir de este punto cambia completamente el paisaje, tornándose más aburrido. Es el momento de centrarse en el esfuerzo físico acompañado de un cambio de pendiente. De ahora en adelante y hasta el final de la ruta ciclista el recorrido avanza en ligero ascenso. Una recta interminable donde el arbolado está prácticamente ausente. Esta monotonía se rompe con unos campos donde el cultivo de lavanda, una planta aromática de la tierra, experimenta una alternativa económica al cereal como cultivo dominante.

La ruta avanza cruzando al mismo nivel la carretera local que conduce a Celadas. Más tarde se pasa bajo la autovía mudéjar, tras haber recorrido 26,2 kilómetros de ruta. Nuevamente un tramo rectilíneo donde se comparte la vía verde con el resto de vehículos, situación que se mantiene desde el cruce con el río Alfambra y que prolongará durante el resto de la ruta ciclista. En medio de los llanos de Caudé es necesario realizar un pequeño esfuerzo para tomar el paso elevado para cruzar una carretera. Tras avistar la torre de la iglesia sólo resta la aproximación a la localidad de Caudé, cuando se superado los 29 kilómetros de ruta. La plataforma ferroviaria rodea el casco urbano y junto a la pequeña estación se ha acondicionado un área de descanso.

Poco más adelante es necesario atravesar la actual línea férrea para lo cual se ha construido un puente metálico elevado, con pavimento de tablas. Después se pasa bajo la carretera nacional. Al otro lado se pasa junto a las vallas que delimitan el aeropuerto de Teruel. Construido sobre las antiguas instalaciones del aeródromo de Caudé, tras su reconversión y ampliación se ha convertido en el mayor centro de mantenimiento, almacenamiento de larga duración y reciclado de aeronaves de Europa.

Tras cambiar de nuevo el ritmo con un nuevo paso elevado, sólo restará recorrer una gran recta, donde la vía ciclista cuenta con un pavimento en regular estado. Al fondo unas instalaciones madereras afean un paisaje ya de por sí poco atractivo. La antigua estación de Cella, se emplaza a escasa distancia del centro productivo. El antiguo trazado ferroviario ha sido ocupado por la empresa, con lo que es necesario rodear el recinto por un amplio camino asfaltado. Tras alcanzar los 38 kilómetros de recorrido, se alcanza la carretera que da acceso a Cella desde la autovía mudéjar. A partir de este punto sólo restará tomar su trazado para alcanzar el casco urbano. Una amplia recta introduce en el pueblo. La travesía bordea la localidad, dejando a la derecha campos de cultivo. Después de su largo trazado se alcanza la afamada fuente de Cella, punto final del recorrido ciclista.

Tras realizar la ruta en bici por la mañana se propone por la tarde dar un paseo por la localidad de Albarracín, situada a 22 kilómetros de Cella. Remontando el río Guadalaviar se alcanza la localidad más bella y con más encanto de Aragón. Recorrer sus calles empedradas, respirar la esencia medieval de su arquitectura, disfrutar de sus rincones seguro que deja satisfecho al visitante. Pero quizás también insatisfecho ya que son necesarias varias jornadas para poder saborear pausadamente todos los encantos tanto arquitectónicos como paisajísticos que ofrece esta población. Una excusa para volver con más tiempo a visitarla.

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Bajo Aragón FINES DE SEMANA

Tierras del Mezquín, surcadas por un modesto río

Ocupando la zona más oriental la Comarca del Bajo Aragón se disponen las Tierras del Mezquín. Un pequeño espacio geográfico en torno al Mezquín, modesto río que desemboca en el Guadalope a la altura de Castelserás. Pese a su escaso caudal, la belleza de los parajes moldeados a lo largo del tiempo sorprende. Así como las vistas desde las ermitas enclavadas en los pueblos de estas tierras turolenses.
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La aproximación a las Tierras del Mezquín se realiza mediante la carretera de Castellón, la N-232, que une Zaragoza con Vinaroz. Tras rodear la capital comarcal, Alcañiz, aparece el desvío en dirección a Torrecilla de Alcañiz, que debe atravesarse para alcanzar La Codoñera/La Codonyera, punto de partida de la propuesta.

Se propone para la mañana del sábado una sencilla caminata que se adentra en lo más profundo de estas tierras, el Barranc Fondo. Desde la plaza mayor de la localidad se toma la calle Herrería, mediante la cual se desciende a la parte baja. Allí parte una pista apta para todo tipo de vehículos y señalizada en los diferentes cruces. Tras recorrer un kilómetro y medio alcanza el punto donde comienza el itinerario.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1h 30´ (ida)

 125 m

fácil

Se toma la senda la cual desciende de manera rápida hasta el fondo del barranco de la Torreta en apenas unos minutos. La frondosidad circunda el camino, pasando por el Molí Siscar. Casi oculto por la vegetación se pueden apreciar las ruinas del edificio, así como el acueducto que conducía las aguas sobrantes del molino para el riego de las tierras de La Codoñera/La Codonyera. Unos metros más adelante se alcanza el río Mezquín. Desde este punto el sendero remonta el barranco. En un cuarto de hora aparece la Cueva Taulera, un saliente de roca ligeramente elevado respecto al cauce que cobija unas cuadras formadas por muros de piedras. Más adelante surge el azud desde el cual se derivaban las aguas al molino. Y a escasa distancia la senda pasa muy cerca de una espectacular visera rocosa que oculta completamente el lecho del río. En su interior la altura no supera los dos metros y la luz penetra reflejada en la escasa lámina de agua.

El recorrido alcanza poco después un caos de bloques de piedra que oculta el río, junto a la Cueva Encantada. Unas escaleras obligan al ascenso para salvar el tramo conocido como Las Calderas. El itinerario discurre elevado sobre el fondo del barranco cubierto por la vegetación. Más adelante se pasa a los pies de otro abrigo rocoso, la Cueva del Baso, que bien merece acercarse. Llega un momento que la senda se acerca al cauce, pasando entre varias rocas de enormes dimensiones. En unos minutos se pasa junto a otra paridera guarecida bajo un alero rocoso, y poco más adelante es necesario cruzar el río. Por la otra margen se toma dirección contraria para elevarse entre rocas hasta la parte alta. De nuevo remontando el barranco por una pista elevada se alcanza un mirador desde donde se aprecia con mayor amplitud esta parte del recorrido. Es el punto final, desde el cual volver por el mismo itinerario.

Por la tarde se propone la visita a dos localidades situadas en torno al río Mezquín. En primer lugar La Codoñera/La Codonyera. Su topónimo procede del término local “codoñ”, que hace referencia al membrillo. Un paseo por sus calles permite disfrutar de la arquitectura típica de la zona marcada por las portadas de arco de medio punto, balcones de forja y aleros de madera. En la parte central sobresale el imponente edificio de la Casa Consistorial. De estilo renacentista, fue levantado entre 1576 y 1579. Su fachada de piedra se abre con un gran arco de medio punto por acceso coronado por el escudo de la localidad. Tres ventanas de bella factura y una galería de nueve arcos de medio punto sobre columnas completan el conjunto. Junto a él se encuentra la iglesia de Santa María. Tras la reforma del siglo XVIII se levantó la portada flanqueada por columnas salomónicas, la cual se emplaza al fondo de un pequeño atrio. Del edificio despunta la torre de planta cuadrada con aristas achaflanadas en su cuerpo principal, donde además se abren los vanos.

Desde el casco urbano parte una calle que conduce a la cercana ermita de la Virgen de Loreto. Su silueta aparece enmarcada por longevos ejemplares de cipreses. El edificio barroco presenta una fachada con un porche de tres arcos de medio punto coronada por un sencillo campanil. Del conjunto sobresale la cúpula cubierta por teja vidriada.

El pueblo posee otra ermita de más modesta construcción pero situada en un paraje más atractivo. Para acceder a la ermita de Santa Bárbara se toma la misma calle. Junto a la capilla de Belén parte una pista asfaltada con un trazado de fuerte ascenso en apenas un kilómetro. Está situada en lo alto de una elevación poblada de pinos y cipreses. La ermita es una pequeña edificación que posee un atrio con tres arcadas y un campanario con espadaña. A escasos metros se conservan los restos restos arqueológicos de un poblado íbero. Desde este punto se disfruta de una magnífica vista de las Tierras del Mezquín.

Tras volver al casco urbano, se toma la carretera que conduce a Castelserás, situado a unos nueve kilómetros. En su término municipal se unen las aguas de los ríos Mezquín y Guadalope. Su censo se ha estabilizado en ochocientos habitantes, después de perder más de la mitad de su población en el último siglo. Tras desechar el primer acceso al núcleo y avanzar en dirección a Alcañiz, el segundo desvío conduce directamente a la parte baja. En la antigua travesía se abre la plaza del Puente, con una fuente donde aparece una mujer con un cántaro. En este punto comienza la visita que toma la calle Mayor en dirección ascendente.  A mitad de su trazado se abre una plaza donde está la Casa Consistorial. Tiene dos arcos de piedra que cobijan el porche de acceso. Desde este punto parte la calle que conduce a la parte más alta. Un gran espacio bellamente urbanizado enaltece la figura de la iglesia de la Natividad. Fue levantada en el siglo XVIII. Al frente se abre una sencilla portada junto a la torre de planta cuadrada con aristas achaflanadas coronada por sencillo chapitel.

Es necesario volver al punto inicial, la travesía. En ella se alza otra fuente junto a la Casa de los Secanellas, una mansión solariega construida en piedra de sillar que destaca por su volumen y la galería de arcos de medio punto con la que se corona su fachada. En sentido contrario se alcanza uno de los lugares de mayor interés de la población. El puente sobre el río Guadalope es una construcción de piedra que posiblemente se remonta a los siglos XIV o XV y que apenas ha sufrido modificaciones. Consta de cuatro arcos de medio punto que se apoyan en pilares se sección triangular en ambos sentidos. Su estrecha plataforma cuenta con pequeñas capillas en los ensanchamientos, una de ellas en veneración a la Virgen del Pilar de 1817. El cauce discurre entre piedras alisadas por el paso del agua. Al otro lado, junto al río, hay un pequeño parque. Bajo la arcada central del puente se conserva un antiguo lavadero esculpido en la roca. Al final del parque se completa con otro bello rincón formado por una fuente, abrevadero y lavadero cubierto con techumbre de madera sobre pilares de piedra. El paseo se completa atravesando una pasarela peatonal desde donde se aprecia la belleza del puente y de este tramo del río.

A las afueras del pueblo está la ermita de Santa Bárbara. Se puede acceder a ella atravesando el puente por la antigua carretera. Al alcanzar la variante es necesario girar a la izquierda. Señalizada en ella parte el camino asfaltado que conduce en fuerte ascenso hasta la parte alta de la elevación donde se alza la edificación. Fue construida en el siglo XVI aunque reformada dos siglos después. La fachada principal cuenta con porche que se abre el frente por tres arcos y se corona con una sencilla espadaña. Desde este punto hay un mirador con magníficas vistas a su alrededor, en especial al valle del Guadalope.

Al día siguiente se toma dirección a Belmonte de San José/Bellmunt de Mesquí por la carretera que conduce a Aguaviva. Es necesario tomar un desvío que conduce a la población con mayor encanto de esta zona. Está situada en un pequeño montículo, cercano a la cabecera del río Mezquín. En la travesía un panel indicador informa del recorrido de la visita. El inicio del itinerario es el Portal de Soldevilla. Nada más atravesarlo se pasa junto a la Casa Bosque, del siglo XVI. Su austera fachada de sillería se remata con galería de arcos de medio punto y alero de madera. Un poco más adelante se alcanza una pequeña plaza irregular que alberga el ayuntamiento. Se trata de un edificio de sillería llevado a cabo en el siglo XVI. En su parte baja se abre una lonja de dos arcos. En su interior está el acceso a la antigua cárcel, con discreta puerta adintelada y ventanuco con reja. Bordeando el edificio por la derecha, una estrecha calle pasa junto a dos calles con escaleras, bellamente adornadas con plantas. A la derecha y en la parte baja se alza el reconstruido Portal de la Herrería.

Avanzando por la calle se alcanza la plaza del Pilar. Al frente se alza la Casa del Solá. Este caserón renacentista luce fachada de sillería rematada con galería de arcos de medio punto construido en el siglo XVI. Siguiendo el recorrido señalizado se alcanza el Portal de la Muela, reconstruido hace unas décadas. En la parte alta está el palio, un balcón abierto bajo una vivienda con buenas vistas. Se continua recorriendo el pueblo y una nueva indicación conduce al sencillo Portal del Portel. Finalmente se alcanza la plaza donde se alza la imponente iglesia de San Salvador, de estilo barroco tardío fechada en el siglo XVIII. En la fachada se abre la bella portada compuesta por dos cuerpos superpuestos flanqueados por columnas salomónicas. La torre de piedra y ladrillo se alza en planta cuadrada a gran altura. Se vuelve a la plaza del ayuntamiento donde se sigue saboreando la cuidada arquitectura civil de esta población. Allí se alza la Casa Membrado, que luce portada de medio punto dovelada y una magnífica reja en una de sus ventanas. La visita al centro de la población termina al atravesar el Portal del Arrabal, que deja a los pies de la travesía.

Justo enfrente, parte el camino que conduce en unos minutos a otro de lugares de interés. Se trata de una antigua nevera restaurada. Se puede visitar solicitando las llaves en el ayuntamiento o en el bar Bello Rincón Aragonés. La construcción es subterránea y sólo asoma el orificio para echar la nieve además de la escalera de acceso. La función que desempeñaba era el acopio de nieve, que se aprisionaba entre capas de paja. Se suministraba para la conservación de alimentos y también servía para remediar algunas enfermedades. Tiene unas dimensiones de ocho metros de diámetro y nueve de altura. Se cubre con bóveda de hiladas reforzada por dos arcos de medio punto cruzados. En el fondo tiene el túnel de desagüe por el que discurrían las aguas, cuando se deshacía la nieve por efecto del calor.

La visita se completa con la ermita de San José, situada a poco más de dos kilómetros del casco urbano. Para ello se debe tomar la carretera que se dirige hacia la N-232. En una curva pronunciada está el desvío de donde parte la pista asfaltada que deja a los pies de la ermita. El edificio tiene a sus pies una plaza delimitada por banco corrido de piedra. Se accede a la ermita a través de un atrio con pavimento de guijarros de río formando dibujos geométricos. Los muros están decorados con bellos conjuntos murales de azulejos. Tanto desde la plaza, como desde la parte trasera del edificio se disfruta de buenas vistas del valle formado por el río Mezquín. Debajo del santuario, a la derecha, se encuentran los denominados Pozos de San José, donde se almacena el agua de lluvia a modo de aljibes.

A los pies de la ermita, por el costado derecho, parte una senda que desciende atravesando el pinar. En unos minutos debe tomarse otro ramal que termina en una roca elevada, denominado mirador de la Predicadera. Desde este punto hay una vista panorámica excelente de las Tierras del Mezquín con su valle poco pronunciado en el que es difícil apreciar su barranco camuflado en el paisaje. Y también son visibles todos los pueblos de su ribera, así como las ermitas que los coronan. Un magnífico punto para culminar la visita a esta pequeña zona del Bajo Aragón, tan desconocida como llena de encantos.

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CICLOTURISMO Hoya de Huesca/Plana de Uesca

Vuelta a la Sotonera, un remanso de agua para los Monegros

El embalse de la Sotonera está situado al suroeste de la Hoya de Huesca. Recibe las aportaciones de manera natural de los pequeños ríos Sotón y Astón, que recogen las aguas de sierra de Aniés y la sierra de Loarre respectivamente. Sin embargo el mayor aporte hídrico proviene del canal de Monegros que deriva las aguas desde el río Gállego mediante la presa de Ardisa. Este conjunto de obras forma parte del ambicioso Plan de Riegos del Alto Aragón.
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Las obras de la presa de la Sotonera terminaron definitivamente en 1963. Debido a la orografía del terreno, escaso en accidentes geográficos destacados, fue necesario construir un dique de gran longitud, mediante material suelto y prensado. Su longitud de coronación es de 3.870 metros, con una altura sobre los cimientos de 32 metros. Alberga una capacidad máxima de 189 Hm3.

Dos son las carreteras que sirven de acceso principal a la Sotonera. Una de ellas desde Esquedas, entre Huesca y Ayerbe. La segunda y más frecuentada desde Almudévar, en la autovía mudéjar, entre Zaragoza y Huesca. Ambas confluyen a los pies de la presa, siendo necesario tomar dirección a Puendeluna. A unos tres kilómetros parte el desvío indicado que conduce a la presa y al club náutico, donde puede aparcarse el vehículo.

LONGITUD

DESNIVEL

PENDIENTE

FIRME

DIFICULTAD

28 km

50 m

variable

regular

baja

Junto al bar-restaurante del club náutico hay una barrera que impide el tránsito de vehículos rodados. Desde este punto parte una carretera con buen firme que recorre el dique de la presa con un trazado no rectilíneo. En todo momento se pueden observar amplias vistas de la lámina del agua donde es fácil la observación de aves.

  

Tras recorrer unos dos kilómetros se pasa junto al poblado de Tormos, a los pies de la presa. Se corresponde con una antigua aldea, sobre cuyos restos se edificó este poblamiento para alojar a los operarios e ingenieros que trabajaron en la obra. Consta de una plaza de la cual parte una calle flanqueada por viviendas y que desemboca a los pies de la iglesia. Sin detener el ritmo, en el tramo final, se pasa junto al singular edificio desde donde se toman las aguas del canal de Monegros. Y poco más adelante aparece el aliviadero que vierte las aguas al río Sotón, cuando se han invertido los primeros 3,9 km de ruta.

Tras atravesar la barrera se accede directamente a la carretera. A la izquierda se toma dirección a Esquedas. Bordeando el pantano, a los 6,4 km se pasa a la altura de la paridera de La Atalaya, compuesta por varios edificios. Desde este punto parte la pista que asciende a la construcción defensiva cuya visita se deja para la tarde. Continuando por la carretera llega un momento en que se atraviesa el cauce del río Sotón, marcado en el paisaje por los tamarices que le acompañan. Tras la advertencia de zona inundable en la carretera, a los 11 km de recorrido, se toma una pista a la izquierda. Su trazado bordea pinares de repoblación que acompañaron la obra hidráulica, atravesando la acequia de la Sarda.

La pista asciende ligeramente hasta unas naves agrícolas y justo al rebasarlas gira bruscamente a la derecha hasta dejar en la carretera de acceso a Montmesa. A la izquierda se toma dirección al núcleo. Se alcanza un cruce al llegar a los 12,7 km, que cuenta con varios paneles informativos. A la derecha y sin entrar en la localidad se bordea el casco urbano por la derecha. El firme asfaltado acompaña este trazado mientras se siguen las indicaciones de la alberca de Alboré. A la salida se convierte en una pista en buen estado. En el próximo cruce a tres se toma la pista central. Las vistas ahora son mucho más amplias, con grandes campos de cultivo a ambos lados del trazado rectilíneo de la pista.

Poco a poco asciende, gira a la izquierda y se interna en un carrascal. Cuando se han recorrido 17,2 km parte un ramal a mano izquierda. Medio kilómetro después surge un grupo aislado de carrascas. Antes de rebasar el tendido eléctrico de gran tensión debe tomarse un sendero y cien metros después se alcanza un magnífico mirador. Desde este puesto privilegiado se divisa toda la cuenca hidrográfica de la Sotonera, con el embalse y las zonas limítrofes. En primer plano está la paridera de Antonié y más adelante la alberca de Alboré. Este humedal de gran importancia sólo está inundado cuando el nivel del pantano es alto.

Volviendo a la pista principal se avanza de nuevo escoltado por las carrascas, alternando con tramos que permiten divisar amplios campos de cultivo. De repente comienza el descenso que desemboca en el puente sobre el canal que alimenta el embalse con aguas provenientes del río Gállego. Hasta este punto se habrán recorrido 22 km.

Avanzando al frente entre pinares, a unos cien metros parte una pista a mano izquierda. Ahora pasa junto a una zona inundable sólo con la máxima cota, con arbustos de poco porte y con buenas vistas de las sierras prepirenaicas. Se alcanza el punto kilométrico 23 y con la bicicleta debe atravesarse una trinchera rectilínea, resto de un antiguo trazado ferroviario. Una senda sirve para marcar el recorrido, siendo necesario atravesar una zona de desprendimientos en la zona central sin apenas dificultad. Al final de este tramo se alcanza un cruce múltiple. Debe tomarse el ramal derecho en un tramo de pista en mal estado y unos metros después otra a mano izquierda.

Avanzando se bordea el pinar que cubre los alrededores del embalse mediante un trazado sinuoso y en regular estado. Entre la vegetación es visible en todo momento la lámina de agua. Después de rebasar los 25 km de ruta se alcanza una terraza ligeramente elevada desprovista de vegetación. Un buen mirador desde donde contemplar la gran superficie inundada por el embalse.


Sólo resta retomar la pista con un tramo pedregoso en ligero descenso. Se alcanza una urbanización y tras tomar el ramal derecho se llega en breve la carretera. A la derecha conduce a Puendeluna, pero debe tomarse la izquierda en dirección a la presa. Dos kilómetros y medio después de retomar el asfalto surge el desvío que conduce al club náutico y se alcanza el punto de inicio donde termina la ruta circular.

Para la tarde se propone completar con el vehículo la visita a los puntos de mayor interés del entorno del embalse de la Sotonera. En primer lugar debe rodearse de nuevo el embalse por la carretera hasta alcanzar la población de Montmesa. Su reducido casco urbano se asienta en una pequeña colina coronada por la iglesia de San Miguel. A pesar de su origen románico del cuál resta el ábside semicircular, su elemento más significativo es la torre estilo mudéjar del siglo XVII. Su decoración en ladrillo embellece el tramo más elevado de la torre, de planta octogonal. En la parte más alta se abre una plaza donde se ubica el Centro de Interpretación de las Aves Alberca de Alboré. A pesar de que el gran humedal cuenta con aves durante todo el año, los meses de enero y febrero son la época más interesante para acercarse a ver las abundantes grullas que utilizan la alberca de Alboré como dormitorio.

Y como colofón a la ruta se recomienda volver sobre los pasos y subir a La Atalaya, como es conocido el castillo de Tormos. Desde la carretera es fácil identificar la pista de acceso que parte junto unas parideras. Debe tomarse el ramal principal que avanza en paralelo al promontorio rocoso en cuyo extremo se alza la antigua fortaleza. Un kilómetro y medio, con un repecho en la parte final, deja en la parte más elevada. Sólo resta tomar el camino a la derecha para avanzar entre campos de cereal y vegetación arbustiva. En el último tramo la pista está en regular estado. Tras poco más de tres kilómetros de recorrido total se llega a los pies de la torre. Fue un punto de defensa utilizado durante la Reconquista. El paso del tiempo ha hecho perder uno de los muros laterales de su planta cuadrangular, dejando al descubierto el interior. Las vistas del embalse desde este punto elevado bien merecen la visita. Si además se acompaña de las luces rojizas del atardecer el momento entonces puede ser inolvidable.

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Campo de Borja EXCURSIONES

Campo de Borja, rico patrimonio regado con buenos vinos

La comarca del Campo de Borja se encuentra fuertemente ligada a la producción vinícola. Sin embargo este territorio situado a piedemonte del Moncayo tiene mucho más que ofrecer. Su capital, Borja, aglutina un buen número de edificios de interés. El Santuario de Misericordia, ahora famoso por el Ecce Homo, con magníficas vistas de la comarca. Y la visita a un palacio con un contenido de gran valor histórico, perteneciente a los Condes de Bureta.
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El acceso natural a la comarca del Campo de Borja es la carretera de Soria, que parte del valle del Ebro a la altura de Gallur. Toma dirección a las tierras del Moncayo, mítica montaña siempre visible desde cualquier punto de esta comarca. La primera localidad en toparse es Magallón. La antigua carretera se dirige al casco urbano. Antes de alcanzar las primeras viviendas, un camino asfaltado conduce al convento de los Dominicos, antigua sede del ayuntamiento. Se trata de un palacio aragonés de grandes dimensiones que se remata con galería de arquillos. Junto al mismo se encuentran los restos de la iglesia de Nuestra Señora de la Huerta, importante muestra del mudéjar del siglo XIV. Tras su abandono ahora sólo conserva los muros y el ábside octogonal decorado con paños de arcos entrecruzados y rombos de ladrillo. Además se abren grandes ventanales apuntados, en cuyo interior lucen delicados trabajos en yeserías mudéjares. 

Desde este punto arranca la calle principal, que aglutina varios ejemplos de palacios que denotan la importancia de la villa en el pasado. De ella parte una calle que desemboca en la plaza de España. Está formada por un conjunto de inmuebles de diferentes épocas, algunos de los cuales cuentan con porche. La plaza está presidida por el edificio del ayuntamiento, con fachada de ladrillo y soportales en su parte inferior. En un costado de la plaza destaca la ermita del Rosario, levantada en el siglo XVII. Su fachada en ladrillo resalta por la abundante decoración barroca.

Volviendo a la vía principal, un poco más adelante parte una calle que asciende de manera directa a la parte alta, donde estuvo el castillo. Una escalinata antecede a la iglesia de San Lorenzo. El edificio fue levantado en el siglo XIV, aunque ha sido reformado en numerosas ocasiones. Cuenta con tres naves cubiertas con bóvedas de crucería estrellada. Su austera fachada contrasta con la vista posterior de la construcción, donde se aprecia el único resto del castillo, la torre del Homenaje reconvertida en campanario de la parroquial. El entorno de la iglesia constituye un magnífico mirador de la comarca.

Avanzando en dirección a Tarazona, en cinco kilómetros se alcanza la capital comarcal. Borja está coronado por la silueta del espolón yesífero donde estuvo ubicado el castillo, del que actualmente quedan escasos restos. Desde la travesía parte una calle que conduce directamente a la Puerta de Zaragoza, donde está ubicada la oficina de turismo. Antes se pasa junto a la sobria fachada del Convento de la Concepción, cuya iglesia destaca por su decoración barroca. Atravesando el portal, perteneciente a la antigua muralla medieval, se avanza al frente para luego tomar la primera calle a la derecha que desemboca en la plaza de Santa María. La ex-colegiata de Santa María cuenta en su fachada con un atrio de grandes dimensiones que guarece el acceso, abierto en sus costados por arcos de medio punto. El exterior se completa con dos esbeltas torres, una de ellas mudéjar conocida como Torre del Reloj, y la otra de estilo clasicista. La iglesia cuenta en su interior con una amplia nave culminada con ábside poligonal, decorada con yeserías de estilo neoclásico.

Junto a ella se encuentra el Museo de la Colegiata. Tras una profunda restauración del palacio renacentista, sede del hospital Sancti Spiritus, ahora alberga tres plantas con diferentes salas expositivas que muestran fondos religiosos, en torno a un pequeño patio de bella factura. Cerca de la plaza se encuentra la Casa de las Conchas, edificio del siglo XVI. Debe su nombre a la forma de los clavos que decoraban su puerta. La fachada principal en ladrillo cuenta con acceso de medio punto bajo escudo de armas. Destacan dos vanos compuestos por arcos mixtilíneos con decoración en yesería de estilo gótico. Volviendo a la arteria principal, en ella se abre la plaza del Mercado. Uno de sus costados alberga la zona porticada. El inmueble de mayor antigüedad es la Casa de los Angulo, con bella puerta de ingreso que se abre bajo los porches.

Tomando la calle San Bartolomé se pasa cerca de la Casa de Doña María de Aguilar, un palacio del siglo XVI. Destaca la típica arquería aragonesa bajo el alero. A escasos metros se levanta la plaza del Olmo. En un rincón parte la calle de San Francisco, donde se fueron construyendo a lo largo de los siglos XVI y XVII un buen número de palacios. Esta vía de comunicación termina al flanquear el Arco de Santo Domingo. Perteneciente al recinto medieval data del siglo XVI y se compone de un gran arco. Al otro lado se abre una plaza, con la antigua iglesia de San Miguel en un costado. El Museo de Arqueología utiliza como espacio expositivo el interior de la iglesia tras su restauración. Una serie de vitrinas muestran al visitante los restos arqueológicos de toda la zona.

De nuevo se vuelve por el mismo camino hasta la plaza del Olmo y sólo resta tomar una calle para llegar a uno de los espacios más bellos de la localidad, la plaza de España. Presidida por el ayuntamiento, la sede se emplaza en un palacio aragonés del siglo XVI. En su fachada de ladrillo se abren vanos adintelados, con balcones en planta principal flanqueando el escudo de la villa. Se culmina con galería de arcos de medio punto doblados. Otro de los edificios destacados de la plaza es el antiguo Pósito Municipal. En él se almacenaba el grano para los tiempos de carestía. Todavía luce en su fachada el escudo municipal.

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Para la tarde se propone la visita al Santuario de Misericordia, tomando la carretera que parte del casco urbano. Situado a una distancia de cuatro kilómetros, está enclavado al borde de la muela de Borja, una gran planicie elevada del resto del paisaje a una altitud de 784 metros. El conjunto original lo constituye la hospedería y la iglesia, rodeada por abundantes viviendas de recreo salpicadas en medio de un amplio pinar. Tras dejar el coche en el aparcamiento, se cruza la carretera y se asciende a la plaza situada ante el edificio.

Una rústica fuente de piedra antecede al acceso principal, que sirve de acceso tanto a la iglesia como a la hospedería. Fue construido en el siglo XVI para albergar a los clérigos que atendían el culto del santuario. Una escalera conduce a las antiguas habitaciones, ahora utilizadas como pequeñas viviendas para el verano. En cuanto a la iglesia, ésta consta de una nave con capillas laterales. En agosto de 2012 saltó a la fama este espacio gracias al repinte de una obra del pintor Elías García, el Ecce Homo, por parte de una parroquiana, Cecilia Giménez. El resultado poco acertado se extendió por redes sociales a todo el mundo, provocando un peregrinaje de curiosos para ver el resultado de la obra, depositada en la iglesia del santuario. Además se ha creado un museo dedicado a la pintora local, en los bajos del edificio de la hospedería.

La visita al santuario se puede completar con la ascensión al Calvario. Un estanque situado junto al albergue, a escasos metros del santuario, es punto de partida del camino de ascenso. También se puede ascender en coche tomando un desvío posterior en la carretera. Atravesando el pinar se alcanza la ermita del Calvario. Se trata de una curiosa fábrica levantada en 1565, siendo de planta circular en piedra de sillar. Las vistas del campo de Borja desde este punto son amplias y de gran belleza.

Como final de excursión se reserva la pequeña localidad de Bureta, que esconde una de las joyas arquitectónicas de la comarca. Desde Borja parte la carretera de Ainzón, y desde allí sólo restarán dos kilómetros para alcanzar el destino. En pleno casco urbano se abre una gran plaza donde se levanta el Palacio de los Condes de Bureta. El edificio corresponde a una sucesión de etapas que culminan en el siglo XVII, siendo el elemento más singular la galería de arquillos de arcos de medio punto en ladrillo que culmina parte del edificio. En 1678 fue otorgado el título nobiliario a Antonio María de Resende por el rey Carlos II. Durante los Sitios de Zaragoza, la Condesa de Bureta tomó protagonismo como heroína gracias a las gestas y al ofrecimiento de parte de su patrimonio en la lucha contra los franceses. Tras su restauración se ofrece la visita al interior del palacio, conservado en excelente estado. En la primera planta se encuentra la biblioteca, con un valioso archivo con documentos que abarcan los siglos XII al XIX. Otras estancias son la sala de música o la sala de billar. En la segunda planta se pueden visitar los aposentos de la condesa, así como el comedor y salón Blanco, uno de los más interesantes de todo el complejo residencial. La última planta constituye el espacio abierto por una amplia galería, con buenas vistas de los alrededores. Desde el palacio se puede acceder a la tribuna de la iglesia de Santa Cruz, adosada al palacio y que fue costeada por los condes. Construida en el siglo XVII, consta de nave rectangular cubierta con bóveda de lunetos. Al exterior, la fachada fue proyectada con dos torres, una en cada costado. Sin embargo sólo se llevó a cabo una de ellas, de sección octogonal y rematada con chapitel bulboso.

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Andorra-Sierra de Arcos EXCURSIONES

Oliete, en el corazón del Parque Cultural del Río Martín

En el curso medio del río Martín se asienta Oliete. Su entramado urbano cuenta con tres portales, testigos del antiguo recinto amurallado. A intramuros las calles son estrechas y empinadas, herencia de su pasado morisco. En su término municipal cuenta con dos yacimientos íberos, un elemento distintivo del Parque Cultural del Río Martín. La visita se completa con la Sima de San Pedro, una de las cavidades más espectaculares de toda Europa.
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Hay dos itinerarios para alcanzar la localidad turolense desde Zaragoza. En ambos casos debe tomarse la carretera de Castellón. Una opción es desviarse por Belchite, pasando por Lécera hasta Albalate del Arzobispo. La otra es continuar por la carretera nacional hasta poco antes de llegar a Híjar y tomar dirección a la misma localidad. Desde Albalate sólo resta remontar el río Martín y se llega al destino tras recorrer unos 26 kilómetros. Oliete llegó a alcanzar los 2.500 habitantes a principios del siglo XIX, lo que justifica la amplitud de su casco urbano. Ahora lo habitan unos trescientos vecinos. Se asienta en la ladera de una colina orientada al río.

El punto de partida de la visita está situado en la travesía, donde se encuentran las antiguas escuelas, sede del Centro de Interpretación de la Cultura Íbera. En su interior se muestra mediante fotografías de gran tamaño y paneles didácticos los espectaculares restos arqueológicos hallados en el término municipal, los cuales se propone visitar por la tarde. Justo enfrente parte una calle peatonal en la que se señaliza el acceso al casco histórico. Al flanquear el antiguo recinto amurallado el visitante se encuentra el primero de los tres portales. Dos arcos cubren el paso, sobre los que se abre la capilla a intramuros dedicada a los santos Fabián y San Sebastián.

En este punto arranca la calle Mayor que vertebra la parte baja de la población. A ella se abren algunas casas con aleros barrocos y galerías neoclásicas. A mitad de calle se levanta el ayuntamiento, en una recoleta plaza. Su aspecto exterior es respetuoso con la arquitectura popular por sus balconadas y el alerón con el que se remata la fachada. Un poco más adelante, y tras un quiebro a la izquierda de la calle, se alcanza la plaza donde se ubica la iglesia parroquial. En ella se localiza también el edificio civil más importante de la villa. La Casa de la Donjuana, como se la conoce vulgarmente, luce una notable fachada del siglo XVI. La bella arquería renacentista se apoya sobre un friso de singular belleza. Destaca también la puerta principal flanqueada por columnas estriadas.

A escasos metros está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, terminada en 1692. Después se edificó la torre, ya en el siglo XVIII. De ladrillo en planta octogonal cuenta en las aristas con contrafuertes que enmarcan arcos de medio punto. En su interior dispone de tres espaciosas naves con cúpula sobre el crucero.

Bordeando la iglesia y tomando la calle Santa Bárbara, ésta conduce hasta el segundo de los portales, sobre el cual se alza la capilla homónima. Es de menores dimensiones, y al atravesarlo se disfruta de una buena vista de la vega. Volviendo a la plaza, se recomienda callejear en sentido ascendente para saborear el trazado urbano. Saliendo del pueblo por la calle Calvario, se puede alcanzar la Ermita del Santo Sepulcro. Desde este punto se disfruta de buenas vistas de la localidad. Un poco más arriba una capilla menor marca el final del Vía Crucis. Sólo resta volver a descender en dirección a la calle Baja. Allí se encuentra el tercero de los portales de la antigua muralla. Sobre el arco rebajado de ladrillo se abre a intramuros la Capilla de la Virgen del Pilar. A escasos metros está de nuevo la travesía de la carretera.


Junto al puente sobre el río Martín parte una carretera asfaltada que conduce al embalse de Cueva Foradada. En los dos kilómetros de recorrido se atraviesa un bello paisaje con abundante vegetación de ribera donde predominan los chopos y también pequeñas huertas. Al final hay que dejar el vehículo y continuar andando. El paseo es grato mientras se recorre una especie de parque, donde se encuentran antiguas construcciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Por fin aparece la presa y junto a la roca arrancan las escaleras que mediante doscientos setenta y dos peldaños transportan a la parte alta de la presa. Una vez arriba, una preciosa vista se abre al visitante. Aguas abajo el frondoso cauce del río rodeado de agrestes laderas. Aguas arriba el agua embalsada rodeada de riscos. En septiembre de 1903 el ayuntamiento cede las tierras que se utilizarían para su construcción donde estaba ubicada la cueva. En 1912 comenzaron las obras de la presa de 45 metros de altura a base de piedra tallada, entrando definitivamente en servicio en 1926.

Para la tarde se propone visitar otros lugares de interés situados en el término municipal. El primero de ellos es el yacimiento del poblado íbero del Palomar. Una vez cruzado el río Martín por el puente de la carretera, comienzan las indicaciones a mano derecha que conducen a los restos arqueológicos mediante un sencillo paseo de menos de un kilómetro. En esta atalaya hubo un asentamiento habitado entre los siglos III y I a.C. Tras las excavaciones se pueden observar claramente cuatro calles empedradas, a las cuales se abren 11 viviendas y varios almacenes, con zócalo de piedra, pudiendo ser algunas de ellas de dos plantas. Se han encontrado, además de restos cerámicos y utensilios agrícolas y ganaderos, enterramientos de 23 niños y 18 animales en el interior de las viviendas.

De nuevo se vuelve al pueblo de Oliete y se toma dirección a Albalate del Arzobispo. A unos cuatro kilómetros aparece señalizado el acceso a uno de los lugares más espectaculares de la geografía aragonesa, la Sima de San Pedro. El primer tramo de la pista discurre por un paisaje árido hasta alcanzar la fértil vega del río Martín. Después de atravesar el río a través de un pequeño puente se pasa por la finca de San Pedro. En este punto aparece señalizada la pista de la izquierda en dirección a la sima. Un cartel indicativo y una valla perimetral advierten de la presencia de esta cavidad que constituye un refugio de biodiversidad sin precedentes en Europa, así como por sus dimensiones. Su gran boca de 65 x 75 metros permite que la radiación solar ilumine toda la sima. Tiene forma de pozo troncocónico de 86 metros de altura, desde la plataforma hasta la lámina de agua que ocupa el fondo. El lago, que tiene una profundidad adicional de 22 metros, se alimenta de surgencias subterráneas procedentes del río Martín. Las paredes de la sima presentan abundantes grietas donde se refugian nutridas poblaciones de aves y murciélagos. La laguna está poblada por varias especies de anfibios y culebras. Todo el recinto se halla rodeado por una cuerda con pivotes y es posible bordearla más fácilmente por la derecha para acceder al lado opuesto. Allí se ubica la plataforma que fue instalada por una empresa francesa que desde el año 1880 tenía la explotación del guano de las aves, o palomino. A pesar de que es la única opción de poder observar el fondo de la sima está prohibido el acceso para evitar accidentes.

Desde la granja parte también la pista señalizada que conduce al Cabezo de San Pedro tras recorrer dos kilómetros. En esta posición elevada con magníficas vistas de valle del río Martín se emplazan los restos del poblado íbero de San Pedro de Oliete. Fue levantado en el siglo III a.C. siendo abandonado probablemente hacia el año 50 a.C. tras las guerras sertorianas que asolaron la Península Ibérica, haciendo desaparecer la mayor parte de los poblados ibéricos. La zona visible corresponde al recinto defensivo, de unos 5.000 m2. Sin embargo se estima que a su alrededor habría un poblado que ocupa una superficie tres veces mayor. De la fortaleza sobresale la muralla construida mediante piedras de gran tamaño, que dan lugar a una impresionante línea amurallada de 129 metros de longitud y cuatro de espesor. En su interior conserva tres torres. Una rectangular con las esquinas redondeadas, cuyos restos se elevan a más de trece metros de altura, siendo probablemente la más alta de esta época conservada en España. También otra torre circular de más de diez metros de diámetro, y junto a ella una rectangular construida con piedras de menor tamaño.

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FINES DE SEMANA Sobrarbe

Valle de Bielsa, coronado por circos glaciares

En la localidad de Bielsa confluyen los valles de Pineta y de Barrosa los cuales conforman el valle de Bielsa. El valle de Pineta, también conocido como Balle Berde, nace de la erosión glaciar de la cara norte del Monte Perdido. El río Cinca inicia sus primeros pasos por el valle desde el ibón de Marboré. El valle de Barrosa, surcado por el río homónimo, sirve de comunicación directa con Francia a través del túnel de Bielsa.
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El acceso a uno de los valles pirenaicos más bonitos parte de Barbastro, con enlace directo a la autovía Huesca-Lérida. Remontando el río Cinca se alcanza la localidad de Aínsa/L´Aínsa, capital histórica del Sobrarbe. Al final se llega a Bielsa, epicentro del valle. Para la mañana del sábado se propone un sencillo paseo como primera aproximación a la riqueza natural de este valle. Tomando la carretera que conduce a Francia, a unos ocho kilómetros aparece señalizado el Circo de Barrosa. Desde este punto la carretera comienza el fuerte ascenso que conduce al túnel de Bielsa. Sin embargo el recorrido natural del valle gira bruscamente a la izquierda, por donde discurre el río  Barrosa.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

1 h 30´ (ida)

 350 m

fácil

El vehículo es preciso dejarlo junto a la carretera. Desde este punto parte una pista que recorre el primer tramo. En este entorno ahora ya engullido por el bosque, se encuentran los restos de unas instalaciones mineras. Aunque siglos atrás ya se pudo extraer materiales de esta zona, la mayor actividad tuvo lugar durante el siglo XX. El material extraído era trasladado a Francia mediante cable aéreo debido a la ausencia de comunicaciones adecuadas hacia el sur del valle de Bielsa.

Tras un cuarto de hora la pista se degrada y se convierte en un sendero que se adentra en el valle, cubierto por abundante vegetación. Poco a poco se va abriendo y ello permite visualizar la forma del circo glaciar, origen del valle. El pinar se despeja y se da paso progresivamente a los pastizales que cubre el fondo del valle. En hora y media de recorrido, tras atravesar el cauce del río Barrosa, el sendero deja a los pies del refugio de Barrosa.

Por la tarde se propone dar un paseo por lo pueblos del valle, cuya arquitectura se vio seriamente dañada durante la guerra civil, en el episodio conocido como Bolsa de Bielsa. A pesar de ello todavía conservan la raigambre pirenaica. A tres kilómetros de la capital del valle, en dirección a Francia se encuentra Parzán. Una calle articula el núcleo, en paralelo a la carretera. La iglesia parroquial es una clara muestra del paso de la guerra. Un edificio completamente nuevo y de un estilo poco propio de la zona. Sin embargo un paseo por el casco urbano permite descubrir algunos ejemplos de casas de piedra con encanto, que se completa con otras reconstruidas según la tipología pirenaica.

Un poco más adelante en la carretera parte el desvío a Chisagüés. Esta pequeña localidad, enclavada en el pequeño valle del río Real, conserva de una manera más fiel su arquitectura tradicional. Elementos como las cubiertas con estructura de madera, los tejados de loseta roja y las chimeneas troncocónicas son los más característicos. Apenas una docena de casas agrupadas en torno a una calle única, que forman un núcleo pintoresco. Carece de iglesia y sólo cuenta con una pequeña capilla integrada en una de las viviendas.

Y finalmente se visita Bielsa. Desde la carretera se accede directamente a un amplio aparcamiento. Un puente permite cruzar el río Cinca, y poco después se alcanza la plaza mayor. Allí se encuentra el edificio más bello y sobresaliente, la Casa Consistorial, que conserva únicamente la fachada original. En su parte baja se abren arcos de medio punto que dan lugar a un porche. En su fachada se abren ventanas de bella factura, siendo el elemento más singular el garitón situado en una esquina. En su interior alberga el Museo de Bielsa. En la planta baja se trata Bielsa y su territorio. En la primera planta se expone lo referente a su historia, con el tema principal de la Bolsa de Bielsa. Y en la segunda planta trata las tradiciones del valle: la casa tradicional y el Carnaval, uno de los más singulares de Aragón.

Un paseo por la parte baja conduce al puente de la Villa, el antiguo acceso a la población. El sencillo puente medieval atraviesa el río Barrosa con un solo vano. Ascendiendo por las callejas se alcanza la iglesia parroquial, situada en un extremo de la población. Reconstruida en buena parte, cuenta con grandes dimensiones. Su torre despunta sobre el paisaje urbano. De planta cuadrada, se cubre con tejado a cuatro aguas.

Para el domingo se reserva el lugar más emblemático, el valle de Pineta. Es necesario bordear la población de Bielsa por la carretera que toma dirección al valle. Tras pasar Javierre se alcanza un poco más adelante el embalse de Pineta. Se propone dejar para la tarde una obligada parada en este punto. Éste es un valle de origen glaciar que se caracteriza por la forma en U. Las rocas que arrastraban los glaciares excavaban estos anchos valles, a diferencia de valles fluviales en los que los ríos desgastan sólo la parte baja, creando valles en forma de V.  A pesar de la abundante vegetación en torno a la carretera, se pueden apreciar la forma del impresionante valle. A unos 13 kilómetros de Bielsa se alcanza el Circo de Pineta. Paredes de mil metros de altura cierran el valle, y en el fondo destacan las numerosas cascadas que alimentan el cauce del río Cinca.

Se cruza por un puente a la otra margen, donde se puede aparcar el vehículo. Aquí se inicia la ruta senderista que llevará al corazón de este circo glaciar, donde se precipita la mayor de las cascadas. Junto a una caseta de información del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido arranca una pista forestal.

TIEMPODESNIVELDIFICULTAD
3 h (ida y vuelta) 400 mmedia

Al principio se atraviesa una zona boscosa y luego se abre el paisaje permitiendo las vistas del final del valle. En media hora se alcanza la zona de Las Articas. Un puente atraviesa el río Cinca el cual discurre con pequeños saltos mientras sortea las voluminosas piedras que forman el cauce. Es necesario avanzar un poco más por la pista hasta que aparece a la izquierda el sendero señalizado en dirección a la Cascada del Cinca y el Balcón de Pineta. En primer lugar se atraviesa un pequeño hayedo y más tarde una zona con abundantes helechos. Después la vegetación va reduciéndose paulatinamente. Poco a poco el gran salto de agua se va acercando y sólo queda acercarse hasta su base. Dependiendo del caudal el vapor de agua que desprende puede dificultar su aproximación. En cualquier caso se trata de un espectáculo natural del cual no se puede prescindir. De igual manera las vistas en dirección al valle son espectaculares. Hasta este punto se habrá invertido una hora y media de caminata.

Ahora queda volver por el mismo itinerario hasta alcanzar de nuevo la pista. Se trata de un recorrido circular y la vuelta se realizará por la margen opuesta del río. Retomando la pista en sentido ascendente se pasa junto a una bella cascada formada por el río de La Larri. Un poco más arriba, de la pista partirá un sendero que conduce de nuevo al fondo del valle. En fuerte descenso se atraviesa un frondoso hayedo de ejemplares longevos. El sendero desemboca directamente en la ermita Nuestra Señora de Pineta, a los pies de la carretera. La devoción se remonta muchos siglos atrás. La fábrica actual tuvo que reconstruirse tras la guerra civil. El edificio es una sencilla construcción de piedra. Al interior se compone de una nave rectangular, cuya cabecera se protege con una reja, obra del año 1650. En la fachada este, durante su última restauración se levantó una especie de espadaña con dos arcos de medio punto. En el interior está colocada la imagen de la virgen. A unos cien metros termina la carretera en el Parador Nacional de Bielsa. Fue inaugurado en el otoño de 1969, poco después de que se asfaltara la carretera hasta el mismo. Se trata de una gran construcción al estilo pirenaico. Un porche cubre la fachada, y sobre él hay una terraza desde la cual se disfruta una privilegiada vista del circo glaciar de Pineta.

Para la tarde se propone una parada en el embalse de Pineta. Un paseo por su orilla que se puede prolongar hasta la presa de hormigón. La amplia lámina de agua en la cual se refleja la silueta del valle marcada por las sierras de Espierba y las Sucas supone un deleite para la vista. Se trata de uno de los rincones con más encanto de los Pirineos.

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CICLOTURISMO Monegros Ribera Baja del Ebro

La Retuerta de Pina, el último reducto de los Montes Negros

Al sur de los Monegros se ubica la Retuerta de Pina. Una partida que gracias a su protección real ha conservado un sabinar de gran valor ecológico, pequeña muestra de lo que fueron hace siglos los Montes Negros, los Monegros. Un paisaje marcado por las duras condiciones climáticas, con un clima continental caracterizado por temperaturas extremas, lluvias escasas y fuertes vientos.
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La Retuerta de Pina es un sabinar que fue protegido en 1235 por el rey Jaime I el Conquistador. En aquel momento dio libertad a los ganaderos de Zaragoza para pastar sus rebaños en todas las tierras del reino, a excepción de las Dehesas de Sena y la Retuerta de Pina, salvaguardadas para su aprovechamiento particular. Dicha protección se prolongó hasta el año 1906. Siendo Sabinar Patrimonio Forestal del Estado se divide en lotes de 700 hectáreas y se procede a su venta. En aquel momento se conservaba un sabinar intacto de 6.000 hectáreas. La dificultad de arrancado de los árboles impidió que la devastación fuera total. Uno de los propietarios llegó a regalar los árboles a todos aquellos que se encargasen de arrancarlos y la afluencia de los vecinos de la zona fue masiva. Tras este episodio de deforestación en la actualidad se conservan 1.500 hectáreas de sabinar.

Esta propuesta cicloturista es bastante sencilla, debido a su escasa longitud. Incluso podría realizarse sin dificultad andando. Ello permite poder disfrutar del paisaje, muestra de lo que fue antaño los Monegros. Pero se desaconseja realizar este itinerario en época de caza, los festivos desde mediados de octubre hasta finales de enero.

LONGITUDDESNIVELPENDIENTEFIRMEDIFICULTAD
 8,8 km80 mvariableregularbaja

Se toma desde la capital aragonesa la carretera nacional N-II en dirección a Barcelona. Tras dejar atrás el fértil valle del Ebro, se pasa junto al desvío que conduce a Pina de Ebro. Veinte kilómetros después desde este cruce se alcanza el punto de partida de la ruta ciclista, el Hostal del Ciervo. Junto a las antiguas instalaciones ahora en desuso hay una gasolinera y un espacio para dejar el vehículo y tomar la bicicleta. Siguiendo unos cien metros más por el arcén de la carretera parte una pista que se introduce en la Retuerta de Pina.

Se pone el cuentakilómetros a cero junto a la carretera. El tramo inicial de la pista está en regular estado, con acusadas rodadas de vehículos y además hay varios cruces: a 150 metros se toma el camino que continúa al frente, a 350 metros el ramal de la izquierda y a 425 metros se sigue a la derecha por la pista principal.

A partir de este punto la pista avanza sin pérdida en ligero ascenso bordeando una val con campos de cereal de secano. Mientras los pinos perviven en las zonas más elevadas, la sabina predomina en el resto. Ello se debe a la inversión térmica provocada en invierno por las nieblas, que impiden la irradiación solar haciendo que en las vaguadas las temperaturas sean más severas. La sabina soporta las heladas sin problemas, no así el pino carrasco. Cuando se han recorrido unos 1,9 km metros se pasa junto a un almacén agrícola.

Las sabinas tienen un complejo proceso de reproducción, con árboles macho y hembra. Los primeros se llenan de conos masculinos que producen el polen que se lleva el viento. Las sabinas hembra tiene los órganos reproductores femeninos, en forma de cono también, que tras ser polinizados producen las frutos. Una vez maduros deben ser comidos por animales herbívoros. Ello permitirá reblandecer la cubierta exterior al paso de los jugos gástricos, mientras que la materia orgánica de las heces favorecerá su posterior germinación.

Poco a poco se abandona la val y se alcanza una zona ligeramente más elevada donde se emplaza el Mas del Guarda. Hasta aquí se llevan recorridos 3,7 kilómetros. Se trata de una edificación típica de la zona, que servía de refugio a pastores y donde se alimentaba al ganado. Antes de llegar en un cruce se continúa al frente. Junto a la edificación surge otro cruce múltiple con cuatro opciones. Se toma la segunda comenzando por la derecha.

El camino toma un ligero descenso con un paisaje salpicado de alguna sabina y matorral bajo. Tras haber recorrido 4,2 kilómetros se alcanza la Paridera de las Lanas, un edificio de mayores dimensiones. Se trata de otro de los edificios típicos de la zona rural, que se utilizaba para guardar al ganado por la noche. Su nombre proviene del uso puntual para aquellas, que por estar a punto de parir, se separaban del rebaño para resguardarse. Desde este punto se divisan Las Planas, una gran llanura cerealista creada en los años 40. Hasta entonces según los vecinos se trataba de un denso bosque de sabina que fue talado.

A menos de cien metros de la pista, antes de llegar a la paridera, es visible el Aljibe de las Lanas. En las zonas áridas estos puntos de recogida del agua para el ganado son vitales. Está ubicado en una vaguada que permite la recogida de las escasas precipitaciones. Se regresa por el mismo itinerario hasta el Mas del Guarda. De nuevo surge el mismo cruce y con cuatro caminos para continuar. Se toma el segundo camino comenzando por la derecha. Cien metros después se abandona la pista principal y se toma al frente otra que obliga a circular por las rodadas debido a su escaso tráfico. A pesar de ello el trazado no se pierde y se discurre por ella con relativa facilidad, con algún tramo algo denso de vegetación.

Sin pérdida poco a poco se va descendiendo y atravesando una zona con mayor densidad de sabinas y pinos, y con un sotobosque más rico. A la derecha se avista la zona por donde discurre la carretera nacional, así como la población de La Almolda, cuya característica silueta se recorta con la Sierra de Santa Quiteria.

Más abajo se pasa junto a algunos campos de cultivo. Tras una curva a la izquierda y cuando se llevan 8,3 kilómetros de recorrido se alcanza la pista inicial por la que se ha entrado en la Retuerta de Pina. Ahora sólo resta tomar dirección a la derecha y alcanzar la carretera.

Para la tarde se propone una visita a las poblaciones de Bujaraloz y La Almolda. La primera de ellas es considerada la capital del sur de los Monegros. Junto a la antigua travesía se abre una recoleta plaza con un pequeño monolito en recuerdo a Martín Cortés de Albacar, autor del manual de navegación más notable de Carlos V. Bajo un arco parte la calle que conduce a la iglesia de Santiago el Mayor. Data del siglo XVI y la fábrica se remata con galería de arcos de medio punto. La torre barroca se alza junto a la portada. Bordeando la iglesia por la derecha se alcanza una replaceta donde se alza el edificio civil más importante del pueblo, la casa de Torres-Solanot. El palacio data del siglo XVII y su alargada fachada tiene portada flanqueada por columnas con escudo nobiliario. En la planta noble cuenta con ventanas enrejadas y la fachada se remata con galería de arcos semicirculares bajo el alero.

A unos ocho kilómetros está La Almolda. Su casco urbano se asienta a los pies de la Sierra de Santa Quiteria. Desde la parte baja, junto al centro de convivencia de la tercera edad, arranca la calle Mayor. En el centro se abre la plaza del ayuntamiento. A escasa distancia está la plaza del Mercado, que conserva un viejo edificio renacentista porticado. En las calles adyacentes surgen buenas muestras de arquitectura civil. En la parte más alta del núcleo urbano está situada la iglesia de Nuestra Señora de la Purificación. A sus pies se abre una plaza con un mirador de la villa. La visita a la población se completa tomando el coche y ascendiendo a la ermita de Santa Quiteria por una pista asfaltada que arranca de la parte baja del casco urbano. Está situada al borde de la sierra homónima y desde este punto las vistas de las tierras monegrinas del sur son magníficas. Un buen remate para la ruta ciclista propuesta.

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EXCURSIONES Hoya de Huesca/Plana de Uesca

Vadiello, el espejo de la Sierra de Guara

En el curso intermedio del río Guatizalema surge el embalse de Vadiello, uno de los lugares con mayor encanto de la Sierra de Guara. En sus tranquilas aguas se reflejan las imponentes paredes rocosas que bordean este pantano. El nombre del río puede derivar de un término árabe que significaría río tranquilo, y se corresponde con su cauce, que atraviesa la sierra de norte a sur sin formar grandes desfiladeros.
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Para acceder a la Sierra de Guara es necesario abandonar la autovía mudéjar a la altura de Huesca capital en dirección a Barbastro. Por la carretera nacional se asciende disfrutando de la vista del castillo de Montearagón a la izquierda. Ya arriba debe tomarse el desvío a Loporzano, para lo cual es necesario un cambio de sentido. La estrecha carretera se interna en el somontano de la Sierra de Guara, tomando dirección a Vadiello. Poco a poco se adentra en el amplio desfiladero formado por el río hasta alcanzar un aparcamiento habilitado. Desde este punto se avista la presa de hormigón, que se eleva a setenta metros de altura sobre el cauce, en el congosto formado por el río Guatizalema.

TIEMPO

DESNIVEL

DIFICULTAD

2 h (ida)

200 metros

fácil

Justo antes de cruzar un túnel carretero, parte el acceso peatonal que conduce a la presa a través de un túnel abierto en algunos puntos. Ya en la otra margen una pista bordea el pantano y ofrece inmejorables vistas de los mallos de Ligüerri que sirven de telón de fondo al embalse de Vadiello. En el centro aparece el mallo de San Jorge escoltado a ambos lados por los aislados mallos del Puro y la Mitra, con desniveles verticales cercanos a los trescientos metros de altura.

Después de media hora de camino se alcanza la Cruz Cubierta, situada a escasos metros de la pista. La curiosa construcción es un esconjuradero que servía para ahuyentar las tormentas. Tiene planta cuadrada, abierta por los cuatro costados mediante arcos de medio punto.

Desde este punto parte una senda descendente que en media hora llega al Santuario de San Cosme y San Damián. Este tramo del recorrido es espectacular por su vegetación. Se trata de un bosque formado por carrascas, cuya abundante humedad las cubre de musgos y líquenes. La parte inferior la recorre un pequeño arroyo, que forma una pequeña cascada cuando lleva agua. En ligero ascenso la senda alcanza la pista de acceso al santuario. Es de propiedad privada y está vallado impidiendo su visita. Los santos San Cosme y San Damián son considerados los santos patronos de la medicina. Se conoce su existencia desde el siglo XIII, pero la construcción actual data de mediados del siglo XVIII. El conjunto de edificios forman una plaza rectangular. El lado más largo discurre bajo las paredes verticales de conglomerado, bajo la peña de San Cosme. En su interior la pequeña capilla tiene los muros encalados y la techumbre se adapta a la forma de la roca. Cerrando el espacio se levanta otro edificio, en cuya parte baja dos vanos de medio punto forman un porche. En medio de la plaza se alza una cruz de término de hermosa factura. El recorrido avanza por la pista, jalonada por un buen número de ermitas las cuales servían para ir recibiendo al devoto. Las dos primeras están en ruina y sólo se conservan las paredes. Poco después aparece la ermita de la Virgen de la Fuensanta. La construcción de ladrillo tiene al frente dos arcos de medio punto. Uno de ellos da acceso a la capilla con las tallas de San Cosme y San Damián. El otro acceso comunica con un recoleto merendero junto al pequeño manantial de aguas cristalinas.

La pista abandona el fondo del valle, y la vegetación se hace menos densa. La última de las ermitas, en advocación de la Virgen de Fabana, es la de mayores dimensiones. También se encuentra en mal estado, aunque todavía conserva la cubierta. Un poco más adelante, coincidiendo con una curva cerrada en la pista, aparece el cartel que indica la senda que conduce a El Huevo. En poco más de un cuarto de hora de senda se introduce en un umbrío carrascal. Se inicia el descenso encaminándose a un pequeño barranco. En un pequeño claro en el bosque, el único en todo el recorrido, aparece sorprendentemente el mallo más conocido como El Huevo. Oculta tras la peña de San Cosme, esta mole de conglomerado se levanta a unos cuarenta metros de altura. Su planta ovalada sugiere este nombre tan característico, con un diámetro de cuatro a cinco metros. Este es el punto final de la caminata y sólo resta volver a la presa de Vadiello por el mismo itinerario. Para poder realizar de manera más pausada el recorrido es recomendable llevar la comida y a la vuelta parar a comer en el merendero de la ermita de la Fuensanta.

Para la tarde se propone la visita una de las atalayas más espectaculares de la zona. Desde Vadiello se vuelve por la misma carretera hasta abandonar el desfiladero que conduce a la presa. Se toma el desvío que conduce a la localidad de Santa Eulalia la Mayor. La carretera serpentea entre campos de almendros hasta alcanzar la población. Una calle ascendente sirve de nexo de unión entre las viviendas dispuestas en una ladera. En ellas destacan bellas portadas decoradas. Se alcanza una plazoleta, cercana a la iglesia de San Pedro, donde puede dejarse el vehículo. Una calle en ascenso conduce a la ermita románica de Sescún, en la parte alta de la localidad. Cuenta con dos portadas de arquivoltas de medio punto, una de ellas decorada con puntas de diamante. Desde su parte trasera se accede mediante un corto paseo a los restos del castillo.

Se trata de un torreón cilíndrico. El origen de la construcción se remonta a finales del siglo XI, cuando Sancho Ramírez lo reconquistó. La torre está levantada a base de mampostería y sus muros tienen dos metros de anchura. Se accede a través de una escalera metálica exterior que alcanza una antigua puerta elevada. Ya en su interior otra escalera de caracol deja en la parte más alta. Se emplaza al borde de la garganta del río Guatizalema, con excelentes vistas del río y de la Hoya de Huesca.

Si se dispone de más tiempo, es recomendable la visita a la cercana ermita de Nuestra Señora del Viñedo. Volviendo a la carretera en dirección a Huesca, un poco más adelante aparece un cartel indicador a la derecha. Una pista cementada conduce al aparcamiento junto a un olivar de longevos ejemplares. Tras ellos se emplaza el conjunto arquitectónico formado por la iglesia y la casa del ermitaño. La fachada de la ermita es de piedra culminada en un costado por el modesto campanario. Anexo está el otro edificio, con porche abierto a dos costados mediante arcos de medio punto. En la primera planta se abre un balcón y varias ventanas. El conjunto se acompaña de un pozo y un crucero. En las proximidades se encuentra el molino aceitero, recientemente restaurado. Se conserva al interior la prensa de viga y el molino.

Ermita del Viñedo
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